Mágicas
Ruinas
crónicas del siglo pasado
¿Dónde vamos a almorzar? Esta es una página para los golosos. Debemos advertir, para empezar, que nos disgusta la fama de que en la Argentina se come a dos carrillos. Los argentinos no somos voraces. No queremos serlo ni parecerlo. No querríamos que se hable de Buenos Aires como de una ciudad adonde los extranjeros llegan en aeroplanos gigantescos a devorar reses enteras del ganado de las pampas. Ser la canasta de pan del mundo ya era una adulonería bastante cursi y no poco interesada. Ser la parrillada es desalentador. El país tiene cosas más lindas, más grandes, más fascinantes. Pero no hay remedio. Es una verdad indestructible que en los restaurantes porteños se come en abundancia, en una espantosa abundancia y bastante bien, que es una cosa distinta. Es un fenómeno de la vida urbana, tan importante como el teatro y el cine y, por lo tanto, necesita ser sometido al crisol de la critica como dicen los partidarios del libre pensamiento y del lugar común. Procuraremos en estas criticas ser constructivos y no destructivos, es decir fomentar el apetito y no la dispepsia, porque la gente desabrida no sirve para nada. — H. N. |
![]() Nápoli, Buchardo 466 La gente va al Nápoli verdaderamente a comer: hombres y mujeres devoran el menú. Hay una sensación de apetito universal. El propietario mete al público en su casa como los fabricantes de sardinas en conserva las meten en una lata. Para que quepan más hay mesas colectivas donde se codean los desconocidos sin entrar en relación. Antipasto, una maravilla, pero antes era mejor. La pantagruélica milanesa con muzzarella y tomate recién salida del horno. El que la prueba una vez la come hasta la muerte. Y el estupendo panqueque que, como la milanesa, lo traen echando vapor y pelando. No hay nadie capaz de comer enteros estos platos. Entre dos personas hambrientas pueden pedir uno y todavía sobra para invitar a un tercero. Pato en seis formas Los Patitos, Carabelas 259 El solo hecho de estar en Carabelas es un valor, porque Carabelas es la calle clásica de los bodegones donde antes se comía bien y barato, con vino italiano. Los fondos del Mercado del Plata le daban ese prestigio, del cual participó en grande, en la vecina Cangallo, el otrora Americano, después Conte (donde ahora, ¡Dios mío! hay un bar lácteo), pero ya pasó a la historia y a la gloria aquel gran restaurante donde Gando dictaminaba como un pontífice y donde antes de la otra guerra se comía, con cinematógrafo, un filet Eduardo VII y unos caracoles estupendos. Los Patitos no quieren ser bodegón pero tampoco son un Conte. Y se come bastante bien si se sabe elegir. No sabemos si la lista de los patos en seis formas significa algo comestible, pero dan prestancia al menú. Léala y olvídela. Canelones a la Rossini La Emiliana, Corrientes 1431 Palmeras, columnas, palmeras, columnas, columnas, palmeras. Gente platuda, dice el portero. Conviene tener relación con el maître, pero en tal caso, la billetera debe estar abultada. Si no anímese lo mismo. Usted entra, elige una mesa y se sienta con sus compañeros. Después de la primera jarra de clericot Ud. se dará cuenta de la necesidad de juntar la alegría con la carita borrosa que tiene delante. Pida canelones. No se preocupe por la calidad del plato, cuya fama Ud. ya conocía. El clericot de la casa es el néctar de los dioses que le hará pasar los más difíciles rubicones. Después de la primera jarra nada es imposible. Alea jacta est. Adelante por todo y si la cuenta es insoportable, otra vez aprenda a elegir. Churrasco con Ensalada Mixta Chiquin, Cangallo 920 — (Aire acondicionado) Almuerzo de negocios. Comensales sobrios y serios. A uno le falta la vesícula. A otro le queda la memoria dé una dispepsia. Los dos presumen de que pueden comer de todo. Pero piden un churrasco con ensalada mixta. Eso sí, una botella de Sutter blanco, luego un helado y el café final. La botella es bebida sin dejar rastros. Aunque subieron por el ascensor, para hacerse ver de la concurrencia de la planta baja, es elegante descender por la escalera, porque el foooting es indispensable en los hombres de negocios y además a esa hora ya no hay nadie en el piso bajo para admirarlos. Nota: También se puede ir a comer y la comida es de lo mejor que puede pedirse. Olvídese de la vesícula y comerá bien en Chiquin. La Torta Helada Yapeyú, Corrientes 717 Público cosmopolita salpicado de murmullos guturales. Lo que no se discute es la torta helada: bizcochuelo y helado de crema con frutas abrillantadas cubierto de sambayón. Se le puede tomar también con chocolate caliente, pero mejor es no promiscuar. La Charlotte Saint Marceaux es otra cosa y la hacen en otra parte. Prefiramos la torta auténtica. Vayamos por ella. Por ella y pensando en ella hagamos el menú. Elijamos cualquier plato. Lo que necesitamos es un pretexto para probar esa torta helada del Yapeyú. Lo demás ignorémoslo y seremos felices. 221 Platos Distintos Gath y Chaves, Florida y. Cangallo Ascensor, piso 8º. También se toma la escalera mecánica hasta el 4º. Es divertido si precavidamente se han bebido los suficientes copetines. Salón esplendoroso. Catorce clases de entremeses, 22 fiambres diferentes, 15 pescados, 5 farináceas (Gath y Chaves por pudor llama farináceas a los tallarines, ravioles, ñoquis y demás pastas), 26 entradas, 10 sopas, huevos hechos de 10 maneras, 4 platos sazonados a la Indiana (quiere decir servidos con Chutney), 18 clases de carne a la parrilla, 12 de ensalada, 12 de legumbres, 18 postres, 7 compotas, 7 dulces, 7 bocadillos, 7 helados, 10 quesos y 19 frutas. Hay además 8 platos del día y el menú de precio fijo que suele incluir alguna novedad extra. En total 221 platos distintos. Si usted tiene $ 603.20 puede comerse la lista completa. Aparte tendrá que pagar el vino, la cerveza, la soda, el agua mineral, el café, los licores, los cigarrillos. Después habrá que llamar a Rabelais para que le haga una interview y al doctor Salomón para que lo cure. ¿No es estupendo? Revista Argentina 01.02.1950 |