Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Illía y Onganía
El País
Entre globos y frases paternales
“Entonces, le regalamos un globo a cada chico —explicó el dirigente a PRIMERA PLANA—, Si el padre le permite inflarlo y exhibirlo, esto indicará que la familia es peronista. Si el padre se lo quita, al chico nunca se le borrará el recuerdo de que Perón es bueno, y el padre, malo.’’
Inocentemente, los líderes peronistas comenzarán a distribuir esta semana, entre los niños, alrededor de dos millones de globos de color, con el rostro estampado de Perón y la leyenda “Vuelve -1964.” Así pretenden forzar al gobierno y a las Fuerzas Armadas para que acepten la vuelta del ex mandatario. Pero sobre esta rumorosa agitación se lanzan, todos los días, nuevos sectores decididos a utilizar el retornismo con propósitos particulares.
La semana pasada, retorcidas versiones circularon entre los políticos y, más allá, en los ambientes oficiales. Se dijo que el general retirado Miguel Ángel Iñíguez ultima los detalles para asestar un golpe contra alguna pequeña guarnición del Noreste. El operativo habría sido combinado previamente con un oficial en actividad —se señalaba al general Osiris Guillermo Villegas—, y la sedición concluiría en el fracaso y la retirada. Pero, aprovechándola, Villegas derribaría al gobierno, con el pretexto de mantener el orden, y una vez en el poder organizaría con los sindicatos una administración de tipo nasserista.
Todos los caminos conducían a Villegas en los siete días anteriores, mientras la Junta de Calificaciones integrada por sus camaradas discutía promociones y pases (que se conocerán, extraoficialmente, en las próximas horas) y mientras ciertas fuentes daban por seguro que Villegas no será general de división en 1965. Para entonces, se brindaban nuevas interpretaciones al episodio del 12 de noviembre, cuando una falsa alarma de origen poco preciso conmovió las esferas castrenses al anunciar que Perón estaba por llegar al país.
Se explicó que el 11, Villegas había sometido a la firma del secretario de Guerra un proyecto vinculado con la reestructuración del Ejército, que introducía severas modificaciones a los proyectos examinados en reuniones previas. Concretamente, el “plan Villegas” —según la interpretación— proponía alejar de las ciudades importantes a todas las unidades antiperonistas. Ignacio Avalos habría dado cuenta de la iniciativa al Comandante en Jefe, de cuya oficina, se comenta, surgió el alerta a las guarniciones. Los ministros del P. E. se congregaron en
la Casa de Gobierno pata discutir el caso, y ante la ya pública agitación optaron, finalmente, por lanzar una cortina de humo, publicitando el inverosímil cable enviado por el no menos inverosímil embajador Sammartino.
De todos modos, al comenzar la semana pasada, la agitación cundió en la mayor guarnición antiperonista: Campo de Mayo daba por ciertas las noticias según las cuales esos efectivos blindados que comanda Alejandro Lanusse serán trasladados a Tandil; Lanusse, por su parte, desempeñaría la dirección del Colegio Militar. No pocos voceros violetas proclamaron, el lunes por la noche, que Lanusse se aprestaba a marchar sobre Buenos Aires para impedir su desplazamiento.
Conclusión: las posiciones extremas habrían sido avenidas por el abogado radical José Luis Cantilo, que conferenció en su despacho con el ministro de Defensa, Leopoldo Suárez, patrocinador de Villegas, y el mismo Lanusse. Se habría convenido, entonces, que el tránsito de Campo de Mayo se realizará al avanzar 1965, cuando su ausencia del Gran Buenos Aires no pueda ser capitalizada por ninguna estrategia retornista. Curiosamente, en Madrid reinó el silencio.
El lunes 16, Arturo Illia firmó el decreto que deroga las leyes represivas: 24 horas más tarde, en una bien concertada ofensiva, el Partido Comunista brotaba de la nada e inauguraba 64 locales políticos en la Capital y Gran Buenos Aires, un número superior al de cualquier agrupación tradicional. También el martes, la Argentina supo que Perón puede salir y entrar de España, a su voluntad; por el contrario, el diputado Reinaldo Elena, oficioso embajador en Paraguay, sostenía que Alfredo Stroessner prohibirá a Perón pisar la tierra de Solano López.
