Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

josé i rucci
JOSÉ RUCCI: ¿A usted le suena?
La nueva primera figura de la CGT explica su arribo a la central obrera. Las alternativas de la estructuración del nuevo secretariado, la falta de “estrellas”, las ausencias y presencias. La cinta de Perón y el carácter del flamante secretario general. ¿Cómo se llevará con Luco?

QUIZA todo haya empezado para José Rucci aquel día de abril del 53 en que entró a trabajar en la fábrica de cocinas Catita. Al año, fue nombrado delegado. Venía de laborar en dos fábricas que terminaron cerrando: Hispano Argentina —en la calle Campichuelo—, en 1947, y una empresa de FF.MM., que fabricaba la legendaria pistola Ballester Molina; allí trabajó con uno de quienes serían los capos máximos del poderoso gremio metalúrgico: Hilario Salvo. En el interregno, prestó servicios en Ubertini, en donde también le tocó presenciar el cierre de los portones. La revolución del 55 lo sorprendió como delegado de fábrica y su militancia durante la Revolución Libertadora le hizo conocer la cárcel de Caseros y Santa Rosa. Los ocho meses de presidio le sirvieron como mérito para ascender a los niveles de conducción dentro del gremio. Primero, colaborador de Avelino Fernández, cuando éste era secretario general, y luego, en la primera gestión de Vandor, como cabeza de la seccional Capital es elegido secretario de Prensa. Allí también estuvieron dos metalúrgicos que le posibilitaron el salto hacia el sillón de la CGT: Lorenzo Miguel y Paulino Niembro. Por tres mandatos consecutivos se mantuvo en el puesto de Prensa, y luego —desplazado de Capital—, integró el cuerpo de asesores de Vandor en el secretariado nacional de la UOM.
Hasta allí no le han faltado a Rucci roces permanentes con los directivos. Sus jefes padecieron sus permanentes planteos. De carácter muy personal, alteraba el ritmo de equipo obediente impuesto por Vandor. A tal punto, que es este mismo quien lo envía al exilio dorado de la intervención en San Nicolás, una seccional con problemas internos confusos. Los años de intervención le posibilitan ocupar el puesto de secretario general en San Nicolás. Ante este absurdo estatutario —el de pasar de interventor a secretario—, Rucci se defiende advirtiendo que “en realidad yo no era interventor, sino delegado del secretariado nacional y en los dos años conseguí relación de dependencia con una fábrica de la zona”. Claro que no puede eludir muy bien las acusaciones de sus opositores: Protto, la fábrica que representa, es minúscula en relación a las otras de la regional, como Somisa, que tiene nueve mil obreros. Con todo, su amigo Lorenzo Miguel, que no sin tropiezos llegó al sillón dejado vacante por Vandor. legalizó la posición de Rucci. El mismo Rucci justifica su triunfo, recordando que no funcionó prácticamente como interventor o delegado, sino que creó un cuerpo integrado por trabajadores nicoleños para compartir la dirección.
EXTRA: ¿Cuál es la característica de este período de la CGT que inicia usted ahora?
RUCCI: Fundamentalmente, que la CGT ha adquirido vida orgánica, que no tenía. Esta es la única forma de canalizar las organizaciones confederadas a través de un sistema estatutario. que centralice sus actividades. Hasta el 4 de julio pasado todo se rigió con comisiones provisionales sin la gravitación que debían tener.
En el cuarto piso de la CGT. Rucci parece no encajar con la estatura de los anteriores secretarios generales que transitaron por ese nivel de la central obrera. Es el primer secretario general de la CGT representante de los metalúrgicos, el sindicato gremialmente más poderoso. En esa representación se apoya Rucci, la busca y la enarbola: “En definitiva, yo represento al gremio".
