Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Pie de foto: El "chueco", gran amigo de MUNDO DEPORTIVO, nos ha enviado este saludo que nosotros retransmitimos a nuestros lectores. La hazaña que acaba de cumplir en Monza lo consagra mundialmente. A fuerza de destreza y coraje se impuso a los más grandes astros del volante. Y lo hizo refirmando su clase excepcional y, al mismo tiempo, sentando la influencia de la ayuda magnífica prestada en todo momento por el general Perón y su señora esposa, a quienes, precisamente, Fangio dedicó su triunfo de Monza. Sin su máquina Ferrari, Fangio no habría podido intervenir en la carrera.

Escribe Juan Manuel Fangio
"ESTE TRIUNFO NO ES MIO"


AMIGOS:
Escribo más aceleradamente que lo que corrí en Monza, para que mis palabras lleguen con tiempo para que las inserte MUNDO DEPORTIVO. Lo hago, además, aprovechando una escapada de este verdadero mar humano que me alzó después de terminada la carrera. Jamás creí que podría causar tanta sensación un triunfo mío.
Pero es que ahora comprendo la real misión que tenía en esta oportunidad. La misión de levantar al tope la bandera argentina y hacer que los acordes de nuestro himno se escucharan victoriosos.
Hubo muchos momentos en que creí que no podría hacerlo. Pero ya en la pista, a punto de largar, dentro mío comenzaron a alentarme fuerzas que francamente no sé explicar en qué consistían. Pero mientras apretaba el volante, tranquilo, esperando la largada, volvieron hacia mí los momentos que vivimos., angustiados, junto al teléfono. Benedicto Campos aguardaba la comunicación; yo me paseaba nerviosamente. Sólo Bignami estaba —o parecía— tranquilo. Después pudimos conversar con el mayor Aloé, quien nos hablaba en nombre del querido general Perón. Nos estaba anunciando que podíamos comprar la Ferrari. Iba a ser la única manera de poder entrar a competir con probabilidades en Monza. No se pueden imaginar la alegría que tuvimos entonces.
Les decía que recordé todo eso en momentos de partir. Y las fuerzas probablemente fueran la convicción de que sin la ayuda de nuestro gran presidente habría sido imposible obtener la victoria. Por eso, yo quiero dar el justo lugar a mis merecimientos, y ser justo a la vez con él. Del general Perón, de su señora esposa, de ellos es la victoria. Esto es lo que quería decir ahora. Más adelante, serenado, podré hacerles llegar otras impresiones, pero por ahora quiero dejar perfectamente sentado eso.
Sobre la carrera, les diré que en todo momento tuve la certeza de mi triunfo. En alguna ocasión llegaron ciertos temores, pero pronto las señas de Bignami y Benedicto Campos desde el box me trajeron nuevamente tranquilidad. Creo haber atendido bien las instrucciones de mis compañeros. En las últimas cinco vueltas la aguja de la velocidad estaba en cero; la quinta velocidad no funcionaba. Mientras, sabía que Bonetto se me acercaba cada vez más. Fué entonces cuando tuve que apelar a mi mayor serenidad. Y entonces, además, tuve la suerte que me estaba haciendo bastante falta.
Injusto sería si no dijera la aflicción que tenía Benedicto por no poder intervenir. Mala suerte. Yo debo decir que con él en la carrera, todo habría sido mucho más fácil. Por otra parte, él se perdió la oportunidad de una consagración magnífica. Pero está consagrado, créanme. Todos los diarios, los comentaristas con los que conversé, y el mismo público, lamentaban su deserción, coincidiendo en declarar que era doblemente lamentable porque Campos habría sido uno de los animadores de la competencia.
Bien, amigos. Nada más por ahora. Termino agradeciendo infinitamente, una vez más, y nunca será suficiente mi gratitud, al general Perón. Por él gané. De él es la victoria.
Milán, 26 de junio de 1949.
(firma de Juan Manuel Fangio)

Revista Mundo Deportivo
30.06.1949

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