Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

izquierda argentina
¿Qué cara tiene la izquierda argentina?
A partir de la caída de Juan Perón, y de manera particular al acentuarse la crisis económica y la inestabilidad política, las ideas de izquierda 'han progresado vertiginosamente en la Argentina. La derecha lúcida reconoce ese avance de la contraparte que, para no abundar en detalles, puede demostrarse con un antecedente llamativo: de socialismo se ¡habla en amplios sectores radicales y peronistas, sin olvidar por cierto a los demócratas cristianos, socialistas, comunistas y otros grupos que integran la heterodoxia marxista. En apariencia, pues, la izquierda es una fuerza política de primera magnitud. Pero se advierte que es una fuerza dispersa, en cierta medida vacilante, como esos gigantes que no se deciden a pelear con los enemigos más pequeños.
En junio de 1966, cuando los militares desalojaron del poder al gobierno reformista de Arturo Illía, la izquierda sufrió un rudo golpe. Puede explicarse: tanto el populismo como el marxismo podían difundir sin mayores trabas los temas básicos ante la irritación de los derechistas, quienes clamaban por el orden y la modernización del sistema. Pero, por curiosa paradoja, esos clamores fueron a parar al arsenal dialéctico de la izquierda, quien los trasformó en grandes proyectiles que comenzaron a caer sobre da rígida pero no muy estable plataforma del gobierno de Juan Carlos Onganía.
Sea por las permanentes contradicciones de la derecha tradicional, que no termina por asimilarse al esquema de las grandes empresas extranjeras; o fuere porque el autoritarismo desplazó la riqueza en desmedro de los trabajadores, las rebeldías izquierdistas comenzaron a insinuarse al promediar el primer ciclo del gobierno militar.
Así, desde la primavera de 1968, decenas de huelgas estallaron en todo el país. Se trataba de protestas sin precedentes contemporáneos en los grandes países industriales, en las que se amalgamaban las reivindicaciones propias de los obreros con consignas políticas de marcado signo marxista. Se demandaban mejores salarios y se luchaba contra la desocupación, pero además se cuestionaba el régimen de la propiedad y el de la estructura económica, pidiéndose la nacionalización de los resortes fundamentales del aparato económico y la reforma agraria.
Es cierto que no todos los que protestaban entendían los cambios de un mismo modo y que, para arribar a la meta del socialismo, se proponían senderos harto escabrosos; pero no fue menos cierto que el país se inundó de axiomas marxistas y de la terminología que ya supera los viejos rumbos del socialismo. Una conclusión: si las ideas izquierdistas son vigorosas y por esa razón avanzan, la debilidad del frente popular debe buscarse en la fragmentación partidaria y en las tácticas de los grupos ultraizquierdistas que reniegan de las soluciones pacíficas.

DIVIDIR PARA REINAR. Al replegarse el autoritarismo —por lo menos en su manifestación corporativista o mesiánica— para dar paso a una etapa más dúctil, a la izquierda se le abrió un estrecho horizonte para alcanzar su institucionalización. En concreto, cuando los mandos militares advirtieron que era preferible encender la luz antes que pelear a oscuras con un enemigo tan difuso como un fantasma, procuraron acelerar las escisiones entre la izquierda ortodoxa y la guerrillera. Según los observadores más optimistas, los militares habrían logrado su propósito: los comunistas y otros núcleos de izquierda se agruparon en el Encuentro Nacional de los Argentinos, el bosquejo del frente popular, en tanto los guerrilleros continuaban la lucha perseguidos por el aparato de seguridad. Es notorio que el ENA repudia la violencia y sugiere “que le hace el juego a la represión", y que la guerrilla acusa a los comunistas de aceptar los débiles rayitos de sol que pasan por la Casa de Gobierno.
De esa realidad nacen los primeros perfiles de la izquierda actual, una cara que por ahora tiene varios ojos y distintas lenguas, aunque para la derecha tenga un solo cerebro y una misma voz. Siguiendo la perspectiva derechista., que por empezar reconoce que sin el PC y la Unión Soviética no habría problemas serios con la izquierda, aparece el ENA como la fuerza más ponderable.
