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Alejandro Lanusse, Juan Perón: dos tácticas para un solo objetivo

Alejandro Lanusse y Juan Perón, hasta hace poco tiempo extremos de un segmento que resumía todas las antinomias del país, reafirmaron la semana pasada la tregua política, básica para la estrategia del gobierno que procura afianzar la paz social. Nace, de tal manera, una nueva etapa; en ella, seguramente, Lanusse deberá crear las condiciones políticas para no perder la libertad de acción ante las Fuerzas Armadas y los políticos, en tanto que Perón tendrá que mantener la iniciativa para que sus adictos no se dispersen o para evitar que el presidente lo releve ante la mayoría del pueblo.
La tarea será ardua. El gobierno, además de facilitar la organización de nuevas fuerzas políticas que aseguren la estabilidad institucional, está obligado a producir hechos que disipen las rebeldías pero que no irriten a los aliados; Perón, que por el momento no se ve constreñido a quemar sus naves, seguirá repartiendo el juego con maestría: alentará a Jorge Paladino a continuar sus tratativas electoralistas, a José Rucci para conseguir mejores salarios para los trabajadores y a Julián Licastro para que los inconformistas no pierdan de vista los objetivos revolucionarios.
El miércoles pasado, cuando los cables procedentes de Madrid insinuaban que El Líder aceptaba las reglas impuestas desde Buenos Aires, los voceros del peronismo duro se lanzaban a una ofensiva para demostrar que las agencias internacionales habían urdido una fábula; así, sobre las redacciones llovieron copias de cartas y cintas grabadas por Perón. Una prueba: en misiva fechada en Madrid el lunes 5 de abril pasado, Perón le decía al ex teniente primero Licastro que la situación argentina "no ha cambiado sino en lo que se refiere a algunos nombres, pero se mantiene en lo esencial la misma orientación y, en consecuencia no podemos tener la menor confianza en cuanto pretendan hacer en el futuro”. En esa misma carta Perón fue más explícito: "Pienso que los que necesitan dialogar son los agentes de la dictadura que tienen en sus manos el más grave problema; a nosotros, por ahora nos basta con combatirlos por todos los medios como única posibilidad de hacerlos deponer sus pretensiones y designios. Ellos lo tienen todo en contra; nosotros, por primera vez, lo tenemos todo a favor, no cometamos el error de no aprovechar esto apropiadamente. Esa mejor manera será únicamente aprovechable si somos capaces de cumplir lo que aconseja Clausewitz: desarmar a nuestros enemigos para imponer nuestra voluntad”.
Estos balanceos de Perón vuelven a situar al gobierno en la misma encrucijada que enfrentaron Frondizi, Illía y Onganía. La opción para Lanusse, entonces, es única: acaudillar un proceso revolucionario de signo nacionalista que facilite, por lo menos, el silencio de
Perón. De lo contrario deberá buscar sus aliados entre los antiperonistas.

LAS METAS DE LANUSSE. El 1º de mayo, Día de los Trabajadores, el jefe del Estado fijará desde Río Cuarto, Córdoba, las metas esenciales del gobierno. Se sabe que un grupo de civiles y militares trabaja con fervor para que Lanusse, el próximo sábado, rinda cuentas al país de la tarea realizada y anuncie una serie de medidas de trascendencia en el ámbito político, social y económico. Ya conocida su determinación de repatriar los restos de Eva Perón y Juan Manuel de Rosas, se espera' que el presidente propicie modificaciones de orden financiero y educativo, sectores donde se concentra la inquietud de los militares. Un alto jefe del Ejército reveló a Panorama: "El gobierno tiene que producir, en el menor tiempo posible, reformas de importancia. Las Fuerzas Armadas, durante casi cinco años, agotaron su capacidad política en el poder, pero la realidad demuestra que la Argentina está en proceso de cambio y que el pueblo y las Fuerzas Armadas siguen siendo los protagonistas. Si es preciso habrá que nacionalizar la banca y controlar el comercio exterior. El peor enemigo es la intolerancia, y por eso es necesaria una política de esclarecimiento que debe comenzar en las Fuerzas Armadas. Los enemigos dicen que se conspira en el 'Ejército. No es cierto. Ocurre que los jóvenes oficiales anhelan una revolución y se quejan de los generales. Perón, cuando era capitán, también se quejaba de los generales y había tenientes que llegaban a hablar mal de Savio. El acuerdo entre los políticos puede ser la justificación histórica del movimiento de junio de 1966, pero el objetivo militar sigue siendo el mismo aunque el tiempo apremie: la revolución”.
