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Estudiante: Politízate y verás...
INFORME ESPECIAL por MARIO ROCA "OBREROS y estudiantes unidos y adelante”, coreaban los manifestantes en los tensos enfrentamientos con la policía de Tucumán, Salta, Catamarca, Córdoba, Santa Fe, Rosario y Buenos Aires. Estas ciudades eran escenario de violentas jornadas de luchas callejeras durante el pasado mes de noviembre. Que los obreros peleen por sus reivindicaciones es historia antigua, pero que los estudiantes los acompañen incondicionalmente es casi reciente. El fenómeno bien vale un análisis en profundidad. ¿Cuál es el papel que ha cumplido el sistema educativo en la Argentina? Si se atendiera a los sociólogos norteamericanos, podríamos leer en Orville G. Brim (jr.), por ejemplo: “El sistema educativo es el medio por el cual se preserva la cultura tradicional... y se perpetúa la tradición masiva”. Pero aunque la universidad pretenda ser un centro de reclutamiento y capacitación para los futuros dirigentes del orden gobernante, la realidad desmiente diariamente la presunción. En su mayoría, el estudiante tiene una irremediable extracción: la clase media. Es corriente que en estos sectores se alimente un individualismo de raíz liberal que convierte a la acción política en un juego ajeno a sus pautas de conducta. Estas “individualidades libres” rehúyen de cuanto escarceo levemente político pueda rozarlas, no comprenden que esa ausencia es ya una toma de posición, una ideología. Ante estos mismos individuos “a-políticos” los antiguos griegos usaban un vocablo de nítida y contemporánea significación: idiotez. Pero la realidad prepara sucederes que tornan vulnerable los pertrechos que defienden cualquier indiferente prescindencia política. Esos hechos son los que sirve considerar en el análisis, allí debe rastrearse el afán estudiantil de protagonizar los procesos políticos, olvidando la mera especulación, un “divertimento” que solía atraerles. Si alguna variable psicológica importa tener en cuenta en la iniciación, tal vez la frágil sensibilidad del estudiante sea la única responsable del estado de insatisfacción que los posee. Ante esa insatisfacción, el deseo de superarla presenta la irrealizable posibilidad de hacerlo individualmente o el efectivo deseo de modificar la realidad colectivamente. Cuando el interés se plantea desde alternativas colectivas de trasformación, ya empieza a ser político. De ahí, a la búsqueda de concepciones, teóricas formas de cambio o puras organizaciones, hay sólo un paso. Veamos la trayectoria de esta conversión en testimonios de sus actores. NO TODO ES SECUNDARIO Era el colegio Mentruyt, de Lomas de Zamora. De pronto, el abanderado dejó la bandera a media asta. Los alumnos recordaron el mismo acto cuando la muerte del general Aramburu. De algún lugar resonó un grito: “¡Ramus, Abal Medina!”. Los dos responsables fueron echados del colegio. “Los hechos políticos conmueven a los estudiantes, les provocan reacciones”, dice Liliana (16, 4º del Liceo). “No queremos cerrar los ojos a la realidad”, agrega, Gustavo (16, 4º Nacional). “Nos interesa lo que está pasando”, completa Patricia (16, 4º del Liceo). —¿Por qué les interesa la política? —Es la forma de incorporarse al pueblo (Gustavo). —¿Por qué necesitan incorporarse? ¿No pertenecen ya? —Tratan de enajenarnos de la realidad, quieren que no la veamos tal cual es. Constantemente intentan desvincular al estudiante del pueblo. Nos dicen que actúa como masa, irracional, desenfrenadamente: así consiguen que el estudiante no quiera acercarse al pueblo. Tratan de hacer del colegio un mundo aparte del resto de) país (Raúl, 15, 3º Comercial). —¿Quiénes quieren todo eso? —El colegio depende del Ministerio, el Ministerio del régimen, y en todo eso está metido el imperialismo y los intereses de los monopolios. Ellos nos entretienen con música beat, publicidad. televisión y esas cosas, para que no nos demos cuenta de la realidad y así no podamos rebelamos (Carlos, 18, 5º Industrial). —¿Qué pasará en el país en los próximos años? —Todo se irá pudriendo y