Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

17 de OCTUBRE
Cuando la historia se hace en un día

"¡Merde! La guardia muere pero no se entrega!” La restallante frase del corso Cambronne, mariscal del imperio, al rechazar la intimación a rendirse en Waterloo, fue reiterada con énfasis aunque no con demasiada originalidad, el 8 de octubre de 1945. Juan Perón, secretario de Guerra y de Trabajo y Previsión, reaccionó así ante Domingo Mercante (futuro gobernador de Buenos Aires) y Eduardo Colom, director del diario La Época.
—Vea que el asunto es muy grave —acababa de decir este último—. Pare el nombramiento de Nicolini (Oscar), porque Avalos está que trina . . .
17 de octubreEl general Eduardo Avalos, comandante de la guarnición de Campo de Mayo, decidió que la designación colmaba la medida y que el coronel Perón desbordaba el cupo de autoridad que le permitían manejar sus compañeros de armas. Según Colom, en cambio, fue un problema de candidatos. Avalos tenía el suyo para cubrir el Ministerio de Comunicaciones. Y se sentía un hombre fuerte . . .
—Yo aquí, en Campo de Mayo, estoy muy cómodo. Volteo ministros, generales, presidentes. ¿Para qué me voy a mover? —respondió Avalos cuando Colom quiso saber por qué no prefería ser ministro de Guerra.
Juan Perón no desechó el informe sobre el malestar castrense, pero luego de la primera reacción, entre irónica y épica, creyó que le bastaba su capacidad de seducción personal para variar el curso de los acontecimientos. Esa misma tarde invitó a ministros y generales —incluso a Avalos— a tomar una copa (era su cumpleaños) en Viamonte y Callao, vieja sede del Ministerio de Guerra. Y desplegó toda su gala dialéctica.
Horas más tarde, Oscar Nicolini juraba su cargo. Los ecos de los aplausos con que el nuevo miembro del gabinete fuera recibido en el Palacio de Correos, llegaron automáticamente a Campo de Mayo.
El 9 de octubre el general Juan Pistarini, en nombre de Avalos, solicita la renuncia de Perón. Las cosas se precipitaban:
■ Perón firma la renuncia ese mismo día.
■ El 10 habla por radio para despedirse (error fatal de Avalos que se lo permite) y La Epoca publica un supuesto decreto (falso) por el cual se otorgaba un 25 por ciento de aumento en los salarios y la participación en las ganancias.
■ El 12 se ordena detener a Perón. (Colom asegura que Mercante, Mittelbach (jefe de policía) y él, urdieron la detención para darle el valor de un símbolo.)
■ Por orden del presidente, general Farrell, Perón es retenido en una embarcación y luego trasladado a Martín García.
—El general Avalos me habló por teléfono y me citó —confía ahora el almirante Héctor Vernengo Lima a Panorama—. El presidente Farrell acababa de nombrarlo ministro de Guerra. Tal como suponía, era para ofrecerme la cartera de Marina.
Los amigos de Vernengo Lima le aconsejaron que no aceptara. Pero el marino lo hizo, a cambio de dos condiciones: 1º) que se formara un gobierno de civiles; 2º’) que tuviera como propósito llamar a elecciones en el menor tiempo posible.
—Esa es mi idea y la del presidente —respondió Avalos.
—Si es así... acepto con mucho gusto.
Se habló del gabinete y Avalos mencionó en la conversación al doctor Juan Alvarez —Procurador General de la Nación— para ministro del Interior, con facultad para designar el resto del gabinete. Prácticamente, un primer ministro.
Pero el 12 algo pasó en la plaza San Martín. Mientras en el Círculo Militar se discutía lentamente la entrega del poder a la Suprema Corte de Justicia y la constitución del gabinete civil, se concentraron frente al edificio los partidos políticos. Una pequeña columna de la Alianza Libertadora Nacionalista irrumpió en la manifestación y, a partir de allí, se generó un desorden que terminó en sangriento tiroteo entre la policía y grupos de acción del partido Comunista. Pero la mayoría del público había concurrido desprevenido, como a una fiesta campestre.
A partir de ese momento, Eva Perón y Angel G. Borlenghi, en contacto con Cipriano Reyes gremio de la carne) y elementos nacionalistas, preparan una contramanifestación. La bandera: "La libertad de Perón, detenido por la oligarquía”. Las vacilaciones de Avalos y Farrell dieron tiempo para organizar las líneas.
Vernengo Lima lo reconoce: "Las conversaciones sobre el gabinete duraron tres o cuatro días y el 17 vino toda esa gente de La Plata, Ensenada y Berisso, donde la demagogia de Perón había tenido mayores efectos”.
Para sus enemigos, fue demagogia. Para los peronistas, era el nacimiento de una nueva época: Juan Perón, simbolizaba la redención de los trabajadores.
Primero tímidamente, luego con mayores bríos, más tarde, como una marea humana. A pie, en los techos de tranvías, en automóviles y con cualquier medio de trasporte. Por las calles de la ciudad y superando el obstáculo de los puentes alzados sobre el Riachuelo, ¡una multitud humilde, sudorosa, esperanzada, llegó a la Plaza de Mayo.
El clima subió hasta ser electrizante. Se reclamaba de viva voz, a gritos, imperativamente, la presencia de Perón. El reclamo rebotaba como oleadas sonoras contra los muros de la Casa Rosada. En la plaza se aspiraba un aire a historia. Se vivían minutos decisivos.
—No podemos tirar contra el pueblo, dijo alguno de ellos, no recuerdo quién —memora Vernengo Lima—. Yo sólo había pedido una compañía de Ejército para poner orden. Alguien me sugirió que trajera a la Escuela de Mecánica de la Armada. Pero no quise un enfrentamiento entre las dos Fuerzas Armadas. «Mientras el Ejército no mueva un soldado, la Marina no mueve un marinero» advertí, y con ello mi renuncia ya era un hecho.
Y también era un hecho que la historia nacional tomaba por un nuevo atajo. Para unos, positivo: era un salto hacia el porvenir. Para otros, negativo: constituía un retroceso hacia el totalitarismo.

