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Peripecias de un editor absuelto Durante los últimos tres meses, y hasta un fallo de la semana pasada, editar un libro argentino podía ser delito castigable con un año de cárcel. El 21 de febrero de 1972, el editor argentino Miguel Schapire (29) fue detenido por personal del Servicio de Informaciones del Estado, en cuyas dependencias estuvo tres días, con cargo de haber formulado una apología del crimen al editar el libro Actas Tupamaras. Después fue liberado, pero el proceso siguió su curso, hasta que la semana pasada hubo que elegir entre el año de cárcel que pedía el fiscal o la libertad definitiva. El Tribunal eligió la libertad. La denuncia contra Schapire resultó bastante original, porque no había noticia previa de que la edición estuviera prohibida, y por lo contrario el libro se había vendido con toda libertad durante varias semanas, no sólo en la empresa comercial del editor sino en muchas librerías. El SIDE mantuvo sin embargo la acusación, procurando tipificar un delito muy peculiar, que consiste en escribir o publicar un texto sobre hechos cometidos por terceros. En el Uruguay, y durante varios años, los tupamaros realizaron docenas de actos subversivos, que llegan al asalto y al secuestro pero que también incluyen la denuncia sobre actividades ilícitas de empresas financieras y la ejecución callejera de un comisario acusado de torturador. Con el tiempo, una relación de esos hechos fue preparada por algunos de los propios tupamaros, entregada aparentemente a la editorial italiana Feltrinelli y vendida por ésta a Schapire, quien la publicó en Buenos Aires. La idea del SIDE, en el caso, es que esa edición resulta un acto subversivo, porque implica un mal ejemplo para los lectores. Esto traslada el concepto de delito, desde el asalto y el crimen hasta la narración del asalto y del crimen. cosa que los diarios hacen cada 24 horas. Ejemplos de ese traslado pueden encontrarse en el Uruguay, donde la sola mención de la palabra tupamaros ocasionó el cierre de periódicos y revistas. También se encuentran en la Argentina, donde varios films han sido prohibidos por presunta exhortación a la inmoralidad privada (como Teorema) o a la rebeldía estudiantil (como If...), y donde el solo anuncio, de que un teatro oficial podía exhibir Un enemigo del pueblo (Henrik Ibsen, 1882) ocasionó un pequeño escándalo municipal. A Schapire le fue bastante bien, después de todo. Quedó libre (según sentencia de mayo 9) porque la publicación del libro no se ajustaba del todo a las previsiones del Código Penal (artículo 209). Pero el Tribunal, integrado por los jueces Eduardo Munilla Lacasa, César Black y Jaime Smart, aprovechó la oportunidad para rezongarlo. Le dice: “Ninguna duda cabe que la obra mencionada es perniciosa y que los beneficios que su lectura pueda generar resultan deleznables ante el cúmulo de fría y calculada inmoralidad que rezuma”. Esa amonestación impedirá que Schapire se lance en el futuro a editar un segundo tomo de Actas Tupamaras, libro que estaba ya atrasado en la relación de los hechos, porque no llegaba a mencionar el secuestro del embajador Geoffrey Jackson ni la sonada fuga de la cárcel de Punta Carreta en setiembre de 1971. Si Schapire llega al segundo tomo tupamaro, le tipifican ser terco. Con absolución y todo, el episodio sirve para poner en vereda a los escritores argentinos y a sus editores, grandes ilusos de los beneficios que la lectura pueda generar. Es posible dudar con fundamento de que las revoluciones se provoquen con libros o con films o con obras de teatro o con artículos periodísticos. En la Argentina terminó por autorizarse Teorema, tras larga batalla judicial, y no recrudeció sin embargo la inmoralidad sexual en las familias; terminó por autorizarse If... sin provocar más revueltas estudiantiles; llegó a estrenarse Un enemigo del pueblo sin que el público saliera a protestar contra la corrupción administrativa. Más de quince publicaciones argentinas han detallado en las últimas semanas numerosos casos de tortura policial a detenidos, pero todavía no hay noticia de que se haya iniciado siquiera una investigación al respecto, a pesar de que la Constitución prohíbe a texto expreso "toda especie de tormento” (artículo 18). Esta general ineficacia de los films, del teatro y de la letra impresa se extiende aún más: es seguro que la ejecutoria guerrillera argentina del último año habría sido idéntica con o sin la publicación de las Actas Tupamaras, porque aun supuesto que el ERP, el FAL y otros grupos se inspiren en el modelo tupamaro, no necesitan un libro para eso. No cabe dudar en cambio de que estos casos de censura ideológica, sea firme o frustrada, perjudican el estilo argentino de vida. Pueden haber sido muy escandalosos, por ejemplo, los conceptos que sobre la radio y la televisión de Buenos Aires formuló desde Radio Belgrano el popular comentarista Hugo Guerrero Marthineitz, pero mucho más escándalo se hizo, sin embargo, al interrumpirle por ello el programa, con lo que aquella única audición pasó de inmediato a la fama nacional. Paralelamente, ninguna duda cabe de que el frustrado intento de prisión contra Schapire es pernicioso para la libertad de expresión, y de que los beneficios que esta represión pueda generar son deleznables ante el clima de temor que al mismo tiempo se inspira. Hoy mismo es imposible conseguir Actas Tupamaras en ninguna librería, aunque no exista conocimiento de ninguna ley o decreto que prohíba su venta. Por extensión, es improbable que escritores o editores argentinos enfoquen temas comprometidos (la guerrilla, la tortura, los presuntos cuerpos parapoliciales) porque no quieren merecerse tres días de prisión y tres meses de proceso, como le ocurrió a Schapire. La guerrilla tenía otras objeciones mayores contra el gobierno, pero no demorará en agregar la lucha contra la censura artística o literaria, que marca a la Argentina desde hace demasiado tiempo. Una variante más radical y más divertida para esa represión podría ser la de prohibir las obras de Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888), reconocido extranjerizante a quien se atribuye la perniciosa frase "Bárbaros. las ideas no se matan" . H.A.T. PANORAMA. MAYO 18, 1972 |
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