Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Perón
Perón: ¿Quiere volver otra vez?
eleccionesLos dos pilares sobre los cuales debería asentarse cualquier solución política estable —el poder militar y el poder peronista— acaban de ametrallar virulentas declaraciones. El fin de año parece haber propiciado un rebrote de la intransigencia de ambas partes y, sobre todo, un "retorno a las fuentes” en lo que hace al nudo de todo este proceso: el contenido del acuerdo político y su instrumentación.
Alejandro Lanusse fue crudo: el próximo gobierno deberá ser “respetable” a los ojos de las Fuerzas Armadas. Al mismo tiempo, el presidente insinuó que el gobierno no ha abandonado —como se creyó hace veinte días— la idea de que los próximos titulares de la Casa Rosada suscriban un “pacto de garantías” que asegure la "transición constitucional”, una fórmula que implica una especie de cogobierno entre los militares y las fuerzas civiles mayoritarias.
De su lado, Juan Domingo Perón reiteró que él no está en contra del Acuerdo —por el contrario: lo cree imprescindible— pero que resiste el propósito militar de hegemonizarlo. "La dictadura... lejos de proponer un acuerdo como se ha venido simulando, se empeña en dividir y aumentar el caos político... No podrá lograr la complicidad de la civilidad argentina para un continuismo inaceptable o una limitación del poder real que necesita el nuevo gobierno.”
Así, pues, ha quedado tendido el eje en torno al cual se crisparán todos los escarceos políticos de los próximos dos meses. Las Fuerzas Armadas y el peronismo coinciden en un punto básico: la única manera de emerger de la crisis es concertando un acuerdo entre las instituciones esenciales del sistema político argentino. Pero ése es sólo el punto de partida, desde el cual el pensamiento de ambos polos se bifurca. “Sólo la acción masiva del pueblo, como consecuencia de elecciones que aseguren el poder a la mayoría y el concurso de las minorías —dijo Perón— podrá enfrentarse con posibilidades de éxito al extraordinario esfuerzo que se necesitará en todos los órdenes para sacar al país y a sus fuerzas vivas de su actual postración.” Vale decir: la próxima etapa exigirá “sacrificios” a la ciudadanía, y ese esfuerzo sólo tendrá consenso a condición de que se inserte en un camino de tipo reformista que, según Perón, los militares no están dispuestos a emprender. Lo cual, en términos de poder, supone una disputa por la hegemonía entre las fuerzas civiles supuestamente proclives al populismo, y las fuerzas del establishment supuestamente encarnadas en las Fuerzas Armadas.
En ese contexto, ¿se arriesgará Perón a regresar nuevamente al país? Si se enfoca la cuestión desde uno de los resultados de su primer retorno, habría que deducir que sí. Porque durante esa visita el caudillo justicialista logró, a despecho de fracasos de otros terrenos, congregar a las principales fuerzas políticas, vertebrando así un polo de indudable poderío, desde el cual gestionó las condiciones militares del Acuerdo. La pregunta, ahora, es si un segundo regreso de Perón será suficiente para que la Unión Cívica Radical se sume a una nueva embestida contra las exigencias castrenses, o si el temor a un cuartelazo derechista hará que el balbinismo opte por no irritar a los militares.
Por otra parte, parece indudable que Perón necesita volver, aunque más no sea para apuntalar a Héctor Cámpora y fortalecer así su propia capacidad de negociación con el poder militar. Vicente Solano Lima dijo, la semana pasada, que el Líder presidirá los principales actos de la campaña proselitista, lo cual resulta creíble si se tiene en cuenta que Cámpora no es precisamente un caudillo carismático y que, además, el sindicalismo le hará el vacío. Pero si bien las exigencias de la coyuntura podrían forzar el segundo regreso, hoy está más claro que nunca que el ex presidente piensa a largo plazo, y que no está dispuesto a embarcarse en una empresa que pueda fracasar. Por ahora, lo más probable es que Perón envíe a su mujer y que se reserve su propio regreso como una amenaza desde la cual rediscutir con los militares y el radicalismo los términos de la salida política. Porque, hoy por hoy, una cosa es evidente: al gobierno no le conviene el segundo regreso, pues ha apostado buena parte de su capital a una derrota de Cámpora en la arena electoral.

