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TECNOLOGIA
El despegue militar

Un equipo, encabezado por Carlos Camean y coordinado por Martín Yriart recopiló la información de las Fuerzas Armadas, especial para Panorama, sobre su intervención en la tecnología. Viajó a Córdoba para presenciar las últimas pruebas del avión: militar IA-58 PUCARA, el último aporte de las FF.AA. al desarrollo tecnológico argentino y sintetizó finalmente su abultado informe en el texto que sigue:

—Atención 02 cambie a frecuencia de ensayo, 118.3 y comuníquese con la torre.
—02 en frecuencia. Deme velocidad y dirección del viento.
—Viento a 10 nudos 330 grados. Puede ir a cabecera de pista.
—¡Estoy listo para el despegue en 500 metros según la orden de ensayo.
—Atención móviles al TOP de largada, cineteodólito informe si está listo para filmar.
—Cineteodolito listo, pueden proceder.
—02 autorizado para despegar, esperamos el TOP.
—Atención voy a dar el TOP... TOP... Inicio trepada.
Las voces del piloto y del operador sonaban en los altoparlantes de la torre de la Fábrica Militar de Aviones, dos semanas atrás. El décimo ensayo del Pucará, primer avión de ataque de uso múltiple argentino, progresó según los planes previstos. El aparato se perdió de vista cuando el piloto anunció a la torre que se encontraba volando a 6.800 metros de altura. De pronto apareció esquivando sierras, sobrevolándolas a no más de 30 metros. Trepó a 500 metros y desde ahí se lanzó en picada sobre la pista de la fábrica. Los atónitos espectadores lo vieron pasar a tres metros de sus cabezas, con un motor parado. Se alejó en un pulido tirabuzón y por fin .se dejó ver por el norte con el tren de aterrizaje afuera. Se aproximó a la pista a más ¡de 200 kilómetros por hora. Tocó tierra. Corrió aparentemente descontrolado 100 metros. De pronto, levantando una gigantesca nube de tierra, sus motores, en reversa, lo detuvieron en veinte metros más.
Allí estaba la Fábrica Militar de Aviones de la Fuerza Aérea Argentina donde un equipo de técnicos, ingenieros y pilotos, dio a luz ese ágil avión movido por dos turbohélices, que denominaron el IA-58 Pucará. Soñado, pensado y fabricado en el país, el aparato es un Coin (contra insurgentes o anti-guerrillero) capaz de volar a una velocidad mínima de 160 kilómetros por hora (a menos se cae), y una máxima de 750. Con un solo motor eleva sus 14 metros de largo y 14,50 de envergadura hasta seis kilómetros, y da un giro completo en 158 metros. Con el armamento completo tiene un alcance de 1.400 kilómetros, que aumenta a 3.400 cuando se le agregan los tanques suplementarios. Los dos pilotos, que ofician de tripulantes, están protegidos de las balas enemigas con un grueso blindaje, y de las inclemencias del tiempo por un equipo de aire acondicionado que les permite soportar desde 50 grados hasta 30 bajo cero. El equipo bélico lo integran cuatro ametralladoras, dos cañones de 20 milímetros y 1.500 kilos de bombas y cohetes o torpedos.
El Pucará —claro— no es el primer avión del mundo que puede ser utilizado para ataque, bombardeo o para funciones de reconocimiento a la vez que hace apoyo de fuego. “Los norteamericanos hicieron la primera experiencia con el OV-10, que en Vietnam —aseguró un mayor de la Fuerza Aérea, piloto de un DC6— lo bajaban a pedradas. Porque si le ponían bombas no podía llevar ametralladoras, y con las ametralladoras se quedaban sin cohetes". La maniobrabilidad del Coin argentino mereció los aplausos de los Comandantes en Jefe de las Fuerzas Aéreas americanas, reunidos en Asunción en mayo de este año. “Uno de los norteamericanos —rememoró sonriendo un piloto argentino— insistió después del vuelo, en que le mostráramos las ametralladoras. No creía que con todo el armamento puesto el Pucará pudiese hacer las piruetas que había visto. Cuando levantamos las tapas y se las mostramos, dio media vuelta y se fue sin decir nada”.

