Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Juan Carlos Ermácora
7 de agosto de 1971: el día que se descascararon las paredes
El hombre que habló con dios

Dotado de clara dicción, agradable voz, atildada estampa y un indudable magnetismo personal, el ascendente predicador cautiva a auditorios más bien maduros y no muy exigentes con monsergas que vagan del misticismo a los buenos modales

A las ocho de la noche ya era prácticamente imposible conseguir una silla. Los más rezagados comenzaron a ubicarse en el suelo y algunos optaron sencillamente por permanecer parados. Desde hacía mucho tiempo, el vetusto y espacioso salón de conferencias de la sociedad “Nazionale Italiana” no recordaba una concurrencia tan multitudinaria. En su gran mayoría integrado por señoras maduras y reposados ancianos, el público evidenciaba una excitación que se traducía en agitados corrillos y que iba in crescendo a medida que el gran momento se aproximaba. “Parece que ya llegó”, se entusiasmó una dama de la última fila y la noticia corrió velozmente por toda la sala: el pesado silencio que se hizo a continuación anunció el comienzo del espectáculo. Por un costado del escenario hizo su aparición un hombre joven y sonriente que ostentaba un orgulloso porte de galán cinematográfico. El delirio fue total: las 300 personas que colmaban el recinto estallaron en un estruendoso aplauso que hizo tambalear las gastadas arañas. El hombre levantó su brazo y las señoras callaron de inmediato. Parado con las piernas abiertas, en actitud desafiante, tomó un micrófono y, curiosamente, no comenzó a cantar un tango: por el contrario, de ahí en más, y a lo largo de una hora, Juan Carlos Ermácora (34, separado, un hijo), el galán en cuestión, apabulló a sus seguidores con un confuso mensaje místico que éstos asimilaron con una atención rayana en el éxtasis. Es que el tema elegido en la ocasión por el disertante pareció concitar un desusado interés entre
sus discípulos: “Aprendamos a vivir” era el título que anunciaba la conferencia de ese día.
El inusual prestigio con que cuenta el místico vernáculo a partir de un encuentro con Dios (sic), que sostiene haber tenido el año pasado, aseguró el éxito de sus conferencias durante el mes de febrero y lo alentó a tentar una experiencia inusual: la grabación de un disco simple, en el que, con una voz que envidiaría el locutor más pintado, provee a sus discípulos de valiosos consejos para combatir la angustia. La semana pasada, un redactor de SIETE DIAS dialogó por espacio de dos horas con Ermácora, buscando develar los pormenores de tan extraño fenómeno:
—¿Es usted un místico, un profeta, un predicador ... ?
—Soy un líder espiritual, un dirigente espiritual: una persona que puede conducir psicológicamente a los demás, brindando apoyo, orientación.
—¿Entonces su trabajo se superpone un poco con el del psicoanalista?
—No, porque para ser psicoanalista hay que estudiar, mientras que las experiencias espirituales no las da ninguna universidad. En cuanto a lo de místico, si por eso se entiende la búsqueda de la unidad, entonces puedo considerarme un místico.
—Sin embargo, su actividad difusora estaría en franca oposición con la actitud hermética de los místicos tradicionales.
—Es que luego de recibir una fuerte experiencia espiritual, se abren dos caminos: uno aislarse en la meditación; el otro, el que yo elegí. Claro que las vivencias de este tipo no se pueden trasferir y mucho menos con palabras, lo que dificulta mucho mi tarea.
—¿Cuándo comenzó su búsqueda de Dios?
—A los seis años, cuando comencé a tener experiencia. Me daba cuenta de que mi mente se silenciaba por completo y me sentía unido a los objetos exteriores. Recuerdo especialmente la forma en que me unía a las plantas del jardín de mis padres. También tenía sueños premonitorios y experimentaba fenómenos de telepatía.
—¿Y sus padres qué decían de eso?
—Nada, porque yo no les comunicaba mis experiencias: no eran personas que buscaran lo espiritual. Como yo podía saber lo que estaban pensando, les hablaba de lo que ellos querían y así no había problemas.
—Dice usted que comenzó a buscar a Dios a los seis años; ¿cuándo lo encontró?
—El 7 de agosto de 1971. Yo me encontraba en España dictando cursos de mi especialidad, las relaciones humanas, en diversas empresas, cuando se produjo el hecho. Yo ya había tenido muchos éxtasis pero ese día la experiencia fue más profunda que nunca.
—Comprendo las dificultades de expresarlo en palabras, pero me gustaría que intentara narrar esa experiencia.
—Sí. Yo me encontraba meditando en mi cuarto, cuando comencé a sentir vibraciones muy intensas. ¡Cómo serían de fuertes que se descascararon las paredes de la habitación! Y luego levité y escuché la voz de Dios. Permanecí dos días en ese estado de exaltación mística.
—¿Había alguien con usted en ese momento?
—No, estaba solo.
—¿Qué le dijo Dios?
—En un estado de completa felicidad, escuché que me ordenaba trabajar para la unidad del mundo, tratando individualmente a los seres humanos. Por eso me despojé de todos mis bienes y me lancé a esta actividad. Puedo asegurarle que con excelentes resultados. Fíjese, además, que la revelación se produjo el día de mi cumpleaños número 34: esto tiene un profundo significado esotérico.
—¿Qué significado?
—Bueno, note que a los 33 años lo crucificaron a Cristo.
—Sigo sin entender; si el hecho se hubiera producido el día 1 de su cumpleaños 33 estaría claro, pero así...
—Claro, porque después de los 33 años es como comenzar una nueva etapa, ¿comprende?
