DESDE la firma de
aquel tenebroso pacto Bryan-Chamorro, que
mediatizó a Nicaragua y cuyo artículo primero
empezaba así:
"EL GOBIERNO DE
NICARAGUA CONCEDE AL GOBIERNO DE ESTADOS UNIDOS, A
PERPETUIDAD Y PARA SIEMPRE, LIBRE DE TODO IMPUESTO
Y OTRA CARGA PUBLICA, LOS DERECHOS EXCLUSIVOS DE
PROPIEDAD QUE SEAN NECESARIOS Y CONVENIENTES PARA
LA CONSTRUCCION DE UN CANAL INTEROCEANICO POR LA
VIA DEL RIO SAN JUAN Y EL GRAN LAGO DE NICARAGUA O
POR CUALQUIER RUTA SOBRE EL TERRITORIO
NICARAGÜENSE", no podía haber paz en Nicaragua,
porque frente a la traición y el entreguismo de
los llamados conservadores se levantaría el
patriotismo combatiente de los llamados liberales.
Y bueno será aclarar, ya que en Nicaragua el
concepto de "liberal" es puramente adjetivo —casi
nominal—, sin el menor sentido sustantivo dentro
de lo que política y económicamente se conoce por
"liberalismo".
Adolfo Díaz y Emiliano
Chamorro se habían apoderado de Nicaragua y la
negociaban a su antojo, sosteniéndose por la
fuerza y el apoyo extranjero. siempre dispuesto a
concretarse en abierta intervención. Pero hay un
agricultor de Niquinihomo, un hombre a quien le da
por la mecánica, que tiene la manía de fabricar
bombas, que fué administrador de una mina en
Honduras, que quiso sembrar bananos en La Ceiba,
que trabajó en los yacimientos petroleros
mexicanos de Tampico; un hombre, decíamos, que
regresaba a su patria casi por los mismos días en
que Chamorro se pronunciaba contra el presidente
Solórzano, en mayo de 1926. Tenía poco más de
treinta años y se llamaba Augusto César Sandino.
Rodeado por las
bayonetas en que afirmó su mal ganado sillón
presidencial, Chamorro se lanzó a la persecución y
caza de los liberales, y Sandino, que acababa de
llegar, pero que sentía aquella persecución como
permanente injuria cruenta contra la dignidad de
su patria, ganó los montes de la Nueva Segovia
para presentar desde ellos la heroica resistencia
que lo ascendería a la mitología... Juan Bautista
Sacasa, jefe de los liberales en armas, ha
desembarcado en Puerto Cabezas, y Nicaragua cae
otra vez en la angustia de la guerra civil. No es
que haya empezado la guerra civil; simplemente, se
ha reanudado la guerra civil. Los "gerentes"
norteamericanos han considerado conveniente
sustituir a Chamorro por Adolfo Díaz, su protegido
de 1912, el ex contador de "La Luz y los Ángeles
Mining Co."; Adolfo Díaz, que entregó el mando a
Chamorro en 1916, y de quien volvió a recibirlo...
Díaz, Chamorro; Chamorro, Díaz... He ahí el
péndulo de la oligarquía entreguista nicaragüense.
Y son las fuerzas de Díaz, precisamente, las que
tienden a "los nueve de Sandino" la emboscada de
Tamarindo, donde el jefe patriota
recibe cuatro balazos que lo ponen en gravísimo
peligro de muerte. Pero Sandino llega a Puerto
Cabezas. "Hambre y sed no habrán de atajarme",
dijo; y no lo atajaron. Sacasa recibe a Sandino,
comprende y aprueba su idea de la guerra de
guerrillas y ordena darle fusiles y municiones,
contra la opinión del general Moncada, que no cree
en Sandino... El mismo general Moncada a quien
Sandino, no mucho después, habrá de liberar del
asedio que Viquez le ha puesto en Muy Muy... El
mismo general Moncada que llamará a Sandino
"salvador del ejército liberal"... El mismo
general Moncada que se rió de Sandino cuando éste
dijo, en ocasión de enterrar a su primer muerto,
después de la toma de Esteli: "Dios está de mi
lado. A su pedido, cuando Él lo disponga, le
rendiré cuentas"... El mismo general Moncada que
creyó atraerse a Sandino ofreciéndole una
doncella...
