Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Retorno de Perón
Semana Política
Crepúsculos y amaneceres
En un tiempo, nadie dudaba de las informaciones sobre la política argentina emitidas desde el Uruguay. Eran una suerte de maná impenitente. Las cosas cambiaron desde 1955: la semana pasada, un diario de Montevideo publicó el acta de una presunta reunión de militares argentinos, celebrada el sábado 7, en la cual se habría decidido plantear al Ejecutivo el descontento castrense por la marcha del gobierno. Ese descontento se canalizaría a través de una Operación Crepúsculo y tendría, como fecha tope, el 23 de diciembre.
Al día siguiente, el ministro de Defensa Nacional, el secretario de Guerra, el comandante en jefe del Ejército y otros altos oficiales mencionados por el diario uruguayo, desmintieron la noticia, la tacharon de “falsa” y “absurda”. Pero la versión del matutino Época coronó una semana de suspensos y ríspidos choques ideológicos esparcidos el jueves, cuando el fantasma del retorno golpeó como nunca antes a Buenos Aires.
Otros hechos no menos trascendentes se acumularon:
• El campo gremial aumentó su agitación interna: “La espera tiene un límite”, dijo José Alonso, secretario general de la CGT, en un almuerzo del martes. Ese límite se conocerá en estos días, cuando el Comité Central Confederal se reúna y trate la reanudación del Plan de Lucha.
• Los comicios universitarios para designar consejeros estudiantiles y representantes de los egresados, se desarrollaron en forma parcial, por primera vez, desde que en 1957 se consolidó el gobierno tripartito en la Universidad. La semana pasada, esos comicios se realizaron en seis de las nueve Facultades y se completarán el 24 de noviembre. La elección de los 36 delegados estudiantiles —cuatro por Facultad— que luego designarán sus 5 voceros en el Consejo Superior, es considerada como el mejor termómetro universitario. Hasta el momento, las condiciones tienden a señalar que la línea humanista acaparará la mayoría de aquellos 36 votos, con lo cual podría desplazar la hegemonía de los reformistas de izquierda que se impuso, entre los consejeros estudiantiles, en 1963.
• En el ministerio de Relaciones Exteriores cundió el abismo que separa al doctor Zavala Ortiz del subsecretario Ramón Vázquez. Poco antes de partir a Chile, a la ceremonia de asunción de mando del presidente Frei, el canciller restringió a él y a sus secretarios privados la potestad de firmar los cables que el ministerio envía diariamente al extranjero. Era una manera de desautorizar al subsecretario de RR. EE., a cuyo cargo estuvo esa tarea desde tiempo inmemorial. Moraleja: atacado desde la secretaría de Guerra por su política internacional “neutralista”, deteriorado por la pugna con el pro-norteamericano Vázquez, algunos observadores conjeturan que podría acortarse la permanencia de Zavala en la Cancillería.
• El general Ignacio Avalos se entrevistó con tres líderes estudiantiles para organizar el debate que les prometiera hace menos de un mes. Su respuesta los desanimó: “No, mesa redonda, no. Acepto discutir los problemas en la facultad, en la secretaría de Guerra o en mi casa. Públicamente, no. Soy un hombre de gobierno, no quiero polémica.”
Entre tanto, el retomo movía sus tentáculos. Juan D. Perón, en una carta a Radio España, señalaba: “Yo no suelo fallar, pero las circunstancias a veces ahorcan.” Al parecer, fructificaba la presión del gobierno de Franco para que Perón aminore sus actividades políticas en aquel país. Tanto, que los medios justicialistas señalaron a El Cairo como futuro domicilio del ex presidente, si se lo forzaba a abandonar Madrid.
Coincidentemente, Carlos María Lascano telegrafiaba a Antonio Cafiero desde la capital española: “Acontecimientos se precipitan.” En Buenos Aires, algunos hombres de gobierno advertían la necesidad de convencer al general Alejandro Lanusse (se le atribuye esta decisión: “Si Perón se acerca, yo me planto en la Casa Rosada”) de que la política de Illia terminará por ahuyentar a Perón.
Era la consecuencia de un esquema, negado por las esferas militares azules, según el cual Lanusse sería trasladado a otro cargo, y la división blindada de Campo de Mayo pasaría a Tandil, bajo el mando del coronel Manuel A. Laprida; así, Buenos Aires quedaría al margen de una reacción antiperonista inmediata —entienden los sectores colorados y violetas— y los azules tendrían vía libre para pactar con Perón o derribar a Illia con el pretexto de la llegada del ex mandatario, que impedirían, a fin de negociar desde el gobierno con los sindicatos peronistas. El esquema no sólo circuló entre los colaboradores de Illia; también, en los círculos frondicistas y peronistas.

