Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Patagonia Argentina
EL NORTE ES LA PATAGONIA

Testimonio I: “Dios está en todas partes, pero atiende en Buenos Aires'’. (Leído en un cartel en el aeropuerto de Ushuaia )

Testimonio II: “En la Patagonia, no sólo el viento sopla fuerte y en contra. Anote: Se descubrió el petróleo, en seguida dijeron que era poco y malo; en un año gotearía lo suficiente para llenar apenas un barril. Se descubrió el carbón, también es —y sigue siendo— malo, no sirve para el acero, ni para el ferrocarril. Se descubrió el hierro, malo, poco e inútil. Mar sin pesca; bosques sin explotar; ríos que corren sin regar, sin producir energía. Anote más: cada proyecto queda en proyecto, sea aluminio, soda solvay o petroquímica. Cuando se ponen a hacer El Chocón, lo primero que licitan es la línea de alta tensión para llevarse la energía a Buenos Aires”. (Oído en Rio Gallegos de labios de uno del “norte” —es del norte todo aquel que no nació en la Patagonia— radicado en esa ciudad desde hace dos años.)

Comodoro RivadaviaAlgo pasa con esta Patagonia. Hace 140 años Juan Manuel de Rosas llegó a sus puertas y la mostró como esperanza del mundo. Medio siglo después, los indios estaban a las puertas de Buenos Aires y el general Roca (una estatua en cada ciudad patagónica) los barrió nuevamente. Era la segunda conquista de la Patagonia. Después vinieron las ovejas, un poco corridas por las vacas que ocuparon la pampa húmeda: tercera conquista de la Patagonia con el bárbaro signo del despoblamiento de indios. Dicen que se pagaba por cada par de orejas acreditadas. Como ahora se hace con los loros en la Mesopotamia (a tanto el par de patitas). Pero no hay unanimidad en el recuerdo. Parece ser que desconfiados pobladores exigían incluir en la prueba genitales de indio. Y a pesar del cruel carácter de esta guerra, la oveja se hizo riqueza computable en Producto Bruto, aunque generalmente pronunciada en inglés.
La Patagonia figuró en algunos mapas como argentina, en otros como chilena; también hubo cartografía .insinuantemente inglesa. Al comenzar el siglo, Ramos Mejía, ministro, y Bailey Willis (experto norteamericano con ganas de aventura) soñaron y proyectaron una Patagonia integrada que dejaron dibujada en una ley (Nº 5.559). El petróleo había comenzado a manar de un pozo perforado en la búsqueda de agua y Joaquín V. González pudo señalar en su “Juicio del Siglo’’ que ese sur indomable y arisco constituía el desafío para su generación.
De aquel impulso brotó la obra del Alto Valle del Río Negro. Un prodigio que en pocas hectáreas produce todas las manzanas y peras que consume la Argentina y constituye el más importante rubro de las exportaciones “no tradicionales’’.
Tarde, y sin mucha imaginación, se construyó un gasoducto desde Comodoro Rivadavia para abastecer al Gran Buenos Aires. Pero (era la década del 50) la producción petrolera siguió creciendo lentamente, mientras aumentaba la importación. Con todo, por esos años comenzó una promoción ideológica en torno del hierro de Sierra Grande y del carbón de Río Turbio. En el mapa constaban las bases del desarrollo del sur, computando también el enorme potencial hidroeléctrico del Limay, el Neuquén y el Negro.
En 1955 se lanzó la quinta conquista del desierto. El paralelo 42 dividiría al país en dos partes, para que al sur del mismo prosperara la industria, fundamentalmente textil y metalúrgica. En la costa patagónica se erigieron multitud de fábricas modelo y se urdió complicada red de contrabando. La industria del norte se quejó amargamente porque sufría rudo impacto: el de una competencia casi extranjera en su propia tierra. Surgió también el proyecto da la Corporación Nordpatagónica, una suerte de Estado dentro del Estado, que tendría a su cargo la promoción del desarrollo acelerado de tres provincias (Chubut, Río Negro y Neuquén), asentadas en las dos caudalosas cuencas hídricas.
El boom petrolero de 1960 fue el arma de la sexta conquista. “Id al Sur’’, decía el slogan a los jóvenes, parodiando la llamada al Oeste que extendió la soberanía efectiva de los Estados Unidos hasta el Pacífico, hace un siglo. En efecto, la producción petrolera se triplicó en tres años, las gobernaciones cobraron importantes regalías que volcaron en escuelas, caminos y usinas eléctricas. Se sumaron tubos a la red de oleoductos y gasoductos; la garrafa llevó el gas a los rincones más apartados del país, distribuyó confort e hizo posible la radicación de industrias. Lo demás, fueron proyectos. La mina de Río Turbio avanzó muy poco, después que se escandalizó sobre la construcción de 5.000 casas para cobijar a los imprescindibles mineros. Sierra Grande se enredó en pleitos internos del consorcio constituido para su explotación. Quedaron sin efecto proyectos de radicación de industria petroquímica, fabricación de aluminio, instalaciones pesqueras. La compañía adjudicataria del plan para fabricar soda solvay reclamó porque no se realizaban prometidas obras de infraestructura. La celulosa quedó contenida en los densos bosques. La despoblada Patagonia seguía constituyendo el gran desafío para sucesivas generaciones.

