Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Para una historia de espías
por El Camarada X
En el aniversario de bodas

Con el misterio de una verdad dramática irán a la silla eléctrica los esposos Rosenberg

Fue en varias de estas historias que el Camarada X dejó pendiente al lector el no dar exacta nota sobre la muerte de algunos espías famosos. Ello obedeció en casi todos los casos a que estos señores que hacen de la aventura y del misterio un medio de vida, mueren de muerte natural, aunque en su vida, que no sabemos calificar de delictuosa, se les haya condenado a muerte.
Ante la posibilidad de que esas condenas sólo hubieran servido para cambiar de patrón, nunca nos hemos atrevido a confesar, con la información interesada del periodismo, obligado sin duda por un elevado sentido de colaboración con las cadenas del servicio secreto, o simplemente atendiendo a datos muy formales de las agencias informativas, que aquellas muertes se hubieran producido realmente. Para más hemos destacado en estas líneas los "fallecimientos reiterados" de ciertos espías internacionales.
Ahora debe cumplirse la horrible condena de los esposos Rosenberg. Es posible que a estas horas, cuando usted, amigo lector, pase por estas líneas, los esposos Julius y Ethel sean un misterioso par de cadáveres con historia. Historia de espías que todos hemos conocido a través de la prensa, en la crueldad de un proceso de resonancia mundial que sería inútil describir una vez más en estas páginas.
A simple título de recordación, diremos que el asunto comenzó con el descubrimiento de que el sabio Fuchs, que tuvo su gabinete en Los Alamos, había estado en contacto atómico con el químico Harry Gold, que no era Gold, sino Goldnitsky, qué no era americano, sino ruso, que no era protestante, sino israelita, y que lógicamente fué detenido por el infalible FBI. Más tarde fué interrogado amablemente y el hombre largó el párrafo que traería aparejado el arresto internacional de Alfred Dean Slack, Sydney Weinbaum y David Greenglas.
Este David fué el que armó el gran lío, para terminar poniéndole manija a la bola. La manija era nada menos que su hermanita Ethel, que ahora se llamaba Rosenberg, pues se hallaba casada con la otra parte de la "manija, el amigo Julius. Greenglas no se conformó con sus primeras declaraciones, o delaciones, si viene bien la peligrosa palabra, y aumentó la serie de comparsas con los nombres de Abraham Brotham, ingeniero químico y su secretaria Myrian Moskowitz, Oscar John Vago, amigo de Gold, y el vicecónsul soviético Anatole Yacovlev.
Todos eran espías atómicos. Pero también eran todos de la familia y el camarada Greenglas, que es ingeniero, pero que sólo llegó a sargento durante la última guerra, levantó la tapa del tarro y dejó en descubierto el fabuloso enredo diciendo que él, inocentemente, había dado datos de gran importancia a los camaradas Rosenberg, a los que denunció como agentes comunistas, además de judíos. Judíos eran también algunos miembros del jurado, que dieron al final el fatal veredicto. Hubo plegarias, se les cantó en todas las sinagogas de los Estados Unidos. Hasta Su Santidad Pío XII, en maravilloso entendimiento de la bondad cristiana, elevó su petición de clemencia, que fué rechazada por el presidente Eisenhower, cuando los Rosenberg se enteraban por los altoparlantes de la prisión de la segura sentencia de muerte, en momentos en que se pasaba música de cámara a los recluidos de Sing-Sing.
Cuando la mala nueva llegó a oídos de la pareja, la señora Rosenberg entonó un aria de "Madame Butterfly", y su esposo, que posee voz de tenor, dió el pecho a las contingencias, elevando la actitud valiente de su esposa, con himnos revolucionarios y canciones populares que aumentaron su actitud de mártires incuestionables.
La verdad es que no se conoce la verdad.
Pero el tiempo ha pasado y los esposos llegan en un misterioso, sí que complicado proceso a posar sus glúteos en la poco cómoda silla de la justicia norteamericana, justicia que se define ampliamente por el medio de hacer justicia. El FBI, organismo que no archiva nada si no se halla resuelto, archiva ahora el procedimiento contra los RED SPIES Ethel y Julius Rosenberg.
La complicada trayectoria de este caso deja solamente una explicación. La que dice claramente la declaración de estos esposos, que va no cantan las arias de "Madame Butterfly", porque posiblemente están muertos. Pocos días antes de la ejecución los diarios nos trajeron una de las últimas novedades del proceso:
"Ayer se nos ofreció que, si cooperábamos con el Gobierno, se nos perdonaría la vida. Al pedirnos que repudiemos la verdad de nuestra inocencia, el Gobierno admite sus dudas sobre nuestra culpabilidad. No ayudaremos a purificar las falsas constancias de un fraudulento veredicto de culpabilidad y de una bárbara sentencia. Categóricamente declaramos, desde ahora y para siempre, que no accederemos, ni bajo pena de muerte, a prestar falso testimonio ni a abandonar a la tiranía de nuestros derechos de norteamericanos libres. Nuestro respeto por la verdad, la conciencia y la dignidad humana no está en venta. La justicia no es una futesa que pueda ser rendida al mejor postor. Si se nos ejecuta, será un asesinato de inocentes y la ignominia caerá sobre el gobierno de los Estados Unidos. La historia dirá, vivamos o no, que fuimos víctimas de la más monstruosa conspiración en la historia de nuestro país" Transcribimos en su totalidad la declaración de los esposos Rosenberg porque ella nos asegura que no estábamos equivocados al dudar de la muerte de los espías internacionales. A su vez abre para todos un nuevo interrogante: ¿Cuál será el verdadero fin de estos espías?
Es muy posible que esta declaración no sea más que uno de los tantos trucos del espionaje. Sólo los servicios secretos, los altísimos comandos del espionaje, sabrán esa verdad increíble en que desarrollan ahora su función estos cadáveres de la era atómica.
Nosotros sólo sabemos que han muerto en el día de su aniversario de bodas.
Revista PBT
19.06.1953

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