Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

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¡Y ahora le declaran la guerra a las Bikinis!

La malla “Bikini” había dado el golpazo atómico, que era precisamente el efecto que quería cáusar. Paseábase con su “contenido” ante las escandalizadas esposas y la mirada ávida de los maridos. Se las combatió mediante la puritana alarma de la prudencia, se la castigó con severas reprimendas, pero al fin logró imponerse y al fin, cuando se redujo hasta el colmo, puso punto final ante los ojos azorados, declarándose en huelga. Detrás de las “bikinis” llegaron sus atrevidas representantes; una de ellas, Marilyn Monroe, la estrenó “al desnudo”, otra, Gina Lollobrígida,. “casi casi” y la picara Cecille Aubry en toda su variación de formas y colores.
Francia, tierra de elegantes mujeres, la acogió entusiasta; Italia la adoptó en sus concursos de belleza, pero Inglaterra, conservando su tradicional sobriedad, se mantuvo indiferente, y no hablemos de España, que la rechazó de plano.
Entonces... ¿a qué se debe su decadencia?
¡Ah... el eterno femenino! La verdad que es que para el hombre una mujer en "bikini" deja de ser un misterio. He aquí la causa.
Si un cuerpo cubierto atrae la curiosidad varonil, la reducida "bikini" le resta el interés esperado. Y a las mujeres les interesa interesar.
En tiempos de nuestras abuelas se trataba de adivinar un tobillo, y aunque raras veces dejábase ver, nuestros congéneres rendíanse a los encantos ocultos. La historia es la misma a través del tiempo.
No es época de hablar de "bikinis" en plena temporada invernal, pero anticipándonos al verano, transportamos del viejo continente la polémica que se plantea en sus playas. Si bien la malla de dos piezas resultaba económica (para su confección se requería habilidad casera y un par de pañuelos), las "económicas" damitas optan, ahora, por la malla entera. Pese a que en Italia Elena Francera, candidata de Roma, de un metro cincuenta y cinco y sesenta y cuatro kilogramos, logró recientemente su título de “Miss Bikini 1955”, Luciendo una bien sintética.
Ahora los diseñadores trabajan incansablemente, compitiendo en agregados caprichosos en pro de la elegancia y el buen gusto. Las esposas se sienten más tranquilas, pero las “vampi” consiguen que el paso les sea seguido de lejos y de cerca por un par de ojos grandes y un suspiro. No ignoran su victoria.
Así, entre el sol, la arena y un concurso de belleza, van las cosas.
Revista PBT
15.07.1955
 

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