Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Bárbara Mujica
Bárbara, por ella misma
Un reportaje donde Bárbara Mujica se explaya libremente sobre su infancia, adolescencia, errores del pasado y actitudes personales frente al mundo, a la vida, a su ascendente carrera

A los 26 años, Bárbara Mujica parece no poder desprenderse de sus antiguos universos. Es como si su pasado se estuviera desmoronando sobre ella a cada momento. La soledad, la infancia, la adolescencia, son temas que repite con frecuencia. “La mía fue una infancia solitaria, sin amigos, trascurrida entre personas mayores, música clásica y libros. Quizá fuera por eso que pasaba el día haciendo preguntas a mi madre. Todo lo cual influyó de modo particular en la formación de mi carácter, de mi personalidad”, rumia constantemente, a cada momento, bajo mil formas distintas, como si le fuera imposible abandonar esa tajada de la realidad que son los primeros años de la vida. Pero la suya —sin embargo— no es una actitud vegetativa: abrazar el destino supone, de alguna manera, romper con el pasado o, al menos, aceptarlo, superarlo. “Ahora comprendo claramente cuáles fueron mis errores —supone— y sobre esa toma de conciencia puedo modificarlos”, murmura con una voz interior, mientras agita sus manos y fuma un cigarrillo detrás de otro. Es en esos momentos cuando B.M. se trasforma en un ser proteico, vivencial, dueño de un equilibrio satisfactorio.
bárbara mujicaEntonces, sólo entonces, es posible pasar revista a los años trascurridos, a los premios acumulados por su labor como actriz. Desde Edad difícil (filmada en 1955, cuando debutó como niña prodigio) hasta Los herederos, la carrera de la Mujica se engalanó con triunfos repetidos, de Cinematografía la adornó con la cucarda a la mejor actriz de reparto. El octavo infierno y Los guerrilleros (a las órdenes del irascible Lucas Demare, en esta última) le valieron otras jugosas condecoraciones que reeditó en el teatro en 1963, cuando junto a su primer marido (el actor Oscar Rovito) interpretó la obra 'Y él fue por los campos'. Hitos de su vida artística que B.M. suele memorar con satisfacción cuando se evade de los recurrentes mundos de su pasado: un universo casi obsesivo, empalagoso, que condiciona el diálogo. Eso —desde luego— es lo que pasó la semana pasada cuando la actriz conversó con SIETE DÍAS por espacio de varias horas.
—¿Cómo viviste tu infancia?
—La viví apenas, como muchos otros chicos. No tuve amigas, en realidad se podría decir que mi madre fue la única amiga que tuve. Me pasaba el día leyendo, escuchando música y haciendo preguntas.
—¿Te contestaban esas preguntas?
—Sí. Mi madre siempre trató de encontrar una respuesta a mis interrogantes y lo hizo con honestidad, procurando decirme siempre la verdad.
—¿Qué edad tenías cuando se divorciaron tus padres?
—Dos meses; desde entonces viví al lado de mi madre.
—¿Qué significó para vos la falta de un padre?
—Sentí que eso, de alguna manera, me hacía distinta a las demás chicas de mi edad, era como si me faltara algo que las otras tenían y yo no, lo cual me producía una secreta e inexplicable envidia. Quizá sea por eso que realicé una trasferencia y le adjudiqué a mi madre el rol del padre que me faltaba. Más tarde, cuando ya tenía 20 años me reencontré con él y empecé una relación que, sin embargo, nunca será completa, ya que es imposible llenar esos años de ausencia.
—¿Quién te formó intelectualmente?
—Mi madre. Fue ella quien me dio mis primeras lecturas ...
—No sé, ¡tantas! Bueno, de repente me acuerdo de algunas: El cantar de los cantares. Platero y yo, El principito. Pero creo que además de la formación intelectual que se reciba, todo individuo debe ser un poco autodidacta: es él quien tiene que seleccionar sus lecturas y elegir la vida que habrá de vivir.
—¿Terminaste el colegio secundario?
—No; intenté, cuando tenía 14 años, reanudar los estudios, pero sentí que no podía integrarme a ese mundo, me costaba aceptar la disciplina y por otra parte había demasiadas cosas que no me interesaba aprender. Además, por esa época ya hacía 3 años que estaba trabajando.
—¿Querías, entonces, seguir el camino de tu madre?
—Nunca, en verdad, había pensado en ser actriz. Me gustaba escribir y adoraba el baile clásico; tanto que me inscribí en el curso preparatorio del Teatro Colón. Pero las clases empezaban muy temprano y a mí me costaba madrugar; poco a poco fui perdiendo el entusiasmo.
—¿Te seguías desilusionando rápidamente de las cosas?
—Pienso que he logrado un cierto equilibrio. Antes, hace algunos años, yo me sentía omnipotente, tenía mal carácter, era muy exigente y quería que las cosas se me solucionaran en el momento. Esa actitud estuvo a punto de destruirme.
—¿En qué sentido?
—Esa actitud fue una de las razones de que mi primer matrimonio haya fracasado. No sé. . . es difícil explicarlo: a veces las palabras sueltas, separadas de la vida, no tienen ningún sentido. Pero ocurre que una a veces apuesta a algo, que se mata por conseguir ese algo y de pronto, cuando eso ya está a tu alcance te das cuenta de que todo se desmorona y que no te alcanzan las manos para tapar los agujeros y para volver a empezar ya no tenés fuerza. Es entonces cuando una se dice: bueno, que se venga todo abajo, porque ya no doy más.