Entre tanto, el jueves 22 el ministro del Interior constituyó la Comisión Asesora del Plan Político. En el recinto de sesiones del Senado, en medio de un ambiente con olor a humedad, Arturo Mor Roig dijo: “Se ha pretendido crear la imagen de que el actual gobierno de la Nación promovería la restauración de lo pretérito y que, en definitiva, se buscaría dar las bases para el statu quo, no solamente en el campo político sino también en el económico-social y aun en el cultural. Nada más falso”.
Excepto en ese párrafo dedicado a los detractores del gobierno, el. ministro no arriesgó nada detonante; es decir, que sus palabras sólo sirvieron para cumplir con una formalidad. Tal como estaba anunciado, la Comisión Coordinadora del Plan Político quedó integrada por el ministro del Interior, Arturo Mor Roig; el subsecretario del Interior, Guillermo Belgrano Rawson; el subsecretario de Asuntos Institucionales, Augusto Mario Morello, y los delegados del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea, general Tomás Sánchez de Bustamante, vicealmirante Víctor Pereyra Murray y brigadier Aly Ypres Corbatt. También se integró la Comisión Asesora: juristas Germán Bidart Campos, Carlos Bidegain, Natalio Botana, Carlos M. Fayt, Mario Justo López, Julio Oyhanarte, Roberto Peña, Pablo Ramella, Adolfo Rouzaut, Alberto Antonio Spota y Jorge Reynaldo Vanossi. Justamente ese día, después de la ceremonia en el Congreso, se conoció la renuncia del asesor Bonifacio del Carril fundada en "motivos personales”.

LA GUERRA FRIA. En la noche del jueves pasado, la agencia Telam difundió un cable, fechado en Buenos Aires, en el que se atribuía a "allegados a Juan Domingo Perón en Madrid” la nueva de que éste "habría recibido en fecha reciente una carta del ex presidente Arturo Frondizi”, quien le habría sugerido, en forma concreta, "que no participe de la convocatoria formulada por el presidente de la República, teniente general Alejandro Agustín Lanusse”.
Sólo Crónica dio refugio al cable, y Frondizi quedó sin desmentirlo porque ese día se encontraba viajando por el interior con parte de su "staff”. La réplica corrió por cuenta de Rogelio Frigerio: "Es un disparate que salió de Buenos Aires y no de Madrid”, bramó. La guerra fría también llegó a las trincheras de los enemigos de Perón. Desde el lunes 19, día en que Mor Roig visitó a Isaac Rojas en su departamento de la calle Austria, los fieles seguidores del almirante se mantienen silenciosos; algo confundidos por los vaivenes peronistas, parecen haber optado por declarar que no constituyen un partido político sino más bien "un movimiento orientador”. Pero, sin duda, se encrespan "porque las cosas se dan de modo que la vida del país tenga que seguir pendiente de una persona”, no otra que Perón; los rojistas creen que llegó la hora de los principios.
Con todo, Rojas no rompió con el gobierno. Al concluir la amable reunión con Mor Roig, el almirante dio a conocer un comunicado que sorprendió por su prudencia; en él reconoció “como un hecho positivo la reactivación de la actualidad política”, y sólo mantuvo su ortodoxia en los párrafos finales: "La situación es demasiado grave para ensayar o repetir pactos y componendas, en nombre de la democracia, con quienes son, en la teoría y en los hechos, la expresión misma de la antítesis. Hay que rescatar nuestros valores espirituales y morales y terminar con ese nacionalismo xenófobo e irracional que es hoy el medio preferido por el comunismo para crear el caldo de cultivo propicio para la intensificación de su prédica”.