Al promediar la semana, entre gaseosas y sándwiches de miga, se inauguraron en el Parlamento las sesiones extraordinarias (ver páginas 7 y 8). El debate sobre las tramitaciones petroleras de Arturo Frondizi comenzó con las galerías desiertas en la Cámara de Diputados. Entonces, se comunicó a los ciudadanos que el 14 de marzo de 1965 deberán ir a las urnas para renovar el tercio de esa Cámara y de las legislaturas provinciales. La eterna duda no se disipaba: ¿concurrirá el Partido Justicialista?
Para ello, se espera la aprobación del estatuto correspondiente; luego, en menos de 90 días, el justicialismo debería disputar su denominación en los 23 distritos con agrupaciones similares, efectuar su reafiliación, realizar elecciones internas, reunir sus cuerpos deliberativos y ejecutivos, constituirlos, designar sus candidatos y promoverlos en la campaña. Pocos creen que tan ardua tarea se cumpla en tan reducido tiempo.
Quizá amparados en la misma especulación, los partidos neoperonistas discutieron las posibilidades de postergar su I Congreso Nacional, previsto para el 29 de este mes: se reuniría el 1º de enero. Los peronistas independientes pronostican que Perón no vendrá y que los ortodoxos no alcanzarán el tranvía llamado comicios. “Por lo tanto —suponen— deberán negociar con nosotros sus votos en todas las provincias.”
Sin embargo, ¿aceptará el peronismo proscripto confinarse otra vez en pequeños pactos electorales? ¿No ocurrirán acontecimientos imprevisibles entre el 31 de diciembre y el 14 de marzo? ¿No será capaz el peronismo, llevado por las circunstancias, de producir una rebelión popular? ¿O es que, como auguran los asesores del gobierno, el peronismo no da más que lo demostrado con el Plan de Lucha de la CGT (cuya cuarta etapa, por otra parte, se dispuso el viernes 20 poner en movimiento) ?
“Al peronismo —respondió el coronel retirado Manuel Reimundes a la revista judía Horizonte— hay que sustituirlo, enfrentarlo o entenderse con él. He ahí el dilema.” Arturo Illia, al preguntársele sobre el regreso de Perón, filosofó: “Estoy al frente de 22 millones de argentinos y trabajo para esos 22 millones. Todos son acreedores a mi preocupación y dignos de mi respeto. Para el presidente, vale lo mismo el ciudadano más modesto y el más encumbrado.’’
La actualidad del país no da la razón al doctor Illia. Las frases paternales nada solucionan.

Retornismo
Deshojando la margarita
Días atrás, junto con las instrucciones para el plenario justicialista, el dirigente de Luz y Fuerza, Francisco Prado, trajo de Madrid un paquete de cartas destinadas a personas particulares, dirigentes y amigos personales de Juan D. Perón. Tras las comedidas razones de práctica (“espero estrecharlo en un cariñoso abrazo antes de fin de año”), cinco de ellas estaban fechadas así: Buenos Aires, 2 de noviembre de 1964.
¿Qué había ocurrido con esas cartas? ¿Eran verdaderas o falsas? ¿Qué misteriosos agentes de la SIDE (Secretaría de Informaciones del Estado) las habrían depositado, quizá, hurgando en los bolsillos de Prado, en algún aeropuerto de la ruta? La flagrante inexactitud (Buenos Aires en vez de Madrid) fue motivo de una investigación en el peronismo. Los dirigentes optaron, finalmente, por llamar al chalet de la Puerta de Hierro, donde aclararon el problema.
Según parece, el ex presidente cita todos los días a la Comisión del Retorno a temprana hora, en su residencia. Comparecen los cinco —Framini, Iturbe, Lascano, Vandor y Parodi—, pero cuatro de ellos deben limitarse a llenar las antesalas. Sólo Vandor tiene acceso a la oficina de Perón, quien lo ubica frente a una máquina de escribir, junto a Manuel Algarve; entonces, alternativamente, dicta a los dos su correspondencia. Vandor es el único dactilógrafo de la Comisión, de allí su utilidad. Sin embargo, según se explicó, acostumbrado a residir en la capital argentina, en un momento de confusión el mahatma del gremio metalúrgico fechó las misivas en Buenos Aires.
Aunque no sería Perón el primer dirigente traicionado por su mecanógrafo, la anécdota parece demostrar, a tuertas o a derechas, quién es el que ejerce, a pesar de todo, el comando del justicialismo. Desmiente también las teorizaciones donde Perón aparece forzado por Vandor a proclamar su retorno para que —una vez fracasada la maniobra— el movimiento caiga en manos del gremialista, que habría de utilizarlo en beneficio propio, o de algún militar, o de los líderes desarrollistas. Subsidiariamente, la anécdota revela que Perón es el único dueño de su secreto y el encargado de administrar el suspenso con que se rodea la maniobra retornista.