EL ACUERDO ABAL MEDINA-LORENZO MIGUEL. Equilibradamente optimista, la conducción nacional del justicialismo procedió a cerrar la etapa de designación de candidaturas con un módico saldo a su favor. A pesar de las violentas disidencias producidas, causantes de más de un muerto y algún atentado, la mayoría de las previsiones de la conducción táctica peronista (Héctor Cámpora y Juan Manuel Abal Medina) se cumplieron. Por cierto, no todas las candidaturas al gusto de la línea “dura" pudieron ser impuestas. En realidad, lo que hizo la nueva distribución de poder operada en el peronismo fue congelar la influencia —otrora omnipotente— del ala sindical.
Como en cada uno de los momentos críticos del peronismo, los rebeldes a las directivas oficiales mostraron las uñas hasta comprobar que el encargado de trasmitirlas permanecía firme en su puesto. Cuando cerca de Navidad comenzó a distribuirse en esferas directivas peronistas una carta de Juan Perón a Juan Manuel Abal Medina, la ortodoxia tornó a recrudecer. El bando, fechado en Lima el 20 de diciembre pasado, señalaba textualmente: “Mi querido amigo. La visita de Cámpora (hijo) me ha completado la información que ya poseía por los diarios. En un minuto de tiempo que nos queda, porque debo tomar ya el avión de regreso, quiero hacerle llegar, junto con mi saludo más afectuoso, mis felicitaciones por la forma en que va llevando adelante un asunto tan «peliagudo» como la conducción del Movimiento en momentos tan aciagos. ¡Adelante!, sin miedo, que aún no ha pasado lo mejor. Muy bien lo de Anchorena. Con pocas lecciones como ésa, los facciosos entrarán en razones. Saludos a los muchachos con mi exhortación de empeñar la lucha como las circunstancias lo requieran. ¡Qué no daría por tener ahora 50 años menos!".
A pesar de la grita del anchorenismo, que incluso llegó a recusar la autenticidad de la carta, las falanges sindicales comenzaron a dialogar nuevamente con Abal Medina. En términos estrictos quienes tornaron a negociar fueron los dirigentes metalúrgicos, encabezados por Lorenzo Miguel. Luego del envío de un telegrama por parte de Abal invitando a la mesa de las 62 Organizaciones para discutir la representación gremial en diversas provincias —que ésta replicó con el pedido de una reconsideración integral del tema—, Miguel tornó a trepar al séptimo piso de la calle Posadas al 1200 —residencia de Diego Muñiz Barreto— Para compartir el pan y la sal con el joven secretario general.
El acuerdo con los meta fue a partir de la solución de la tensa situación creada en Capital Federal por la eliminación de Paulino Niembro de la lista de diputados nacionales. Como la ubicación del combativo Ricardo De Luca —en el segundo término— resultaba más de lo que las 62 estaban dispuestas a soportar, la reformulación de la lista permitió el ingreso de un amigo de Miguel. Se trata de Carlos Gallo, ex dirigente del gremio telefónico, enemigo de Julio Guillán y actualmente colaborador de Miguel en la UOM. Gallito, antiguo diputado nacional, ejerce ahora, sobre la conducción del gremio metalúrgico, un papel similar al que representara Miguel Gazzera en relación con el desaparecido Augusto Vandor: el de dador de sangre intelectual. En ese sentido, Gallo apareció en los últimos tiempos vinculado a denuncias espectaculares como la de los contratos firmados por la Standard Electric-ITT con la ENTEL.

CORDOBA: TRIUNFO “COMBATIVO”.
La situación en Córdoba, en cambio, fortaleció al ala combativa. El congreso convocado por el caudillo político Julio Antún, no contó con la presencia de Alejo Simó, cabeza de las 62 Organizaciones “normalizadas”. Precisamente, éstas adhirieron a la fórmula Ricardo Obregón Cano-Atilio López, la piedra del escándalo para Antún. Los dirigentes Carlos Berardo y Leonardo Obeid, dos puntales de las posiciones cercanas al turco Antún, se negaron a respaldar al “escisionismo”. Antún y Raúl Bercovich Rodríguez se limitaron a reunir un congreso de la “mesa redonda permanente”. Allí se acusó a "Carlos Palacios Deheza, Julián Licastro y Abal Medina de haber cocinado las candidaturas de Córdoba". Sin embargo, los propios rebeldes se niegan a plantear impugnaciones judiciales o lanzarse con fórmula propia.
