Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Jauretche
POLEMISTAS
Arturo Jauretche:
“Este gobierno es un suplente”

Septuagenario, de aspecto pillo y bonachón, su rasgo distintivo son unos brillantes ojos, amarillo verdosos. Arturo Jauretche —político, protosociólogo, agudo observador de la realidad, abogado, polemista— dedica actualmente sus esfuerzos a corregir y actualizar la reedición de libros suyos, “Filo, contrafilo y punta” y “Prosa de hacha y tiza”, ambos agotados, mientras espera otra reaparición: “El retorno al coloniaje”. En su departamento de la calle Esmeralda al 800, en Buenos Aires, Jauretche se avino a dialogar con Panorama. Fue, en realidad, un extenso monólogo (Jauretche había estructurado mentalmente antes lo que quería decir) en el que sólo se permitieron escasas digresiones.

PANORAMA. —¿Qué es este gobierno para usted?
JAURETCHE. —La confesión del fracaso de la revolución de 1955. El propósito de ésta fue restaurar el país anterior a 1945. Se consideró al hecho peronista como un brote demagógico surgido al calor del oficialismo y no como lo que era: el resultado de la aparición de un nuevo país para el cual las viejas fuerzas políticas no tenían respuesta.
P. —¿El actual gobierno es la posibilidad de ese país muevo?
J. —Ya vamos a llegar a eso.
P. —Siga no más, entonces.
J. —Si la gente del 55 hubiera tenido un elemental buen sentido, hubiera comprendido que la victoria comicial de Perón, un teniente coronel desconocido dos años antes, contra la unidad de todos los partidos políticos había demostrado que éstos estaban vacíos de pueblo. 11 años después y durante 10 años más se intenta restaurar esas fuerzas perimidas. Lo único que se hace son sucesivas tentativas de crear una apariencia de sistema político y jurídico.
P. —De una de ellas (la de Frondizi) usted participó inicialmente.
J. —Precisamente intenté darles una salida al Ejército y al pueblo en la opción insoluble de peronistas y antiperonistas. Era retomar la línea nacional y social del peronismo con equipos que no lastimaran a un hecho militar demasiado reciente. Pero Frondizi, antes de subir al gobierno, abdicó del programa nacional que le había prometido al pueblo y aceptó una estructura del Ejército que imponía el mantenimiento de las divisiones. Desde el primero de mayo estuve en desacuerdo con Frondizi presidente, negación del candidato. No intentó una solución argentina, que habíamos pactado, sino una solución frondizista. Y no era la de su propio pensamiento expresado sino la de un nuevo colonialismo concebido por Rogelio Frigerio, con el desarrollo como pretexto.
P. —¿Pero la división peronismo-anti-peronismo no finca en la realidad?
J. —Esos son nombres. La realidad son las tendencias nacionales y las colonialistas. Precisamente Frondizi triunfó porque las fuerzas se alinearon así para el comicio, aunque después se pasara a la otra banda. El triunfo del peronismo en el 45 corresponde a un cambio económico social del país, pero también del mundo. No sólo los partidos políticos estaban vacíos de contenido: lo que había sido la clase dirigente, y toda la “intelligentzia” expresaban el pensamiento de un país ya perimido en un mundo perimido. Y en 1955 volvieron al poder con el mismo esquema político, las mismas ideas.
Desde el 56 en adelante, todo lo que se construyó se apoyaba en un pasado inexistente: carecía de base de sustentación, o tenía una sola, el Ejército.
P. —Esa es, también, la base de sustentación del actual gobierno.
J. —Pero ahora se ha puesto en evidencia, terminando la ficción con que se disimula la exclusión del pueblo, sus pensamientos y sus intereses. Ahora estamos ante la realidad desnuda, y ésta sólo puede salir del sistema militar mediante una revolución.
P. —¿otra?
J. —La de 1966 puede ser otra, pero necesita que antes desaparezca la falsa opción peronismo-antiperonismo que ha hecho del Ejército el instrumento utilizado por los gobiernos invisibles. Mientras la fuerza sea el factor decisivo es necesario que la fuerza se esclarezca y que se den, dentro de ella, las condiciones. Como se han dado en el Perú.
P. —Está esclarecido el Ejército?
j. —No. En 1955 perdió la línea nacional, y se lo ha adoctrinado en contra de ella.
p. —¿Cómo se va a esclarecer?
J. —Cuando se comprenda que lo que está en juego no es peronismo-antiperonismo, sino el destino de la Nación.
P. —Una opción implica la existencia de dos polos: ¿cuáles son las condiciones —tanto en el peronismo como en el antiperonismo— para que se supere?
J. —Que se comprenda que debajo de esas palabras está lo nacional y lo antinacional. Y que hay muchos nacionales que no saben serlo, por antiperonismo, y muchos peronistas que no saben ser nacionales porque anteponen lo partidario. Tenemos que 'unirnos en lo sustantivo y no en lo adjetivo, que para los civiles son las nominaciones partidarias, como bien lo señala Marcelo Sánchez Sorondo en su carta a Bravo, exigiendo para cualquier entendimiento la aceptación de la revolución nacional, y no la política.
P. —¿Y para los militares?
J. —Que se termine con una división aún mucho más ficticia que los núcleos mínimos siguen agitando para que el Ejército, en vez de ser nacional, sea antipopular.
P. —ya que identifica lo nacional con el peronismo, ¿no es más fácil peronizar a civiles y militares, que destruir la opción y luego nacionalizarlos?
J. —No identifico lo nacional con el peronismo, sino a la inversa: lo nacional es mucho más amplio. Es lo que tal vez no supo percibir Perón. Lo tremendo es que en las Fuerzas Armadas se haga esa identificación. Lleva por consecuencia a que sirvan a lo antinacional.
p. —¿Este gobierno es nacional?
J. —Este gobierno es un suplente.
P. —¿De quién?
J. —De la fuerza popular que tiene que ocupar el poder y a la que se excluye llamándola peronismo para agitar las pasiones en torno a lo adjetivo.
P. —¿Cuándo acaba la suplencia?
J. —si nos vamos a atener a lo que dice Onganía, cuando acaben los tres tiempos. Pero la verdad es que esos tres tiempos son uno solo: el que se tarde en que las Fuerzas Armadas sientan al país de otro modo que en 1955. Para ello debe desaparecer la gravitación —ya muy disminuida— de quienes han hecho una cuestión personal del ser o no ser del país.
P. —¿Perón incluido?
J. —No creo que haga una cuestión personal, y menos a esta altura del de bate. Pero lo que no puede dejar de hacer es sostener las ideas con que gobernó: las nacionales. La prueba es que cuando Frondizi propuso un programa nacional, Perón lo apoyó.
Revista Panorama
15.04.1969

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