—¿A qué atribuye el hecho de que Dios lo haya elegido a usted?
—Recuerde que yo empecé a profundizar en el alma a los seis años y además he nacido con ciertos atributos extrasensoriales de captación y percepción. Todo ser humano está potencialmente capacitado para entrar en contacto con la divinidad, el resto depende de la práctica espiritual que cada uno realice en forma individual. El hecho de la iluminación se da sin que uno lo busque. Lo importante es la práctica. Por desgracia, la mente occidental no lo comprende: los hombres pasan años leyendo y estudiando y al final se ¡quedan sin tiempo para actuar.
—¿Entonces usted niega la posibilidad de capacitarse mediante el estudio o la lectura?
—Mire: yo prefiero que un hombre vaya a cuidar a un enfermo a un hospital y no que se pase la vida leyendo. Por eso yo les digo a mis alumnos que experimenten y después me cuenten. Yo quiero que se sientan mejor en lo espiritual.
—¿Es posible obtener la paz espiritual, sin tener en cuenta el medio social?
—Por supuesto, la sociedad sin el hombre no existe. A mí me interesa reformar individuos y esto será en provecho de la sociedad. Creo en la reforma individual que traerá cambios en la cultura y organización del mundo. Si esperamos cambiar el mundo para después cambiar nosotros, las cosas seguirán siempre igual. Mis alumnos lo han comprendido perfectamente y los resultados son asombrosos: muchas personas desanimadas que me vienen a ver toman un nuevo impulso, otro entusiasmo. Lo material, lo sexual, parece ser lo que más preocupa a la gente.
—¿Qué les aconseja a sus discípulos en el plano sexual?
—El sexo es una poderosa fuente de energía que no hay que desperdiciar. Por eso recomiendo usarlo sabiamente: no se pueden alcanzar cimas espirituales si se abusa del sexo.
—¿A qué llama usar el sexo sabiamente?
—Me refiero a usarlo en la relación matrimonial o simplemente de pareja estable. Considero que en el plano espiritual es innecesario vivir célibe.
—¿Usted es casado?
—Separado, y tengo un hijo de siete años.
—¿Influyó su actividad en su separación?
—Lo que pasó es que mi mujer no podía comprenderme; su excesivo interés por las cosas materiales entorpecía nuestra relación.
—Si se ha despojado de todos sus bienes, ¿cómo costea la crianza de su hijo?
—Desde el 7 de agosto de 1971, Dios se encarga de todo lo mío.
—¿También se encarga de la educación de su hijo?
—Bueno, no. En realidad, cuando empecé con esto dejé una parte de mis bienes destinados a ese fin.
—¿Tiene muchos seguidores?
—Sí, el impacto en la gente ha sido grande. Con anterioridad yo cobraba mis conferencias y tenía un público de élite, gente del barrio Norte con casa en Punta del Este. Ahora es diferente. Di dos conferencias en el Teatro San Martín y tuvimos un lleno completo. Y eso porque el mensaje es bueno y la gente se siente mejor. Ahora pienso dejar montado acá un círculo de alumnos para poder viajar al exterior a continuar con las charlas.
—La mayor parte de sus seguidores son mujeres y por lo general maduras. ¿No cree que su aspecto físico puede estar funcionando como un atractivo?
—El hombre es una unidad espiritual y física. Esa es una circunstancia que yo no puedo manejar. Lo que sí es cierto es que yo tengo un gran magnetismo potencializado. Cuando doy una conferencia siento que estoy como electrizado, siendo que trasmito energía y eso es lo más importante de todo. Lo demás son enseñanzas que tratan de hacer vivir al hombre en libertad y paz espiritual.
—Lo que usted predica, sin embargo, es algo que lo sabe todo el mundo ...
—Sí, es cierto, pero yo soy un individuo carismático y la gente me hace caso. Son los frutos los que demuestran la calidad del árbol.
—Aparte de las conferencias, ¿que otra actividad desarrolla?
—Atiendo consultas personales, en forma gratuita también, y doy cursos para algunas de mis discípulas. También hacemos obras de beneficencia y caridad. Eso es importante.
—¿De qué vive?
—Yo vivo con mis padres, el futuro no me preocupa porque de eso se va a encargar Dios. Además, hay amigos que hacen donaciones para los gastos que todo esto demanda.
—¿Continúa meditando?
—Lo hago diariamente, de cinco a diez de la mañana: duermo muy poco.
—¿Cómo se hace para meditar?
—Hay que sentarse, cerrar los ojos y relajar el cuerpo tratando de regular la respiración. Poco a poco se diluye la percepción del mundo externo. Si uno es creyente debe empezar rezando. Si es ateo puede comenzar preguntándose: "¿Quién soy yo?’’.
—Hace poco usted grabó un disco. ¿Considera que es éste el medio más idóneo para difundir la palabra de Dios?
—Esa fue una idea de un grupo de alumnos. Se eligió esa forma como se podría haber elegido cualquier otra.
—¿Le molesta que mucha gente lo considere un charlatán?
—A Cristo lo crucificaron, a Gandhi lo asesinaron. A Kennedy también. Todos los grandes hombres han tenido enemigos. ¿Cómo me va a importar a mí tenerlos?
Y, en verdad, Ermácora no tiene por qué preocuparse: el éxito de su inusitada labor parece asegurado y la diligente actividad, de sus fieles discípulas vela por su suerte. Su popularidad no corre peligro, sobre todo si se concreta el anhelado proyecto de la "señora Alex” (rehúsa precisar más datos), una de sus alumnas predilectas: "Yo querría que lo conocieran todos —manifestó a SIETE DIAS—. Me gustaría meterlo en la televisión, si fuera posible con Mancera ... ”
Revista Siete Días Ilustrados
20.03.1972

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