Mientras la dirección justicialista recauda fondos (las bolsas sindicales se han repentinamente cerrado), continúa procediendo a aplicar la ley de la expulsión a los disidentes. Así, Ricardo Lareo —veedor camporista en Santiago del Estero— reafirmó tanto el apoyo a la candidatura de Francisco López Bustos —ahijado de Abraham Abdulajh—, cuanto la expulsión de Carlos Juárez, hacedor de su propia boleta en rivalidad con aquél. Juárez comparte, a miles de kilómetros, su drástica separación con su amigo y socio Alberto Armesto, echado del peronismo por su solidaridad con el estanciero Anchorena.
Santa Fe, que ha sido una de las provincias más conflictivas en el mapa justicialista, se preparaba a restañar sus heridas. Allí campea la fórmula Carlos Silvestre Begnis-Luis Cuellos (del gremio metalúrgico), una concesión al desarrollismo que había perdido el segundo lugar en la fórmula presidencial. Fue precisamente un sector político moderado, que encabeza el capitán Alberto Campos (también expulsado), el que se negó a aceptar el término frentista. Dos poderosos caciques sindicales, Luis Rúbeo (carne, Rosario) y Luis Penissi (metalúrgicos, Santa Fe), fueron enviados como veedores por Abal Medina. Lo curioso es que Penissi —candidato a senador nacional— y Rúbeo fueron de los más enérgicos adversarios de la moción del secretario general en el congreso donde se eligió la fórmula presidencial del Frejuli. Ahora se han convertido en eficaces defensores de la ortodoxia.
Quien no ha calmado sus furias y lamentos es el secretario general del gremio de la construcción. Rogelio Coria hizo expedir al congreso extraordinario de delegados de su gremio una declaración en la que se afirma que "es absolutamente antojadizo adjudicar a la rama sindical otro propósito que cumplir con el mandato de las bases”. Luego los delegados de Coria dispararon una rotunda desmentida a las “afirmaciones irresponsables” de quienes “descubrieron al peronismo y a Perón 25 años después que los trabajadores”. “El pueblo no permitirá que la doctrina peronista sea distorsionada por la izquierda gorila y aristocrática que pretende traficar con las figuras de Perón y Eva Perón.”

EL SEGUNDO REGRESO. Que Perón retorne al país, o intente retornar, pese a una eventual prohibición, es un dato inamovible, de acuerdo con los seguidores directos del candidato-delegado y del secretario general del Movimiento. Siempre se computó en estos sectores que Perón no regresaría nunca antes de que concluyera la lucha interna y, por otra parte, que se aproximaría a la Argentina, en el comienzo del mes de marzo. Sobre el final de la campaña, Perón contribuiría a reforzar el galope final de Cámpora. Los estrategos justicialistas prefieren en este sentido manejarse con la hipótesis de la campaña corta, la que impediría “quemar” a su candidato. Pero también en este tema el factor sorpresa será manejado de manera notoria para "desconcertar a las otras fórmulas".
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Juan Perón: Las 12 uvas del segundo intento
Desde Madrid, escribe el corresponsal Armando Puente.
Perón e IsabelDicen los madrileños que el aire invernal que baja de las montañas nevadas del Guadarrama, fino y cortante como el filo de la navaja, "no es capaz de apagar un candil, pero sí de matar a una vieja”. A Perón, en uno de sus solitarios paseos por el parque de Puerta de Hierro, le afectó ligeramente los bronquios. Fue un argumento suficiente para rechazar a los visitantes molestos y dedicarse a la tranquila lectura de los informes y noticias que le llegan de Buenos Aires. Esos informes abundan en relatar enfrentamientos y disidencias entre las alas gremial, juvenil y política del justicialismo y en , el creciente endurecimiento por parte del gobierno. Los comentaristas españoles, entre tanto, aprovechan la ocasión para extraer analogías entre Franco y Perón. Así, el semanario Mundo forzó una antinomia entre lo que calificó de sistema colegiado de gobierne militar —el argentino— que camina hacia la democracia, y otro gobierno militar férreamente unipersonal —el español— que se niega incluso a autorizar la existencia de asociaciones políticas, tímido sucedáneo de los partidos. El semanario fue secuestrado.
