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Hombres y hechos en el socialismo argentino
"ACCION SOCIALISTA" -afirma Dardo Cúneo- NO ES PARTE EN EL ACTUAL PLEITO DE FRACCIONES UN periodista en busca de datos, algunos cafés, dos o tres comités, una respetable casa particular; finalmente: tres opiniones. Naturalmente, tres opiniones de socialistas. —La historia del Partido Socialista es la historia de sus escisiones. Quizá fuera más exacto decir de sus “purgas”, puesto que escisión implica el deseo de irse de quienes se alejan, y en el Partido Socialista lo habitual ha sido “liquidar” a los disidentes. Uno se pregunta qué alcance tendrían purgas y liquidaciones si los dirigentes socialistas tuvieran el poder de un Stalin en sus manos. Así se expresa uno de nuestros interrogados, un joven recientemente separado del Partido Socialista por el Comité Ejecutivo del mismo, que, según sus palabras, “se ha constituido en Comité de Salud Pública que juzga y ejecuta sin escuchar a los acusados”. En la casa respetable, detrás de gruesos bigotes, surge una voz pausada. Es la voz de un viejo afiliado socialista: —La historia del Partido Socialista es el ejemplo de su integridad moral. Con fuerza premonitoria, este saludable organismo no sólo ha eliminado de si a quienes eran elementos dañinos, sino a hombres que, con el andar del tiempo, demostrarían su índole malsana. Sólo así se explica que ninguna de las personalidades separadas del Partido haya mantenido, fuera de él, aquella conducta intachable que caracteriza a los hombres del viejo y glorioso Partido Socialista. Aparece la dinastía Chertkoff Y he aquí la tercera opinión. La de un locuaz empleado de Banco, pequeño y nervioso, que con voz entrecortada y rápida nos dice: —La historia del Partido Socialista ha sido hasta hoy la de una familia estrechamente unida contra todos: la familia Chertkoff. Pero esta tradición se ha roto y la última disputa nos presenta Chertkoff en los dos bandos, que se atribuyen mayores títulos para sostener la personería del Partido. Casi una cuestión de herencia. En efecto, tres hermanas Chertkoff se casaron sucesivamente con los doctores Juan B. Justo, Nicolás Repetto y Adolfo Dickman. Después, como en las mejores casas reinantes, se sucedieron en segunda y tercera generación múltiples matrimonios dentro del estrecho círculo familiar. El secretario general del Partido Socialista (fracción del “Movimiento”), ingeniero Emilio Dickman, sobrino de una Chertkoff, está casado con una hija del doctor Justo, sobrina de Repetto e hija también de otra Chertkoff. No podemos seguir a nuestro interlocutor en este enredo familiar porque nos proponemos hacer una nota seria. Pero éste insiste todavía: —La verdad es que estos pleitos familiares también tienen sus antecedentes. Ya en 1927 De Tomaso fué separado del Partido Socialista, y las malas lenguas sostuvieron que, en realidad, el cisma se produjo cuando aquél se divorció de su mujer, Victoria Gucovsky, hijastra de Repetto, por tanto, una Chertkoff también... Dejamos a este humorista en su locuaz desenfreno, y continuamos indagando. No es necesario hurgar registros y archivos para que se nos vaya descubriendo la ruta de tantos quebrantamientos que ha sufrido el Partido Socialista. La fundación del Partido ![]() El partido tuvo sus primeros éxitos en el Congreso Nacional. Hace cincuenta años precisamente, el 13 de marzo de 1904, fué electo por el barrio de la Boca el primer diputado socialista argentino: el doctor Alfredo L. Palacios. Después del año 12, con la ley del sufragio universal, entran en el Parlamento Justo, Mario Bravo, De Tomaso, Dickmann, Repetto, Del Valle Iberlucea, etc. El socialismo sostiene prolongado duelo electoral con el radicalismo de la Capital, pero no consigue ningún éxito en el interior, donde no tiene realmente ninguna fuerza. Los radicales sostenían que era un partido “extranjerizante”. A medida que la agrupación crece y se afirma comienzan los quebrantos y las escisiones. Ya al comenzar el siglo fue separado o renunció Adrián Petroni, acusado de imprimir a la acción proselitista un excesivo matiz personal. Este primer “rebelde”, viejo militante, volvió al partido en el crepúsculo de su vida, después de vivir muchos años publicando oscuros libros, que vendía entre los maestros del interior. Por esos mismos años apareció un brote sindicalista: hombres que querían imprimir un tono más obrero al partido. Hubo en Junín un congreso donde se desarrolló un debate doctrinario sin alborotos ni pasiones. El delegado Nicolás Repetto pidió la palabra para invitar a los compañeros sindicalistas a retirarse y hacer su experiencia sin alterar la línea partidaria. La cordial invitación fué aceptada. Algunos