Este legendario
episodio de la vida del legendario general Sandino
ha sido contado de varias maneras por cronistas y
poetas, y es natural que así sea, puesto que una
de las condiciones de la mitología es su proteica
variedad. Y en ello está, por cierto, la garantía
de su veracidad esencial.
Después de haber sido
liberado por los ya "ochocientos de Sandino" y, de
abrazar en público al caudillo indomable, pidiendo
para él el título de "Salvador de la Patria", el
general Moncada, que recelaba de Sandino, aunque
no seguía creyendo en cuanto había dicho a Sacasa
respecto del guerrillero del Chipote trató de
atraérselo; de atraérselo con el cebo que un
hombre como Moncada creyó que atraería a un hombre
como Sandino. ..
Arregló Moncada una
reunión de la mejor gente que, pudo encontrar
entre sus hombres, y la ofreció como homenaje al
general Sandino... Corrió sin tasa el fiero
aguardiente de la tierra, y las guitarras bordaron
el silencio con sus nostálgicas melodías de amor y
paz... En el momento en que el licor y las
canciones habían llevado la fiesta a su más alto
punto de tensión, el general Moncada dio tres
palmadas —como un señor del desierto en su
tienda—, y una hermosísima doncella fué
introducida en la sala...
—Esta hermosura, esta
verdadera perla, esta rival de las gracias —dijo
Moncada mirando fijamente a Sandino—, debía ser
mía... Pero como somos eternos amigos y usted
representará mis opiniones en el futuro, se la
cedo a usted. Tómela; es suya.
La bella cautiva
—porque no era otra cosa— parecía aterrorizada, y
sus ojos anegados de lágrimas miraban con
desesperación a Sandino. Este saltó de su asiento,
se puso a su lado y exclamó con aquella famosa voz
suya "que raspaba":
— ¡No, general! Esta
joven es la personificación de Nicaragua; y ella
no será suya ni de nadie que quiera violentarla o
regalarla... Repito que Dios está con nosotros, y
yo cumplo su voluntad, que es la libertad de
Nicaragua.
Y ante el estupor de
Moncada y sus amigos, Augusto César Sandino tomó a
la asombrada doncella en sus brazos, montó a
caballo y, seguido de sus fieles, partió a galope
tendido. Al amanecer llegó al convento de las
Hermanas de la Caridad...
—Hermana —le dijo a la
superiora, que, azorada, salió a recibirle—: aquí
le traigo a una doncella que es el símbolo de
Nicaragua... Cuídela usted aquí, que yo vuelvo a
los montes a cuidar su honra. ¡Dios lo quiere,
hermana!
Y a los montes se
volvió Augusto César Sandino, con su sentido
metafísico de la patria y su fervor y su lenguaje
de cruzado.
Pero el general
Moncada, el general Moncada que tomaba y regalaba
doncellas... Moncada sostenía que Sandino debía ir
sobre Managua y arrojar del poder al tiranuelo
Díaz, pero...
Ante la crítica
situación de Adolfo Díaz, Estados Unidos envió un
mediador a Nicaragua: el célebre Stimson. Un
descarado interventor que no se paraba en barras
diplomáticas:
"Moncada, Sandino y
todos los demás caudillos tendrán que deponer las
armas. En caso contrario, tendrán que vérselas con
los Estados Unidos."
Y se las vieron. No
Moncada, que pactó vergonzosamente; pero sí los
patriotas que defendían la pureza y la libertad de
Nicaragua. Esta fué la respuesta de Sandino a la
insolencia extranjera:
"Estamos solos. La
causa de la patria ha sido abandonada; nuestros
enemigos no serán de hoy en adelante los soldados
del tirano Díaz, sino los marinos del imperio más
poderoso que la historia ha conocido. Es contra
ellos que vamos a combatir. Seremos asesinados por
las bombas que desde el aire nos envíen los
aviones; acuchillados por las bayonetas
extranjeras, tiroteados por las ametralladoras
modernísimas. Los casados o con deberes de
familia, ¡vuelvan a sus hogares!''