Sin embargo, por el momento el ENA no pasa de ser un entendimiento programático entre dirigentes socialistas, peronistas y radicales con representantes del PC, a diferencia de los frentes populares de Chile y Uruguay donde se integró una coalición orgánica de los partidos de izquierda. De todos modos, el ENA logró apoyos de base y esa evidencia explicaría que su eventual progreso sea tema de debate en el seno de los partidos tradicionales, sobre todo en el peronismo, ya que el caudillo desterrado no desea perder la hegemonía en ese proceso de coincidencias. Para los comunistas, aun en el caso de que el grueso del peronismo decida integrar otro frente, el caudal electoral del ENA superaría los dos millones de sufragios.
Al margen del ENA surgieron otras fuerzas menores. La más pujante, sin duda, la inspira el escritor Jorge Abelardo Ramos bajo el rótulo de la “izquierda nacional”, base del Frente de Izquierda Popular. Ramos, que persiste en su sempiterno combate dialéctico con el PC, propone —al margen del frentismo desarrollista— la salida electoral sobre la base de la candidatura de Juan Perón. La izquierda nacional, con todo, puede tener futuro en la Argentina; desde un enfoque militar, la prédica 'naciosocialista' ganó adeptos entre la oficialidad joven. Es más: los libros de Ramos entraron hace rato en los cuarteles.
En otro campo, los esfuerzos de Horacio Sueldo —el líder demócrata cristiano— están en un plano intermedio entre el ENA y el FIP; sólo el tiempo puede descifrar la incógnita que supone pronosticar hacia cuál de estos frentes se orientará Sueldo. Por último, no se pueden desechar las divisiones orgánicas en los partidos tradicionales, propiciadas por los dirigentes que buscan una nueva forma de entendimiento entre las izquierdas.
El cuadro del socialismo, obviamente, se complementa con los grupos estudiantiles organizados, el movimiento obrero, los intelectuales de la pequeña burguesía radicalizados por la crisis y los sectores rurales marginados. El movimiento estudiantil, a pesar de las marchas y contramarchas de sus dirigentes, es improbable que revea su posición izquierdista; por el contrario, hay indicios suficientes como para afirmar que las entidades que agrupan a los estudiantes serán cada vez más solidarias con los sectores marxistas del movimiento obrero.
En los gremios mayoritarios, y particularmente en las regionales cercanas a la Capital, el proceso de radicalización ofrece matices controvertidos. José Rucci, aunque no aclaró el concepto, se proclamó hace poco socialista nacional; pero como el líder cegetista es un fervoroso admirador de Juan Manuel de Rosas, no se acierta a comprender cómo podrá llegar a la síntesis socialista desde esa perspectiva histórica.
En las regionales del interior la situación es más definida. Es que en ellas prosperaron las luchas que culminaron con las caídas de Onganía y Levingston, sobre todo en la cordobesa, que reconoce al máximo caudillo de la izquierda sindical: Agustín Tosco. Fuera de la CGT, pero con lazos en el movimiento obrero organizado, se agrupan los sectores que orienta Raimundo Ongaro, el gremialismo clasista y los ideólogos chinófilos, una verdadera Babel de enconos y escisiones.
El arco iris de la izquierda, por fin, se completa con los movimientos campesinos de la periferia ruralista y la intelectualidad. Al compás del deterioro de las industrias regionales, y por sobre la posición moderada de la Federación Agraria, florecen las ligas campesinas. Más de 100 mil pequeños productores ya están adheridos a la UPARA, entidad que propone soluciones revolucionarias para los problemas agrarios. Por su parte, la intelectualidad también se rebela. Muchas han sido las huelgas de médicos, abogados, profesores y maestros contra el statu quo del autoritarismo. Puede que sean meros arrebatos de la pequeña burguesía radicalizada que no logra satisfacer sus necesidades de consumo. Pero lo evidente es que de esa pequeña burguesía sacudida por el deterioro económico y la frustración profesional surgieron los guerrilleros y sus adeptos.
Si la Argentina será en un futuro cercano el país socialista más fuerte de América latina es algo que todavía no puede afirmarse. Pero es razonable pronosticar que la sombra de la izquierda crece encima de una derecha que perdió seis preciosos años sentada en el filo de las bayonetas, porque creyó que los militares le habían firmado un cheque en blanco. Ese Cheque no tiene fondos suficientes por la sencilla razón de que las Fuerzas Armadas argentinas no pueden cabalgar a contrapelo de la historia.
