Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

oscar alende
OSCAR ALENDE
En 1955, pocos días antes de que estallara la Revolución Libertadora, una flota extranjera fue detectada cerca de Puerto Belgrano. Un diputado radical denunció el asunto, pero sólo obtuvo las burlas de los peronistas. Luego, las pruebas de la intrusión desaparecieron del Palacio del Congreso. A partir de entonces una cortina de silencio se tendió sobre el caso. ¿La flota quería defender al tambaleante gobierno de Perón? ¿Llegó a entregar armas a la desmantelada Marina de Guerra para su rebelión? ¿Por qué tanto peronistas como antiperonistas se han negado a aclarar la cuestión?

Primeros días del mes de agosto de 1955. El gobierno peronista recorría el último tramo de su agitada trayectoria. El observador menos experto estaba en condiciones de pronosticar que se acercaban cambios muy profundos. Perón había llamado a la pacificación, pero sus palabras tuvieron poquísimo eco.
En el Congreso Nacional la oposición llevaba adelante una ofensiva paralela pero convergente con la anterior. Los diputados opositores no perdían oportunidad de clavar sus agudas banderillas en el enorme y jadeante cuerpo del régimen. Uno de los legisladores que más se habían destacado por su accionar rotundo, quizá demasiado vigoroso, era el doctor Oscar Eduardo Alende, del bloque de la Unión Cívica Radical.
Fue precisamente el 4 de agosto, en horas de la mañana, cuando Alende recibió un llamado telefónico de Arturo Frondizi, presidente de la UCR. “Tengo una cosa importante”, había sido la lacónica información. A mediodía se concretó una entrevista.
La información que poseía Frondizi era francamente espectacular. Una flota extranjera estaba navegando en aguas jurisdiccionales argentinas, con fines ignorados. El informe era serio pero no existían demasiadas pruebas documentales, es decir, que había que lanzarse al ruedo parlamentario con muy pocos elementos.

EL HILO DEL ASUNTO
Para hacer más comprensible esta historia debemos retrotraerla al mes de julio de 1955. Por esa fecha se encontraron en el Centro Naval el capitán de corbeta (RE) Delfor Odilio Barnetche y un marino de la mismo graduación de apellido Salduna. Lógicamente, la conversación giró muy pronto en torno de temas de actualidad. En un momento determinado, Salduna le habló a Barnetche de cierta intranquilidad existente en la base naval de Puerto Belgrano. La misma se motivaba en inquietantes transmisiones radiales captadas en la base Comandante Espora, que hacían suponer la cercanía de naves extranjeras. Ecos de radar percibidos a bordo de la Flota de Mar durante un ejercicio operativo no hacían otra cosa que avalar esas sospechas.
El 4 de agosto se conoció en Buenos Aires otro hecho enigmático: en un avión naval llegaron a Montevideo los tenientes de navío Ramón A. Corvera y Emilio Jorge Colletti, quienes solicitaron asilo en el vecino país. El nombrado Corvera era precisamente quien había escuchado, y también grabado, transmisiones radiales que su pericia de técnico vinculaba a presencias extrañas en aguas nacionales. Solicitó permiso para volar e investigar el asunto, pero éste le fue denegado. Otros hechos posteriores lo obligaron a exiliarse.
Ante la evidencia, Barnetche y Salduna —que venían siguiendo de cerca el desarrollo de los sucesos decidieron poner en conocimiento del caso al doctor Frondizi. Por esos días se estaba discutiendo el problema del contrato petrolero con la California Argentina y algunos oficiales jóvenes de la Armada supusieron que a ese tema estaría conectada la presencia de la “flota fantasma” En buen romance: proteger a Perón para que pudiera firmar tranquilo el contrato.
Ahora, decidida la denuncia pública, sólo faltaba poner en manos radicales las pruebas que se pudieran conseguir Salduna encomendó la misión de viajar a Puerto Belgrano a buscar información al teniente de corbeta Bortairy, quien completó su misión recién el 10 de agosto.
Hasta entonces, Alende y los demás diputados firmantes de la denuncia Rabanal, Weidmann, Liceaga y Ferrer Zanchi debieron apoyarse tan sólo en la palabra de Arturo Frondizi.

