Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

María Elena Walsh
La manía por el éxito
Reportaje a María Elena Walsh

Al final en un arroyo
pues no quería dar nada,
por no dar un grito fuerte
lo llevé la correntada.
(“Versos folklóricos")

Parece que los argentinos nos desvivimos por el éxito. ¿Somos una sociedad exitista?. María Elena Walsh —de quien algunos, piensan que ya dijo todo lo que tenía que decir; otros que durará más de lo que sus detractores piensan— se largó sobre el tema. De cómo se tiene éxito y cómo se conserva. De si hace bien o si hace mal; si existe el mal de ojo y si hay muchos que sólo ven todo lo que quieren.

“COMO LA RULETA”
—El éxito es como la ruleta —dice María Elena Walsh—. Nunca se sabe a quién le va a tocar.
Claro, pensamos, algo de verdad hay en lo que dice. Pero es convencional.
¿Quiere decir que María Elena Walsh se escuda bajo algo superficial para no opinar sobre el asunto? Puede ser. Pero pensemos que estamos en un reportaje. Al comienzo de un reportaje. Y que ella ambicionó mucho el éxito. Trabajando. Sin cesar, que de pronto, nuestra pregunta, quizá la trasladó a una época de espera, de duda y desconcierto. Por eso, dejemos que cuente su versión:
—Empecé con libros de poesías para adultos —nos dice—. “Otoño imperdonable" data de 1947. Nadie lo quería editar. “Baladas con Ángel", también pasó inadvertido. Lo mismo que una obra para niños que estrenó Aulés: “Los sueños del rey Bimbo". Después vino un espectáculo de televisión. Tuvo repercusión limitada... Finalmente llegó 1962. “Canciones para mirar", espectáculo para niños, encontró repercusión insospechada. Lo mismo pasó después, con “Doña Disparate y Bambuco". Ahí logré lo que usted llamaría un éxito. Tal es así que ese año me dieron el premio Helena Rubinstein para teatro, aun cuando el teatro para niños era considerado un subgénero. ¿Y después? Bueno, “Canciones para ejecutivos" fue un éxito. Aunque no el espectáculo de televisión que hice el año pasado. Donde trabajaban por primera vez gente como María Rosa Gallo y Walter Vidarte... Sencillamente, ¡no nos dieron bolilla! Por eso creo que el éxito es como la ruleta.
Sin embargo, su disco “Cantemos en el mundo’*, fue un éxito grande. se lo decimos.
—Claro... Vendió 60.000 ejemplares. ¿Pero qué tiene que ver con lo que vende Favio, por ejemplo? O Palito Ortega? Esos son éxitos, creo yo.
Y tiene razón. Leonardo Favio vendió ya casi 500.000 discos con "Fuiste mía en verano". La ex mujer de Favio, María Vaner —como es público y notorio— fue creada como cantante por una grabadora, tratando de aprovechar el “boom" de aquél, vendió lo mismo que ella, 50.000 discos, con “Tu risa al viento". Es tan cierto como que una nueva grabación de una sinfonía de Mozart o Beethoven puede vender en el mercado con suerte, alrededor de 1.000 discos. ¿Quiere decir entonces que el que no da el “grito fuerte", el que no aprovecha la bolada cuando viene está perdido? Veremos, Pero acordemos que nada mejor que todo esto para pensar en la ruleta.

