Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Nuestra Portada
LilloArgentina. nacida en la inquietud de la hora presente a las lides del periodismo, es y ha de ser, por sobre todo, cosa nuestra, de nuestra tierra, de nuestra patria. Nada mejor entonces que su primer número fuera su tarjeta de presentación y su afirmación de argentinidad, desde la portada hasta la última línea impresa: de ahí que para exornar la cubierta, se eligiera un motivo típicamente nuestro: la flor del palo borracho rosado —Chorisia insignis en la clasificación de Linneo— con la popular denominación para los argentinos.
La reproducción de la misma ha sido tomada de la magnifica obra Genera Plantarum, única en el mundo, que viene publicando la Universidad Nacional de Tucumán, habiendo lanzado ya al conocimiento humano sus primeros cuatro volúmenes, obra de la que se ocupa el Dr. Antonio Digilio, del Instituto Lillo, en un articulo escrito especialmente para esta Revista y que se incluye a continuación.

El 4 de mayo de 1931 se extinguió, en su ciudad natal, Tucumán, la vida del Dr. Lillo. Don Miguel, como se le solía llamar, se había dedicado por más de 50 años al estudio de la naturaleza, y en manera muy especial al de las plantas. Se ocupaba durante la mañana de la atención de la Oficina Química, de la que era Director, v de sus cátedras en la Universidad y en el Colegio Nacional. Por las tardes se recogía sosegado en su casa solariega, en las afueras de la ciudad. Rodeado de libros, en su herbario, se dedicaba entonces con vocación erudita a los estudios florísticos.
Era retraído, quizá un poco misántropo v estaba dotado de gran tenacidad e inteligencia.
Cuando sintió la muerte próxima estableció, por cláusula testamentaria, que con sus colecciones, biblioteca, solar y ahorros se constituyese un Instituto, anexo a la Universidad, dedicado al estudio de las Ciencias Naturales y encargó a sus amigos para que velasen y cuidaran por su desarrollo.
Su biblioteca tenía entonces más de 13.000 volúmenes especialmente necesarios para los trabajos botánicos; su herbario constaba de unos 60.000 números, en su mayoría plantas del Noroeste argentino v de otros países sudamericanos. Había además una valiosa colección de maderas y de aves. El solar era una manzana de terreno y la casa amplia y espaciosa.
Transcurrieron los años y el legado de Lillo se fue convirtiendo en una progresista institución científica. Ya en un decenio de actividad la vieja casa resultó pequeña y estrecha y fue necesario agregar todo un gran edificio; un lustro, o poco más y se sumó una tercera planta. El reducido personal científico de un principio fue aumentado y también aumentaron extraordinariamente las colecciones y biblioteca, el intercambio y las vinculaciones con instituciones similares del país y del extranjero.
Pero en todo el desenvolvimiento la inspiración siguió siendo la misma, desprendida de la personalidad y ejemplo de Don Miguel: entre los laboratorios y gabinetes queda todavía para evocar su figura, y tal como entonces fuera, su alcoba con muebles sobrios y sencillos, donde madurara su decisión de legar a la Universidad Nacional de Tucumán la casi totalidad de sus bienes para que constituyera un Instituto anexo. Fecha del 11 de Diciembre de 1930 lleva su testamento y en él dispone la creación de una Comisión Asesora para administrar los fondos legados y percibir los intereses o réditos de los mismos para subvenir a los gastos de conservación y fomento del Instituto.
Terminada la testamentaría y obtenida la personería jurídica por la Comisión Asesora que designara, el propósito de Lillo quedó realizado en su aspecto de Fundación y comenzó de hecho su existencia y su labor científica.
La realización más importante del Instituto es la publicación del Species et Genera Plantarum Argehtinarum y de la obra gemela para el reino animal Species et Genera Animalium.
Bien se reconocía la necesidad y utilidad ele una obra de esta naturaleza, pero los esfuerzos realizados para cumplirla carecieron de eco y apoyo.
Fué recién en 1943, que para bien de la ciencia argentina la vieja aspiración de Lillo pudo tomar cuerpo y obtuvo del Gobierno de la Nación el apoyo imprescindible. Así se comenzó a publicar el Genera, una obra de categoría y estilo clásicos, que comprende la clasificación de las especies de plantas argentinas con sus correspondientes descripciones e ilustraciones, y que permite también los estudios comparativos sobre anatomía, fisiología, farmacología, química, agronomía y toxicología vegetales. Así también fué posible establecer en todo el país una red de coleccionistas botánicos que proveyeron el adecuado material cíe estudio. En 1948 se comenzó la publicación de la misma categoría de obra para el reino zoológico.
Durante estos últimos años el Instituto ha tenido un desarrollo asombroso. Planificado detalladamente el trabajo a realizar se va cumpliendo en metódicas etapas. Se llevan ya publicados cuatro tomos del Genera Plant arum y uno del Genera Animalium. Lilloa y Acta Zoológica Lilloana se encuentran en su 13º y 5º volúmenes respectivamente. El herbario cuenta ya con 390.000 números de Fanerógamas y 15.000 de Criptógamas y la Fundación entera, en plena obra de realización, contempla fecundas perspectivas científicas.
Antonio Digilio
Revista Argentina nro. 1
1/1/1949

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