Psicosis
La importancia de llamarse Carrasco
El sábado 7 de noviembre, por la tarde, una explosiva noticia atravesó los solitarios corredores del Palacio San Martín, siguió hasta rebotar en los afelpados despachos de la Casa Rosada y luego, saltando juguetonamente, fue a detonar junto a la puerta de los cuarteles. Venía en un cable firmado por Juan Gauna, el embajador argentino en España, y estaba concebida en estos términos: Llega a Carrasco, miércoles once treinta.
retorno de PerónPor los menos, esto fue lo que trascendió hacia la periferia de la Cancillería. El posible arribo de Perón conmocionó a los grupos dirigentes, en la calle la noticia se fue dividiendo en mil crepitantes versiones, el domingo por la madrugada algunos dirigentes peronistas habían detectado ya una de ellas. De esta manera, en el peronismo la semana comenzó entoldada de rumores. Les tocaba a los dirigentes elegir: ellos podían creer o no en las noticias de sus adversarios. Optaron por lo segundo, y el lunes por la mañana el activista Gustavo Rearte anunció telefónicamente a los diarios que “los servicios de inteligencia, ante el inminente viaje de Perón, se apresuran a confundir a la opinión pública a través de la difamación y los falsos comunicados”. “Todo esto es una trampa de la SIDE”
(Secretaría de Informaciones del Estado), confidenció un suspicaz dirigente justicialista a PRIMERA PLANA.
En la tarde del lunes, la Comisión del Retorno, que ha quedado a cargo del operativo luego del viaje de sus titulares a Madrid, expresó en un comunicado: “Ante la acentuación de rumores y versiones propalados por los servicios de información gubernamentales, se declara falsa y confusionista cualquier clase de directiva que no emane de la Comisión Nacional, en cuanto se vincule con el inminente regreso de Perón.” Un miembro de ese organismo, que pidió se reservara su nombre, dijo al cronista, luego de una reunión que se llevó a cabo ese lunes en Talcahuano 451: “El gobierno trata de confundirnos para que movilicemos al peronismo; si consiguieran esto dos o tres veces, cuando llegue Perón verdaderamente, ya nadie va a creer en nosotros.”
Los círculos oficiales vivían, en cambio, momentos de verdadero nerviosismo; un informe que Juan Gauna envió hace veinte días a Miguel Ángel Zavala Ortiz señalaba que Perón abandonaría realmente Madrid —y quizá España—, aunque no pueda preverse el punto final de su itinerario. El telegrama que se conoció el sábado 7 adquiría entonces ribetes de veracidad. Para esos momentos, Perón enviaba misteriosas instrucciones: a Jerónimo Vinti, titular de la Junta Ejecutiva Justicialista de Santa Fe y hombre prácticamente desconocido, lo invitaba a visitarlo en Madrid —orden que Vinti cumplió de inmediato— “para realizar una tarea especial”. Al mismo tiempo, Vandor e Iturbe viajaban desde Madrid hacia París y, según luego se supo, visitaron varias compañías de aviación privadas, consultando precios de fletes para un charter (avión alquilado) tipo DC8. “Nosotros quisiéramos que el general viaje directamente a la Argentina —argüyó Iturbe entonces— y que el viaje fuera mañana mismo, pero la decisión está todavía en estudio.”
Entre tanto, Perón continuaba en Madrid con su aburguesada rutina: el martes concurrió al cine “Princesa” de esa capital, en compañía de sus amigos, para ver el film Buenas noches, Buenos Aires. Hugo del Carril, el director, compadre de Perón, lo recibió en el hall. El hecho se conoció en Buenos Aires, y del Carril fue excluido de la delegación argentina a un festival cinematográfico hispanoamericano que se realizará en Acapulco (México). Los motivos no fueron explicitados.
Aún el martes por la mañana la Comisión del Retorno emitía una información de prensa señalando “las maniobras de las usinas del gobierno empeñadas en la tarea de inventar directivas y directivos”. El último párrafo se refería, casi directamente, a Guillermo Patricio Kelly, cuyas declaraciones en Montevideo tendieron a demostrar que “al peronismo de hoy no le interesa la ubicación geográfica del general”.
Sólo por la tarde los directivos peronistas desarrugaron el entrecejo y se recuperaron: ese día se supo la verdad a través de la complicada línea de informaciones peronistas que opera por medio de llamadas telefónicas entre Madrid y París (Jerónimo Remorino), luego hasta San Pablo (Brasil), donde escuchan los epígonos de Adhemar do Barros, en seguida a Montevideo y luego, por la vía personal ya, hasta Buenos Aires, vía Carmelo (Uruguay) a Tigre (Argentina). El miércoles a las once y treinta de la mañana debía llegar a Ezeiza, Néstor Hugo Carrasco, un dirigente del gremio de la carne que ha viajado por los países del medio Oriente y que, en ese momento, era considerado portador de un mensaje de Perón al plenario del justicialismo. Los peronistas entendieron que el telegrama de Gauna estaba aludiendo a este arribo menor. Una sumaria compulsa permitió confirmar las sospechas: los empleados de la sección Clave de la Cancillería anunciaron compungidos a sus superiores que en la versión oficial “se intercaló, erróneamente, un stop de más”. El texto correcto era: Llega Carrasco. Stop. Miércoles once treinta, que equivocadamente se descifró así: Llega. Stop. Carrasco. Stop. Miércoles once treinta.