El trabajo de escribir versos es a veces triste y descorazonados... Escribir para los chicos es distinto. (“El reino del revés")
¿SE TRIUNFA EN LO QUE OTROS QUIEREN?
—Para mí escribir para los niños —dice María Elena Walsh— es lo mismo que escribir para adultos. Lo mismo que cantar, hacer TV... Yo quiero dar una visión general de la vida, una visión poética. No pienso en el éxito cuando trabajo.
Sí, María Elena, le decimos, todo eso es muy lindo. Lástima que la repercusión no sea la misma. ¡Y de alguna manera debe doler! Leonardo Favio, por ejemplo. Tantos años luchando por hacer películas. Tantos años de esfuerzo que dan como resultado una imagen humilde, de un artista empeñoso y desafortunado. Y de pronto, el éxito. Pero no precisamente en lo que más ambicionaba, sino en la canción. Un tipo de actividad que siempre lo contó como aficionado y que ahora le da millones. “Me considero uno de los grandes directores cinematográficos de América”, dijo el 22 de marzo, al debutar como cantante en Montevideo. ¿Qué quiere decir esto? ¿Hay petulancia, en la afirmación del joven cantor, e indudablemente talentoso director; No. Resentimiento. Auténtico dolor por una vuelta del destino que lo hace millonario y famoso en una actividad que sólo fue para él antes un hobbi. Lo mismo podría decirse de Federico Luppi, que ansió siempre ser un gran actor a lo Jouvet o Laurence Olivier, pero que se ganó las tapas de Radiolandia por su trabajo en teleteatros, donde descolló por su talento, claro, pero sobre todo por su magnetismo varonil. ¿Acaso Haydée Padilla, protagonista de obras de Brecht y O'Neill, quería terminar siendo identificada con “la Chona”? Le hablamos a María Elena de este problema, pensando que su afirmación es un poco convencional. Ella puede amar su poesía para mayores tanto como la que hace para niños. Pero es esta última la que la hizo famosa. Y no la primera, en la que incursionó desde siempre.
—Sí... El éxito con un libro de poemas para adultos es más limitado —confiesa—. El éxito que más quiero es el que pueda tener con los chicos.
—¿Por qué? —preguntamos.
—Porque me da la impresión que la respuesta de los chicos es más sincera y permanente que la de los grandes,
—Parece que hay cierto menosprecio hacia el juicio de los adultos... Los hay, que darían su vida por Neruda, o Eluard, o Lorca...
—¡Sí!... Posiblemente sea entonces un problema mío de inseguridad... (Bastante infantil! Tengo miedo a los adultos... Me siento muy criticable ante ellos... En cambio los chicos me aceptan sin reticencias... Es una cosa mía, personal y semineurótica...
—Y falsa... Porque usted, María Elena, ha tenido éxito con los grandes ...
—¡Es cierto! Era una carta difícil de jugar... Pero salí a hablarles a los adultos... Y me salió bastante bien... Se trata de un miedo bastante infundado, ¿no? ¡Ya no me identifican tanto con los chicos!
Todos sabemos, tanto ustedes que leen la nota, como nosotros que la escribimos, que la disyuntiva de María Elena era de otra esfera, pertenecía a otra aleación de metales más nobles. En efecto, el teatro para niños de María Elena no fue “una agachada”, sino una expresión en un género diferente, que por otra parte sirvió para revolucionarlo, ya que el teatro infantil tiene un antes y un después desde “Canciones para mirar”. De todas maneras Mana Elena Walsh no reincidió ni repitió su imagen, sino que se lanzó a cubrir otro campo con el que ambicionada comunicarse. Así nació “Canciones para ejecutivos”. El que arriesga nada, dice el adagio.
—María Elena, ¿qué imagen quiere dar a los demás?
—La de un juglar, que canta tanto para chicos como para adultos.