Así, por designio expreso del ex presidente, la que pasó fue la semana del silencio. El peronismo se despertó, al alba del domingo 15, en el camino a Luján, adonde llegó cerca de mediodía una procesión integrada por cinco mil jóvenes y mujeres, en cumplimiento de las instrucciones impartidas: manifestaciones y rebeldía pasiva. Cuando promediaba la semana arribó desde Madrid, Hernán Carrasco; se esperaban las novedades que traería, y las trajo: tan sólo consistían en una enésima refirmación del propósito inicial. “El retorno —sostuvieron, adustos, los dirigentes, luego del simposio que celebraron el jueves— se cumplirá en este año.” “Esta es la quietud que precede a los ciclones”, acotó intencionadamente uno de ellos en el bunker de Talcahuano 451. En el sector oficialista se comenzaba a pensar que aquella voluntad de Perón es tan sólo una fábula: “Puede regresar como cualquier argentino”, contestó Zavala Ortiz en Caracas. “Pero, ¿regresará?”, preguntó el insistente cronista. “Eso, pregúnteselo a él”, fue la tajante respuesta. “No somos un caluroso país tropical con solamente siestas, revoluciones y dictaduras”, acababa de declarar, en Montreal (Canadá), el embajador argentino Ricardo Pueyrredón.
El viernes, los servicios oficiales de inteligencia advertían al gobierno que grupos de peronistas armados estaban marchando hacia Entre Ríos y Chaco; entonces se habló de un nuevo golpe de mano del general Miguel Iñíguez.
En la CGT se desvirtuaron versiones: sólo habían viajado algunos líderes para organizar un congreso gremial del Nordeste argentino. El jueves, al regresar de Montevideo, un gremialista que había telefoneado a Framini a Madrid, añadió información: el dirigente textil, previo pedido de dinero, le anunció que regresaría a fines de mes para encabezar la demanda por el cumplimiento del nuevo convenio, y aseguró: “El Viejo irá el 28 ó el 30 de noviembre.”
Era el momento en que se rumoreaba la existencia de nuevas entrevistas entre peronistas y oficiales azules. Otro propósito de la Comisión Sustituía del Retorno consistiría en solicitar una mediación eclesiástica. Pero la Juventud peronista, que no desea un retorno negociado, parodiando un misterioso aviso de los dirigentes acerca de la “Operación Doble Acapulco”, entre burlas y veras comenzaba a planear la “Operación Doble Detergente” para eliminar de entre ellos a los negociadores.
Posiblemente fueran éstos quienes echaron a rodar la más fantástica versión de la semana: Perón habrá de presentarse, solo y sin armas (“como un monje mendicante”, se dijo) en la embajada argentina en Madrid, para ser prendido. El plan seguía su marcha.

Luchas
Las extraordinarias sesiones del Congreso
Mientras golpeaba con el puño sobre su pupitre, Isidro Balbi exclamó: “Si nuestro autoabastecimiento tiene que ser a costa de los contratos de petróleo que firmó Frondizi, yo, argentino de ley, estoy en contra del autoabastecimiento.”
Fue el momento más tempestuoso en el debate de los despachos emitidos por la Comisión Especial Investigadora sobre Petróleo. Arturo Sabato susurró: “Ya no vacilan; hasta en la Cámara se declaran partidarios de la importación.” A Sabato, uno de los tres inculpados junto con Arturo Frondizi y Rogelio Frigerio de “transgresiones morales”, “violaciones jurídicas” y “perjuicios económicos”, según lo detalla el despacho de la mayoría, se le impidió ingresar en el recinto, siquiera fuese a uno de los palcos bandeja. Entonces se escurrió en la galería de los periodistas.
Quienes esperaban presenciar un replanteo de la política petrolera, salieron defraudados el jueves 19. Balbi se rectificó en seguida de sus expresiones anteriores: “Ninguno de nosotros—advirtió— propone una política de importación.” No obstante, sus argumentos fueron esgrimidos ya por algunos autores que defienden esta tesis. “Nuestras riquezas son agotables”, sostuvo el enjuto farmacéutico entrerriano. También dijo que “hay circunstancias en que la importación de petróleo resulta preferible al autoabastecimiento”, y que debemos conservar intactas nuestras fuentes previendo “futuras necesidades estratégicas”.
