Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

ruth fridman
Cantar con mamá
Madres e hijos pueden rescatar ahora un diálogo olvidado: Ruth Fridman, secundada por un entusiasta equipo de músicos y poetas, despliega sobre un escenario céntrico su espectáculo Cantemos con mamá. Mientras hace cantar y brincar a su público, la singular innovadora propone nuevos caminos para el desarrollo intelectual del niño

-Apenas salido de la cama, todavía somnoliento, Raulito se repantigó en el diván y reclamó: Mami, prendeme la tele ... Logré demorar el pedido hasta después del desayuno; pero luego fue lo de siempre: tardó como dos horas en despertarse del todo, mientras en la pantalla se sucedían los típicos balazos y las tandas comerciales.
Juana Roselló de Nadal (35 años, productora publicitaria) narró hace poco a SIETE DIAS los problemas derivados de aquel doméstico ritual —cuyo eje era el solitario Raulito— así como su inesperada solución:
—Cuando lo llevé al espectáculo de Ruth Fridman pensé, como especialista en publicidad, que eso de Canciones para crecer sería sólo un slogan más. Sin embargo, resultó insospechadamente cierto; a partir de entonces pude restituir el televisor a su justo lugar. Ahora, casi todas las mañanas mi hijo las pasa brincando —conmigo, con la muchacha, o los amiguitos atraídos por la novedad—, en tanto berrea cosas como: Vendo cebolla / papa araucana / bolsa de trigo / mi prima Juliana ...
“Pero sobre todo —subraya la agradecida publicitaria— pude rescatar algo inapreciable: un rato de tierna camaradería con Raulito; al cantar y menear a dúo nuestros cuerpos, revivimos una alegre intimidad, casi olvidada."

“UNA EXPERIENCIA FABULOSA"
Como la señora Nadal, muchas madres descubrieron un mundo de posibilidades creadoras en los aparentes simples cantos del nene. Precisamente, esta semana ha de cerrarse el ciclo denominado Cantemos con mamá, que en julio y agosto propuso una fascinante experiencia desde el escenario de un teatro céntrico: la innovadora Ruth Fridman comienza allí por enfatizar la necesidad de una nueva relación —activa, gozosa— entre madres e hijos. En seguida relata sus propias experiencias, al mismo tiempo que sobre un telón se proyectan algunas cartas que le enviaran señoras y chicos. Después, reparte entre el público unos palillos para percusión, y textos de las canciones. Varias diapositivas contribuyen a crear, el climax ideal. Todo está listo para el juego.
Unas quince canciones —de la propia Fridman y otros artistas, o sobre letras poco difundidas— integran cada sesión; claro que el número de las que se enseñen por vez depende de la receptividad de los espectadores. Pero éstos tienen una ayudita: tres músicos facilitan el canto con su preciso acompañamiento rítmico en guitarra, contrabajo y percusión. La propia creadora da el ejemplo, al entonar las juguetonas estrofas con voz trabajada, casi de entrecasa.
“Al principio, a las mamás les cuesta superar su inhibición —explica—; pero muy pronto descubren que cantar no es tan difícil; para ellas y para sus criaturas, resulta una experiencia fabulosa.” Esto, en su opinión, autoriza a importantes conclusiones: “Las ansias del público por participar, cantando y palmeteando, hablan de una renovación total de los conceptos musicales. Es muy difícil que una persona común se pase hoy ocho horas frente a un piano, estudiando una pieza clásica. Y es lógico que sea así; se tiende a una música indudablemente menos purista, pero más auténtica, más participada. A la mayoría de la gente sólo le interesa la música que puede realizar ella misma —redondea esta singular promotora de una canción cantada con todo el cuerpo—; es un proceso del que surgirán formas musicales distintas, pero elaboradas con elementos de nuestra época. Y no es exagerado decir que los niños ya hacen su propia música; es un lenguaje de enorme importancia para el desarrollo infantil.”

