Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Subversión
ARGENTINA
¿Estalló la subversión?
Desde la noche del pasado martes 24 Buenos Aires se trasformó en capital del estupor ante la verdadera precipitación de violencia desatada con el rapto del cónsul paraguayo Waldemar Sánchez

A las 10.34 del miércoles 25, cuando el presidente Alfredo Stroessner estrechaba la mano de su colega argentino en el Aeroparque capitalino, el país acababa de ingresar en el asombro, en la segunda mitad de una semana insólita:
• Menos de 24 horas antes, un autodenominado Comando de Liberación Nacional capturó a un funcionario de quinta jerarquía, el cónsul paraguayo en Ituzaingó, Corrientes, Waldemar Sánchez, en prenda de rescate por dos rehenes de la policía, hasta entonces desconocidos: Carlos Della Nave y Alejandro Baldú, aparentemente vinculados con el comando subversivo.
• En la mañana de ese mismo día (martes 24), una operación espectacular cuidadosamente preparada por Coordinación Federal y la policía política, culminaba con el descubrimiento de un aguantadero terrorista en Luján, perteneciente al grupo armado que el 5 de abril de 1969 asaltó un puesto de guardia en Campo de Mayo.
• Por la noche, un Comet IV de Aerolíneas Argentinas que volaba de Córdoba a Jujuy pasaba a ser el segundo avión del país capturado por un grupo comando para el consiguiente desvío a Cuba.
• A todo esto, la provincia de Corrientes colmaba la dosis de estupor con un ruidoso incidente que culminó en una orden de detención contra el arzobispo, monseñor Francisco Vicentín, y en un decreto de excomunión, firmado por éste, contra el cura tercermundista Raúl Oscar Marturet.
• Por supuesto, nadie percibía noticias como la que se originó en esa misma provincia a raíz de la designación del profesor León Horacio Gutnisky como ministro de Educación y Salud Pública, acusado de malversar fondos por el ex rector de la Universidad del Nordeste.
Es que la repentina precipitación subversiva que anegó las primeras páginas de todos los diarios también relegó al ostracismo la visita del presidente paraguayo y su safari, en los lagos del sur argentino. No sólo eso: ambos mandatarios, durante el almuerzo que los reunió en la Casa Rosada al mediodía del miércoles, tuvieron que dejar de lado los temas previstos en una agenda informal (las suspendidas importaciones de productos cítricos paraguayos en el mercado argentino, las innecesarias compras de yerba mate a los productores guaraníes en virtud de burocráticos acuerdos de la ALALC y la cada vez más improbable construcción de la represa energética Saltos de Apipé que suministraría electricidad a ambas márgenes del río Paraná) para abocarse casi exclusivamente al estudio de la actitud a adoptar frente al secuestro del diplomático, una “bomba'’ capaz de originar imprevistos, ríspidos rozamientos entre los dos países (ver recuadro con reportaje al canciller paraguayo, Raúl Sapena Pastor).
Primera secuela: el país pareció quedar a merced de comandos extremistas. En la tarde del miércoles 25 una bomba de alto poder hizo volar la mitad del séptimo piso de una casa de departamentos de la calle Julián Alvarez 2481, donde se suponía que moraba el dirigente izquierdista Jacobo Tieffenberg, presidente de la Federación Universitaria Argentina, segando la vida de una mucama de veinte años e hiriendo de gravedad a otra. El atentado, perpetrado por un grupo de extrema derecha —a cuyo frente militaría un marino retirado— que se identificó como Comando de Represión, no sólo arrojó la primera víctima mortal de la onda subversiva: acababa de nacer en la Argentina una réplica simétrica del temible Escuadrón de la Muerte que actúa en Brasil. Hay otras simetrías no menos alarmantes: el método utilizado por los raptores del cónsul paraguayo es idéntico al utilizado por los terroristas brasileños (iniciadores del sistema) en el caso del embajador norteamericano Charles Burke Elbrick, en setiembre del año pasado y el más reciente del que fue víctima el cónsul japonés en ese país. Simultáneamente, el mismo día que Buenos Aires vivió los sobresaltos (la simple aparición de un cartel tipo “sandwich” en la hipersensibilizada zona bancaria causó alarmas y corridas), los extremistas de Santo Domingo lograban el canje de 21 presos políticos por el agregado militar norteamericano, capturado el martes 24. Pero el caso argentino aportó una innovación tan imprevista como los propios sucesos: cuando en la noche del miércoles un comunicado oficial emitido desde el Ministerio del Interior hizo saber que el gobierno no entraría en ningún tipo de negociaciones para rescatar al cónsul, por primera vez el método perdió infalibilidad. Así, el gobierno jugó a un precio muy alto su prestigio internacional, pero los raptores ingresaron en un callejón sin salida.