Jorge Lozano
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Los hijos de Juan B. Justo
Después de sortear los riesgos de una alianza con el socialismo democrático —que para su gusto es demasiado gorila—, Jorge Selser, el teórico del Partido Socialista Argentino, se esfuerza por encontrar un lugar en el damero electoral. Para ello ha forjado una coincidencia con sectores que fueron prófugos del PS en distintas épocas (Grupo Evolución, Grupo Militancia Popular y Movimiento de Afirmación Popular Argentino) con los que piensa edificar La Gran Fuerza Socialista: una federación de sectores de izquierda moderada.
Selser ha sabido remozar el desgastado "viejo y glorioso” PS, limándole sus aristas antimilitaristas, anticlericales y antipopulistas. Sensatamente alejado de los grupos guerrilleros, Selser trata de educar a sus correligionarios en la necesidad de concurrir al próximo comicio en el seno de un frente. Su drama es que todavía no sabe en cuál: acaso con el Cívico de Liberación Nacional (Frecilina); quizás ofreciéndole las listas de su partido al Encuentro de los Argentinos; tal vez mimetizado en La Hora del Pueblo. Por ahora, Selser
computa un distrito electoral a favor de la personería de su partido: la provincia de Formosa.
Entretanto, Juan Carlos Coral —un expulsado del PSA— disputa a Selser el usufructo de la sigla, en compañía del trotskista Nahuel Moreno: ambos editan el periódico Avanzada Socialista e intentan llegar a la elección de alguna manera. Prisa no les falta: casi sin afiliados proclamaron ya la candidatura presidencial del piloso "Coralito".
Sumergidos en los arrabales de la lucha universitaria restan todavía diversas variantes de la izquierda intelectual, carentes de peso numérico más allá de las facultades ideologizadas. Pueden hallarse: chinófilos (Vanguardia Comunista y Partido del Trabajo); trotskistas (grupo Política Obrera, Partido Revolucionario de los Trabajadores, Partido Obrero Revolucionario); guevaristas (Partido Comunista Revolucionario), etcétera. Ninguno de ellos está en condiciones de aspirar a la personería política, razón por la cual su antielectoralismo recuerda a sus adversarios la conocida fábula de la zorra y las uvas.

___recuadros en la crónica___

Guillán: Peronismo y socialismo
guillanDesde que nació el peronismo, la existencia de un ala izquierda ha sido tan connatural a su desarrollo, como su crecimiento en los últimos años. Esa izquierda peronista hay que rastrearla en los militantes del socialismo trasvasados en 1946 al laborismo, como en la estructuración de una tendencia radicalizada dentro del sindicalismo antes de 1955, en los aportes ideológicos brindados por John William Cooke, Juan José Hernández Arregui y Rodolfo Puiggros y en la influencia de la revolución cubana y el maoísmo. Los peronistas que toman las banderas del socialismo nacional consideran agotadas las posibilidades de la burguesía nativa. La amplia mayoría de las juventudes, las formaciones especiales (FAP, FAR, Montoneros, Descamisados), se adhieren a esta bandera. También la asumen como consigna propia los denominados gremios y agrupaciones del peronismo combativo, es decir la izquierda de las 62 Organizaciones. En ellas, la musa inspiradora ideológica pasa por Julio Guillán, líder de los trabajadores telefónicos.
Ese sector se pronunció por "la nacionalización de todos los sectores decisivos de la economía: petróleo, siderurgia, energía, transporte, bancos, seguros, comercio exterior y de aquellas actividades que incidan en nuestra independencia económica-financiera y estratégica”.
Julio Guillán: — La socialización deberá ser racional e inteligente, porque no aceptamos ni la división internacional del trabajo en que nos encasilla el imperialismo yanqui, ni la soberanía condicionada que nos ofrece la Unión Soviética.
—¿Es concebible la construcción de una nación socialista sin establecer relaciones con el llamado campo socialista internacional?
—Es obvio que el mundo está interrelacionado. Por consiguiente la actitud nacional que señalo no significa, de manera alguna, que pensemos lograr nuestra liberación nacional y social apelando al aislacionismo. Ubicamos a nuestra nación socialista en un marco de soberanía política que hoy no poseemos.
—Pero usted no define el marco internacional de relaciones del socialismo nacional.