Quizá dentro de una o dos semanas Rojas se defina más categóricamente. Ya para entonces Perón habrá mostrado otras cartas de su juego y el gobierno algo de su estrategia. El viernes pasado, notorios voceros del peronismo pactista aseguraban que si El Líder aceptaba las propuestas de Buenos Aires, Lanusse comisionaría a un delegado personal para que lo entrevistase en Madrid. El encuentro podría hacerse en la embajada argentina en España, y hay quienes no lo desdeñan teniendo en cuenta un antecedente: el gobierno admitió el diálogo con Jorge Paladino en su carácter de delegado de Perón.
Pero, por encima de todas las conjeturas, Perón y Lanusse parecen coincidir en un punto fundamental: que la Argentina debe proteger ciertos intereses continentales y constituir un gobierno popular que proclame la justicia social y afiance la (Soberanía política para desteñir la ilusión de un "chilenismo” como panacea o de un "peruanismo” como alternativa.

_Recuadros en la crónica_

mor roigArturo Mor Roig: Por qué tres años no es nada.
La vida de Arturo Mor Roig, el hombre civil del poder militar, no cambió demasiado. No se compró trajes, ni camisas, ni corbatas finas; sigue viviendo en el módico séptimo piso de la calle Arenales al 2000, ahora vigilado noche y día por Francisco, el portero de la casa, y por un policía de la comisaría 17ª. Para el ministro, la diana suena todas las mañanas a las seis y media; obvio, la vida cambió para los empleados del Ministerio del Interior: Mor Roig llega a las ocho en punto y trabaja, entre charla y charla, trece horas corridas. Los madrugones facilitaron la recuperación del servicio de cafetería. Pero se acabó el whisky.
El cargo tampoco modificó la perspectiva política de Mor Roig, un moderado genuino. "Este principio de acuerdo nacional debió nacer en 1962, antes de las refriegas entre azules y colorados. Nunca es tarde, pero se perdió un tiempo precioso”, confió a Panorama el viernes pasado, en su despacho. Sea por lo que fuere, lo cierto es que ese acuerdo se frustró hace diez años, cuando aún los militares no habían salido de los cuarteles para "curar” a la democracia; pero no es menos cierto que Mor Roig, siete meses antes de la caída del gobierno radical, procuró en vano una conciliación entre Arturo Illía y los altos mandos castrenses. Hoy por hoy el ministro prefiere olvidar el pasado, incluso el personal, que encierra su niñez catalana en Lérida, su adolescencia en San Pedro —el verde pueblo bonaerense— y su madurez en Buenos Aires; otea el futuro con esperanza y no le teme a las borrascas. Es que sus ojos humildes y pequeños, de color indefinible, saben ver más allá de las tormentas.
—Señor Mor Roig: si el ciclo de Onganía duró cuatro años y el de Levingston apenas ocho meses, ¿por qué sé fijó en tres años el plazo para la entrega del poder al gobierno elegido por el pueblo?
—Se fijó el plazo de tres años como máximo. Creo que todo el mundo está advertido de que ese término es tope; es decir, que el plazo puede abreviarse si el período organizativo no sufre trabas. Quiero ser más preciso: los técnicos creen que la depuración de los padrones puede quedar terminada en nueve o doce meses, siempre que no se decida un nuevo empadronamiento. Ahora bien: si se ordena el empadronamiento, el plazo puede alargarse a 18 meses, siempre a contar desde el mes pasado.
—¿Y el plazo para ejecutar el Plan Político?
—Estimo que el término mínimo está entre los 18 y 24 meses, lapso suficiente para que las fuerzas políticas se encuadren dentro de las normas del Estatuto de los Partidos.
—Si hubo gobiernos que convocaron a elecciones sin estatuto, ¿por qué ahora se insiste tanto en ese precepto?
—Es cierto que hubo comicios democráticos convocados sin estatuto. Pero eran otros tiempos...
—¿Quiere decir que el estatuto limitará la libertad de elección o condicionará las candidaturas?
—De ninguna manera. Pero protegerá a los partidos democráticos.
—Volviendo al plazo de tres años, ¿acaso no se convalidan los proyectos de Onganía y Levingston de mantenerse en el poder para realizar la revolución?
—No. Onganía llegó a arriesgar que el plazo revolucionario era de diez o quince años. Levingston, en Neuquén, lo fijó en cuatro o cinco años, de manera que hay diferencias.
