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EXITOSO DEBUT EN EL CAMPEONATO METROPOLITANO DEL EX DELANTERO DE CHACARITA JUNIORS
El domingo pasado vistió por primera vez la casaca azul y oro se convirtió en el único jugador zeneize que vulneró cuatro veces en un mismo partido la valla de River. Una hazaña que se tradujo en un insólito asedio periodístico y que le valió la incondicional adhesión de su fervorosa hinchada
GARCIA CAMBON: EN BOCA DE TODOS

No es, precisamente, lo que se da en llamar un buen vecino. Al menos, desde el domingo pasado, se ha convertido en blanco predilecto de las torvas y reprobatorias miradas de quienes comparten los aledaños de su casa. Es que Carlos María García Cambón —el flamante delantero de Boca que ese día castigó con cuatro goles a la resignada hinchada millonaria— vive apenas a un par de cuadras del estadio de River, en un barrio que siempre ha sido reducto inexpugnable de los defensores de la casaca albirroja.
Recientemente trasferido desde Chacarita Juniors —allí comenzó su carrera deportiva en 1963—, los 80 millones de pesos viejos que costó su pase a los boqueases parecen ahora más que justificados: le bastó tan sólo un partido —el de su debut— para concretar un logro que, hasta hoy, se había negado a sus antecesores. En efecto, ningún jugador zeneize había conseguido vulnerar cuatro veces en un mismo partido la valla de los tradicionales rivales de Núñez.
La sorpresiva hazaña le valió al novel player —tiene apenas 24 años— trasformarse, aunque más no sea por una semana, en la figura más popular del país. Una razón por la cual, en los días que siguieron al partido, soportó un asedio periodístico varias veces superior al que signó los diez años de su tediosa trayectoria entre los funebreros. Siete Días no fue la excepción a la regla y en la mañana del martes pasado dialogó con García Cambón en el departamento que todavía comparte con su madre, su hermana, su cuñado y un par de sobrinitos.
Retraído —no esconde su proverbial timidez— transitó con indiferencia los convencionalismos previsibles en estos casos. Un hermético silencio fue su respuesta a todos los intentos por apartarlo de tan trillados carriles —rehusó cualquier opinión que implicara un mínimo compromiso— y, por momentos, pareció imposible impedir que saliera de su mutismo. A continuación se trascriben los pasajes más salientes de la charla.

OTRA COSA ES CON POTENTE
—¿Es cierto, como aseguraron algunos diarios, que sos hincha de River?
—...No. Vivo cerca y nada más. Será por eso que lo dijeron.
—¿Qué significó para vos el debut del domingo pasado?
—Significó todo: todo el sueño cumplido y todo lo que no llegué a soñar nunca.
—¿Es decir que alcanzaste tu meta?
—Yo soy jugador de fútbol. Cuando empecé, mi único objetivo era jugar. Más adelante, mi meta fue jugar en un club. Cuando estuve en uno, quise jugar en primera. Pero uno no se conforma con eso y sueña con ser contratado por un club grande. Yo hice las cosas muy rápido; ya llegué a Boca...
—¿Qué hay después de jugar en la primera de Boca?
—Después de Boca viene la selección. Y después... nada.
—¿Qué diferencias encontrás entre este Boca y Chacarita Juniors?
—En Chacarita había un número nueve que era nada más que nueve. De modo que yo no tenía más remedio que ser sólo diez. Si me iba tenía que volver. No había otro para reemplazarme. En Boca, con Potente, la cosa cambia. Si se va él, me quedo yo y viceversa. En Chacarita yo era el único que llegaba al gol. En Boca hay, por lo menos, seis que pueden llegar fácilmente.
—¿Dónde te sentiste más cómodo?
—Yo en Chacarita nunca estuve incómodo. La verdad que yo me siento igual en cualquier parte.
—Hay jugadores que cuando debutan en un equipo grande, suelen aludir a la responsabilidad que, presuntamente, eso implica...
—Sí, eso de que la camiseta pesa.
—Algo así.
—No, mirá: el domingo cuando salí a la cancha, creo que ni siquiera me di cuenta de que tenía puesta la camiseta de Boca. Sí, me pesó tanto como la de Chacarita. Lo único que me importaba era no defraudar a la gente que había confiado en mí.
—¿Y, por lo visto, no la defraudaste?
—¿Qué va a pasar si no hacés más goles?
—Ese es un problema de la gente, no mío.

LOS BUENOS Y LOS MENOS BUENOS
—¿Ganaste mucha plata hasta ahora?
—No, no gané mucho. Pero, de todos modos, no me gusta hablar de plata.
—Es probable que ahora comencés a ganar mucho más. ¿Qué cosas te gustaría hacer con ese dinero?
—...Haría tantas cosas. En realidad, tengo de todo: amigos, familiares, gente que me quiere. Este es el momento de ponerme a pensar en todo lo que hice para poder hacerlo mejor.
—¿Cómo ves el panorama actual del fútbol argentino?
—Bien, muy bien. Están saliendo
jugadores nuevos muy buenos. Fíjate en todos los goles que se hicieron el domingo pasado.
—¿Qué chance le asignas a Argentina para el próximo Mundial?
—Yo le tengo confianza. Si se toma el trabajo en serio y se da a la selección el apoyo necesario, se podrá perder o ganar, pero perder será más difícil.
—¿Antes no se tomó el trabajo en serio?
—De la última vez, creo que no se puede decir nada en contra. Fue cuando con mayor responsabilidad se hicieron las cosas. En cuanto a las oportunidades anteriores, ya todo el mundo ha dicho lo que pensaba.
—¿Qué opinás de los directores técnicos?
—Como en todo, hay buenos y malos... Malos no; yo diría menos buenos.
—¿Qué se necesita para ser un buen director técnico?
—Fundamentalmente, saber tratar al jugador. Vos no podés llegar a un lugar donde hay 25 tipos y pretender que todos se amolden a tu forma de ser.
—¿Cómo tendría que tratarte a vos un director técnico?
—Ah, no sé: nunca me pongo en el lugar de los demás.
—¿Se puede enseñar a jugar al fútbol?
—A jugar, no. Pero se puede enseñar a pararse bien en la cancha, a moverse; se pueden corregir errores. Eso sí.
—¿Qué hacés cuando no jugás al fútbol?
—Hago la vida de cualquier persona normal. Voy al cine...
—¿Qué películas ves?
—No sé: cualquiera.
—¿Tenés novia?
—Mmmmm... Poné que sí.
—¿Pensaste en la posibilidad de casamiento?
—Puede ser.
—¿Qué cualidades admiras en las mujeres?
—Que sepa comprender al hombre. Pero si tuviera todos los requisitos que yo quiero, sería una mujer demasiado perfecta. Es que yo soy muy exigente con todo lo mío.
—¿Tenés alguna cábala?
—Varias. Cuando estaba en Chacarita, cada vez que entraba al vestuario para cambiarme, le dejaba el reloj y la medallita al doctor D’Angelo. Ahora, en Boca, hago lo mismo, pero con el doctor Gioiosa. Antes de salir a la cancha me persigno. Porque soy muy católico: yo creo mucho en Dios. Cada vez que puedo ir a la iglesia, voy.
—¿Qué opinás del periodismo deportivo?
—Es igual que todo el periodismo. Posiblemente haya un poco más de negocio. Eso es todo.
Revista Siete Días Ilustrados
11/02/1974
 

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