La respuesta del MID (Movimiento de Integración y Desarrollo) fue un clamor que se escuchó aun antes de que hablase Balbi. Héctor Gómez Machado pidió la presencia de Frondizi, de Frigerio y de Sabato en el recinto, porque “el Parlamento no puede negar el instituto constitucional de la defensa en juicio”. De igual forma solicitó que Aristóbulo Illia fuese interrogado acerca de ciertas entrevistas presuntas que habría tenido con Arturo Frondizi para rogarle que no interfiriera en la concertación de acuerdos con las compañías extranjeras. Exasperado, el diputado Raúl Fernández, presidente del bloque de la UCRP, se opuso al pedido del MID; blandiendo un telegrama de Illia (el embajador argentino en Suiza) afirmó que esas entrevistas nunca existieron.
En síntesis, los despachos de la mayoría afirman que los contratos fueron tramitados en forma “irregular, ilegal y clandestina”, y que de ellos se derivó un perjuicio financiero de 285 millones de dólares, un perjuicio económico de 167 millones de dólares; que la empresa estatal (YPF) debió abonar 1.877 millones de pesos por impuestos, en vez de hacerlo las propias compañías contratistas, y 2.263 millones de regalías. Al mismo tiempo, sin indicar los índices de declinación utilizados para calcular la vida útil de los pozos, el despacho afirma que la República Argentina hubiese perdido 915 millones de dólares en el caso de que los contratos siguieran en vigor.
‘'Este dictamen —explicó Balbi— no reviste el carácter de sanción legal”; admitió, sin embargo, que acusa a los responsables de la política petrolera aplicada entre 1958 y 1962, pero reservó a la justicia el pronunciamiento definitivo. Los bloques de la democracia cristiana, el socialismo argentino, el socialismo democrático, el justicialismo y la Confederación de Partidos Provinciales apoyaron el dictamen de la UCRP; los conservadores explicaron que coinciden con la mayoría. Aun así, dejaron constancia del aporte positivo que puede cumplir el capital privado en este ramo. Los despachos de la democracia progresista y de UDELPA coinciden en inculpar a Frondizi, a Sabato y a Frigerio; no obstante, UDELPA estima que tales acuerdos fueron útiles para el país. Lo mismo consideró la UCRI, pero el MID adhirió a los conceptos de Pablo Calabrese, un disidente del “alendismo” que defendió la política de Frondizi.

Próximas tormentas
Una definición aceptable asigna al Parlamento la misión de “valorar y arbitrar en las demandas antagónicas del pueblo. La sociedad civilizada —ha explicado Emanuel Celler, un prestigioso parlamentario demócrata de los Estados Unidos— confía a sus legisladores la acomodación ordenada de esas demandas, como una alternativa entre la lucha y el caos”. Si la premisa es válida, parece evidente que el Parlamento argentino dejó de cumplir con su misión en 1964. Las sesiones que se iniciaron hace un año con el carácter de extraordinarias, van a finalizar de igual manera, aprobando o modificando levemente los temas enviados por el Poder Ejecutivo. Cuando promediaba 1964 se insinuó la formación de un frente parlamentario para tomar la iniciativa. Pero los ucristas, los demo-cristianos, los socialistas y aun el neo-peronismo parecen resistirse a mostrarse unidos ante un electorado que van a disputar en marzo, con demandas más d menos parecidas. Este Congreso va a decidir, ahora, importantes asuntos:
• El presupuesto 1964/65 se destaca como un tema explosivo. Los cálculos oficiales confiesan un déficit de 65 mil millones. Sumando a éste los rubros “Adelantos provisionales” (10 mil millones), “Adelantos a Empresas del Estado” (15 mil millones), “Ajuste de Salario Vital Móvil” (9 mil millones), “Reajuste a los docentes” (4 mil millones) y “Cuotas de la deuda externa” (7 mil millones), el déficit actual parece ascender a 110 mil millones de pesos. Pero en los círculos parlamentarios se insiste en agregar los reajustes emanados de recientes acuerdos con los gremios de Telefónicos, Ferroviarios, Empleados de la Dirección Impositiva y de la Aduana; de tal manera, el déficit futuro se elevaría a 130 mil millones. Aun hay quien calcula que se deberán pagar setenta mil millones a las empresas de petróleo en concepto de indemnización, con lo que a fines de 1965 habría un déficit de alrededor de los doscientos mil millones.