Por el contrario, tuvieron amplia difusión los artículos de ABC, editoriales del diario católico Ya, que recordaban los históricos episodios de los conflictos del régimen de Perón con la Iglesia, para forzar así un paralelismo con las tensiones entre Franco y el Vaticano.

EL DULCE HOGAR. En su despacho, cómodo y distendido —de nuevo en el hogar, dulce hogar— Perón ironiza al referirse a estos comentarios de la prensa española y resta importancia a los tiroteos, exigencias, aspiraciones y condenas de gremialistas, jóvenes y políticos justicialistas, atribuyéndolos a las "naturales ambiciones humanas” y explicando que “los incidentes, magnificados por el aparato de propaganda que maneja el Partido Militar, se resolverán por los cauces orgánicos del Movimiento”.
Por el contrario, cada vez que alude al presidente Lanusse su lenguaje se vuelve acerado, agresivo y distante. Perón considera que con su viaje ha hecho una contribución efectiva para abrir cauces a la pacificación nacional y que si no ha conseguido más ha sido por las "chicanas del gobierno y el catalán Mor Roig”. Destaca que ha logrado constituir un frente "que agrupa a 34 partidos y personalidades, que ganará las elecciones con que dejen un mínimo de juego limpio” y que ha dialogado con los dirigentes de todas las grandes fuerzas políticas para "armar un sistema que haga posible que el futuro gobierno constitucional inicie, con la colaboración de todos los argentinos, la necesaria etapa de reconstrucción nacional; porque es como si hubiéramos sufrido una guerra: la economía está destruida, y las riquezas han sido dilapidadas y entregadas al extranjero, las instituciones minadas por la corrupción y la anarquía”.
Perón habla con singular respeto de los dirigentes políticos, en especial de Vicente Solano Lima, Arturo Frondizi y Ricardo Balbín. Todo lo contrario que cuando se refiere al presidente Lanusse, a quien minimiza diciendo que "vive en el siglo XIX, cuando estamos en la última vuelta del siglo XX”.
En cambio, el líder se ve a sí mismo como “un águila que vuela alto, con visión continental y puesta ya en el siglo XXI". Por eso, más que referirse a los acontecimientos políticos argentinos —"eso lo arreglarán los muchachos”— prefiere hablar de la necesidad imprescindible de que los países del continente coordinen sus esfuerzos en la lucha por la liberación, y del viaje que hará a México, Panamá y Ecuador antes de llegar a Buenos Aires.

EL NUEVO VIAJE. Para preparar ese periplo Perón ha conversado con el embajador panameño en Madrid, Moisés Torrijos, hermano del hombre fuerte de la pequeña república, el coronel Omar Torrijos. Por otra parte, como México es uno de los escasos países que no mantienen relaciones diplomáticas con España y se aferra desde hace 33 años a seguir reconociendo a un fantasmal "gobierno republicano en el exilio”, los contactos con miembros del gobierno mexicano se desarrollaron a través de emisarios. Uno de ellos sería José Rucci, a quien Perón, de acuerdo con sus miras continentales, ha encomendado la misión de articular una gran federación sindical integrada por gremios latinoamericanos y de otros países del tercer mundo, entre éstos los árabes. Rucci es esperado en Madrid en el curso de los próximos días. No sólo dará a conocer al Líder su
opinión sobre el problema de las candidaturas gremiales, sino que proseguirá con un viejo conocido suyo, Rodolfo Martín Villa, secretario general de la organización sindical española, las conversaciones iniciadas hace unas semanas sobre la posible incorporación de esta poderosa central única que agrupa a nueve millones de trabajadores, el proyecto sindical de Perón.
El miércoles 27 Perón rompió su espléndido aislamiento para ver El hombre que va a misa, una manifestación del cine underground criollo. Su realizador, Bernardo Borenholtz (28 años, cosechó premios con Los buenos sentimientos) congregó al día siguiente, en un estudio cinematográfico, a una treintena de argentinos y diplomáticos del Tercer Mundo y los países socialistas para presentarles la película. El film gira en torno al problema de la violencia y la estructura de poder que hace posible la existencia de hombres que ordenan y otros que ejecutan las torturas. "Después de verla, Perón condenó toda forma de tortura y de violencia institucionalizada, generadora de la violencia de los sometidos, porque se oponen a los principios justicialistas basados en la dignificación de la persona humana”, declaró Borenholtz.