Los últimos
Tierra del Fuego cuenta con el más alto producto bruto por habitante en todo el territorio del país; Santa Cruz ocupa el segundo lugar, Chubut el cuarto. Lo dicen las escrituras: “Los últimos serán los primeros’’. Los patagónicos se permiten el lujo de unir ambos tiempos: son, simultáneamente y ya, los menos numerosos y los más ricos si el total de la producción se dividiera paritariamente entre todos los habitantes. El milagro es el de la lana y el petróleo. Pero un milagro muy a medias. La lana que se produce en el sur argentino da muy poco trabajo a los sureños. La manada se cuida con un mísero pastor, alejado de cualquier vestigio de civilización. Cuando llega la zafra lanera un pequeño ejército marcha hacia el interior; avanza con la temporada para cumplir cuidadosa labor de peluquería. Terminada la tarea, el peón se hace “changuero’’, si tiene suerte, se emplea por temporada en el frigorífico o se vuelve a Chile (Santa Cruz, 60 % de chilenos). La lana sucia se vende en Buenos Aires o va directamente al exterior. En toda la extensión patagónica hay sólo dos pequeños lavaderos: uno en Esquel, otro en Rawson. Ambos luchan contra extraña adversidad revestida de cientificismo. Según los técnicos de la derrota, es antieconómico lavar la lana donde se produce porque no se pueden hacer mezclas adecuadas a requerimientos del consumo. Si no hay lavaderos, tampoco existen hilanderías, y las tejedurías (abiertas a favor del régimen del paralelo 42) se van cerrando, junto con las que procesaban materiales sintéticos. También es verdad que han aparecido otras fábricas nuevas, más genuinas; pero todavía son muy escasas. No constituyen importante fuente de trabajo.
El petróleo ocupa más mano de obra. Tiene, además, el beneficio que le apareja a la provincia el cobro de regalías que, en algunos casos, llega a cubrir más de un tercio del presupuesto. Así, el petróleo se traduce en obras de todo género. El caso de Tierra del Fuego es ejemplificador: mientras duró la explotación intensiva del petróleo operó en su territorio una verdadera revolución; multiplicó por tres su presupuesto y relegó al pasado una vieja tradición de contrabando. De cualquier manera no bastan para el último territorio nacional, ni las estancias modelo que no pueblan sino en escala mínima, ni el petróleo que genera campamentos, ni los pocos aserraderos establecidos entre Ushuaia y Río Grande, ni el turismo, que sigue siendo una aspiración a pesar de los enormes hermosos hoteles establecidos en uno de los más bellos paisajes del país. En el extremo sur, como en cualquier otra parte del territorio, hace falta el contexto de una política nacional de fomento que radique industrias e integre la economía.
Hasta ahora, en la Patagonia el desierto ha vencido al hombre.