terminará en una revolución violenta (Liliana). —El país está oprimido, pero esta situación durará poco. La clase obrera hará la revolución (Patricia). —Hace quince años se inició un proceso que continuará: el del “peronismo revolucionario”. Con él se llegará a la liberación nacional (Guillermo, 15, 4º Nacional). —¿Cómo llegaron a pensar todas estas cosas que están diciendo? —Viendo la realidad y porque tenemos una conciencia nacional en formación (Guillermo). Estas respuestas en boca de adolescentes en edad de preguntas y desórdenes pueden sorprender. Pero todos no piensan igual, aún no son mayoría, el grueso sólo se ocupa de estudiar o similares. Pero la inquietud va “in crescendo”, las pocas agrupaciones secundarias del embrionario movimiento estudiantil tienen paulatinamente mayor eco. Los profesores son cada vez más requeridos por explicaciones de actualidad política, los corrillos de estudiantes incluyen asiduamente charlas de los mismos temas. Contactos universitarios han promovido la gestación de un reducido espectro de agrupaciones secundarias que responden a esas orientaciones. En la izquierda ortodoxa, y bajo el signo de las Federaciones Juveniles Comunistas —descendientes directas del PC—, se halla CAEM, más conocida como “la fede”. Pero estos grupos, aunque de los más “poderosos”, no promueven más que reuniones sociales, campamentos, centros anodinos y reclamos meramente reformistas. Los mínimos trotskistas (TERS) o guevaristas (ARS 8) suelen ser más radicales pero menos realistas. El ongarismo es seguido por ANES y MAS, formaciones secundarias del universitario FEN (Frente Estudiantil Nacional). Al peronismo del más puro Comando Táctico responde la Juventud Secundaria Peronista (JSP). Pero la gravitación de estos grupos es menor, ninguno cuenta con representantes en todos los colegios y su incidencia, luego, está muy relativizada. Ricardo F. (17, 5º Nacional) es un militante de la JSP, una agrupación de gestación independiente. "Un grupo de compañeros y yo quisimos reunirnos espontáneamente para crear una organización que permitiera participar a todos los estudiantes junto a las luchas del pueblo”, aclara, mientras prefiere ocultar su nombre porque, según protesta: “Todo elemento peronista es un enemigo que estropea a la juventud”. Esta premisa, pudo comprobarla cuando fue expulsado de un colegio que se informó de sus “inclinaciones”. La intención de JSP coincide con la táctica peronista del “trasvasamiento generacional”, o sea el traspaso de la conducción del movimiento a los jóvenes. Ricardo es católico y ha recibido la influencia de los curas del Tercer Mundo, que —ligado a reveladores viajes al interior del país— le hace decir: “Unos se tapan los ojos para no ver las cosas como son, pero si se vive sinceramente la realidad aparece sola; y ahí se sabe que hay que estar del lado del pueblo”. El activista respira una madurez no-impostada que lo lleve a reflexiones del tipo: “Los grupos de la izquierda secundaria intentan —con su reformismo gremial— hacer más cómoda la vida del estudiante, que ya es un privilegiado. Por eso. no debemos luchar por nuestros derechos sino por los del pueblo, que es el postergado”. INTERVENCION EN LA REFORMA El Sacro Gobierno Tripartito de la Universidad —un colegiado de profesores graduados y alumnos, originado en la gesta reformista de 1918— fue la característica dominante de una institución de signo marcadamente democrático-liberal. En ese libre juego de ideas el estudiantado se convirtió en furgón de cola del pensamiento izquierdista, extranjerizante, antipopular. La politización de la “intelligentzia” argentina venía dictada directamente de Europa. Para ella, Europa era el centro del mundo y lo aportado por Europa al pensamiento político no podía ser superado dada su superioridad cultural y racial. Como señaló Arturo Jauretche: “La reforma cayó en manos de dirigentes que expresaban el ala izquierda del pensamiento foráneo y en lugar de contribuir al desarrollo del pensamiento nacional, simplemente sustituyó la visión colonial de la oligarquía por la visión colonialista