—Solamente es posible edificar el socialismo de manera independiente de los grandes poderes del establishment internacional, extendiendo la lucha por la liberación al campo continental. Perón ha insistido precisamente en la necesidad de rebasar la lucha nacional y dar, en nuestro caso, la lucha en toda Latinoamérica. Por otra parte le reitero: la base de nuestra independencia está en que nuestro país se adueñe de todos los resortes financieros fundamentales para que el ahorro nacional quede en el país. Otro pilar fundamental de la edificación socialista lo marca la necesidad de producir la reforma agraria que posibilite incrementar rápidamente la producción y exportar de modo tal que el mayor ingreso de divisas facilite, dentro de la planificación estatal, el desarrollo de la economía argentina.
—En el peronismo se discuten varios caminos hacia el poder para desarrollar esta política. ¿Cuál es el suyo?
—Intentamos construir este proceso del modo menos cruento posible. Pero somos conscientes que, si se pretende —por la violencia del régimen—, bloquear el acceso del pueblo al poder, éste lo tomará de cualquier manera, aunque tenga que pagar por él un alto costo humano y nacional.
—¿La actual conducción local del peronismo trabaja por otro camino socialista?
—Nuestro jefe, el general Perón, ha dejado sentado con toda claridad, desde su gobierno y con hechos, que el peronismo desarrolló en el poder las bases de un proyecto socialista argentino. Hoy más que nunca, Perón señala como necesaria la reafirmación y profundización de esa orientación. Para eso ha convocado al Frente Cívico de Liberación Nacional, en el que los trabajadores peronistas hemos de impulsar con fuerza el triunfo de las ideas del socialismo nacional. JLB

Jorge Abelardo Ramos: La política de la Izquierda Nacional
abelardo ramosCuando alguna vez los historiadores se preocupen por encontrar la fecha de nacimiento de la Izquierda Nacional, deberán revisar los fragorosos años de la Segunda Guerra Mundial. En ese tiempo, sólo un puñado de trotskistas —entre los grupos de izquierda de Buenos Aires— mantuvo la línea de la neutralidad argentina ante una contienda que ellos calificaban de "interimperialista”. Algunos de esos escasos hombres —Jorge Abelardo Ramos entre ellos— constituirían el único sector marxista que brindaría su apoyo crítico al peronismo naciente. Eran los inciertos días de octubre de 1945, cuando las masas entraban en escena, cuando muy pocos comprendían qué estaba sucediendo cuando la izquierda reconocida —el socialismo y el comunismo— se unía al embajador norteamericano Spruille Braden para enfrentar al "fascismo criollo”.
Desde esos días, la Izquierda Nacional creció como una corriente original en las ideas políticas argentinas. Su vocación por mantener con ortodoxia las posiciones marxistas llevó a sus líderes a conservar la independencia frente al peronismo, al que respaldaron desde afuera sin dejar de señalar "su carácter nacional-burgués”. Ramos, Jorge Enea Spilimbergo y sus amigos aspiraban a ser el germen de un "partido obrero revolucionario” capaz de tomar las banderas nacionales de manos de Perón y trascenderlas hacia el socialismo. Así, en el terreno ideológico se dieron a la tarea de revisar la historia argentina a la luz del marxismo, de fundar la línea política del socialismo de Izquierda Nacional en los antecedentes históricos de las montoneras federales, del yrigoyenismo y el peronismo, y procuraron demoler los presupuestos de la izquierda tradicional a la que estigmatizaron como "cipaya" (es decir, incapaz de entender los problemas nacionales).
Hasta hace algunos meses, muchos observadores atribuían al Partido Socialista de la Izquierda Nacional (PSIM) el carácter de una simple capilla ideológica. Hoy, como coordinador del Frente de Izquierda Popular (FIP), el movimiento que acaudilla Ramos anuncia haber obtenido las afiliaciones exigidas por el Estatuto de los Partidos Políticos para reclamar la personería electoral nacional. Es el cuarto partido en tales condiciones y quizás eso lo convierta en el único sector de izquierda presente en las próximas, prometidas elecciones.
Jorge Abelardo Ramos expuso la semana última ante Panorama las posiciones del FIP frente al gobierno, las elecciones, los curas tercermundistas, los militares, los grupos guerrilleros y el peronismo. Helas aquí:
—¿Con qué fuerzas cuenta el Frente de Izquierda Popular?
