Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

atahualpa yupanqui
Atahualpa Yupanqui, alguien que quiere hacer inolvidables viejos temas olvidados. Cantar opinando, preocupar al público. Cómo nacen las más bellas canciones folklóricas de nuestro tiempo. Un canto anónimo, plural.

"Falú es un ciudadano que toca muy hábilmente la guitarra, pero que no ha agregado nada a nuestro folklore.”
Este hombre que ama a Bach, que conoció a Federico García Lorca en Buenos Aires, que ha escrito narraciones, cuentos, novelas y tal vez las canciones de inspiración folklórica más perdurables de las últimas décadas, es intransigente: dice lo que piensa, o calla. Así, una posición política de la que ha renegado oportunamente —fue afiliado al partido comunista hasta 1952, fecha en que renunció— le costó seis meses de cárcel, que cumplió en Devoto, y una inhabilitación que llegó a prohibir la sola mención de su nombre por radiofonía.
Aunque para el registro civil es Héctor Roberto Chavero, nacido el 9 de octubre de 1911 en la provincia de Buenos Aires, en realidad se llama Atahualpa Yupanqui, o simplemente “Don Ata”, para el chofer del remise que suele utilizar, para los numerosos amigos. Alto, macizo, en el año 1928 llegó por primera vez a Buenos Aires —luego de una adolescencia tumultuosa, andariega, en la que Tucumán lo ganó definitivamente— y transitó sin éxito por radios, confiterías, bodegones oscuros. “Buenos Aires, ciudad gringa, me tuvo muy apretao. Todos se me hacían a un lao como cuerpo a la jeringa”, dirá después. Sin embargo, ese año grabará su primer disco. Se trata de una edición de la yerba Safac: a cada comprador de 100 kilos de yerba mate le corresponde un disco. En una de las caras del mismo está “Caminito del indio”, la primera canción compuesta íntegramente por Atahualpa, a los 18 años de edad.
—Soy hijo de un obrero ferroviario y de una vasca, radical para más datos. Me gano la vida como cantor de artes olvidadas, a las que quiero hacer de alguna manera inolvidables —se define hoy.
Detrás de la llaneza de esa definición hay un hombre que quiere “preocupar a su público”, como otra manera de “cantar opinando”, ley expresada en ese libro al que sigue soñando con ponerle música: el “Martín Fierro”.
Hace poco regresó del Japón, donde dio 16 recitales y actuó en televisión. Está preparando nuevamente las valijas: debe actuar en España, en Italia, en los Países Bajos. Pero siempre está a punto de partir o de volver a su casa en Cerro Colorado, al norte de Córdoba, casi en el límite con Santiago del Estero. Mientras escribe los relatos de “El canto del viento” —libro que será editado en septiembre próximo—, mientras escribe nuevas canciones (“El título es lo último que escribo siempre”), se asombra del éxito discográfico de un extraño “long-play” suyo, “El payador perseguido”, subtitulado “relato por milonga”, del que se han vendido ya sesenta mil copias. En ese relato, muchas veces cantado, pueden rastrearse con claridad los elementos claves de su biografía.
—Tardé 15 años en componerlo todo. Pero jamás se me ocurrió que podía transformarse en un “long-play”. Sí: casi todo lo que está dicho allí corresponde, incluso cronológicamente, a mi biografía...
Gran bebedor de mate, apenas prueba el vino. “Y eso que en mis años jóvenes no se concebía un cantor que no fuera un poco borracho”. No tiene inconvenientes en censurar, sin cortapisas, lo que considera falseamiento del folklore. Y hace nombres: Cholo Aguirre, Eduardo Rodrigo. “Pero ellos son simplemente intérpretes ineficaces. Peores son aquellos que se olvidan de que el folklore, para ser tal, ha de ser anónimo, plural”. Y agrega: “Hay gente que compone zambitas de amor como quien fabrica zapatos: en serie”. Pero admira al viejo López Buchardo, a Carlos Guastavino, a Ariel Ramírez. Por otra parte, el hombre que escribió diáfanos romances (“Dónde estarán sus ojos | en estos tiempos. | Lo que ayer fue esperanza | hoy es recuerdo”) se niega encarnizadamente a mostrar un ápice de su vida privada. .“Bastante hay de confesión, de entrega, en cada una de mis canciones”, se disculpa. Algo a lo que tiene derecho un hombre cuya vida entera es ya leyenda.

Pie de fotos
-Mate en mano, “don Ata”, novelista, cuentista, poeta, músico. Prepara un nuevo viaje que lo llevará a España, Italia, Francia, los Países Bajos.
-Rodeado de las reliquias que le van dejando los constantes viajes, Atahualpa Yupanqui escribe ahora: “El canto del viento”.

Revista Atlántida
junio de 1965
 

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