de la izquierda; sus directores vinieron a cumplir la tarea que han cumplido las izquierdas en común con la otra ala: la de dificultar el proceso natural de La sociedad argentina. oponiendo a una mentalidad foránea otra de la misma naturaleza, aunque de orientación distinta”. Así se movió el estudiante de FUBA (Federación Universitaria de Buenos Aires), un hombre que pareciendo estar en la posición nacional, en todos los episodios de la lucha política fue factor coadyuvante y decisivo de todas las derrotas de lo nacional. Autotitulándose revolucionario, fue belicista cuando había que ser neutralista, estuvo contra Yrigoyen cuando había que estar con Yrigoyen y con la oligarquía cuando había que estar con Perón. La influencia del universitario sobre las capas medias se tradujo en la total incomunicación de esas napas sociales con el resto del pueblo y en particular el divorcio de las luchas que el movimiento nacional llevaba a cabo. Caído el gobierno de Perón, el estudiantado siguió refugiado en la Universidad, su respetada "isla democrática”. Y mientras la CGT era intervenida, se desarrollaba la resistencia peronista para retomar el poder y los obreros eran perseguidos y torturados, la FUA —de línea comunista— se escandalizaba ante la invasión a Santo Domingo, el bajo presupuesto universitario o la guerra del Vietnam. De modo que su accionar político —continuamente signado por la falsa opción reformismo-humanismo— era mínimo o reducido a problemáticas ajenas a los hechos por donde pasaba la historia del país. "Yo tenía una formación absolutamente liberal”, dice Mirta Fernández Briante (26, casada, un hijo, estudiante de Filosofía). “Con una total prescindencia política. En la Facultad encontraba una gran falta de respuestas a las inquietudes que pudiera tener. Sólo veía el desprestigio de los centros de estudiantes y su juego de politiquería barata. Pero yo le otorgaba máximo valor a mi actividad en la Facultad. En 1966, cuando llegó la intervención y cerraron la Universidad, me puse a llorar. ¡Era un escándalo! Estuve más de un año sin dar materias”. Es que ése fue el acontecimiento clave, la política estudiantil de la pasada década: la intervención de la Universidad por obra de la administración Onganía. De pronto, el estudiante era envuelto en la problemática nacional, empezaba a vivir el "país real" que le había sido ocultado por sus vanguardistas dirigentes. Años de ausencia comenzaron a ser borrados; la realidad se les estaba incustrando muy a su pesar. La Intromisión fue una de las variables que más empujó al estudiantado a protagonizar la auténtica lucha política, la del pueblo. "En poco tiempo entendí que no era solamente la Universidad la intervenida, sino el país entero. Sentí cotidianamente la intervención”, continúa Fernández Briante. “Posiciones antes lejanas se me tornaron naturales, los acontecimientos del país empezaron a sensibilizarme profundamente y a hacer que se me disolvieran dudas y contradicciones. Traté de orientarme, de buscar soluciones. Leí «La hora de los pueblos», de Juan Perón. Entendí claramente su denuncia de los mecanismos de dependencia de la Argentina. Me hizo dar cuenta cómo se había confundido democracia con liberalismo. Eso fue para mi revelador, ayudó a desprenderme de todo mi bagaje anterior, el que me había condicionado. Logré una perspectiva política". "Pude ver la formalidad de la democracia liberal y la política de la izquierda argentina que olvidaba a los trabajadores que tenia a su lado mientras reclamaba en abstracto por el proletariado", cuenta Martin L. (24, estudiante de psicología), que prefiere esconder su nombre ‘‘para estar más tranquilo”. "Después de la intervención me «avivé» de todo eso. Empecé a leer críticamente la prensa oficial, noté cómo se tergiversaba la información porque comencé a salir a la calle. Y aprendí cómo nuestra ideología está determinada por los hechos que nos rodean. Lo difícil que es dar una opinión objetiva, porque todo se dice desde una perspectiva ideológica. Me di cuenta cómo la política lo tiñe todo, hasta los menores actos. Y