—¿Cuándo sentiste eso?
—En la etapa de mi adolescencia, sobre todo. La gente acostumbra decir que la juventud es el momento más maravilloso de la vida, pero no es verdad: es la época más horrible del ser humano. Una quiere identificarse con algo, encontrar un camino, comunicarse con sus semejantes, pero casi nunca se logra ese objetivo. A esa edad todo es contradicción y problemas y ahí, en el medio, estás vos con tu pobre cuerpito en el medio.
—¿Qué hace falta para superar esa situación?
—Talento, para vivir se necesita talento. Lo mismo que para el amor.
—¿Y el sexo? ¿Qué papel juega en todo eso?
—Es importante pero como una consecuencia y no como una premisa. El sexo funciona bien en la medida que la pareja funciona bien. Reconozco que alguien me puede atraer, pero de ahí pasar a otra cosa es algo que no congenia con mi personalidad. Yo necesito afecto, establecer una relación que sea recíproca con alguien que te comprenda, que te ayude, que te dé afecto.
—¿No será que la falta de un padre en tu niñez es la que te hace buscar ese tipo de relación?
—Puede ser que eso haya ocurrido antes: en un tiempo busqué protección y todo me falló. Quizá sea porque me resulta difícil entablar relaciones con gente de mi edad. David me lleva 14 años de edad, sin embargo jamás dependí de él como una hija depende del padre; David me interesa porque es David, como hombre, como artista y como ser humano.
—¿Tu vida se trasformó al casarte con él?
—Totalmente, desde el momento en que encontré un ser con el que podía convivir y trabajar. Artísticamente comencé a adquirir una dimensión distinta, gané profundidad como actriz.
—¿David Stivel es un poco tu maestro?
—No, en absoluto. Antes de conocer a David yo llevaba 15 años de profesión. Reconozco que en mí hubo una modificación y nada más; suponer lo contrario sería creer que todo me lo enseñó él y que mis trabajos anteriores no me valieron de nada.
—¿No opinás, y más en tu profesión, que nunca se termina de aprender el trabajo que uno hace?
—No, no, eso es verdad en general, pero no se puede decir que David haya sido mi maestro.
—¿Por qué te molesta tanto eso?
—Es que el grupo no tiene un maestro, sólo tiene un director.
—Yo me refería a vos y no al llamado clan Stivel.
—Es lo mismo, porque yo soy integrante del grupo por algo. Además, nosotros nos juntamos por motivos concretos y no por cuestión de magia. David, Emilio (Alfaro), Marilina (Ross) y yo decidimos encontrar una forma de trabajo donde pudiéramos hacer lo que queríamos y del modo que más nos gustaba. Esas condiciones de trabajo, al mismo tiempo tenían que servir para que cada uno aprendiera de la experiencia humana y artística de los demás. David tiene talento para dirigir, para pedir de un actor las cosas que hacen falta para determinado papel. Él no te enseña a hacer determinada cosa, se limita a explicarte cómo es el personaje, cómo él lo imagina y entonces una tiene que recurrir a sus condiciones de actriz para satisfacerlo. Esa manera de trabajar nos enriqueció a todos.
—¿De esa manera no se pierde la individualidad?
—De alguna manera el grupo es un organismo compuesto por individuos. Las individualidades se respetan porque es la única manera en que un ser humano puede dar algo de sí mismo. ¿No te parece?
—Prefiero que me digas cómo funciona el grupo.
—Casi como una comunidad. En realidad pasamos casi todo el día juntos. Durante la filmación de Los herederos, el verano pasado, nos fuimos a vivir juntos a una quinta. Estábamos 10 ó 12 horas juntos durante la filmación y cuando terminábamos seguíamos estando juntos: yo creo que el nuestro, más que un grupo de trabajo, es un modo de vida; una manera de enfrentar la incomunicación, algo así como un matrimonio de siete personas.
—Curiosamente, la mayoría de ustedes están casados en segundas nupcias, ¿no tienen miedo de fracasar en este tipo de relación grupal, de matrimonio colectivo?
—Es cierto que en este mundo no hay garantías para nada; pero nosotros estamos dispuestos a permanecer juntos hasta el momento en que no podamos seguir estándolo. Es lo mismo que en una pareja, cuando las relaciones están en crisis lo mejor es divorciarse.
—¿Cómo es tu vida cotidiana?
—Leo mucho (Mario Benedetti, Vargas Llosa, García Márquez, Manuel Puig, David Viñas), escucho música (Bach, Mozart, Los Beatles), voy al cine, salgo con mis dos chicos.
—¿Te interesa el cine argentino al estilo de El santo de la espada o Martín Fierro?
—No, para nada. Tan poco me interesa que aún no vi El santo de la espada. Yo prefiero cosas que tengan que ver con el momento actual y no esas especies de audiovisuales para escolares primarios donde ni siquiera puede incluirse el parto de Remeditos, la mujer de San Martín, porque la escena podía ser chocante.
—¿Cómo te definirías?, no como actriz sino como persona.
—Creo que no soy una rebelde, pero tampoco me considero una burguesa. Pero eso sí, no soy una señora gorda.

