Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

el pintor de san martin
FIDEL ROIG MATONS, el pintor de San Martín
Su obra es un poema vigoroso de formas y colores que exalta la figura enaltecida del Libertador
POR SIXTO VILA RUIZ

Mendoza, julio de 1949. — Las cumbres andinas, transparentes y altivas; los sinuosos senderos, las rocas escarpadas, los profundos abismos, los ríos rumorosos, y la pausa tranquila de sus valles dormidos, son citas familiares al recuerdo del hombre que los ha recorrido por decenas de veces, siguiendo las rutas del Ejército Libertador, en pos de un ideal en que se funden, con igual intensidad, un gran anhelo artístico y un patriótico empeño.
La dura piedra inhóspita de nuestras montañas ha sido testigo de los afanes de este Quijote de nuestros tiempos, caballero en noble muía cerril, desafiante ante todas las inclemencias de la cordillera, impulsado por el irremediable propósito de captar el instante -en que un concierto de formas y colores produce un milagro de suprema belleza.
Fidel Roig Matóns es su nombre, y no pudo haber mejor destino a su paleta de artista, ni empresa más levantada a su espíritu idealista.
Han pasado ya cerca de cuarenta años desde la fecha en que dió su primer concierto de violín en nuestra Wagneriana. Había llegado de España, su patria, deseoso de conocer estas tierras y regresar después a Gerona, donde sus padres le aguardaron en vano. Porque afincó en Mendoza, “la ciudad de cristal’’, al decir del poeta, en la que halló el ambiente propicio a sus inclinaciones, y formó un hogar de honradas virtudes familiares.
En la ciudad andina se dedicó a la enseñanza, dictando clases de estética y matemáticas en institutos oficiales, y de música y dibujo en otras entidades privadas. Pero si bien es cierto que, en materia de música, los críticos habían señalado las raras condiciones del joven violinista y sus grandes posibilidades como concertista, Roig Matóns abrigaba la escondida esperanza de poder dedicarse de lleno a la pintura, que practicaba calladamente, perfeccionando los conocimientos que recibiera también en su pueblo, de don Prudencio Bertrana y de don Luis Graner. Así, fueron muchas las telas que logró su paleta antes y después de afrontar el juicio de la crítica, y largas jornadas de trabajo y estudio jalonaron esa etapa de constante superación y afianzamiento.
Lo hemos visitado en la antigua casona que habita en Mendoza, rodeado del afecto de sus hijos y del de su esposa. Nos exhibe sus cuadros. Ante todo, llama la atención del cronista un notable retrato a gran tamaño que ha realizado. En él aparece el General San Martín en plena cordillera, teniendo por fondo majestuoso el Aconcagua. Se titula “Dos cumbres”.
Numerosos apuntes y una amplia tela recién preparada para comenzarla, dan cuenta de otro cuadro de gran aliento planeado por el artista. En él reproducirá un pasaje emotivo extraído de las memorias del General Alvarado: La conducción en camilla del General San Martín, acompañado de sesenta soldados de su cuerpo de Granaderos, de su médico asistente y de Fray Luis Beltrán, durante la marcha hacia los baños de Cauquenes, donde debía efectuar una cura a su dolencia reumática, alejándose al mismo tiempo de las convulsiones internas que amenazaban al país.
Otros dos cuadros de composición formarán parte de la próxima muestra del artista, que asume asi una tarea de muy señaladas proyecciones. El primero mostrará al Gran Capitán acompañado de los jefes que formaban su Estado Mayor, presenciando, desde el Peñón, el paso de las tropas libertadoras por la Cumbre del Espinacito, a cinco mil metros de altura. Y el segundo, constituirá un documento pictórico de parecidos relieves, al reflejar el esfuerzo del Ejército de San Martín en el transporte de cargas pesadas, en el momento de escalar la cumbre del Espinacito, teniendo por fondo magnífico el imponente panorama que forman los cerros de Alma Negra, Mercedario y La Ramada.
Finalmente, la última serie de cuadros sobre las rutas sanmartinianas que comprenderá en total cerca de sesenta telas sobre el itinerario de Los Patos, y que no ha sido terminada todavía. La admirable obra de Roig Matóns exigirá de él nuevos sacrificios, y la montaña le espera aún para brindarle, a cambio de ellos, visiones maravillosas de luz y de color.
Si escriben algo sobre todo esto, nos dice el pintor de la epopeya sanmartiniana, quisiera que dijesen ustedes que es muy grande mi agradecimiento al señor Presidente de la República, general Perón, por haber acogido con cariño mi esforzada labor en el preciso momento en que, por su ingente costo, estaba imposibilitado de continuarla. A la Comisión Nacional de Cultura, y a mis grandes amigos los doctores Gustavo Martínez Zuviría y Horacio Rodríguez. También al señor Ministro de Ejército, general José Humberto Sosa Molina quien con su particular comprensión, me ha brindado la más franca ayuda y cooperación del Ejército; a los jefes y oficiales de las distintas unidades militares que he encontrado a través de las sucesivas etapas de mi obra, que habiendo presenciado mi labor en la misma montaña, conmovidos me colmaron de finas atenciones. Pero sería ingrato que olvidara a los más modestos, a los soldados, a los baqueanos que me sirvieron de modelo y a todos los amigos a quienes, en gran parte, pertenece también el mérito de esta obra, si es que ella lo tiene.
Encantados, accedemos a sus déseos, y a la vez preguntamos:
—¿Algo más sobre sus proyectos?
—Estoy en una etapa de intensa labor. El año próximo, al celebrarse el Centenario de la muerte del Libertador, realizaré en Buenos Aires, con el patrocinio del Gobierno Nacional, del Ministerio de Ejército, de la Comisión Nacional de Cultura, y el auspicio del Gobierno de Mendoza, la Universidad Nacional de Cuyo y otras entidades, la exposición de toda mi obra sanmartiniana de veinte años de labor que incluye los pasos de Uspa-llata, el Portillo y Los Patos, representada por más de doscientas obras.
—Magnífico proyecto —apuntamos— y una buena oportunidad para tomarla como punto de partida de otras presentaciones de sus cuadros en España y en otros centros extranjeros donde existe verdadero interés por conocerlos.
—¡Ojalá pueda concretarse esta idea, que es también un íntimo anhelo mío! —contesta el artista, en tanto nos extiende afectuosamente su mano.
Y nos alejamos de su lado pensando en que este artista admirable, este espíritu ejemplar que está a punto de ver culminada una empresa de ardoroso argentinismo, posee, en el tesón de su carácter y la sencillez de sus maneras, mucho de las virtudes que generosamente derramara el más grande de nuestros próceres.
Revista Argentina
01/08/1949
 
El pintor de San Martín

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