fundamentalmente cómo no puede hablar una toma de posición con la exclusiva lectura de autores revolucionarios, sino que hay que llegar a la acción para «existir» políticamente. Para reforzar mis actitudes me encontré leyendo a Franco, Marx, Lenin, el Che. Sí, podría decir que soy marxista: quiero una sociedad sin clases.” A LA BÚSQUEDA DEL PUEBLO PERDIDO El proceso de nacionalización del estudiantado se inicia antes de la intervención. Ya en los alrededores de 1964. la imposibilidad de los conductores de las capas intermedias de gobernar la Nación sin el auxilio de la clase trabajadora hace que intenten revalorizar el peronismo. Se quiere conducirlo, coparlo, dividirlo. Pero, en ese acercamiento —conocido como “entrismo” para utilizar, manejar o “esclarecer” el movimiento nacional, estos sectores empiezan a hacerse efectivamente sensibles a sus posturas (v. gr. la experiencia del FEN). Entretanto, en la Universidad, y ante la intervención aparece la conocida “política renunciante” de los profesores liberales. Un buen número de ellos deja las facultades, indignado ante el “copamiento” y con la secreta esperanza de que se paralice en su ausencia. Nada de eso sucede, y aunque a nivel “científico” el golpe se siente, el ingreso de nuevos y jóvenes profesores provoca saludables cambios desde la perspectiva nacional. A lo largo de cuatro años, los jóvenes reemplazantes —en los lugares en que se dio este fenómeno— lograron influir en la nacionalización de los universitarios. Gonzalo Cárdenas, uno de estos profesores jóvenes de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, ha escrito: “La Universidad dejó así de ser una vestal, para transformarse en una institución violada. Pero la desaparición de un grupo intelectual a nivel profesoral que tenía vinculaciones con el neo-imperialismo, la creatividad de los nuevos profesores y la postura de los alumnos con posiciones nacionalistas comenzaron a hacer percibir a la Universidad Argentina como un proceso real, vinculado al país. Esta situación implicó la liberación mental de los universitarios, que dejaron de discurrir los puntos programáticos de sus escritos ultra-izquierdistas para centrar la discusión política sobre el problema peronista. Que poco a poco ha ido dejando de ser problema para convertirse en un debate vital de definición personal de cada estudiante frente a la ola revolucionaria por la que transcurre el Tercer Mundo”. Estas transformaciones son las que llevan a las movilizaciones estudiantiles de mayo de 1969. Es que las crisis de las capas medias ante la pérdida —en 1966— de su relativa libertad precipita a su avanzada intelectual, los estudiantes, a la agitación y el choque contra el régimen. Ante el inusitado espontaneismo de las algaradas estudiantiles, algunos grupos se vuelcan al guerrillerismo, en busca de mayor orden y eficacia en su accionar político. Pero siguen concibiéndose como parcialidad, desconociendo el movimiento nacional de masas, sin integrarse a él. Otros, en cambio, unen sus luchas a las del peronismo. Entre éstos se buscó a quienes pudieran rendir testimonio de esta conversión. Se obtuvo de las declaraciones de un militante de la Liga Humanista. una agrupación a quien se decidió consultar por pertenecer al antiguo Humanismo, anterior a la intervención, tradicional opositor del reformismo clásico. Esta tendencia, ligada a la democracia cristiana, fue radicalizándose paulatinamente conmovida por la constante presencia del peronismo, por su lealtad incondicional a las luchas populares. De ahí que en mayo de 1968 en la Liga entre la UNE (Unión Nacional de Estudiantes), una entente peronizante, más cercana a Ongaro que a Perón. "Por eso nos separamos de la UNE en enero de este año”, define hoy Federico O. (23. estudiante de Economía). “Decidimos integrarnos definitivamente al pueblo y para eso empezamos a respetar directamente las directivas del Comando Táctico Peronista. Con la UNE teníamos sólo coincidencias mínimas que comenzaron a hacerse cada vez más estrechas: la unión era sólo un acuerdo de sectores con tácticas, pero sin