—¿Y qué harán los políticos en estos tres años?
—Yo creo que tienen mucho que hacer. Por de pronto trabajar, ponerse de acuerdo para respetarse sin que el Estado les fije las normas de convivencia.
—¿Por qué los políticos no se pusieron de acuerdo antes de la caída de Illía?
—Esa pregunta también me la hago yo.
—¿Cree que los partidos vigentes de junio de 1966 serán los que se presentarán a la futura elección?
—Tendría que responderle a título personal, como ciudadano. Entiendo que debe alentarse la formación de nuevas corrientes políticas.
—¿Tres, cuatro...?
—A mi juicio, cuatro. Una fuerza de derecha, otra de izquierda, una popular que bien podría ser la peronista y la restante moderada, sobre la base radical.
—¿Cree que se formará un partido de derecha?
—Depende de los derechistas. El país necesita una fuerza de derecha tanto como una de izquierda.
—¿Entonces se institucionalizará a la izquierda?
—Procuraremos la institucionalización de la izquierda con criterio realista. La izquierda que no aliente la subversión será respetada.
—¿Se sacrificarán Balbín y Perón como líderes políticos?
—Yo no puedo responderle por Balbín y Perón. Creo que los renunciamientos son secundarios si el acuerdo de las mayorías es consistente. Si Balbín, que quiere a su país, advierte que el radicalismo consolida sus metas políticas, quizá se decida a dar por terminada su actuación en la UCRP. Si Balbín renuncia, también podría renunciar Perón.
—¿Cree que Perón quiere las elecciones?
—Entiendo que sí.
—¿Y las cartas y las cintas donde recomienda lo contrario?
—Hay que manejarse con sensatez. Usted sabe que en materia de correspondencia hay trucos a granel. Lo único que puedo decirle es que el gobierno procederá con limpieza. Hará todo lo posible para alcanzar la pacificación del país, lo que no quiere decir que comisione a un funcionario para que retome con Perón. Insisto: se darán pasos sensatos.
—Los adversarios del gobierno arguyen que las elecciones serán condicionadas y que se prepara otro justismo.
—En la Argentina contemporánea no se pueden imponer condiciones al pueblo. Crear la imagen del justismo es desconocer la realidad. Es una imagen interesada.
—¿Está conforme con los gobernadores?
—No los conozco a todos. Entre hoy y mañana se designará a los gobernadores de La Pampa y Santa Cruz. Puede que Ismael Amit sea el gobernador de La Pampa. Por ahora se les ratificó la confianza a todos, aunque la estabilidad depende de un análisis a fondo. Por eso, a partir del 2 de mayo, comenzaré a recorrer las provincias. Primero iré a la Patagonia y después a Córdoba, San Luis, San Juan y tal vez a Mendoza.
—Como ministro del Interior, ¿llegará a entregarle el poder a los civiles?
—No puedo saberlo. ¿Por qué me lo pregunta?
Jorge Lozano

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Desde Madrid: Las condiciones de Juan Domingo Perón Sosa
Casi al filo del mediodía (16.00 horas en el reloj español) dejó de repiquetear en la redacción de Panorama, la receptora del télex. Concluía así otra semana de vigilia permanente y minuciosa en busca de una definición de la estrategia peronista. El despacho, desde Madrid, lo enviaba nuestro corresponsal Armando Puente y ésta es la síntesis:
El viernes último, el dueño de la quinta 17 de Octubre, en Puerta de Hierro, seguía recibiendo feligreses porteños. Esa mañana llegó al aeropuerto de Barajas el veterano Héctor Tristón —The Worker, para los amigos—, ex dirigente metalúrgico, y eventual jefe de núcleos juveniles que actúan a la diestra, a veces también a la siniestra, de Jorge Daniel El Colorado Paladino. Tristón se alojó en el modesto hospedaje Lys, cercano a las aristocráticas residencias de los sindicalistas José Rucci —ocupa la habitación 117 del hotel Emperador— y Lorenzo Miguel, instalado en el Gran Vía, ambos con ventanales sobre la lujosa avenida José Antonio.