CANTAR CON EL CUERPO
Aunque cursó estudios relacionados con ciencias de la educación, sociología y antropología —aparte de su prolija formación musical en conservatorios e institutos particulares—, Fridman (47 años, dos hijos de 21 y 26) se define como "una persona observadora y autodidacta, preocupada por un fin práctico: establecer mejores lazos espirituales entre madre e hijo, y favorecer al mismo tiempo el sentido comunitario del niño, su integración en el mundo familiar y social. ..”
Acomete la empresa como una lógica coronación de su trayectoria: varios años de enseñanza musical en el Collegium Musicum y escuelas oficiales, y una paciente búsqueda de las riquezas escondidas en la música, el ritmo y la mímica. El trabajo cristalizó en dos libros: Canciones para crecer y Canciones para mamá, la maestra y los chicos —este último aparecerá dentro de poco tiempo—, además de doce cuentos musicales. Pero el año pasado tomó cuerpo la vertiente más fecunda: el contacto con el público. Radio El Mundo le ofreció un espacio por un mes; Ruth Fridman actuó durante un semestre, y en ese lapso recibió más de cuatro mil cartas: madres, padres e inclusive abuelos que impactados por la novedad le escribían para pedirle los textos de las .canciones. También la oyeron directivos de la empresa grabadora Columbia; consecuencia de ello será un disco, que aparecerá también este mes.
Pero quizás haya sido en la nursery de la compañía Olivetti (allí dirigió el sector de instrucción musical) en donde Ruth Fridman acuñó la idea de Cantemos con mamá: “Entonces vi la real importancia del papel de la madre, y uní la presencia de ella con la actividad musical del chico. Si éste crece en una casa en la cual la música es un medio de expresión habitual, cantará con naturalidad, tocará los instrumentos más simples y los tratará como a importantísimos elementos creativos. ¿Por qué esperar al jardín de infantes para que tome contacto con la música? La infancia es demasiado corta, y el niño necesita música desde que nace.”
Invitada en 1964 a Budapest, y en 1966 al Congreso de Educación Musical que tuvo lugar en EE. UU. pudo acceder a los trabajos de otros musicólogos, y unir su experiencia a la de meritorios pedagogos. Cantemos con mamá estaba naciendo.
Por eso, cuando las madres se “largan” y empiezan a golpear emocionadas los palillos, en un envidiable retomo a la infancia, junto al hijo que les responde con un ritmo lleno de brío, tal vez no sospechen hasta qué punto su actitud puede abrir nuevos caminos a la relación entre ambos. O de qué modo están alentando espiritualmente a ese niño que, al principio de su vida, es poco más que "músculos y sentido”.
Algunas precisiones del libro 'Canciones para crecer' aclaran mejor el propósito de Fridman. Allí estudia concienzudamente las funciones de la canción como estimulante intelectual del bebé y como acompañante de sus etapas vitales. "Al niño de corta edad —dice— le gusta jugar con sus manos. Le encanta apretarlas, esconderlas, taparlas, saludar y golpear ... Por ello hemos creído necesario cantar a los dedos, a las manos, a los pies”, creando imágenes a tal efecto. Pero no se olvidan los gestos corporales, el aprendizaje práctico del vocabulario musical, y las indicaciones a la madre o maestra para que lo ayude a sentir "físicamente” el compás. Las canciones se agruparán, entonces, según sus fines: didácticos o recreativos.
Los poetas Julio César Silvain, Mirta Goldberg, Ana Hochbaum y María Hortensia Lacau aportaron también sus frescas rimas, que se conjugan con otras del folklore argentino e inclusive de graciosos tangos infantiles. Pero Cantemos con mamá es, en realidad, mucho más que eso: constituye una positiva invitación para un nuevo diálogo con los hijos. O también, como afirma Fridman, “un nuevo camino para su formación espiritual”.
Revista Siete Días Ilustrados
19.08.1968
 
 

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