RADICALES
Una plataforma de fuego
FREJULI
La confianza de los peronistas

RADICALES
Una plataforma de fuego

Una vez más, el sábado 17, en el paisaje serrano de Villa María, Ricardo Balbín enfrentó con calma las alegres afirmaciones acuerdistas de Juan Perón. Con habilidad, el líder radical aprovechó la ocasión para abatir las acusaciones "pactistas" que los sectores políticos de centroderecha se empeñan en dirigir a la Unión Cívica Radical. "Que no se pretenda confundir el proceso de confluencia que el pueblo está asumiendo. Los que hablan de pactos que no existen desmerecen las vitales coincidencias que se han logrado", dijo Balbín. Pero la lucha verbal del caudillo por la independencia partidista, empeñada en casi todas las giras, es sólo una parte de las preocupaciones del partido.
El lunes 19 los políticos del Comité Nacional no vacilaron en afirmar que el momento era de una gravedad sólo equiparable a la situación de dos semanas atrás, cuando la inquietud castrense situó al gobierno en el terreno aledaño a las medidas proscriptivas. Los preocupados radicales aseguran que la proscripción del Frente Justicialista de Liberación, o de sus candidatos, no sólo herirá de muerte al proceso, sino que condena a la UCR a una suerte poco envidiable. Cuatro hipótesis fundamentales intentan demostrarlo.
La primera es el retiro de la fórmula justicialista; en este caso, la victoria radical —que el partido descuenta— se vería invalidada por la no concurrencia de un partido mayoritario. Aunque en forma benigna, se repetirían las circunstancias políticas de 1963. Y la UCR se enfrentaría a una situación ya conocida, cuyos resultados ya ha comprobado.
La segunda hipótesis es la proscripción de la fórmula del Frejuli, que reeditaría el caso anterior, aunque agravado. Los radicales entienden que es difícil que el gobierno llegue a la proscripción total del frente. Pero, mientras la UCR considera que en el primer caso no tendría por qué retirarse del comicio, el segundo constituiría causa suficiente como para orquestar una "mayoría abstencionista", que daría paso al triunfo de un partido minoritario. La oposición, por supuesto, no admitiría tregua.
La tercera suposición tiene el atractivo de lo insospechado; algunos estrategas del radicalismo creen que si la fórmula justicialista fuera proscripta, Arturo Frondizi y Américo García podrían solicitar la reconsideración del binomio que formaban a la Justicia Electoral. Ante este supuesto, los radicales se sonríen; estiman que el peronismo no votará a Frondizi, y que los ganadores serán ellos. Además, piensan que Perón no consideraría la derrota de esta fórmula un desastre justicialista, y que una acción de esta clase no debe descartarse.
Una cuarta hipótesis, la proscripción absoluta, no entra en el cálculo radical. Señalaría, sin mayores dudas, la abstención partidaria decretada por la convención. Y no dejan de observar que la máxima asamblea de la UCR mantiene, por su composición, una actitud exigente ante las reglas de juego del proceso electoral. Otra frase de Balbín puede describirla: "Ha cesado la lucha sin sentido entre quienes podemos compartir realizaciones conjuntas por la liberación nacional. Los únicos proscriptos serán quienes pretendan obstruir o demoler el proceso. No los proscribirá un partido; lo hará, con su decisión, el pueblo, el 11 de marzo".

LA TEMIDA PLATAFORMA. Sin desaliento, los hombres del partido afirman que el programa y sus lineamientos esenciales son un grave obstáculo para el logro de un triunfo electoral limpio. Se entiende: la autorización que el apoyo de las mayorías conferiría a la UCR no admitirá ninguna réplica a los que quieren oponerse a la ejecución de la plataforma electoral. Por eso, "hay quienes, aunque estén seguros de una victoria radical en la segunda vuelta, intentarán, restando limpieza al proceso, evitar la autorización tácita para gobernar que la obtención de la mayoría significa", enfatizó un dirigente, el martes 20, en los pasillos de la Casa Radical.
Sin retaceos: los hombres de la UCR creen que, a medida que el 11 de marzo se aproxima, ciertos sectores argentinos comienzan a analizar con más cautela el posible significado del triunfo de cada partido; y que uno de los más desagradables, llegado al gobierno, puede ser el radicalismo.
Pero también hay errores; algunos dirigentes se equivocan cuando sus afirmaciones programáticas los entusiasman; en un acto proselitista, César García Puente, candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires, dijo que "los jóvenes que creían que el peronismo era una forma de reasumir una actitud revolucionaria se encontraron con que esto no era así, y luego tuvieron que ser espectadores del trámite bochornoso que ese partido atravesó para elegir sus actuales candidatos, que podrán o no salir triunfantes". El fervor casi "libertador" de García Puente fue inmediatamente corregido por Balbín, quien declaró que en 1973 ha triunfado la prédica radical orientada a desterrar la hostilidad entre las mayorías populares argentinas, y que han cesado "los desencuentros gratuitos que tan caro han costado al país".
A pesar de que la sospecha proscriptiva desencaja el ánimo radical, los observadores neutrales entienden que los peligros de la desaparición de la fórmula del Frejuli no son demasiados para la UCR, que en última instancia podría aceptar una victoria sin oponentes, y desplegar luego una estrategia generosa de incorporación del justicialismo a los quehaceres de gobierno. Por lo menos, eso se comentaba en ciertos ámbitos navales, donde una expectativa política como la diseñada conformaría, por así decirlo, una salida inmejorable. Pero muchos radicales no comparten la idea, y se aferran al "dejar ganar y dejar perder", poniendo por delante su plataforma incandescente.