Pero donde fracasó la
prepotencia creyó triunfar la consabida dialéctica
del dólar. Cien mil dólares le ofrecieron al
general Sandino para que abandonara la lucha. Y
como el "quetzal del Chipote" ni siquiera se dignó
responder a injuria tanta, intentaron liquidarlo
con una de las armas más eficaces: la calumnia. Y
dijeron que había aceptado los cien mil dólares...
Pero Sandino siguió combatiendo.
Cuando el general
Moncada, comisionado para persuadirlo, le dijo que
continuar la resistencia era morir, respondió
Sandino:
—Se trata de vencer o
de morir, general. Volveré a mi casa con mi escudo
o sobre mi escudo. Me niego a toda entrega. Cuando
la vida sea poca, la muerte será más. No queda
otro camino a nuestra dignidad.
Y cuando el ya
entregado Moncada intentó seducirlo con promesas
de futuro poder político, le contestó:
—No, general. No me
interesa servir a intereses que prometen servirme.
Lucho por una patria honrada. Usted regala
doncellas para el placer de sus amigos; yo las
amparo... Esa es la diferencia.
Y Sandino se volvió al
Chipote y Moneada regresó junto a sus nuevos
"protectores". Mientras en Managua se preparaban
las elecciones que habían de fiscalizar los jefes
yanquis, Sandino proseguía con su insobornable
resistencia en una guerra de algaras y guerrillas.
—Las balas "rubias" no
pueden perforar el ideal que nos conduce —decía.
Cuando un corresponsal
se asombró de que con un ejército de sólo mil
hombres escasos hubiera puesto fuera de combate a
diez mil soldados yanquis, replicó Sandino:
—Somos nada más que
mil, pero tenemos el aliento de toda la América
Española.
Y cuando el
corresponsal citó el verso del otro gran
nicaragüense, Rubén Darío:
—"Hay mil cachorros
sueltos del León Español"... ¿Es eso?
Repuso el "quetzal":
—Eso. La América
Española; la tierra indohispana; la Patria Grande
por la que luchamos todos...
En las elecciones
controladas por Estados Unidos salió electo
presidente el general Moncada... El general
Moncada, que encontró en ello el premio de su
entrega. El general Moncada, que se
convertiría en el peor
enemigo del general Sandino. El general Moncada,
regalador de doncellas. El general Moncada, que,
olvidando que había llamado a Sandino "Salvador de
la Patria", declaró luego, desde el sillón de su
poder apadrinado por el yanqui, que Sandino no
había sido nunca "más que un capitán de
bandidos"... Un "capitán de bandidos" cuya cabeza
fué puesta a precio por el almirante Seller... El
mismo almirante Seller a quien contestó Sandino
que no se metiera en lo que no le importaba.
—Ni cuando me hayan
muerto habré dejado de vivir —contestaba Sandino
cuando le advertían que querían asesinarlo.
Durante el gobierno de
Moncada luchó Sandino contra el ocupante
norteamericano, aferrado a la única condición que
ponía para cesar la lucha: el retiro de Nicaragua
de las tropas de los Estados Unidos.
Hubo nuevas elecciones
fiscalizadas por el poder intruso, y salió electo
el general Sacasa, aquel Sacasa de Puerto
Cabezas... Sandino no reconoció al nuevo gobierno
y siguió guerreando contra
la marinería yanqui y
la Guardia Nacional en sus montes de las
Segovias... Hasta que Sacasa obtuvo el retiro de
los norteamericanos. Y Sandino, fiel a su palabra,
firmó la paz. Fué en febrero de 1933.
Al año siguiente, y el
22 de febrero, en una visita a Managua para
conferenciar con el presidente Sacasa, el general
Sandino fué asesinado por la Guardia Nacional a
las órdenes del general Anastasio Somoza... Que a
los dos años derrocó a Sacasa y se entronizó por
largos años en el poder, estrechando la
colaboración económica y militar con los Estados
Unidos...
Pero Augusto César
Sandino vive, porque "vive la América Española"
—que cantó Darío—, "la tierra indohispana, la
Patria Grande por la que luchamos todos" —que dijo
él—, porque vive la Doncella que el general
Sandino salvó de las manos del entreguista
Moncada... Esa Doncella, que es Nicaragua... Esa
Nicaragua, que es la "América ingenua que tiene
sangre indígena, que aun reza a Jesucristo y aun
habla en español"...
Revista Caras y
Caretas
01/1953
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