ISABELITA, LA ADELANTADA. Cuando terminó la proyección, los asistentes prefirieron conversar sobre temas más concretos: coincidieron en opinar que Isabel Martínez viajará a Buenos Aires como adelantada hacia mediados de enero, y que Perón demorará su periplo latinoamericano para febrero, con el propósito de culminarlo en la Argentina en los primeros días de marzo, al cierre de la campaña electoral. Otros aseguraron estar bien informados sobre las intenciones de Héctor Cámpora, que formaría su equipo con personalidades tales como Jorge Taiana y Raúl Matera, que ocuparían la cartera de Educación y Salud Pública, y Mario Amadeo, a quien se le otorgaría la cartera de Relaciones Exteriores, teniendo en cuenta el prestigio que el ex canciller tiene en Washington, en el Vaticano y en círculos políticos de Bonn, París y Madrid. Según estas versiones, Perón sólo habría puesto una condición: que algunas carteras se reservaran a miembros de partidos que no integran el FREJULI. Concretamente, los radicales —en el caso de que Balbín llegue segundo— podrían ocupar ministerios como el de Trabajo, o la presidencia del Banco Central.
El domingo 31 por la noche, Perón, como 24 millones de argentinos, intentó conocer el incierto futuro. Recurrió a la ingenua fórmula que emplean los madrileños: ingerir doce uvas al ritmo de las doce campanadas. Quien lo logra tiene asegurado el cumplimiento de sus sueños en el año que nace. Ningún periodista estuvo presente en la cena familiar de la Noche Vieja para conocer el anuncio de los hados.

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REPUBLICANOS
El brigadier ya tiene compañía
Martinez-BravoEl viernes 29, en el salón Colonial, del hotel Presidente, la Alianza Republicana Federal proclamó su fórmula presidencial; Ezequiel Martínez y Leopoldo Bravo se abrazaron entre los relámpagos de los “flashes” que disparaban los fotógrafos y los blancos haces de luz de la televisión. Culminaban tres horas de cónclave reservado, y días de largo suspenso.
Durante toda la semana pasada, los dirigentes de la Alianza Republicana hurgaron en los más recónditos lugares de la política argentina en busca de un nombre que acompañara al del brigadier Martínez en las elecciones de marzo. Ni agrupaciones políticas, ni áreas oficiales, ni vericuetos peronistas escaparon a los sondeos de los políticos de la ARF; el perfil de Jorge Daniel Paladino se insinuó hasta que la negativa del ex delegado personal borró todo lo dicho. La formulación de Elias Sapag corrió la misma suerte, y la del ex subsecretario de Trabajo, Héctor Villaveirán, no fue distinta. Luego, al borde de la reunión de delegados de los partidos provinciales, que la Alianza había anunciado, para la tarde del miércoles 27, en el local de Alsina 1774, una nueva versión tomó cuerpo: la candidatura había sido ofrecida a Antonio Cafiero; pero el ex ministro de Economía de Juan Perón también dijo que no.
En la mañana de aquel día los hombres de la ARF también habían intentado una última jugada; un hermano del brigadier voló a Salta con la misión de ofrecer el segundo término de la fórmula al neoperonista Ricardo Durand. Tampoco el éxito acompañó esta gestión.
Al borde de los términos legales, los convencionales del interior esperaban los resultados de las reuniones de los dirigentes; cuatro reuniones se frustraron aún; sólo Guillermo Belgrano Rawson permanecía en el local de Alsina, mientras los cónclaves de los líderes aliancistas se sucedían, uno tras otro. De pronto muchos vieron claro; los "republicanos” aguardaban el resultado de la convención que realizaría el jueves 28 la Unión Popular; la victoria de Rodolfo Tecera del Franco, y su ingreso a la Alianza, eran la causa del retraso. Pero ese día, por la noche, las esperanzas se esfumaron: Gerónimo Vinti había repetido su experiencia impugnada, y la Unión Popular pasaba a engrosar las filas de la Alianza Federalista Popular que acaudilla Francisco Manrique.