•Para obviar la difícil coyuntura, el P. E. propone una reforma impositiva que, básicamente, consistiría en derogar las exenciones con que hasta ahora contaban las empresas que reinvertían sus dividendos y en reimplantar el impuesto del 5 por ciento a la venta de cereales, oleaginosos y carne. Esto implica la instalación de un verdadero impuesto a la producción. También se solicitó al Parlamento un aumento en los impuestos internos y una tasa para los combustibles. Por otra parte, dentro del presupuesto se ha incluido la solicitud de una nueva reforma a la Carta Orgánica del Banco Central, con el fin de elevar del 25 al 35 por ciento de los depósitos en los bancos argentinos, las sumas que la Tesorería podría adelantar en descubierto al Poder Ejecutivo. Se prevén tormentosas discusiones en torno de estos proyectos.
•Si los observadores descartan que se votará una prórroga en materia de locaciones urbanas y arrendamientos rurales, estiman que arderán las deliberaciones sobre el nuevo Estatuto de los Partidos Políticos. El proyecto del Ejecutivo ha sido modificado y se limaron las aristas más proscriptivas. Pero cada partido que desee abordar los comicios, de acuerdo con el texto a considerar deberá hacer fuertes protestas de fe democrática. Y además, la justicia electoral, designada por él Ejecutivo, será el ojo del Gran Hermano posado sobre los conversos para impedirles volver al error.

Alendismo
La guerra de las naranjas
Donde esperaban hallar regocijo y congratulaciones —el pasado lunes 16, cuando se proclamó la única lista de candidatos a convencionales nacionales, en la UCRI de la Capital Federal—, los periodistas sólo encontraron rostros lúgubres y sonrisas forzadas. Ocurrió cerca de la medianoche en la fogueada casona de Río Bamba 482, ahora sede del alendismo: “Es la última vez que los sectores presentan una lista compartida —admitió un dirigente—, y esto porque la elección de convencionales aparece como secundaria. En diciembre, cuando se deban proponer los candidatos a diputados y concejales, seguramente habrá lucha en comicios internos.”
Una compulsa, que los observadores desarrollaron sobre el terreno, permitía distinguir los extremos del pleito, sus alternativas y las razones que lo originaron:
•El ex diputado Rómulo Vinciguerra dirige una corriente que aparenta promover la renovación interna. Sus epígonos proponen jerarquizar a la UCRI encabezando la lista de diputados con el nombre de Gabriel del Mazo, cronista del radicalismo, y la de concejales con el del ex intendente Hernán Giralt. Para demostrarlo, Vinciguerra postula a Nicéforo Castellano, su joven ahijado político, para la secretaría general del partido en el distrito metropolitano. Sus proclamadas ambiciones van más lejos: “Yo, para mí, no quiero nada”, habría anunciado Vinciguerra, quien intenta consagrar a Simón Junín, un ex diputado, en la presidencia del Comité de la Capital.
Las intenciones de Vinciguerra no están bien probadas: en esencia, él mismo es un caudillo, y los métodos de reclutamiento que utilizó hasta ahora no se diferencian de los que emplea Francisco Rabanal, a cuyo lado Vinciguerra vio la luz de la política. De esta circunstancia se deriva su enorme influencia en la Municipalidad de Buenos Aires y los favores que dispensa entre su clientela de la 159 (Paternal, Devoto y Villa Crespo) a cambio del apoyo en los comicios internos. Por lo bajo, los amigos de Vinciguerra explican que la operación tiende a quebrantar la hegemonía ejercida por el presidente actual del Comité, el diputado José María Fernández, que buscaría su reelección en la Cámara y en la presidencia del Comité.
•Tanto Fernández como Domingo Condolucci y Luis Boffi han monopolizado ' la cabecera de las boletas desde 1958 hasta aquí. “Yo no postulo ni he postulado nunca mi reelección”, declaró el enfurruñado Fernández a PRIMERA PLANA. Sin embargo, hasta el momento el 80 por ciento de la UCRI se levanta en su contra, y especialmente los jóvenes apoyan a Vinciguerra. Los acólitos de Fernández explican que éste había propuesto antes a Vinciguerra apoyarlo para la presidencia del Comité, y se sorprenden por el lanzamiento de Junín. Noctámbulo sempiterno, Junín es también un estólido discurseador que noche a noche derrama su cátedra de política en las mesas del bar Iberia, en Salta y Avenida de Mayo, o en el restaurante Hamburgo, de Carlos Pellegrini al 600. Así ha logrado adquirir la codiciada fama de “teórico” del ucrismo.