—El Frente de Izquierda Popular cuenta ya en cinco provincias con un número de afiliados superior al exigido por el Estatuto del gobierno de facto para pedir el reconocimiento como partido nacional. Además, en pocos días contaremos con las afiliaciones necesarias para pedir el reconocimiento en otras seis provincias. Ya hay miles de obreros industriales y trabajadores rurales en nuestras filas, organizados en Juntas Populares.
—¿Qué posición sostendrá el FIP ante las elecciones?
—El FIP es una confluencia de militantes radicales, peronistas, socialcristianos y socialistas de la Izquierda Nacional (PSIN) que han coincidido en votar el nombre de Perón si éste es proclamado por su partido y si se presenta como candidato, al mismo tiempo que afirmaremos nuestro programa socialista y nuestros propios candidatos en los demás cargos que, de presidente para abajo, se postulen en las elecciones. En caso de que Perón no se presente, o decida apoyar a otro candidato, el FIP reunirá un Congreso Nacional de sus fuerzas donde debatirá a la vista y oídos de todo el mundo el camino a adoptar.
—¿Significa que el FIP no adhiere automáticamente a la estrategia de Perón?
—En modo alguno. Perón tiene pleno derecho a actuar como lo desee en su condición de jefe de su movimiento. Y nosotros tenemos nuestro derecho a sostener que nadie en la Argentina tiene un gramo de confianza en el aparato sindical y político del peronismo, empezando por los mismos peronistas. Perón —no su partido— ha sido y es una bandera histórica de los trabajadores, que tuvieron razones para sostenerlo en el pasado, pero que ahora también desean un programa socialista.
En otras palabras, a nuestro juicio Perón no es dueño de disponer como quiera de su propio nombre, que es la condensación de la soberanía de las masas. No puede renunciar a lo que no le pertenece.
—¿Qué piensa el FIP de la guerrilla?
—Hemos dicho ya muchas veces que la guerrilla brota en el país por el cierre de todos los caminos a través de los cuales puede expresarse la acción política del pueblo. A su modo, los grupos armados expresan la profunda cólera que acumula el país ante la insolente usurpación de la soberanía popular.
—¿Y cuál es la posición que sostienen ante los militares y la Iglesia?
—El FIP estima que lo único que le resta por hacer al Ejército es desprenderse lo más rápidamente posible de la malhadada "revolución argentina" y abrir el camino a la voluntad general. De todas maneras, esa voluntad se abrirá paso, por las buenas o por las malas. El Ejército actual debería encontrar en los viejos soldados patriotas un ejemplo para el presente.
En cuanto a la Iglesia, podemos ver que hay una gran diferencia entre aquella Iglesia de Pío XII que consideraba al socialismo y al comunismo como "intrínsecamente perversos" y la Iglesia de los dos últimos papados, de donde han surgido los curas armados, los curas obreros y los curas del Tercer Mundo. Basta recordar la actitud de la Iglesia en 1955, del brazo de la oligarquía, los masones y los gerentes imperialistas para advertir el camino recorrido. Ahora los curas jóvenes, además de ayudar a los pobres contra los ricos, deben estudiar 'historia argentina, marxismo y política nacional. De esa manera podrán juzgar con más elementos de juicio cuanto ocurre en el país.
—Finalmente, .¿qué opinión le merecen los grupos políticos tradicionales de la izquierda argentina?
—Creo que la incomprensión que siempre demostraron de las particularidades argentinas los han reducido a la impotencia y a la fragmentación. Nuestro país requiere ya mismo una izquierda popular y nacional que encabece a las masas. Y ya la tiene: es el Frente de Izquierda Popular.
Jorge Raventos

Fernando Nadra: En la antesala de la revolución
nadraNo es frecuente que un comunista veterano se entusiasme y llegue a decir su verdad con el fervor de Femando Nadra, tucumano, de 55 años, militante desde 1940 y miembro del Comité Ejecutivo del PC. Quizá el fervor dialéctico de Nadra provenga del análisis de la realidad argentina, de los pronósticos y conjeturas que abren perspectivas a la izquierda y a la derecha ante los fracasos reformistas. El jueves pasado, el dirigente comunista conversó con Panorama sobre esas perspectivas; lo que sigue es la síntesis del diálogo:
—En el caso de llegarse a las elecciones, ¿los comunistas integrarán el Frente Popular?