EL TRAMITE PARLAMENTARIO
Alende le dio entrada a su iniciativa con la forma de un proyecto de resolución para que pudiera ser tratada en la sesión de ese mismo día, 4 de agosto. Esa reunión fracasó porque no concurrió la bancada peronista a formar quorum. Alende optó por citar a los periodistas al local del bloque y entregarles copia del proyecto. Un solo diario lo reprodujo íntegramente (“Clarín”) y la noticia cayó como una bomba en la opinión pública. Los demás rotativos optaron por tomar el asunto a broma, o a enojarse con Alende. “La Epoca” llegó a exigir que se procesara a Alende por "traición a la patria", ya que había difundido informaciones secretas vinculadas con la defensa nacional.
De todos modos, faltaban las pruebas para que Alende pudiera respaldar sus acusaciones. El día 10, la grabación prometida por los marinos no había llegado a manos de los diputados opositores, que sin ningún elemento concreto debieron afrontar el debate del proyecto. Fue una reunión agitada; el capitán de navío Barnetche siguió sus alternativas desde un palco bandeja. El proyecto fue rechazado por infundado. Terminada la reunión, llegaron las pruebas tan buscadas.
Entonces se decidió completar el operativo con un recurso extremo pero necesario: conseguir los documentos originales, que se hallaban en poder del Servicio de Informaciones Navales (SIA). El 11 de agosto, Barnetche penetró en el Ministerio y tomó copias del expediente secreto.

LAS PRUEBAS
Vamos a pasar revista a los elementos de juicio. En la noche del 20 al 21 de julio —en su marcha desde El Rincón a golfo Nuevo—, la Flota de Mar en maniobras notó que era seguida por varias unidades de superficie. El crucero 17 de Octubre detectó con radar a cuatro buques, los que no podían suponerse mercantes ya que navegaban sin luces y —dado el movimiento del puerto de Bahía Blanca tal concentración de naves civiles se hubiera hecho imposible.
No sólo habrían sido observados estos buques sino que las comprobaciones fueron volcadas como trabajo de la CIC (Central de Informaciones de Combate), determinando sus rumbos y velocidades.
En la noche siguiente (del 21 al 22 de julio), a las 21.30, se estableció, desde el crucero 9 de Julio, la presencia de un buque desconocido que marchaba a una velocidad de 20 nudos. Tal velocidad era muy superior a la que desarrollaban los buques mercantes que habitualmente transitaban por la zona, por lo que la deducción obvia era que se trataba de una unidad de guerra. El buque desconocido siguió una línea rara, pues una vez que la flota penetró en el golfo Nuevo, se alejó. Tal proceder no es propio de un mercante, dado que éstos deben tener una razón muy poderosa para apartarse de ese modo de su ruta normal.
En el radar del crucero 9 de Julio se detectaron además tres ecos correspondientes a unidades de superficie no identificadas que navegaban en formación. Se observaron durante dos o tres días, provenientes de siete buques.
El torpedero Garay, de Mar del Plata, al acercarse a Puerto Belgrano, detectó (el 23 de julio a las 22) un buque, que apagó sus luces y se alejó en dirección al Este. Lo observaron jefes y oficiales que se encontraban en el puente. Buques pesqueros avistaron naves de guerra a 70 millas al noroeste de Mar del Plata, en los últimos días de junio.

LAS TRANSMISIONES
El 25 de julio, por la mañana, el teniente de navío Corvera, que se encontraba probando un receptor National, escuchó una conversación en Inglés, cuya terminología indicaba que se trataba de naves de guerra. El hecho fue comunicado al capitán de fragata Ricardo Ezcurra, quien de inmediato informó telefónicamente de la novedad al comando de zona. Como las transmisiones persistieran, el 27 de julio se decidió grabarlas. La información técnica expresó que la frecuencia detectada y el hecho de que —al iniciarse la transmisión— la onda portadora se escuchara nítida, a pesar de encontrarse trabajando en frecuencias próximas la central de Puerto Belgrano, indicaban claramente que la transmisión interceptada correspondía a una estación cercana, ubicada dentro de las 200 millas.
De nuevo, el 28 de julio, de 8 a 10.30, se escuchó la transmisión, según nueva nota del capitán Ezcurra. Había cambiado su característica por la que, se supone, era la de un portaaviones, llamándose ahora Okinawa.
El teniente Corvera solicitó autorización para efectuar patrullas con el avión Martin Mariner que comandaba. Ante su insistencia y la evidencia de la grabación, se ordenó al citado teniente que preparase su avión y estuviera listo para partir cuando se le indicase. La orden nunca llegó y sólo el sábado 30 salió un avión Catalina, que patrulló 130 millas sin obtener ningún contacto. Ese mismo día arribaron a Puerto Belgrano los buques de la Flota de Mar y se dieron por terminadas las maniobras.