Más cautos que los promotores de ambas listas (la de Vinciguerra anuncia a Lucio Racedo y Luis Boffi en el segundo y tercer puesto entre los candidatos a diputados, y a Gregorio Saraza y Alfredo Vezza en los similares de la boleta de concejales), los observadores previenen sobre una posible inexistencia del enfrentamiento. Ellos dudan de que, finalmente, haya elecciones en diciembre para designar a los candidatos; estiman que la UCRI sólo podrá consagrar a tres diputados y a tres concejales, que las exigencias internas son muchas y que es preciso entonces clavar a los jóvenes rebeldes en puestos de responsabilidad interna y promover mediante promesas el desgaste de los aspirantes a representar al partido. Luego, llegar a un acuerdo que evite la costosa lucha interna con una lista donde se destaque algún personaje célebre, como el valetudinario profesor del Mazo.
“La UCR —inscribió del Mazo en 1946, en la Carta Partidaria— no es una composición de lugar para tomar asiento en los gobiernos”; no obstante, desde aquí hasta diciembre una áspera guerra se librará en el seno de la UCRI. Será, sin duda, otra guerra de las naranjas, de las muchas que se han librado en el radicalismo, mal que le pese a del Mazo, para tomar asiento en el gobierno o en alguna porción de él. ♦

Conservadores
Donde las dan, las toman
El fantasma de Pedro Eugenio Aramburu suele colarse de rondón en las fisuras más íntimas del conservadorismo. Las versiones de inminentes alianzas con UDELPA ya son una crónica molestia en la Federación de Centro (FNPC); es más, cuando los grupos internos se enfrentan, sus jefes amenazan mutuamente con autoexcluirse del partido e ir trasbordando sus efectivos a UDELPA. Así ocurrió en agosto pasado: los amigos de Emilio Hardoy, presidente de la Federación, lanzaron la especie para descorazonar a los dirigentes del interior que venían decididos a echar por tierra el pacto de unidad entre la FNPC y el gobierno radical. Los mismos provincianos fueron quienes, luego, circularon sordamente el rumor para bloquear las posibilidades de Hardoy a una reelección en la convención próxima, anunciada para el 6 de diciembre.
Bien es cierto que el equipo asesor de Aramburu promueve con inteligencia los rumores. Esta vez, el objetivo fue Jorge Mariano Almada, actual diputado y flamante candidato del Partido Demócrata Conservador de la Capital (sección porteña de la FNPC) para ocupar, otra vez, una banca en la Cámara baja. Almada tuvo muchas dificultades en 1963: sus escasos 48.508 votos apenas le permitían llegar a la Cámara porque los socialistas democráticos impugnaban un margen estrecho de ellos. Finalmente el recurso fue denegado por la comisión parlamentaria de poderes y Almada se incorporó. Ahora la tentación llegó para Almada en manos de su amigo, el general “colorado” Bernardino Labayrú, a quien los asesores de Aramburu promueven para desplazar del primer puesto, en la lista metropolitana de UDELPA, al neocaudillo Agricol de Bianchetti.
Labayrú exhibió, entonces, las ventajas de una fusión entre conservadores y udelpinos de la Capital: entre ambos recaudarían alrededor de doscientos treinta mil sufragios, lo necesario para imponer no dos sino tres diputados. “Aun si el Estatuto de los partidos impidiera las uniones —habría dicho Labayrú—, UDELPA abre sus listas a elementos nuevos.” Receloso, Almada trató de verificar la opinión conservadora y sus amigos deslizaron las versiones del pacto entre los redactores del matutino La Nación. Al día siguiente, martes 17, las desmentidas comenzaron a llover; entre ellas, una de la Unión Conservadora de Buenos Aires, que se pronunció contra todo acuerdo. Anonadado, Almada hubo de replegarse y emitió su propia desmentida. Actuando políticamente, UDELPA imitó esa actitud. El grueso del conservadorismo había descalificado la maniobra individual. Como explicó un sagaz directivo: “Donde las dan, también las toman.”

Revista Primera Plana
24.11.1964


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