EXTRA: Sí, pero usted, en el acuerdo final, entra como el representante de las “62 organizaciones”, habiendo declarado horas antes de la composición de la lista que “no aceptaría ser secretario general si el organismo gremial peronista no tenía la mayoría absoluta en el secretariado. Sin embargo, finalmente, las “62" están en minoría. ¿A qué se debió el cambio de posición?
RUCCI: Cuando se conformó la lista única, había siete organizaciones de las “62": metalúrgicos, SUPE, Frigorífico Nacional, alimentación, plásticos, portuarios y sanidad. Ese fue el acuerdo que hizo la mesa —enfatiza lo de la mesa— con los otros sectores. Todos aceptaron sus cargos, pero a último momento SUPE y Frigorífico se retiraron y quedaron cinco.
EXTRA: Usted no cuenta a los “8” como de las “62” organizaciones. ¿No?
RUCCI: No, no. Con los “8" no tenemos nada que ver.
Rucci deja en la nebulosa los motivos del retiro de los dos gremios de su nucleamiento: “¡Si estaban todos de acuerdo!, afirma, yo no sé las razones que habrán tenido”.
EXTRA: Bueno, no pueden ser muy ocultas: Cavalli secretario general del SUPE estaba en España con Perón. Se supone que su gremio estaba en comunicación con él...
RUCCI: La mesa de las “62” tenía instrucciones que eran conocidas por el delegado que las avaló. Si hubo otro tipo de instrucciones, creo que no fueron impartidas por el delegado sino por Cavalli, y eso es otra cosa.
Sin embargo, a pesar de los esfuerzos del nuevo cabeza de la CGT. se advierten discrepancias dentro del organismo peronista ante la conformación del nuevo secretariado. A la toma de posesión de Rucci no concurrió un grueso número de gremios de las “62 organizaciones”, una forma de no avalar los nuevos rumbos. Rucci dice que no hay motivos para disentimientos, “todo fue resuelto por las “62”. Ni siquiera se inmuta cuando se le pregunta por la cinta de Perón traída por Cavalli. Se dice al respecto que el General afirma allí refiriéndose a la nueva CGT— que “no hay que dar por el pito, más de lo que el pito vale”, y advierte que “una CGT que no responda a una mayoría de las 62 organizaciones —que es la representante de la mayoría obrera peronista será una CGT antiperonista”. Nada conmueve a Rucci: “Mi impresión de esa cinta es muy buena. Creo que Perón se ajusta, por lo menos respecto a mi o a nuestro gremio, a lo que debe ser”.
EXTRA: Usted, que es un hombre de militancia peronista, ¿cómo ve el nombramiento de Luco en la Secretaría de Trabajo?
RUCCI: Luco fue designado por este gobierno, no fue designado por el movimiento. La aceptación del cargo es una responsabilidad exclusiva de él, y respecto a la función que va a cumplir, bueno, para nosotros no es importante el hombre que vaya, sino el sistema en sí.
EXTRA: ¿Pero, cómo juega eso desde el punto de vista de disciplina militante?
RUCCI: El movimiento peronista no tiene nada que ver. El nombramiento parte del Gobierno y la aceptación es una decisión personal.
Rucci asegura que no se negociarán los reclamos que tiene que hacer la central obrera. Aparentemente marca una diferencia con otras direcciones anteriores, aun las de su propio gremio. “Se exigirán soluciones y definiciones en el Gobierno”, proclama, a la vez que juzga al nuevo ministro de Economía, Moyano Llerena. como “una continuidad de Krieger Vasena”. Sus apreciaciones indican una declaración de guerra a la conducción económica: “Hemos de trabajar para producir rectificaciones”. No es, evidentemente, una posición de enfrentamiento total. Sutilmente. al elegir el flanco económico como blanco de los ataques, da la pauta de una guerra parcial, con apertura hacia el diálogo. En este sentido, Rucci parece haber asimilado las tácticas de Augusto Vandor: presionar en un flanco y negociar con el otro.
EXTRA
agosto 1970
josé i rucci

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