_recuadro en la página_
UNA COSA QUE EMPIEZA CON P
—¿Qué recuerdos tiene usted de ese día?
Marechal. —Era muy de mañana, y yo acababa de ponerle a mi mujer una inyección de morfina (sus dolores lo hacían necesario cada tres horas). El coronel Perón había sido traído ya desde Martín García. Mi domicilio era este mismo departamento de la calle Rivadavia. De pronto, me llegó desde el Oeste un rumor como de multitudes que avanzaban gritando y cantando por la calle Rivadavia: el rumor fue creciendo y agigantándose, hasta que reconocí primero la música de una canción popular, y en seguida su letra: "Yo te daré, / te daré, patria hermosa, / te daré una cosa, / una cosa que empieza con P. / ¡Perooón!” Y aquel "Perón” resonaba periódicamente como un cañonazo.
—¿Qué hizo usted entonces?
Marechal. —Me vestí apresuradamente, bajé a la calle y me uní a la multitud que avanzaba rumbo a la plaza de Mayo. Vi, reconocí y amé los miles de rostros que la integraban; no había rencor en ellos, sino la alegría de salir a la visibilidad en reclamo de su líder. Era la Argentina "invisible” que algunos habían anunciado literariamente, ¡sin conocer ni amar sus millones de caras concretas, y que no bien las conocieron les dieron la espalda. Desde aquellas horas me hice peronista”.
PALABRAS CON LEOPOLDO MARECHAL Reportaje y antología: Alfredo Andrés - Carlos Pérez, editor. Bs. As., sep. 1968.

Revista Panorama
15.10.1968

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