Por fin, los "republicanos” retornaron a sus primeras fuentes. La ráfaga de negativas hizo que los ojos se volvieran hacia el bloquista sanjuanino Leopoldo Bravo que, impávido, había aguardado que terminara el desfile fantasmal de sus competidores. Artífice de la combinación aliancista, Bravo aguardó el fin de la especulación de sus consocios, que prefirieron ofrecer la vicepresidencia en otros territorios, como señuelo para atraerlos al campo del entendimiento. Mientras duró el envite, el dirigente bloquista se replegó a su provincia andina; al fin y al cabo, conservaba una legítima expectativa: al igual que Belgrano Rawson, podía descontar una banca de senador nacional. El viernes 29, cuando le preguntaron sobre las causas de su inclusión en la fórmula, Bravo no abandonó la cautela: "Me postularon para ese cargo y he aceptado”, murmuró. El brigadier lo había congratulado momentos antes. La pretensión esencial de Martínez estaba cumplida: un hombre del interior en el segundo término.

LA IDENTIDAD DE LOS ALIADOS.
El pronunciamiento de la ARF está rubricado por el partido Tercera Epoca, de Jujuy; Federalista Popular, de Capital Federal; Demócrata de Chubut; Movimiento Popular Provincial, de San Luis; Movimiento Popular Unido, de Santiago del Estero; Partido Bloquista de San Juan; Liberal, de Corrientes; Demócrata, de Mendoza; Partido Popular Riojano; Partido Demócrata de Catamarca, y el Movimiento Popular y Partido Laborista de Tucumán. Cuando las efusiones de la proclamación permitieron abrir una brecha a los periodistas, el flamante candidato presidencial respondió brevemente. Informó que las listas de candidatos nacionales se harían conocer en conjunto, y que se harían sobre la base de conversaciones con grupos de personas, partidos y alianzas, sin que se pudiera adelantar nada hasta concretarlas. El brigadier Martínez se remitió al programa cuando se le interrogó sobre las pautas esenciales de la filosofía política de la ARF, y prefirió no catalogar su ubicación en el espectro que va de la derecha a la izquierda. Fue ecléctico: "La Alianza es una agrupación amplia que aspira a modificar la situación política para dar cabida a todas las personas que quieran sumarse a ella”, aseguró.
Quizás los aliancistas sigan esperando nuevas incorporaciones. Para la mayoría de los observadores, el cierre circular de los esfuerzos significados por la candidatura vicepresidencial de Leopoldo Bravo ha despejado suficientemente el contorno de las expectativas lógicas. Sólo el Movimiento Popular Neuquino sigue flotando en el margen, cada día más estrecho, que dejan las confederaciones partidarias; y la decisión parece difícil para Felipe Sapag, que siempre realiza amortiguadas consultas; como la del miércoles 27, cuando alguien lo vio salir del restaurante Chiquín en animada charla con Tecera del Franco, y un viento optimista alentó las especulaciones que se tejían en torno de la ahora resuelta candidatura vicepresidencial de la ARF.
Para muchos, cualquier confabulación con la Unión Popular hubiera provocado desavenencias entre los aliados; los demócratas mendocinos, por ejemplo, podrían haberse resistido a compartir una experiencia política con los sectores neoperonistas. Pero la época de los ofrecimientos quedó atrás en la tarde del viernes, cuando los aplausos de los convencionales que aún no habían hecho las maletas para regresar a sus provincias o salir a veranear, saludaban a Martínez y a Bravo, y una vuelta de champaña traía aromas de año nuevo.

