Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

RADICALES
VOLVE, CHINO, TE PERDONAMOS
"Qué sería del Partido si no existiesen estas divisiones! Lo contrario equivale ser una agrupación monolítica incapaz de responder al desafío de la rutina, y condenado a convertirse en una fuerza desteñida. No olvide que entre nosotros la sangre nunca llegó al río. Que nadie se engañe. Las diferencias podrán estirarse siempre y cuando no lesionen nuestros propios intereses."
Quizás, el dictamen del viejo líder radical metropolitano sobre la fractura de las huestes Yrigoyenistas tenga mucho de cierto. Es que, a veces, las luchas internas —si no alcanzan la periferia del caos— vivifican la sustancia partidaria. Por otro lado, a la hora de la torta, ¿quién va, a distraerse en reñir? En el reparto, las rencillas caseras suelen dar paso a una calma chicha. Siempre ocurrió. La última vez, que ahora ha ingresado al territorio de las anécdotas, fue en el año 1963.
Ese año, el radicalismo capitalino había conseguido doce bancas en el Concejo Deliberante. Seis por cuatro años y el resto por dos. La docena de escaños debía repartirse entre el unionismo y la intransigencia. Es decir, mitad para cada uno. Era lo recomendable, claro. Pero ocurrió que llegado el momento de decidir, los representantes de ambos bandos resolvieron que una inocente bolilla —ante autoridad legal— decretara la suerte de las plazas. La fracción que ganara se quedaba con los seis asientos de cuatro años. El todo o nada generó una expectativa sin igual. El azar favoreció
a los unionistas. El inspirador de la idea, Pedro Riú, ex presidente del CD, tiempo después declaró que jamás volvería a dejar en manos de la suerte bancadas obtenidas trabajosamente.
En realidad, ¿qué pretenden el unionismo, la intransigencia y ciertos grupos independientes, que vertebran el radicalismo de Capital? No hay duda que son mayoría los unionistas. Pero al fin y al cabo todo es de acuerdo al cristal con que se lo mira. Pues hay unionistas que parecen intransigentes, y viceversa. Otro tanto ocurre con los independientes. En el fondo, hay que decirlo, todos buscan la unidad, un objetivo que los preocupa desde 1945, cuando un cisma partidario alumbró las dos fracciones, divididas a favor y en contra de la Declaración de Avellaneda, una serie de principios cuyo objetivo era conectar al radicalismo con los importantes temas sociales y económicos del mundo. Por otro lado, ser unionista o intransigente es, más que nada, una postura sentimental dentro de la comunidad radical.
En los últimos tiempos, distintos medios informativos especulan sobre la actitud de cada grupo ante situaciones que deberán afrontar próximamente. Y en otros casos, por definiciones que hacen a la ética y tradición del Partido. primera plana auscultó, la semana pasada, las posiciones que dejan al descubierto la táctica de cada uno.
"Vea, con respecto al Gabinete de coalición —dijo a Primera Plana el líder unionista Julián Sancerni Giménez, caudillo de Palermo—, hay que descartarlo; al menos, en lo que al radicalismo se refiere. Personalmente, y en ocasión de inaugurar un local en la seccional 18ª, hace seis meses, dije que debido a la situación calamitosa de la economía del país, el Partido podría colaborar con algunos de sus hombres en procura de una solución. Fue una sonda que se perdió en el laberinto del Gobierno. Claro que ahora la cosa es distinta, tiene otras tonalidades. Y a esta altura, ¿quién puede ser el que resuelva el caos?"
Sancerni Giménez es claro y categórico en cuanto a las informaciones que le atribuían el deseo de postular al general Lanusse como candidato extrapartidario del radicalismo. "La UCR es un Partido que no tiene dirección vertical; en consecuencia, en su carta orgánica hay disposiciones expresas, terminantes, de los organismos deliberativos y efectivos con misiones específicas señaladas para cada uno de ellos. Ninguna figura radical por más prominente que sea puede auspiciar a un candidato sin cometer un error o caer en la ingenuidad. Esa potestad corresponde a la Convención Nacional, que en mayo venidero podrá elegir la fórmula integrada por hombres de nuestras filas o establecer la elección de una fórmula extrapartidaria de ciudadanos que no sean afiliados. Esto último lo descarto, pero se lo digo para su información. Y el unionismo se encuadra dentro de esos cánones y no propicia candidatura alguna."
Cree que la única solución para superar la crisis económica, y por ende la social, reside en los comicios, que deben ser honorables y garantidos. "Elecciones condicionadas, no. Serían rechazadas. Nuestro Partido, le aseguro, no toleraría una cosa así", sostuvo SG, quien por medio del unionismo brega por la continuación de Ricardo Balbín al frente del Comité Nacional. Piensa que en la coyuntura actual, la permanencia de El Chino es fundamental, máxime por los momentos que se avecinan. A tal punto, que lo considera irreemplazable.
Idéntica posición asume el adalid de los intransigentes, Francisco Rabanal, quien apoyará a Balbín para que continúe en el cargo. Lo que hay que deducir es que, en Capital, éste cuenta con unanimidad de criterio para mantenerse en el cargo. Las razones que esgrimieron tanto Sancerni como Rabanal exteriorizan un reconocimiento implícito a la ardua y fecunda labor que Balbín, según ellos, desarrolló sobre todo en el último lustro. Y como avizoran tempestades futuras, nadie mejor timonel que El Chino para conducir el barco a buen puerto.
No solamente en eso coinciden ambos jefes. Para Rabanal, una hipotética candidatura de Lanusse sostenida por su partido es algo que carece de sentido. "El radicalismo —enfatiza— se remozará actualizando su programa, que a no dudarlo será revolucionario. Basado en una filosofía social-humana, buscaremos la unidad, rechazando toda clase de combinación y acuerdo que estén reñidos con las tradiciones y la historia del radicalismo, tal como lo concibió Yrigoyen."
Revista Primera Plana
19.01.1971
PRIMERA PLANA N? 468 • 18/1/72

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