LA ANDANADA
Más allá de la seguidilla de comunicados metidos en retretes de
bares y recintos eclesiásticos el anuncio de cuya existencia comenzó a azotar a las redacciones en la noche del martes, aparecía cada vez con mayor nitidez un comando vacilante y sensible a presiones. Porque el primer plazo anunciado junto con la noticia del rapto vencía a las 10 de la noche del martes 24. Inmediatamente, a partir de la prórroga que se extendió hasta la misma hora del día siguiente, el drama adquirió ribetes de una carrera descontrolada cuyo signo principal, por parte de los raptores, fue el aplazamiento. Ello le dio tiempo al gobierno para montar una contraofensiva en dos frentes: en la tarde del miércoles se inició una serie de “razzias” en procura de posibles implicados, junto con una acción concertada de los organismos de seguridad e inteligencia para la búsqueda sistemática del "aguantadero” del cónsul; el segundo instrumento puesto en juego fue un ardid: desplazar a la esfera de la justicia el eje de las decisiones que hasta ese momento fincaba en el despacho de Juan Carlos Onganía.
Fue el modo elegido por el gobierno para respaldar su decisión política: no negociar con los extremistas. Con todo, durante el día miércoles, el oficialismo aún parecía no tenerlas todas consigo: por la tarde, un alud de versiones aseguraba que también había sido secuestrado el agregado militar de los Estados Unidos. Pero lo principal era que los captores reclamaban la libertad de dos presos, mientras la policía aseguraba que sólo tenía a Della Nave y que el segundo, Baldú, se hallaba prófugo. Al mismo tiempo, una gestión del embajador norteamericano John David Lodge parecía comprometer al gobierno en la búsqueda de una salida negociada. Cuando, al término de la visita de Lodge, el canciller Juan B. Martín se encaminó hacia la residencia de Olivos para consultar con el presidente, debió aguardar durante más de tres horas hasta ser atendido. Juan Carlos Onganía departió en privado con un grupo de periodistas capitalinos hasta cerca de la medianoche, sin admitir interrupciones, cumplimentando una invitación que había sido cursada dos semanas atrás. Al emerger, por fin, de la residencia, Martín declaró insólitamente que él se hallaba dispuesto a conversar con los raptores si ello contribuía a encontrar una solución, “ya que también son argentinos”. El propio gobierno parecía albergar márgenes de confusión.