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FREJULI
La confianza de los peronistas
El pasado jueves 15, el peronismo volvió a jugar la carta de la solidaridad partidaria, de la coalición de amigos y adversarios más o menos interesados en la continuidad del proceso institucional. El lugar elegido fue el restaurante Niño, sede de la "Asamblea de la Unidad Nacional", donde Juan Perón presidiera el 21 de noviembre del año pasado un acuerdo de fuerzas por la salida electoral.
Esta vez, sin embargo, la Unión Cívica Radical faltó a la cita y también hicieron notar su ausencia los candidatos de la Alianza Popular Revolucionaría, Oscar Alende y Horacio Sueldo. La preocupación fundamental del peronismo estaba en la asistencia de la UCR, una posibilidad que se supuso desde la organización del cónclave de difícil verificación. En cambio, fuerzas ideológicamente más adversas al peronismo que el partido de Ricardo Balbín, como el Partido Socialista de los Trabajadores, de Juan Carlos Coral, el Socialismo Popular de Víctor García Costa, y el FIP de Jorge Abelardo Ramos, fueron a la cita. La coincidencia lograda en las deliberaciones satisfizo a la conducción táctica peronista. En ésta se consideró que la nota enviada por los radicales no significaba su definición por la concurrencia, aun si se diera la proscripción del Frente Justicialista. "Me parece justo, justísimo el pronunciamiento radical", exclamó Héctor Cámpora en la conferencia de prensa realizada el domingo 18 en Santiago del Estero. Es posible que la definición del candidato peronista fuera más generosa que los propios deseos de la cumbre justicialista. Empero, en el estado mayor del Frente se estima muy difícil que el radicalismo pueda sortear indemne la encrucijada que se le plantearía ante una eventual proscripción peronista y la convocatoria a una común abstención. En ese sentido, computan a su favor que la parte más sólida de lo que fuera el "alfonsinismo"; justamente la línea Córdoba hegemonizada por Storani no querría "jugar la carta de un nuevo 1963".

LOS YRIGOYENISTAS. Es precisamente para ganar tantos en esta táctica, que las tribunas frentistas conceden un lugar de preferencia a los integrantes del Movimiento Nacional Yrigoyenista. Tanto Alberto Asseff como Miguel Zavala ocuparon en las dos últimas giras del FREJULI un lugar casi inamovible. La invocación permanente de los Yrigoyenistas —el único grupo partidario que hace propaganda propia a través de la campaña general del Frente—, es "a no dejar abandonado el movimiento popular". Para contrapesar esta presión que realiza el MNY, la dirección peronista estima que los radicales no tendrán más remedio que endurecer su posición, si es que quieren conservar la unidad del partido.
Mientras se efectuaba este cómputo de las fuerzas políticas, y en tanto Héctor Cámpora (hijo), viajaba a Roma para entrevistar a Juan Perón, portador de una carpeta confidencial con la evaluación de ¡la marcha de la campaña electoral, en las altas esferas justicialistas continuaban los contactos con las Fuerzas Armadas. Una oleada de confianza invadió a los jefes peronistas en la última semana. De una parte, esa seguridad se basaba en el éxito que atribuyen a la campaña. Además, creen, la justicia no avalará la presentación oficial para extinguir al Frente y que los mandos militares están definidos por las elecciones sin proscripciones. "No creo cometer ninguna infidencia —reveló Juan Manuel Abal Medina a Panorama— al anotar que son numerosos los jefes y oficiales de las tres armas que toman contacto con nosotros y manifiestan su decisión de que el proceso se realice con limpieza."
Precisamente Abal Medina —y en la misma tónica Cámpora— descarga con agresividad ataques contra Alejandro Lanusse, destacando "la diferencia existente entre el conjunto de las tres armas y el partido militar". Esta última denominación, utilizada por Perón en sus últimos documentos, es ya prácticamente identificada con Lanusse, exclusivamente. La caracterización va acompañada por una profesión de fe antigólpista, que la propia Juventud Peronista, motor de las movilizaciones frentistas, como la realizada en el estadio de Atlanta el jueves 16, exhibió en un documento signado por su delegado nacional, el prófugo Rodolfo Galimberti, y dirigentes de las 7 regionales de la rama. El documento señala que "la JP desarrollará todas las tareas tendientes a impedir cualquier maniobra de provocación de la dictadura para justificar la interrupción del proceso". De tal modo, sobre el punto electoral, la JP cerró filas junto a Cámpora y Abal Medina para desmentir "la política tremendista que nos adjudican, las usinas psicológicas oficiales".
Así, confiado en el respaldo a la salida electoral que brindan —dicen— la Fuerza Aérea y las principales unidades blindadas del Ejército, el peronismo se aprestaba a reunir a Isabel Martínez con las mujeres peronistas, en Buenos Aires, el próximo miércoles 28, desechando como "provocaciones regminosas" los incidentes de Santiago del Estero y la muerte de Osvaldo Bianculli, el joven jefe de la custodia de José Rucci. Entretanto, seguía en el arsenal, el arma decisiva de la campaña: el segundo regreso de Juan Perón. Cámpora repitió tres veces en la última semana que el 1º de marzo el ex presidente estaría en la Argentina.
PANORAMA, FEBRERO 22, 1973

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