__recuadro en la crónica__
LA HERENCIA DEL CLAN
Es la primera película que realiza el director de teatro y televisión David Stivel (El rehén, Cosa juzgada). El libro fue escrito por Norma Aleandro y los papeles principales están protagonizados por Bárbara Mujica, Marilina Ross, Norma Aleandro, Federico Luppi, Emilio Alfaro y Carlos Carella. El film narra las dramáticas situaciones que se suscitan en un grupo humano reunido para cobrar una herencia. SIETE DÍAS interrogó a los protagonistas acerca de sus roles y del film. Lo que sigue es una apretada síntesis de las respuestas vertidas por los actores.
• Esta película, creo yo, tiene características peculiares y no es ni la mejor ni la peor del cine nacional. Entiendo que es una buena producción y que posee determinado nivel internacional (Carlos Carella, 45, casado).
•Mi personaje no es un prototipo sino muchas cosas juntas; interpreto a una muchachita muy joven y liberada. Creo que es un trabajo muy importante; desde que hago cine es la primera vez que me veo reflejada en un personaje. Pienso que mi actuación es convincente (Marilina Ross, 27, casada).
•Es la primera película del clan, la opera prima de un director y también el primer libro cinematográfico que encara el grupo. El libro, además, fue escrito por uno de sus integrantes. Todo eso consigue que la obra nos pese, pero creo que el resultado es bueno y que la película está bien filmada (Federico Luppi, 36, casado).
•Algunos aseguran que Los herederos rompe el esquema del cine tradicional argentino; yo no sé si la película lo logra. Lo que quisiera es que la gente se interesara por los problemas que se presentan (Norma Aleandro, 34, casada).
•Es una película dura, que duele: una especie de advertencia, como si se dijera al espectador que todo el mundo mezquino y cruel que acaba de ver podría ser su propio universo (Emilio Alfaro, 32, casado).
• Con este film no pretendemos marcar ningún camino ni dictar cátedra alguna: sólo tenemos la intención de mostrar cómo trabaja un grupo de gente. Quienes la vieron están satisfechos (Los herederos representará a la Argentina en el próximo festival de Berlín, algo bastante inesperado para una opera prima), pero yo ya estoy trabajando en un nuevo libro que comenzaremos a rodar a fin de año (David Stivel, 39, casado con Bárbara Mujica).

Revista Siete Días Ilustrados
22.06.1970
 
clan Stivel

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