Ni siquiera de esta forma la certeza afloró en la semana retornista: el miércoles a las 11.50 de la mañana llegó a Ezeiza, en el vuelo normal de Aerolíneas Iberia, el secretario de Perón, Manuel Algarve. Permaneció poco tiempo en el aeropuerto: su misión lo encaminaba a Santiago de Chile donde solicitaría visa de turismo para Juan Domingo Perón. Junto con él, pero destinado a Buenos Aires, llegaba Francisco Prado, secretario del gremio de Luz y Fuerza, que traía —él, en lugar de Carrasco— no una sino tres comunicaciones de Perón dirigidas a la Comisión del Retorno, a la Confederación Gremial Universitaria y al Movimiento Juvenil Peronista. Sorprendentemente, Perón decía lo
mismo en los tres mensajes: su regreso se concretaría antes del 31 de diciembre.
Al promediar los siete días, una plácida distensión llegó al peronismo y a las esferas oficiales simultáneamente. En el peronismo se tenía la convicción de que el líder llegaría a la Argentina, o a algún país vecino, entre el 20 y el 30 de noviembre. Los oficialistas calculaban, por el contrario, que Perón optaría por emitir una declaración hacia la Navidad, anunciando que su retorno quedaba diferido hasta el 25 de mayo de 1965, fecha también “indefectible”.
Pero esa tarde comenzó a cerrarse el círculo internacional en torno de Perón: confirmando la resolución uruguaya de no recibirlo en ese país, las emisoras privadas (ANDEBU) proclamaban que “no permitirían su utilización por el ex dictador ni por sus agentes”. Con certeza, no olvidaban la incumplida orden de bombardeo que impartió Perón sobre ellas poco antes de exiliarse, en 1955. En seguida, el gobierno de Chile declaró “altamente inconveniente” la presencia allí de Juan D. Perón. Para muchos radicales del Pueblo, éste era el fruto buscado de la posición complaciente que Zavala Ortiz mantiene en torno de los problemas de límites con los países vecinos de América.
En la madrugada del jueves, finalmente, la tensión contenida y aparentemente disuelta estalló por dos costados: la Cancillería y las Fuerzas Armadas. Entonces llegó al Palacio San Martín un nuevo anuncio, esta vez del embajador Ernesto Sammartino, destacado en Lima: “Perón —aseguró Sammartino— Vuela hacia Santiago de Chile.” Poco más tarde, la torre de control de Antofagasta advertía a la división Circulación Aérea de la secretaría de Aeronáutica que Perón había despegado de allí en vuelo hacia la provincia de Mendoza en la avioneta LVH II. También los jefes aeronáuticos quedaron entrampados por la nerviosidad, al mediodía del jueves. Pero los organismos responsables denunciaron la parodia: Perón seguía en Madrid. ¿Cuál fue entonces el origen de la versión que aceleró preparativos militares en todo el país? Sammartino dice haber recibido noticias desde Chile, e igual versión se suministra extraoficialmente en la secretaría de Aeronáutica.
Otro rumor comenzó a prosperar de inmediato en Buenos Aires; hasta los más cautelosos observadores, sin certificarlo, comenzaron a suponer que un sector del Ejército —señalaban al general Osiris Villegas— aprovecharía la agitación retornista para apoderarse del gobierno (con el pretexto de impedirla) y luego pactar con el peronismo; este sector militar habría sido el difusor del presunto e inminente viaje de Perón. Otros indicaban a la SIDE, cuyo director Medardo Gallardo Valdez es colorado, como Sammartino.
El viernes, uno de los estrategos del ministerio del Interior comentó a PRIMERA PLANA: “De los sectores antiperonistas, dos son sinceros: el presidente Illia y la caballería de Campo de Mayo (Alejandro Lanusse). Pero Illia trata de resolver la charada retornista por la paz, y los ‘blindados’ quieren la guerra. Es preciso ahora que ambos grupos lleguen a un acuerdo.” Para entonces el peronismo realizaba, en Salta 1301, un gigantesco plenario nacional donde se decretó la movilización sin fecha fija de todos los simpatizantes. En las semanas próximas la agitación —actos relámpago, volantes, marchas cívicas, etc.— irá en aumento. Durante el sínodo sólo se vieron rostros rebosantes de júbilo: en la carta que Prado trajo a Buenos Aires, Perón aseguraba otra vez que “antes de fin de año les daré personalmente un gran abrazo”. Ese abrazo que la juventud peronista ribeteaba con su picaresca natural: “Saquen sus pañuelos | saluden al avión | ahí viene un presidente | que se llama Juan Perón.” Así se disolvió el “último plenario justicialista antes del retorno”.

Revista Primera Plana
17.11.1964

retorno de Perón

ir al índice de Mágicas Ruinas

Ir Arriba