Los datos
Alguien hizo una vez la prueba: se dobla el mapa del hemisferio, haciendo eje en el Ecuador; la Patagonia argentina se corresponde con el núcleo de mayor desarrollo de los Estados Unidos y Canadá. Es claro que esta coincidencia geográfica no basta. El clima y el suelo pueden ser —y son— distintos. Aunque no tanto como para justificar que la Argentina haya dejado sin explotar debidamente las fuentes naturales de su inmensa riqueza.
Hay otra manera de razonar el vasto problema. Tómese la balanza de comercio de la Argentina. Los rubros fundamentales de importación siguen siendo los productos derivados del acero, los combustibles y la celulosa. Con menor importancia relativa, pero ubicados estratégicamente en la proyección del desarrollo nacional, aluminio, soda solvay. Todos estos elementos se encuentran en la Patagonia, al menos como posibilidad cierta si es que se les aplica una inversión adecuada, bien orientada y aceleradamente instalada.
Sin embargo, algo pasa para que esta vasta región que ocupa un tercio del país esté habitada no por siete millones de personas, como le correspondería en la proporción matemática de la densidad general, o por entre cuatro y cinco millones, si al total del país se le descuenta el conglomerado del Gran Buenos Aires, sino apenas por poco más de 600.000. A una densidad general de ocho habitantes por kilómetro para la Argentina, corresponde un 0,8 en la zona patagónica.
Estos datos se refieren a una Patagonia considerada a partir del río Limay y su afluente Neuquén, hacia el sur. Corresponde la indicación porque geográficamente se suele extender este territorio un poco hacia el norte, incluyendo el territorio limitado por el río Colorado, con lo que integra la zona parte de La Pampa y el partido de Patagones de la provincia de Buenos Aires. Este es el criterio más correcto. Se elige el primero porque facilita el trabajo estadístico y no altera, en el trazo general, los grandes rasgos que caracterizan a la región.
Hay otra concepción de la Patagonia, que divide a la Argentina a lo largo del paralelo 40° a través de Río Negro. Finalmente, el actual gobierno, al desenvolver su teoría de las regiones, divide a la zona en dos: la Patagonia (visitada hasta el sábado último por el presidente) comprende a Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego (Malvinas aparte); la otra es la Nordpatagon¡a, con catorce partidos de la provincia de Buenos Aires, La Pampa, Río Negro y Neuquén. Cuando en 1957 se proyectó hacer de la Nordpatagonia el territorio manejado por un ente interestatal, la división geográfica fue distinta, la integraban Chubut, Río Negro y Neuquén. La idea, con ser segregacionista, resultaba más racional en tanto comprendía en el ámbito pilares fundamentales del desarrollo: energía, hierro, petróleo.

Una región y no dos
Para el crecimiento e integración del país, la Patagonia no puede ser sino una sola región. La geografía y la tradición comunes constituyen la primera razón. Pero hay otras. Comenzando porque el real trípode en que ha de apoyarse el crecimiento se encuentra en latitudes distantes entre sí: hierro de Sierra Grande (al sur de Río Negro, con salida al mar por Puerto Madryn, en Chubut); carbón de Río Turbio (en el extremo austral de Santa- Cruz); energía de El Chocón (en el encuentro de Río Negro y Neuquén.) El litoral marítimo, la meseta, la cordillera, los ríos que la atraviesan horizontalmente, los bosques de la ladera andina, el lago de petróleo sobre que se asienta, constituyen factores unitivos. La división en dos regiones no tiene razón de ser, y puede trasformarse en inconveniente para la concepción y realización del desarrollo. En otro plano, se registra una historia común, la formación espiritual que trasciende en la obra educativa de los salesianos y hasta el parejo sentimiento que hace llamar norteño a todo “no patagónico”. La inclusión de Bahía Blanca en 'la geografía de la región es rechazada con unanimidad y energía. Se considera que la ciudad-puerto repite la imagen del Gran Buenos Aires con su aspiración de ser capital cultural y económica de una inmensa región que crea todos los días un perfil argentino característico, pero distinto al que podría imponerle la ciudad de Estomba.
La Patagonia cuenta con:
•30 % de la majada ovina del país;
•90 % de la producción de peras y manzanas;
•75 % de las reservas petroleras;
•60 % de las de gas;
•95 % de las reservas de carbón;
• 40 % del potencial hidroeléctrico;
•80 % de las reservas de hierro;
•50 % de las reservas de vanadio;
•30 % de las de plomo.
Toda esta abundancia o, al menos, buena parte de ella, no está explotada ni parece aproximarse a eso en lo inmediato.