LA ACTITUD OFICIAL
El ministro de Marina de entonces, contralmirante Luis J. Comes, el 11 de agosto hizo declaraciones a los periodistas. En ellas admitió que los buques de la escuadra, efectivamente, "detectaron algunos contactos de radar y sonar sin que eso signifique algo inusitado o anormal”, y seguidamente aclaró que el radar no indica la forma y naturaleza de los objetos. Un periodista le preguntó si los ecos captados provocaron alguna preocupación en el comandante en jefe de la Flota de Mar, y el ministro contestó: "Estimo que la atención del comandante en jefe estuvo más bien dirigida a enfrentar el temporal más duro del año y a auxiliar al BDT 12 que había lanzado un SOS en la emergencia, que a preocuparse por los problemas de los falsos ecos, que no pueden perturbar en lo más mínimo a un jefe, por lo frecuente de esas condiciones atmosféricas”.
En cuanto a las transmisiones radiotelefónicas, el ministro afirmó que “entre el cúmulo de grabaciones tomadas recientemente podrían aparecer varias en todos los idiomas del mundo, incluso en el marciano” y agregó; "Es un hecho efectivamente conocido por los radioaficionados que una estación de Groenlandia puede escucharse con más intensidad y claridad que otra que transmita desde San Andrés de Giles.
"Sabido es que las ondas reflejas, al rebotar en la ionosfera, pueden percibirse a muchas millas de distancia del punto de transmisión, con su característico desvanecimiento.”
Hace unos días, EXTRA volvió a entrevistar al almirante Comes. En esta oportunidad minimizó las denuncias de Alende y volvió a reafirmar sus términos de la conferencia de prensa de hace dieciséis años.

LAS ULTIMAS ETAPAS
Volvamos a la historia parlamentaria del asunto. Los discos y las copias de los documentos llegaron —como decimos más arriba— a manos de Alende cuando ya el proyecto había sido rechazado. Hacía falta encontrar una nueva coyuntura para volver a poner en debate el asunto.
Los mismos peronistas le dieron esa oportunidad de volver sobre el tema. En la sesión del 12 de agosto, por la mañana, la bancada oficialista solicitó la inclusión de las declaraciones de Comes en el diario de sesiones. Alende había salido circunstancialmente del recinto, y a su regreso intentó referirse al asunto, pero no pudo hacerlo.
Así, realizó una conferencia de prensa, en la que exhibió todo el material acumulado (documentos y alambres grabados).
A les pocos días Alende volvió sobre el tema, presentando un proyecto de creación de una comisión investigadora para que llegara a una conclusión sobre el asunto.
Los acontecimientos de setiembre, la caída del peronismo y la disolución del Congreso impidieron que el caso volviera a considerarse. A partir de ese momento, todo quedó sepultado por el muy discreto manto del olvido.
Pero todavía queda un dato muy importante por analizar: después del triunfo de la Revolución Libertadora, el interventor en el Congreso comprobó que esos documentos habían desaparecido misteriosamente, sin que hasta el momento hayan sido recuperados.

ENIGMAS AL POR MAYOR
En realidad, llama la atención el manto de silencio tendido sobre el asunto. Las preguntas que surgen son muchísimas: 1) ¿Estuvieron las naves extranjeras en aguas argentinas? 2) Si es así, ¿a qué potencia pertenecían? 3) ¿Habían llegado para ayudar al tambaleante gobierno de Perón? 4) ¿Entonces, por qué la Revolución Libertadora, que llegó al gobierno dos meses después, no investigó el asunto? (hubiera sido un formidable argumento para “desperonizar” al país). 5) ¿Llegaron para rearmar a la Marina de Guerra, desmantelada preventivamente por el Gobierno? 6) ¿Por qué los peronistas, después de su derrota, no denunciaron el asunto? (publicitar el tema significaba probar que la Revolución Libertadora fue fomentada por un país extranjero). 7) ¿Quién robó las pruebas del Congreso? ¿Los peronistas antes de caer? ¿Algunos marinos revolucionarios?.

Revista Extra
03/1972
 







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