estrategia”. Esto significó que la agrupación iniciara una nueva etapa, trabajando desde la Nación a la Universidad, usando a ésta como un frente más. “Ahora somos parte, del pueblo, estamos realmente insertados, nos hemos encontrado con la memoria viva de los compañeros peronistas”, concluye el militante. En la Universidad Católica, un reducto de la clase alta, el interés por la política se manifiesta exclusivamente en charlas bizantinas, inconducentes. No hay agrupaciones y las discusiones se desarrollan sólo en la Facultad de Derecho —un sitial productor de variados ministros: Borda, de Pablo Pardo : en otras carreras, a excepción de Sociología, la preocupación es nula. Por eso es singular la radicalización de Jorge R. (23, estudiante de derecho de la UCA), que venido de la derecha nacionalista y clasista la Guardia Restauradora Nacionalista, GRN— descubrió el “fenómeno pueblo”. “Lo sentí en el peronismo. Me impresionó la gente común, que aparentemente no entendía de política pero era peronista”, confiesa. "Mi iniciación revolucionaria se llevó a cabo a través de la lectura de Hernández Arregui, Scalabrini Ortiz, Jauretche, Fanón, Mao, Perón. Ahora sólo quiero llegar a la mística revolucionaria haciéndome peronista cerca del pueblo”, se exalta. Se dice que cuando se tiene intenciones de influir, obtener, conservar, crear, modificar o extinguir el poder, la organización o el ordenamiento de la comunidad y se ejecutan acciones en ese sentido, se está haciendo política. De modo que los estudiantes —en su mayoría decididos a extinguir un poder que no comparten— están hoy en el escenario político. Cuando podía pensarse una identificación del estudiantado con el sistema que. los necesita para desarrollarse, sucede todo lo contrario, intentan destruirlo. Tamaño giro trató de ser explicado por el sociólogo Eduardo Arce del Campo (25, casado, peruano) de esta manera: “En la politización de los estudiantes hay que hacer una distinción; los que trabajan y los que no lo hacen. Entre los que trabajan, la posición que ocupa el estudiante en la estructura ocupacional determina la conciencia que habrá de tener de las relaciones políticas que prevalecen en el sistema en que está inserto. Otra variable a considerar es la edad del estudiante, que hace que éste sea moldeable con bastante facilidad. Porque la Universidad lo socializa, le crea valores que el estudiante adopta. Además, tomará características distintas de acuerdo al tipo de información que se le imparta. En la Facultad de Derecho, por ejemplo, recibirá un conocimiento formal de la realidad, no el de la realidad misma, como se intenta dar en Sociología. Se debe tener en cuenta también la forma en que el estudiante se vincula con la comunidad. En las profesiones liberales, los colegas son competidores que disputan una clientela utilizada para lucrar. A diferencia de otras carreras en que la comunidad es visualizada como tal. En cuanto a la apatía: es una manera de adherir al mundo ya constituido. Puede ser satisfecha o insatisfecha, sí, pero estas diferencias son meramente subjetivas. En general, los estudiantes tienen gran sensibilidad política, pero son vacilantes en la acción. Con frecuencia cumplen el papel de vanguardia y puente con las masas. Ingresan en el juego político ante la posibilidad de no poder proseguir sus estudios. En su mayoría, tienden al subjetivismo individualista que los hunde en la pasividad”. Momentáneamente, sin embargo, la pasividad ha sido abandonada. La efervescencia estudiantil es palpable, significativa. El estudiantado ha revisado el papel que cumplió desde la reforma. Hoy tiende a no distraer a los argentinos de sus propios problemas con un lenguaje de abstracciones y generalidades que sólo sirve para enmascarar la realidad. Por lo contrario, la “vanguardia ideológica de los sectores medios”, como ha dado en llamársele, entronca su quehacer político con el del pueblo. Pareciera haber dejado definitivamente de sobreestimar soluciones y esquemas de otras realidades y de subestimar las nacionales, las únicas válidas. Revista Extra 12/1970 |