EL CERCO
De ahí que la primera actitud de la Cámara Federal, al tomar conocimiento de que le había sido endilgada la responsabilidad por el destino de los detenidos, fuera resolver su libertad —en principio— para posibilitar el canje. Pero a las 3 de la mañana del jueves (los extremis-’ tas habían anunciado una nueva prórroga hasta el mediodía del 26 que luego se extendió a la medianoche y más tarde a las 8 de la mañana del viernes, batiendo records de suspenso y desconcierto) hubo otro vuelco inesperado: en la sede de la Dirección de Investigaciones Políticas Antidemocráticas el juez Jorge Luque, titular del Juzgado Nº 3 con asiento en San Martín, provincia de Buenos Aires, exhibía ante los periodistas una declaración de Della Nave según la cual renunciaba a ser canjeado, manifestándose “respetuoso de la justicia y de las leyes de su país” y el deseo de enfrentar “las eventualidades del proceso”. Entonces, las denuncias de torturas de que habrían sido objeto Della Nave y Baldú (a este último se lo dio por muerto) parecieron cobrar cuerpo: Della Nave no fue exhibido en la conferencia de prensa, mientras su padre era virtualmente extraído del asedio periodístico por presurosos agentes. Resultaba contradictorio que un convicto de "conspiración para la rebelión y el robo”, manifiesta actitud de rechazo no sólo de las leyes vigentes sino del orden constituido, se acoja repentinamente a ellas. Dos horas después, sin embargo. Della Nave era exhibido ante las cámaras de televisión.
Lo cierto es que esta vuelta de tuerca desconcertó aún más al "comando del aplazamiento”, como se dio en llamar al grupo subversivo. Los comunicados que afloraron el día jueves se desentendían de los hechos y amenazaban, en cambio, con iniciar una matanza de "gerentes de empresas norteamericanas”; una desesperada apelación al absurdo.
Pero en medio del fárrago y la tensión de los sucesos tampoco quedaban en claro los resultados del espectacular procedimiento de Luján, que arrojó el descubrimiento de un galpón donde se ocultaban tres vehículos robados (uno de ellos camouflado presumiblemente para aplicar un golpe de mano contra la Fuerza Aérea), explosivos, algunos uniformes de fajina del tipo utilizado en dicha arma y tres cajas de medicamentos con preparados vitamínicos y 75 ampollas de morfina, sin que se pudieran practicar detenciones a pesar de que una nutrida dotación de Coordinación Federal habría acechado las inmediaciones del galpón desde una semana antes del operativo. Sólo en el mediodía del jueves 26 se conoció la captura de otro miembro del grupo, Juan Cibelli, y la identificación de los demás.
Es que la captura de Della Nave, producida seis días antes de que la noticia apareciera escuetamente sumergida en las páginas interiores del matutino La Prensa en su edición del martes 24, fue el hilo que pareció conducir hasta la organización que asaltó el vivac de Campo de Mayo el 5 de abril de 1969. Entonces, las siglas con que se identificaron sus autores fue FAP (Fuerzas Armadas Peronistas), después trasformada en M-5. Pero el comando que capturó al cónsul responde a las siglas FAL (Frente Argentino de Liberación), con el agregado de "Grupo Operativo Táctico Emilio Jáuregui” (periodista ultimado en junio del año pasado en disturbios callejeros). Sucede que, para algunos organismos de Inteligencia, Della Nave y Baldú responderían a tendencias de izquierda peronista, mientras que el FAL encarnaría una clara orientación marxista. Sin embargo, parecía confirmarse el hecho de que los rehenes pretendidos por los raptores pertenecen al Partido Revolucionario de los Trabajadores, de orientación trotzkista. Sea como fuere, lo que resulta claro es que hay más de un grupo en danza, y tanto la captura y el desvío del avión, como el reducto lujanero parecían abarcar un espectro de organizaciones subversivas que buscarían unirse o coordinarse para la acción armada.
Pero desde la mañana del jueves era evidente que el "comando del aplazamiento” se hallaba asediado. Poco antes de las 11 sus miembros reclamaron la mediación del obispo de Morón, monseñor Miguel Raspanti, quien se aprestaba a intervenir en medio del mayor desconcierto porque ni siquiera le fueron proporcionadas bases de negociación. Mientras la tensión cedía paso a una curiosidad entre dramática y deportiva, la Cancillería albergaba una reunión entre el ministro del Interior, el jefe de Policía, general Mario Fonseca, el coronel Luis Máximo Premoli y el dueño de casa —motivo: la variante surgida con el obispo de Morón— que se prolongó hasta bien entrada la noche del jueves. El "comando”, a todo esto, había incurrido en errores desde el primer instante. Waldemar Sánchez era víctima por equivocación: el verdadero objetivo de los terroristas había sido el cónsul general del Paraguay, Mauro González, a. quien éstos calificaban como “activo miembro de la CIA”. Al cierre de esta edición de SIETE DIAS se aguardaba, con expectativa, el resultado de la gestión de monseñor Raspanti, última alternativa de los secuestradores.