En tanto Paladino rehúye todo contacto público, otro asiduo huésped de Perón se encargó de explicitar el pensamiento del Líder. Héctor Villalón, un ex comerciante en tabacos y político profesional, conversó el jueves por la noche con Perón, minutos después que éste despidiera a los gremialistas, con quienes se entrevistó durante casi tres horas, por segunda vez en el curso de la semana. El viernes a mediodía, Villalón dio a conocer a Panorama, en exclusividad, lo que calificó como su “traducción” de las decisiones adoptadas por El Líder. Anticipó, además, que esas opiniones llegarán a Buenos Aires por las vías conocidas: cartas, mensajes y cintas grabadas. Una de éstas, ya está en poder del Frente Estudiantil Nacional, y la voz monocorde del Viejo, además de las rituales exhortaciones a las luchas "contra el colonialismo”, se encarga de puntualizar: "Nada de direcciones centralizadas en el peronismo; cada organismo de superficie y las formaciones especiales del Movimiento cumplen su rol”. Excelente método para quedar bien con todos y de paso evitar la institucionalización de un peronismo que no tenga que acudir a su vera para sustanciar diferencias.
"Era preciso que primero concluyeran las reuniones consultivas del General con algunos dirigentes. Por otra parte quería conocer de labios del propio General cuáles eran los elementos que podían trascender, sin entorpecer la labor de su delegado al volver a Buenos Aires”, se justificó Villalón ante las evasivas que durante varios días había dado a Panorama.
—Y por fin, ¿cuál es la decisión de Perón?
—El peronismo acepta el diálogo con el gobierno y otorga a éste un voto de confianza para que determine las medidas que conduzcan al país a la convivencia sin odios ni rencores y a la normalización institucional.
—¿Esto ya se ha comunicado al gobierno argentino?
—No hay respuesta privada de Perón a ningún funcionario del gobierno, porque nadie ha propuesto en concreto y por escrito nada. A las declaraciones públicas del Presidente y su ministro del Interior, van las declaraciones públicas de los organismos peronistas, que traducirán la forma de pensar de su Jefe y del Movimiento en sí.
—¿Cree que habrá pronto un dialogó directo?
—Si el gobierno considera necesario el diálogo directo con el general Perón, no tiene más que reproducir el gesto de otros ex presidentes, que enviaron sus delegados a Madrid. Entre tanto, las autoridades peronistas en Argentina están plenamente facultadas para realizar el esfuerzo que permita al gobierno cumplir con sus promesas públicas.
—¿Cuáles son, a juicio de Perón, esas promesas?
—Ahora deben quedar bien definidas por el Presidente ante el pueblo y enumeradas de manera taxativa.
—¿Entre ellas debe figurar el regreso de Perón?
—El general Perón regresará a la Argentina a fin de aportar personalmente todos sus esfuerzos para la absoluta pacificación del país y el logro de la recuperación del patrimonio y el bienestar de todos los argentinos.
—¿Cuándo?
—Cuando los organismos de conducción peronista en Argentina lo estimen necesario y conveniente.
—No depende entonces de una decisión del gobierno...
—¿Se refiere a una amnistía, por ejemplo?
—Por ejemplo.
—La ley de amnistía no debe ser a la medida de Perón sino del país, y la normalización de la actividad democrática del pueblo argentino debe verse garantizada para que su presencia sea un aporte positivo y coherente con los años de lucha y renunciamiento a posiciones y honores oficiales que lleva Perón en el exilio.
—Las noticias argentinas indican que sería bien vista por el gobierno la organización de un peronismo que honre a su líder, pero que no esté sujeto a él. ¿Perón acepta esa condición?
—El Movimiento Peronista se reorganizará en base a la más total unidad partidaria, en tomo a los principios fundamentales que animan el Movimiento y la jefatura de Juan Perón, para que
nadie se sienta excluido de las tareas de reconstrucción nacional a que está llamado por destino histórico el Movimiento Peronista.
—¿Y en el área gremial?
—Se reorganizarán las 62 sobre la base de la participación de todas las organizaciones obreras peronistas, sin exclusiones de ninguna especie, levantándose cualquier medida de carácter punitivo que hubiese podido ser dictada por ' los organismos de conducción.