El Chocón patagónico
Un caso extremo es el del potencial hidroeléctrico. Media distancia sideral entre la reserva (40 % del total del país) y Ho realmente explotado (0,14 %). Podría pensarse que la construcción del Complejo Chocón-Cerros Colorados corregirá esta situación. Los patagónicos no lo creen y así se lo expresaron al presidente Onganía tan pronto instaló la sede de su gobierno en Río Gallegos. Antes aun, las fuerzas vivas de la zona del Comahue le hicieron llegar sensacional denuncia: todo está preparado para que El Chocón no sea nunca fuente de energía para la Patagonia. Los antecedentes de tan catastrófica conclusión serían 'los siguientes:
•El Banco Mundial otorgó el crédito sólo cuando se le aseguró que la energía sería destinada al Litoral.
•Se dio absoluta prioridad a la licitación de la línea de trasmisión sobre cualquier otra obra, tratando de presentar el costoso hecho consumado.
•La presa está concebida para abastecer al Gran Buenos Aires, satisfaciendo sus requerimientos en los picos de la demanda.
A favor de llevar la energía al Litoral, se arguye que la Patagonia no podría, de ninguna manera, absorber la energía producida por El Chocón. En consecuencia, es obviamente necesario darle un mercado inicial que, por otra parte, pagará con su consumo el costo de la obra. Los porfiados sureños insisten: si nos dan la energía, el aluminio, la soda solvay, la petroquímica, se multiplicarán rápidamente los requerimientos. Y añaden razón política: El Chocón se pensó para desenvolver la Patagonia e integrarla en el país, no para que Buenos Aires tenga más energía. Con este otro propósito a la vista, se podrían haber encarado otros proyectos más razonables y baratos.
A su regreso a Buenos Aires, el presidente Onganía encontrará que nuevamente se cuestiona a su equipo de Energía, acusado de rechazar la solución hidroeléctrica, demorar el proyecto atómico de Córdoba, oponerse a la construcción del Apipé, ser el arquitecto de este operativo (Chocón-Banco Mundial) que en lugar de integrar a la Patagonia, podría seguirla condenando a la segregación.

Los proyectos
El autoabastecimiento de aluminio constituye una de las propuestas del desarrollo patagónico. Al comenzar la década se diseñaron proyectos concretos en los que el abastecimiento energético requerido procedería de El Chocón o de la producción gasífera abundante. Actualmente la Aeronáutica propone la construcción de un vasto complejo que incluya la utilización del puerto (a construirse) de Puerto Madryn, la instalación de poderosa usina en Futaleufú y, naturalmente, la línea de trasmisión de uno a otro punto. Agua y Energía tiene en sus carpetas el estudio del plan, ya aprobado por la Fuerza Aérea. El problema consiste en saber si el país está en condiciones de llevar adelante simultáneamente dos proyectos de tanta envergadura.
El primer mandatario se refirió en su mensaje del 28 de marzo a la soda solvay como prioridad largamente postergada, pero no fijó fecha para su cumplimiento. Río Negro, donde debió instalarse la planta cuya concesión se anuló hace un año, mira con desconfianza la proliferación de proyectos surgidos en el norte, a partir de aquella medida. Para la Patagonia, la soda solvay constituye uno de los requisitos de su integración industrial, tanto más cuanto los estudios para llevar adelante su realización están concluidos desde hace mucho.
Fabricaciones Militares tiene criterio propio sobre la explotación de Sierra Grande. Allí la empresa a cuyo cargo estuvo la no iniciada explotación del hierro dejó aprovechables instalaciones. El proyecto dé llamar a nueva licitación no se habrá de concretar y Fabricaciones Militares asumirá la tarea por sí misma. Sin embargo la solución dista de ser óptima, tal como ha trascendido. Partiendo de modesta primera etapa (pellets) se ¡ría creciendo con las ganancias hasta llegar a la integración siderúrgica. El autoabastecimiento siderúrgico poco puede esperar, en lo inmediato, de tal procedimiento.
Gran impulso, en cambio, recibirá la política de puertos Madryn y Deseado tendrían prioridad contra San Antonio Oeste y Santa Cruz. Falta resolver la cuestión de Río Gallegos, hasta ahora precaria salida de Río Turbio.
Una nueva ley de pesca sustituirá la anterior que no arrojó resultado concreto para la Patagonia y se alentará la instalación de industrias conexas (conservas, harina de pescado, etcétera).
Tal el trazo de luna nueva conquista de la Patagonia, constante incitación a sucesivas generaciones, desde el tiempo en que Rosas dio a la ganadería tierras que antes asolaban los indios. Ahora se trata de una industria que arranque de los extremos básicos y logre poblar él inmenso desierto, donde los argentinos no consiguen siquiera ser mayoría en tan reducido número de habitantes.
Sin Patagonia efectivamente integrada en el país no hay Nación, porque la soberanía que no se ejerce, no existe. De eso se trata; de hacer ahora en el plano económico-social lo que iniciaron las repetidas conquistas del desierto, con las armas en la mano. Por eso importa tanto que las obras trasformadoras se lancen pronto, sin vacilaciones, con conciencia del destino nacional y del papel que le corresponde a la generación actual en esta empresa. Cuando los patagónicos reclaman un Chocón que sirva a su expansión económica, piden la solidaridad de la comunidad toda para que el destino común no se frustre una vez más. Porque si es verdad que no hay nación sin la Patagonia, también es cierto que ésta no crece sin El Chocón promoviendo su desenvolvimiento.