HORIZONTE DE VUELO. La tecnología militar argentina suele provocar este tipo de sorpresas a los observadores extranjeros y sin embargo, ni sus éxitos son tan conocidos fuera del ámbito castrense ni sus actividades se limitan al terreno estrictamente bélico. Por el contrario, el aporte de las Fuerzas Armadas juega un papel clave en el desarrollo de la tecnología, proporcionando una plataforma sin la cual muchas especialidades de la investigación aplicada quedarían huérfanas o se verían obligadas a competir con el know how importado en condiciones enteramente desfavorables. Ejército, Marina y Aeronáutica contribuyen, en áreas generalmente vinculadas a sus propias responsabilidades militares, a la integración industrial argentina.
Desde vagones de subterráneo y cohetes teledirigidos, hasta productos químicos sofisticados y cañones sin retroceso, pasando por puentes, conductores eléctricos y automóviles figuran en el inventario de los productos que salen todos los días de las plantas industriales dependientes de las Fuerzas Armadas. Panorama exploró durante quince días ese repertorio, del que el Pucará es el ejemplo más cabal y reciente. La extensión e importancia del aporte militar al desarrollo tecnológico sólo pueden ser .apreciados totalmente en su interacción con el sistema industrial.
A pedido del Comando en Jefe de la Fuerza Aérea (quien estableció las propiedades que debía tener el Pucará), el 29 de enero de 1968 el departamento de diseño de la FMA comenzó a pergeñar el nuevo volador argentino. “El comando determinó que, ante el surgimiento de la guerrilla —explicó en Córdoba el Capitán ingeniero Miguel Llabres (33), jefe de diseño y equipos de FMA—, era necesario construir un avión capaz de actuar en las condiciones especiales que plantea ese tipo de combate”. Que ninguno de los existentes cumple estos requisitos lo demuestra la interminable guerra sudasiática. "Los norteamericanos usan desde superbombarderos — enumeró Llabres— hasta Cessnas armados con ametralladoras. Claro que crear el avión óptimo es prácticamente imposible, porque si sirve para da guerrilla campera no será perfecto para la urbana. Pero la intención —aseguró— es aproximarse tanto como sea posible a que cumpla con todas las funciones”.
El alto mando de la FA había solicitado que el artefacto fuese capaz de detectar y a la vez atacar objetivos pequeños en forma rápida, que pudiendo desarrollar altas velocidades fuese maniobrable también a bajas. Pero además era necesario que contara con un variado armamento y pudiese transportar bombas pesadas. A tas pretensiones de los residentes del edificio Cóndor los diseñadores agregaron las normas MIL. "Las normas MIL —narró Llabrés— son bibliotecas enteras en las que se explica cómo debe ser cualquier cosa para la utilidad militar. Inclusive un cepillo de dientes y por supuesto un avión”.
La división diseño y equipos con la colaboración de los demás departamentos de la fábrica terminó el proyecto el 15 de marzo de 1968. Los 15 ingenieros, 12 proyectistas y aproximadamente 25 dibujantes junto con el centro de ensayos en vuelo y los 180 operarios del taller de prototipos comenzaron la construcción del IA-58. La primera tarea a la que se lanzaron fue la producción de dos modelos, una maqueta en escala reducida para el túnel de viento y otra de tamaño natural (en madera) que utilizaron de planeador para comprobar la maniobrabilidad a bajas velocidades. "El siguiente paso fue construir mock ups (reproducciones en madera de tamaño natural) de las distintas .. partes —explicó el jefe de instrumental, Capitán Oscar Pougy— en las que se estudia la distribución, por ejemplo, del instrumental en la cabina, para que le sea cómodo al piloto utilizarlo”. "Frente a la mock up —completó Llabrés— trabajamos todos los que necesitamos colocar alguna pieza en la parte de la máquina reproducida. De esa forma nos pusimos de acuerdo sobre como ubicaba cada uno lo que debía, sin molestar los equipos de otros departamentos”. Algo así como impedir que los fusibles queden escondidos detrás de los tanques de combustibles y que para cargar las ametralladoras haga falta desmontar los motores y el tren de aterrizaje.
El primer prototipo se empezó a construir en septiembre de 1968. Los ingenieros lo equiparon con dos motores turbohélices Garret ’ (norteamericanos) y alojaron en las alas los tanques de combustible (tres en cada una) que son de goma autobloqueante “O sea que si les meten un tiro —tradujo Llabrés— el agujero se cierra solo”.

EL SALTO DE PULGA. Al año, en agosto de 1969, el primer prototipo (AX-01) realizó su bautismo de vuelo. El equipo de ingenieros y pilotos del Centro de Ensayos en Vuelo (CEV), que durante-todo el proyecto había actuado como colaborador, comenzó su tarea específica: probar el Pucará en el aire. Un trabajo que antes emprendieron con el Guaraní, el Huanquero y los demás aviones creados en la fábrica.
"El primer vuelo del IA-58 se limitó a decolar, dar una vuelta a la pista y aterrizar. Ese momento, pese a que conocía la máquina de memoria —rememoró el Vicecomodoro Roberto Stare, Jefe del CEV— fue dramático”. Es que los planos y las computadoras aseguraban que el aparato iba a volar, pero cada prototipo es un misterio hasta que despega. "Todos cruzaron los dedos. El Pucará —se ufanó Stare— demostró en el salto de pulga, como llamamos a ese vuelito, que servía”. Las siguientes pruebas, una vez comprobada su aptitud principal, se convirtieron en exhaustivos test de capacidad y comodidad de maniobra. Antes de cada salida, el staff del CEV confeccionó una orden explicando al piloto cada una de las maniobras que debía realizar.
"Para esto los cuatro departamentos del CEV —explicó el capitán Pougy— que son: el técnico, el de ejecución en vuelo, el de métodos y el de instrumental, confeccionaron el programa completo de ensayo”. En las pruebas se comprueba el funcionamiento de ¡los instrumentos, el consumo de combustible y las mejores técnicas para conducirlo. "Excepto algunos datos, como la fuerza que debe realizarse sobre la palanca para efectuar una maniobra — explicó el primer teniente piloto de ensayo Carlos Digier— que medimos con un manómetro que le incorporamos, el resto de los datos los registra una grabadora”. El artefacto de contralor de los instrumentos cabe en una caja de zapatos pero cuesta alrededor de un millón y medio de pesos.