—El partido Comunista y, como es público, el Encuentro Nacional de los Argentinos ya fijaron su posición sobre las elecciones que procura la dictadura militar y la coalición de las fuerzas democráticas y populares. Pero, en lo básico, le reitero que repudiamos el comicio condicionado y que los comunistas estamos dispuestos a llegar a un acuerdo con todos los sectores populares, fuese en el ENA o en un frente más amplio. Pero debe advertirse que el PC no convalida el estatuto ni el proceso electoral con leyes represivas, presos políticos y torturas; con candidatos elegidos por los hombres que sirven al imperialismo.
—¿Pueden llegar entonces a rechazar estas elecciones?
—Sí, las rechazamos. Primero hay que ver si habrá elecciones y luego decidiremos en concreto de acuerdo al proceso. El PC seguirá en la lucha para establecer un gobierno provisorio antioligárquico que convoque a una asamblea constituyente, la que tendrá que decidir sobre la oportunidad de los comicios libres. En esa asamblea trataremos de ponernos de acuerdo con los peronistas y los radicales, con los socialistas y los demócratas cristianos, y por qué no también con los representantes del MID que sostengan una posición progresista. Debe recordarse que los comunistas no partimos de lo que dicen o hacen Perón y Frondizi; sólo tenemos en cuenta lo que quiere el pueblo.
—¿Cuántos votos puede obtener el Frente Popular?
—Bueno, ¡qué pregunta! Es difícil precisarlo. Con todo, puedo asegurarle que las fuerzas de izquierda llegarían al triunfo en una elección limpia. Le participo un antecedente: en los últimos comicios los comunistas obtuvimos más de 300 mil votos y, por entonces, teníamos menos de 10 mil afiliados. Hoy tenemos 100 mil afiliados al partido y 30 mil en la juventud. El resto -de la izquierda puede duplicar los votos porque hay que tener en cuenta que hasta los fascistas hablan de socialismo, y que los partidos reformistas, en líneas generales, están superados históricamente.
—¿No cree que la derecha también puede hacer una buena elección?
—'Desde luego que lo creo. La derecha tiene experiencia y buen olfato. Sabe que la izquierda avanza y entonces se concentra. Quiero decir que los derechistas se agrupan aunque no crezcan, y es por eso necesario fundar el frente popular. La derecha sabe que en la Argentina vivimos un momento muy especial, la antesala de la revolución, y que el PC es el partido más homogéneo de América latina. Allá por el 40 temió lo mismo pero éramos más débiles, la clase obrera no estaba organizada y ni se sospechaban los cordobazos. Entonces, la oligarquía sólo piensa ahora cómo burlar al pueblo otra vez; está buscando el plan y, de llegar el caso, podrá tumbar a Lanusse o a quien fuese para evitar la victoria de la mayoría. En síntesis: la derecha trabaja para la división del frente popular, y es por eso que hay "izquierdistas" que le hacen el juego al sistema hablando mal de los comunistas. Yo pregunto: ¿podría hablarse de marxismo sin la existencia del PC y de la Unión Soviética?
—¿Puede instaurarse una dictadura derechista?
—Soportamos una dictadura derechista. ¿Acaso no hay gente presa? ¿Acaso no se persigue y se tortura? Lo que sucede es que la represión por la represión no resuelve nada. Aumentan las luchas y el sistema se hunde más en el pantano. Por eso los militares quieren irse. Pero no irse del todo. Ya lo han dicho: el próximo gobierno será de transición.
—¿Considera que los militares no son patriotas?
—Vea, los militares no viven en una isla. Sufren como los civiles y hay muchos que son patriotas y desean un gobierno popular. Fíjese lo que sucede en Perú. En las fuerzas armadas argentinas prenden las ideas de liberación. Yo creo que la etapa de los golpes reaccionarios jugó un papel decisivo en la política argentina, pero estoy convencido de que ese ciclo nefasto está en declinación. Por lo tanto, puede nacer una etapa más progresista: hay centenares de oficiales y suboficiales que desean soluciones para el pueblo y la liberación del país.
—¿Prefiere entonces la salida militar peruanista a la del comicio?
—Es una opción falsa. Prefiero el triunfo del pueblo.
J. L.

PANORAMA, MARZO 28, 1972
 








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