recuadros en la crónica

POBLACION
En 1963, anulados los contratos petroleros, Comodoro Rivadavia notó apreciable baja de la actividad general; acompañada por persistente despoblación. Tierra adentro, Colonia Sarmiento reducía en un tercio el número de habitantes. Este último fenómeno justifica actual tentativa de recolonización, pero en la capital del petróleo las estadísticas quedaron sin variantes. Los chilenos (o, al menos, muchos de ellos) no entran en los censos. La información sobre población y porcentaje de extranjeros radicados en la Patagonia tiene valor relativo. Esa masa que va y viene —a través de la cordillera— se radica ¡legalmente cerca de la frontera, habita barrios precarios en Río Gallegos o Comodoro Rivadavia, no cuenta. Aun así, las cifras oficiales revelan abundante porcentaje de chilenos: Río Negro, 11,5 % del total; Neuquén, 10,5 %; Santa Cruz, 60 %; Chubut, 38 %; Tierra del Fuego, 40 %.
La política de poblamiento no es antichilena, ni quiere desalojar a los habitantes de ese origen. Antes bien procura fijarlos, proteger sus derechos de extranjeros o argentinos nacionalizados. La solución buscada trata de poblar la Patagonia. Así los porcentajes de extranjeros disminuirán, sin que baje su número. De la misma manera se logrará una equiparación entre la baja densidad de población de la Patagonia argentina y la muy alta que exhibe la chilena.


SALESIANOS
En Río Grande (Tierra del Fuego) los salesianos mantienen una escuela modelo: 'la más austral del mundo, una de las 4 existentes en la Patagonia, una de las primeras agrotécnicas establecidas en el país. Cuenta con internado y vastos campos dedicados a enseñanza y experimentación. Los alumnos vienen de todos los niveles sociales, pero la mayor parte de los egresados se convertirán en los mayordomos de las extensas estancias del sur. Allí es obligado saberlo todo y para eso prepara la agrotécnica. Esta adaptación a las necesidades reales de una zona concreta podría servir de modelo a los esquemas de enseñanza que ahora se debaten en la Argentina, en una no muy fructuosa tentativa de conciliar la enseñanza con el país.
La Iglesia (generalmente por medio de la Orden Salesiana) mantiene una Universidad (Comodoro Rivadavia), un instituto de filosofía, 46 escuelas primarias, 14 colegios para bachillerato, 7 escuelas normales, 4 agrícolas y una mecánica.
La Universidad sigue la norma de detectar 1as necesidades de la región y de acuerdo a ello desenvolver investigaciones. Así atiende estas especialidades: geología de petróleo, ingeniería de petróleo, ingeniería mecánica, ingeniería civil, bioquímica y farmacia. Humanidades y derecho quedan relegados al norte por idéntica razón.

Revista Panorama
15.04.1969

ir al índice de Mágicas Ruinas

Ir Arriba