Recuadro:::::::::::::::::::::::::.
NUNCA ES TARDE PARA ACTUAR
Minutos antes de ocupar el asiento 9 B en el aparato de Braniff que, en la mañana del jueves 26, lo llevaría de regreso a su patria, el canciller paraguayo Raúl ¿apena Pastor fue reporteado, en forma exclusiva, por SIETE DIAS:
—¿Qué novedades tiene sobre el secuestro del cónsul?
—Si no lo sabe usted, que es periodista ... Las últimas noticias las leí en los diarios y son del dominio público.
—¿Cree en la posibilidad de que Waldemar Sánchez sea ejecutado, de mantenerse la decisión del gobierno argentino?
—No creemos que le haya ocurrido nada, ni que le ocurra, aunque venzan los plazos fijados. Por lo demás, sería insólito que un grupo que se llame de “liberación” presione sobre el gobierno argentino con algo tan grave, que afecta a un ciudadano inocente de otro país a quien no se puede culpar de nada.
—¿Qué actitud tomaría el gobierno paraguayo de mantenerse la negativa del gobierno argentino y se ejecuta a Sánchez?
—No podemos adelantar nada al respecto. Tampoco prever nada, cuando se están barajando cien posibilidades. Pero, en cualquiera de
los casos, es un problema argentino, no internacional.
—Este episodio, en la forma en que está planteado, ¿puede acarrear problemas de política internacional a su país?
—Creo que no, pero es imposible predecir nada definitivo.
—¿El gobierno paraguayo ha iniciado por su cuenta algún tipo de gestión, al margen de las realizadas? ¿Por ejemplo, conectarse con los raptores del cónsul?
—De ninguna manera. Le repito que este es un problema que le incumbe al gobierno argentino; él tiene que resolver sobre los hechos ocurridos, cuidando que no haya lesión para ciudadanos paraguayos.
—¿Es el primer caso de secuestro que sufre su país?
—No es el primer intento. Es el primero que se concreta.
—¿El presidente Stroessner habló con el general Onganía sobre el tema?
—Casi con seguridad. Pero, si han acordado algo, no podría decir nada. Es una decisión político-gubernativa del más alto nivel.
—La actitud del gobierno argentino ¿fue consultada con el gobierno paraguayo?
—Fue una decisión argentina.
—¿Qué ocurriría si ejecutan al cónsul?
—Obligaría a ambos gobiernos a tomar medidas drásticas.
—¿Por ejemplo?
—La calificación dé drástica es suficiente.
—¿Por qué cree que se eligió secuestrar a Sánchez?
—Para presionar al gobierno argentino durante la visita de Stroessner.
—¿Qué opina de la subversión en América latina?
—Las transformaciones que está sufriendo todo el mundo determinan que se cometan algunos excesos. Yo no pienso que lo que ocurre sea el resultado de una crisis, ni que ésta sea la forma de solucionar los problemas de la democracia.
—¿No pensó en aplazar su regreso, luego del secuestro?
—No. Yo aquí no podría ayudar en nada. Tengo tiempo de actuar desde el Paraguay mucho mejor que desde aquí.
—Quizá, en este caso, su ayuda llegue demasiado tarde.
—Nunca es tarde para actuar. Tengo fe en que este asunto se va a resolver en forma favorable.

Revista Siete Días Ilustrados
30.03.1970
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