En la cordillera
Planté un arbolito
Porque ahora se estila
Querer muy poquito.
(“Versos folklóricos”)
EL PODER Y LA GLORIA
“El éxito es mujer”, dicen muchos. El éxito es caprichoso, quieren decir.
Ya oímos a María Elena: es una ruleta, despierta miedo. Sin embargo, ¿cómo se siente uno ahí arriba? Lo vemos a diario en el cine, en la televisión. El ídolo que sale de un auto, por ejemplo, y es apretujado por la multitud. “Es una sensación inolvidable —dijo una vez Robert Kennedy—, Sentir la presencia física de la gente. A mí me infunde calor, energía”. ¡Y pensar que uno hubiera imaginado que podía producir náuseas o desmayos! No: ese hombre que trata de dar la mano a todos los que puede, mientras los demás lo tocan, le gritan o simplemente mencionan su nombre, vive un momento de intensa felicidad que lo ratifica. Llámese Robert Kennedy, De Gaulle o Palito Ortega. Otros no opinan lo mismo.
—Me horrorizaría tener éxito masivo —dice María Elena Walsh—. Me gusta la sensación de libertad que da el éxito; las puertas que a una se le abren, la independencia económica de que se goza... Pero cuando el éxito el excesivo, en mi opinión la cosa se vuelve penosa. No se tiene libertad de andar por la calle por temor a que a una la reconozcan, una es esclava de los demás, depende de las artimañas que hay que hacer para mantener el prestigio... Se tiene que... no sé, casarse en público; actuar permanentemente, sin tiempo a renovarse; salir en revistas todos los días; ver gente no por placer sino por interés... No se tienen vacaciones...
—Entre nosotros, María Elena... El éxito es lindo sin embargo. ¿No?
—¡Claro que sí! Pero, ¿de qué tipo? Charles Aznavour tiene mucho éxito. Pero no lo quiere nadie. Es un tipo odioso. Inspira consideración... sí; pero no cariño...
—¿Qué tipo de éxito le interesa?
—Yo doy afecto y busco afecto... Pese a su talento y sinceridad, en el fondo Aznavour busca dinero y poder.. .
—Dinero y poder... ¡Hum! ¡No está mal!
—Es feo buscar la plata en sí misma! En cuanto al poder, no me gusta ni tenerlo, ni acatarlo...
—Sin embargo, no es una mala palabra, María Elena...
¡Autoridad, sí! ¡Autoridad, si me gustaría tener! La palabra poder... no sé por qué la asocio con prepotencia e injusticia... La autoridad tiene una connotación moral... Puede ser necesaria ... buena.. .
—¡Claro que sí! No todos los que llegan a la cúspide son precisamente un ejemplo. Algunos, por ejemplo, llegan con la premisa “no innovar”. Mientras siga todo así, yo duro. Otros, en cambio, esperan llegar a tener poder (o autoridad, según le guste), para influir sobre las cosas. Tratar de cambiar a la gente... ¿Usted no cree que un tipo de éxito está condicionado por la sociedad? Por el nivel económico de un país... por su momento político...
—No entiendo mucho qué quiere decir...
—¡Bueno! Se dice que el tono estático de las canciones de Palito Ortega responden a una actitud también estática de las masas después de la caída de Perón......Que en otros países, las canciones de protesta responden a determinada condición de su Juventud, etcétera...
—Mire... No soy muy partidaria de la sociología silvestre...
—Está bien...
—Lo de Palito es bueno... Cosas sencillas, directas...
—Si piensa así...
—El éxito de Favio, para mi, responde a que tiene una voz muy parecida a la de Perón... Actúan también resortes psicológicos... tal vez extraños... Cierto humor...
—¿Cuál es su comportamiento al respecto?
—|Ya le dije! Yo no fabrico canciones en tono comercial,.. Absorbo las cosas que me pasan.,. Estoy inmersa en la gente... y luego canto, lo que se me da por cantar..,
Grandes amores, pequeños afectos, dijo alguien. Detrás de la pasión desenfrenada hacia un ídolo, se intuye una gran vacuidad individual. Esta puede ser materia para una canción. Y este individuo, objetivo de una canción. Eso es lo que piensa María Elena Walsh.