LOS APORTES. Embarcado en la bodega de un cuatrimotor Hércules C-130 —el trasporte más voluminoso que dispone Ha Fuerza Aérea— el Pucará AX-02 partía el viernes 4 rumbo a Francia para someterse a los últimos ensayos en los laboratorios Turbomeca, de Pau. El inventario de las actividades tecnológicas de los aeronautas no concluye sin embargo con la aventura del IA-58. De los hangares de la Fábrica Militar de Aviones, brotaron, durante 1970, 47 Cessnas A-182, monomotores para uso civil construidos bajo licencia, 3 Ranqueles y 8 Guaraníes (ambos diseños de la FMA), destinados todos al trasporte de pasajeros.
El Area de Material Córdoba, sin embargo, produjo además unas seis mil unidades de cohetes, coheteras, bombas napalm y otros artefactos bélicos. Un repertorio no menos variado de instrumentos, turbinas y estructuras volantes pasó por las áreas de reparaciones mientras varios sistemas electrónicos avanzados transitaban por los laboratorios de desarrollo, entre ellos, un sistema electrónico de detección de radiaciones y otro de telecomando para vehículos aeroespaciales. Una docena de contratos y convenios con diversos organismos oficiales incluye el desarrollo de la tecnología del grafito, el estudio de la radiación cósmica y la soldadura de aceros especiales.
Ejército, a su vez, concentra su esfuerzo tecnológico en dos direcciones fundamentales —Desarrollo y Producción— de la Dirección General de Fabricaciones Militares. La primera planea, promueve y establece políticas en áreas tan vitales como siderurgia, minería, química pesada, petroquímica e investigación. La segunda coordina doce establecimientos industriales, organizados en una área metalúrgica y otra química. Entre otros productos, estas unidades inyectan en él mercado argentino conductores y cables eléctricos, palanquillas, perfiles y laminados de hierro y aceros especiales; una docena dé modelos diferentes de armas para uso civil y militar (desde el fusil FAL y la pistola Browning 9 mm hasta la escopeta Beretta calibre 20 y las carabinas de caza FM); un variado repertorio de zorras y vagonetas para uso industrial y de materia ferroviaria. Para el plantel del Ferrocarril Urquiza, FM prepara una partida de coches dormitorio equipados según los requisitos internacionales, con radioteléfono, música funcional y aire acondicionado.
Todo este esfuerzo pone el énfasis en las posibilidades de exportación, por una parte, y en la creación de focos de desarrollo en zonas del país que sufren de desocupación y emigración crónica.
El repertorio abarcado por AFNE —Astilleros y Fábricas Navales del Estado, donde Marina sistematiza sus esfuerzos— no es menos ambicioso. Del astillero Río Santiago han partido ya dos docenas de barcos destinados con fines civiles y militares, que incluyen el petrolero Florentino Ameghino y la serie de cargueros bautizados con nombres fluviales. Pero, además, AFNE produce motores diesel de gran capacidad, bogies de ferrocarril, turbinas hidráulicas, compresores de gas y media docena de productos químicos que van desde la nitroglicerina y los explosivos hasta el éter y la nitrocelulosa para lacas.

EL BALANCE. En mayo de 1970 el Area de Material Córdoba de la Fuerza Aérea entregó al Instituto de Neonatología de la provincia la primera incubadora portátil diseñada y construida en sus laboratorios. El artefacto, que desde entonces alberga bebés recién nacidos en la maternidad provincial, es un buen ejemplo de diversificación del esfuerzo tecnológico militar en las áreas donde el sistema industrial no cubre las necesidades. Es que la política de las FF. AA. en el área tecnológica es proveer los elementos básicos de defensa y simultáneamente impulsar la producción de bienes de uso civil que inciten a la 'iniciativa privada a encarar la industrialización progresiva del país.
Esta actitud no es exclusiva de los militares argentinos, pero tiene un significado especial en la medida en que permite conservar la capacidad de decisión en áreas Claves dentro de las fronteras nacionales. Aunque a los militares no les escapa el valor. estratégico de la economía, su intervención en el desarrollo tecnológico va aún más allá. Es que las decisiones en el terreno tecnológico inciden en todo el proceso superestructural del desarrollo científico creando las condiciones para una expansión de las disciplinas de investigación, que de lo contrario crecen en él vacío o no crecen.
Este es el factor decisivo en el largo. plazo, pues el ciclo se cierra en la medida en que él enriquecimiento científico genera a su vez nuevas opciones para la economía.
revista Panorama
8/6/1971
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