—Eso significa, en los hechos, darle todo el poder al neovandorismo que lidera Lorenzo Miguel, en detrimento de Adolfo Cavalli, hasta ahora único jefe reconocido de las 62 y propulsor de sanciones internas contra los jefes gremiales que dialogaron con Onganía y con Levingston. ¿Es así?
—El General insiste en que nadie quede excluido de la tarea de reconstrucción nacional.
—¿Y cree que los jóvenes aceptarán esa amnistía interna con quienes ellos tildan de “traidores”?
—Resuelta la reorganización político-sindical, serán revisados a todos los niveles de conducción sus núcleos dirigentes, a fin de permitir la efectiva participación de las autoridades sindicales y de los núcleos juveniles organizados, cualquiera que sea la forma que hayan adoptado de organización.
—¿Entre las condiciones de Perón para el acuerdo nacional, figura la reparación de sus bienes personales?
—Los intereses particulares de Perón son defendidos exclusivamente por su abogado, el doctor Isidoro Ventura Mayoral, y ningún dirigente de ningún sector está autorizado a realizar' trámite alguno. El desarrollo de las gestiones a cargo del abogado del General son absolutamente prescindentes de la actividad del Movimiento Peronista frente al diálogo que debe realizarse y el desarrollo de las medidas que el país reclama para su normalidad.
—¿Qué piensa Perón de las últimas declaraciones de los “gorilas" argentinos?
—El Movimiento Peronista a nivel de su máxima conducción considera que los agravios inferidos por la prensa a su jefe y al propio Movimiento por el señor Rojas, como consecuencia de la visita del ministro del Interior, no pueden ser imputables como una maniobra de la Junta de Comandantes, sino más bien a una fracasada maniobra de algunos políticos perimidos y sin representación que han intentado crear un estado de opinión adverso a los anhelos del pueblo.
—¿El General está de acuerdo en el plazo de tres años que parece haberse fijado el gobierno argentino?
—El plazo para la normalización institucional del país debe quedar reducido al mínimo que aconsejan las necesidades imperiosas de la Nación.
—¿No podría ser más preciso?
—El Delegado personal del General llevará instrucciones precisas a fin de hacer conocer al ministro del Interior la opinión del peronismo sobre plazos y métodos a fin de que la Nación conozca un gesto irreprochable de las fuerzas armadas, como supieron mostrar al mundo en 1946.
—¿La CGT quedará sujeta a estas negociaciones?
—El Movimiento Peronista considera que la central obrera tiene toda la representación y responsabilidad genuina de la clase trabajadora argentina y, en consecuencia, el pleno derecho de exigir de los poderes públicos, independientemente de las tratativas políticas, que se den soluciones a las aspiraciones de la clase obrera. La CGT puede accionar como corresponda en su legítima defensa.
—El peronismo ha sostenido siempre que toda posibilidad revolucionaria depende de la alianza entre las fuerzas armadas y el pueblo. ¿Qué opina Perón ahora sobre el rol de los militares?
—Las fuerzas armadas tienen el imperioso deber de cumplir con su destino histórico, volviendo a sus tareas específicas de custodios de nuestra soberanía y aportando sus mejores esfuerzos para la recuperación del patrimonio nacional. En este sentido deben ser ellas las que asuman la pública responsabilidad de garantizar las normas que reconduzcan al país a la normalidad institucional, dejando al pueblo decidir sobre su propio destino. En su conjunto, los militares deben responsabilizarse y garantizar ante el pueblo el dictado de las medidas que permitan y garanticen el retorno a suelo argentino de los restos del brigadier don Juan Manuel de Rosas y de la señora Eva Perón.
—¿Esas medidas forman parte de las condiciones exigidas por Perón?
—El momento y los detalles de su traslado deben ser discutidos y resueltos con la junta nacional creada para la repatriación de los restos de Rosas (la preside el estanciero Manuel de Anchorena) y la CGT, custodia de los restos de La Señora.

*

Eso dice Villalón. El martes 27 estarán de regreso, en el vuelo de Aerolíneas, los gremialistas Rucci y Miguel. No sería raro que ellos reciten otro libreto: la martingala de Perón, que viene cobrando réditos desde hace tres lustros, no consiste en apostar todo a una sola jugada. Por lo general, prefiere escalera a varias puntas.

Revista Panorama
27.04.1971

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