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Alende: alianza de clases para la revolución nacional
Oscar AlendeYa sobre el filo de fin de año lo principales gestores de la Alianza Popular de Centro Izquierda (APCI) festejaban, sin ruidos, el ingreso a la coa lición de una de las fuerzas marginada del actual proceso electoral: el Partido Comunista. Por supuesto que esta ir corporación se hacía previsible desde varias semanas antes, luego que la; tentativas de Jesús Porto y Raúl Bus tos Fierro para volcar al Encuentro Nacional de los Argentinos (ENA) hacia el FREJULI fracasaron y que APCI decido liberarse de la tutela de Perón. A partir de esta decisión, que algunos sectores del Partido Intransigente califican de variante táctica para ganar a otras fuerzas de izquierda, e incluso del peronismo, la Alianza Popular se lanzó a una campaña destinada a seducir a los comunistas arrincona dos en la opción de enviar candidatos extrapartidarios —el PC no está reconocido como partido— a alguna de las alianzas existentes, o enfrentar las elecciones mediante la abstención. La dilucidación del problema fue, sin embargo, bastante rápida. Aunque sin de finir hasta último momento quiénes serán candidatos, el PC decidió vigoriza: la Alianza Popular, una actitud que también tomarían algunas fracciones del socialismo popular y de la democracia progresista.
Frente a este cuadro de nuevos ingresos, los dirigentes de la APCI mantuvieron reuniones constantes durante el fin de semana y el primer día del año 1973. El resultado de esos cónclaves fue un borrador de nombres posibles para ocupar los primeros puestos a diputados en la Capital y provincia de Buenos Aires, dos de los distritos más importantes y donde Oscar Alende cuenta con la simpatía del electorado. De acuerdo a ese plan, el primer candidato a diputado por el distrito capitalino sería Héctor Sandler, seguido por un dirigente del PC —Fernando Nadra figuraba con las mayores posibilidades— y uno del Partido Intransigente aún no designado. Por la provincia, mientras tanto, la lista estaría encabezada por Horacio Sueldo —que también es candidato a vicepresidente— y Tomás Tomate Arana en el segundo lugar.
Es evidente, que a pesar de los dos millones y medio de votos que espera conseguir la Alianza Popular —ésa es la cifra que computan sus animadores— los coaligados no aspiran a alcanzar bancas en el senado: las listas para la Cámara Alta serían integradas con dirigentes de segundo orden. Esta táctica reafirmaría la necesidad de mantener en reserva a los principales líderes para el caso de una renegociación en la segunda vuelta. Si la APCI decidiera aliarse con otras fuerzas en el ballotage debería sacrificarse, por lo menos, a su vicepresidente Horacio Sueldo, quien pasaría automáticamente a revistar en las filas de la Cámara de Diputados (si obtiene el mínimo del ocho por ciento requerido por la ley).
Hecha la lista de preferencias también quedó en claro que otros posibles aliados tendrán que conformarse con cargos de menor cuantía, de acuerdo, por supuesto, a su caudal electoral. En este sentido, los grupos del Partido Socialista Popular que ingresarían a la APCI, y que lidera Héctor Polino, serían gratificados con concejalías. Mejor suerte, en cambio, tendría Ricardo Molinas, hijo de Lucianos Molinas, uno de los próceres de la democracia progresista que renunció al partido luego que éste optara por apoyar a Manrique. Es que Ricardo Molinas cuenta con bastante predicamento en Santa Fe, una provincia que los centroizquierdistas computan como muy potable para su prédica.
Mientras tanto, la inclusión del PC en la Alianza Popular y la posible confluencia de otros grupos —como los socialistas de Polino y demoprogresistas de Molinas— hizo crecer el optimismo de los dirigentes de la APCI sobre el ingreso futuro de los peronistas que actúan en el ENA. Esta estrategia —basada en quitarle votos al FREJULI a través de la participación de peronistas en el frente de centroizquierda— parece, sin embargo, condenada al fracaso. Los dirigentes justicialistas como Guillermo Pini, que aún integran el ENA, parecen dispuestos a aceptar la verticalidad del movimiento y por ende a apoyar a la fórmula Cámpora-Solano Lima.
La semana pasada Panorama dialogó extensamente con Oscar Alende, candidato a presidente por la APCI. Alende es junto con Ricardo Balbín —paradójicamente ambos de origen radical— el único postulante que ya ha tentado suerte, sin éxito, para el máximo cargo electivo. Gobernador de la provincia de Buenos Aires por la Unión Cívica Radical Intransigente en el período 1958-62, fue candidato a presidente por la UCRI en 1963. En 1971, embarcado de lleno en una prédica de tono reformista, Alende criticó la gestión de los monopolios en el país y apoyó a Levingston. Ya como candidato del Partido Intransigente, se opuso a la participación en el FRECILINA de los grupos desarrollistas y conservadores populares, una táctica que lo obligó a marginar a la Alianza Popular del Frente Justicialista. Esta es una síntesis del diálogo.