Es mejor la paz resfriada
que la guerra con salud.
(“El reino del revés"}
COMO SE LLEGA, COMO SE QUEDA
—Estuve en un Festival de la Canción, en Punta del Este —dice María Elena Walsh—, Fue penoso. Eran 20 canciones inéditas, pero todas tenían el mismo ritmo. Eran dos o tres notas y dos o tres palabras, que a veces cambiaban. En vez de “Estrellas del sur”, decía “te amo”. No encontré ningún rasgo nuestro en ellas. Eran baladas europeas... hechas una tras otra, como salchichas. Nada sudamericano...
—Mejor una chacarera de mal gusto que...
—Exacto. Yo quiero ser juglar, pero de nuestras cosas... Quiero reflejar la realidad (no describirla, qué huele a inventario). Por eso viajo mucho al interior. Ahora vamos a hacer una gira con “Canciones para ejecutivos”. Precisan mucho arte en el interior. Arte sincero. Yo nunca fabriqué un éxito... No sé ni hacerlo ni venderlo, aquí o en el interior.
—¿Cómo se fabrica un éxito, María Elena?
—Bueno... ¡Usted sabe! Hay una “receta” y todo...
—Quiero oírla contada por usted.
—Se organiza una tremenda promoción ... Con obsecuencia... dinero... Después, se crea la mercadería. Para las necesidades de consumo del momento. Por ejemplo... con las canciones de moda.
— Da miedo... Y la “receta”, ¿siempre funciona?
—Creo que aparte del camelo tiene que haber talento.
—O... habilidad para la sofisticación. Ricardo Mejía parece haber sido un genio al respecto. Y si no, que lo digan Palito Ortega, Lalo Fransen, Johnny Tedesco, Violeta Rivas, Nicky Jones y tantos otros. Es ya de antología aquello que le dijo a un conocido cantor del grupo, que seria “el chico triste que nunca se ríe”. Tenés los dientes a la miseria; si las mujeres te los ven, sonaste”.
—Yo siempre pensé que a un fabricante de éxitos, éstos no le duran más de seis meses... Pero, claro, también es cierto que con lo que ganan en seis meses los fabricados viven después años... Conozco gente a patadas que tiene éxito y son una mentira. Sin embargo, los respetan... Tienen una gran habilidad... Practican la simpatía sistemática... Las relaciones públicas... Crean cofradías para que sigan manteniendo ese mito, ese camelo...
—¿Usted no usa las relaciones públicas?
—Aunque parezca mentira, soy incapaz de seguir una fórmula en materia de éxitos. El recital del teatro Regina, por ejemplo. Sólo salló un avisito a tres columnas en los diarios, anunciando el estreno. Lo que pasa es que después vinieron los críticos... les gustó... y ellos promocionaron el espectáculo. La aparición simultánea del disco “Canciones en el mundo” fue casual.. .
—María Elena, a esta altura del reportaje, ¿podemos hablar todavía ingenuamente? Otra vez me dice que el éxito no le preocupa... que lo descuida ...
—¿Qué quiere que le diga? Hay una manía con el éxito. Vivimos en una sociedad de maratonistas. Tener éxito es ahora pisarle la cabeza a los demás... Los escolares, lo primero que hablan es del éxito. Sólo del éxito hablan Radiolandia, los canales de televisión ...
—¿Es que la gente no pide otra cosa? ¿A la gente no le interesan éxitos de otro tenor, como el Jorge Luis Borges en la novela, o el de un médico premio Nobel?
—Yo creo que a la gente le interesa... Y le interesaría más si se apuntara en esa dirección. Si en vez de destacar valores efímeros, los medios de difusión bombardearan con el éxito pero en otros valores...
—¿Qué le diría a la gente que busca el éxito?
—¡Tantas cosas! Creo que hay gente que tiene más éxito que yo porque sigue una línea sola... que es la de hacerse promoción... En cambio yo,
no sé .. . o sigo presentando mis trabajos con inseguridad... con miedo a fracasar... A la gente deslumbrada por el éxito, que trabaja pensando también en él, ante todo le diría que sea sincera. Que haga lo que siente...
—Que también siga una línea sola... Pero la de su expresión...
—Y después que trabaje muy seriamente y muy duramente en su oficio. Parece una pavada, pero no: se improvisa y se macanea mucho... y a las macanas, a la larga se las lleva el viento...
—Díganos qué gente admira. Gente cuyo éxito piensa que fue justamente logrado. Eso puede ayudar a comprenderla.
—Neruda. Porque es un gran poeta. Carson Mc Cullers... La autora de “El corazón es un cazador solitario”, “La balada del café triste” y otras cosas...
—¿Porque es mujer?
— ¡Mire... yo no soy racista! Y después, los grandes cultores del Music Hall: Edith Piath, Frank Sinatra, Judy Garland, Charles Trenet... En una palabra: todos los que aprendieron en contacto con la gente, los que fueron permeables a la gente, y a las cosas. Los que fueron como ellos. Lo dice Simone de Beauvoir en su libro sobre Brigitte Bardot. Sartre, en numerosos de sus últimos ensayos. La gente tiene una especie de fascinación por el éxito debido a la casualidad. “Ayer no era nadie; y hoy, sin que nadie lo pensara...”. ¡Un poco como la lotería! El éxito conseguido luego de años de pacientes estudios, no sorprende. En cambio el otro... ¡qué extraordinario! Es simplemente la varita mágica. Quiere decir... que mañana me puede tocar a mí... Sin que haga nada por lograrlo... ¿Otro de los males del siglo? Una de las características de las sociedades de masas? Tal vez.
Nuestra misión termina con el reportaje. Las conclusiones, amigo lector, deberá sacarlas usted. Así, serán su propio tesoro.
Las copas se vaciaron y un cierto clima de desconcierto quedó flotando en el departamento de la calle Laprida. María Elena Walsh miraba con temor en haber asumido una actitud equívoca. Era también un poco así, pero no podía ser de otra manera. Hablar del éxito de por sí es urticante. Es un poco como si en la aduana a uno le preguntaran si trae contrabando. Enfrascarse en una discusión de este tenor, es justamente demostrarse culpable. En el tema del éxito, como en el del contrabando, la posición más “astuta” —según es público y notorio— es la de no decir nada. María Elena Walsh asumió la actitud contraria y sólo por eso ya le damos las gracias. En un medio donde la mayoría de la gente dice “no me interesa el éxito”, “no sé qué es ni de dónde viene”, ella fue un poco más lejos. Y ahora usted, amigo lector; si este reportaje lo deja insatisfecho, le proponemos que la diferencia se le eche a la cuenta del éxito; una de sus virtudes mayores es la de resplandecer siempre, la de dejarnos con la sensación de que no sólo no hemos agotado su tema, sino que ni siquiera hemos llegado al meollo del asunto. Pero siempre es así. Se lo aseguramos.

Revista Extra
05/1969
María Elena Walsh
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