—Usted se opuso a ciertas actitudes de Perón, sobre todo en los prolegómenos de la constitución del FREJULI y de la Alianza Popular de Centro Izquierda. ¿Considera, acaso, que el peronismo como corriente revolucionaria ha terminado su ciclo?
—No, quiero que quede bien claro: yo no critico las actitudes de Perón, porque cuando analizo el proceso político lo hago en torno a las tendencias y no a los hombres. En este sentido creo que el viaje de Perón ha sido muy positivo, porque él se encontró con el país real y el país con un líder de carne y hueso. Lo que nosotros criticamos es la tendencia que ha rebrotado con fuerza en el peronismo, con una política de tono conservador y desarrollista, que adolece de un reformismo superficial y no expresa la revolución profunda que quiere el pueblo argentino.
—¿En una segunda vuelta, la Centro Izquierda hará algún tipo de alianzas con las corrientes mayoritarias, es decir FREJULI o radicalismo?
—Quiero aclarar antes que el nombre de Centro Izquierda se presentó como alternativo frente al grupo manriquista que se llamaba Alianza Popular Federalista. Pero lgealmente nosotros presentamos el nombre de Alianza Popular 20 días antes, por lo que ése es nuestro nombre. Yo soy contrario a las expresiones equívocas del centro, que implica una intermediación oficiosa y poco resolutiva, e izquierda, que para el punto de vista del país y de su juventud constituye un término bien claro, a veces sectario. Respecto a la segunda vuelta, es una cuestión que se definirá en su momento. Ahora la Alianza Popular constituye una de las tres fuerzas con mayor caudal electoral y lo que hagamos debe ser bien pensado antes.
—Si el gobierno citara a todos los candidatos para que firmaran una especie de pacto de garantías, ¿qué actitud adoptaría usted?
—No creo que eso suceda. Desestimo esa posibilidad.
—Pero suponga que ocurra.
—Pienso que en este año de 1973 se inicia un proceso revolucionario que en tres o cuatro años modificará la fisonomía del país y, por consiguiente, la salida electoral será una importante etapa previa, con el pueblo en las decisiones y las Fuerzas Armadas junto al proceso emancipador. Nosotros pedimos a las Fuerzas Armadas que tengan una política permanente; es decir, no las políticas circunstanciales que les imponen los mandos que las dirigen. Esta no puede ser otra que la defensa de la soberanía nacional, que no se limite a la custodia fronteriza ni tampoco se relacione con las ideologías cambiantes sino que esté directamente vinculada a la defensa de la soberanía, del trabajo, de la producción y el consumo argentinos.
—¿El socialismo nacional que usted plantea no entra en contradicción con el socialismo internacionalista del Partido Comunista?
—No hay duda que el socialismo internacionalista de los comunistas ortodoxos tiene apreciaciones que discrepan con el socialismo nacional que nosotros propugnamos. Pero en esta época que se caracteriza por la crisis de las ideologías hay que buscar los puntos de coincidencia que, por supuesto, son muchos.
—¿Qué piensa de los demás grupos de izquierda que se presentarán a las elecciones?
—Nuestra actitud hacia ellos es muy respetuosa, claro que algunos de ellos tienen un sentido sectario que no justifico. Se creen el centro de una determinada posición política. Por ejemplo, hay quienes colocan la lucha de clases por encima de la coincidencia de clases necesaria para lograr la revolución nacional. Yo creo que esa teoría los lleva a ser aliados del imperialismo.
—El proceso de liberación nacional a que usted alude, ¿puede realizarse desde un gobierno que, tal vez, no alcance un grado de poder suficiente?
—El socialismo revolucionario exige un gobierno con el apoyo decidido de las grandes mayorías populares. Por otra parte, el proceso revolucionario debe ejecutarse, para dejar un residuo cruento menor, desde el poder. Por eso el acceso, la conquista del poder, constituye después del adoctrinamiento, el segundo paso de toda mentalidad revolucionaria. Naturalmente habrá resistencias, pero con el concurso del pueblo, y con las Fuerzas Armadas cumpliendo su rol histórico, no dudo que saldremos victoriosos.

Revista Panorama

4/1/1973

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