años después varios de ellos volvieron al viejo partido. Este incidente arroja luz sobre el espíritu que ha presidido muchas escisiones partidarias: dirigentes han supuesto con toda honradez: “el partido soy yo” y, en consecuencia, esperan que todos aquellos que por una u otra razón no estén de acuerdo con su línea partidaria se retiren y hagan su experiencia fuera de la agrupación, sin molestar el desenvolvimiento de las ideas y acción que propugnan, y que tienen por la ortodoxia partidaria. En 1934, en un congreso realizado en Santa Fe, y en que se discutía otra división partidaria, Carlos Sánchez Viamonte increpó al doctor Repetto, diciéndole que creía tener sobre el partido “un derecho de propiedad basado en la posesión treintañal”. El caso Palacios Luego vino la separación de Palacios y el desafuero de Del Valle Iberlucea, a quien hoy se honra en el Partido Socialista, pero cuya defensa no asumieron sus correligionarios con todo el calor que era menester. Con respecto al doctor Alfredo L. Palacios, recordamos una anécdota interesante. En el año 1915 se lleva a cabo un congreso partidario en Rosario, donde se trata la separación del enérgico luchador socialista. Se le reprocha su afición desmedida a los lances de honor, y se hace hincapié en algunos duelos recientes. Evidentemente, son pretextos. La realidad es que algunos de sus compañeros de partido no pueden soportar la recia personalidad del dirigente, sus desplantes, su indisciplina y, sobre todo, su popularidad. Uno de los presidentes del congreso es el doctor Repetto. En aquella época, a los acusados se les daba oportunidad de defenderse. Cuando terminaron las acusaciones, el doctor Palacios se levantó lentamente, y con voz mesurada expuso los elementos de su defensa. El silencio continuó a sus palabras. De pronto, una delegada se levanta y con voz firme dice aproximadamente lo siguiente: “Traigo de la agrupación femenina mandato imperativo de votar la separación del doctor Palacios; pero, después de haberlo escuchado, no lo haré”. Esa delegada era la esposa del doctor Repetto. Palacios salvó su estabilidad en el partido hasta el año siguiente, en que fué separado al fin, a raíz de su duelo con Oyhanarte. Sigue luego cronológicamente la separación de los “independientes”, que amenazaron quedarse con la Casa del Pueblo, y pocos años después se alejan los “socialistas obreros”, afirmando que son mayoría en el seno de la agrupación. Sostienen en su oportunidad que sólo el fraude “chertkoffiano” ha impedido que triunfaran. A esta altura de los hechos, en la Casa del Pueblo dicen que el partido ha encontrado su equilibrio. Ha eliminado sus alas derecha e izquierda. Queda el centro armónico. Los enemigos afirman que se ha desteñido... La abstención radical La paz reina en el partido de Justo. De tanto en tanto se aleja algún rebelde. Casi sistemáticamente se crean organismos juveniles, que son disueltos para crearse nuevamente pocos meses después. El caudal de votantes, que había disminuido cuando el gobierno de Irigoyen, crece nuevamente con la abstención radical. Hay cuarenta diputados socialistas en el Congreso. Ricardo Rojas, en el radicalismo de mañana, hace cargos muy serios a Repetto, por haber legalizado con su actitud el régimen del general Justo, que expulsaba a los radicales del comicio. Rojas transcribe en su libro el párrafo de un discurso parlamentario de Repetto (enero 1932), en que se decide por la aceptación de los diplomas de los diputados conservadores inculpados de fraude electoral. .. Repetto había dicho: “Los señores diputados que han pertenecido a anteriores legislaturas saben que nunca hemos demostrado ningún gusto por estos debates de diplomas. Ha sido, en general, una cuestión que no nos ha preocupado, y más bien alguna vez, hemos demostrado con cierta jactancia nuestro desprecio por estos temas. Siempre hemos aplicado un criterio práctico, un criterio humano, un criterio tolerante, un criterio que comprenda las inevitable» imperfecciones de una elección en un país como el nuestro. Y no digo más porque todos los señores diputados saben y conocen perfectamente nuestro medio electoral”. Era la opinión y la política que el doctor Repetto imponía al Partido Socialista, en oposición a Bravo y Palacios. Con la revolución del 43 el partido pierde muchos dirigentes obreros, y por la polarización de las fuerzas políticas ve nuevamente disminuido su caudal electoral. Además de dirigentes sindicales, el socialismo aportó banderas al peronismo. Fué un dirigente ferroviario, el señor Domenech, quien otorgó al entonces coronel Perón el título de “Trabajador Nº 1”, y Ghioldi, en La Vanguardia, se refirió a los peronistas calificándolos de “turba descamisada”. Quitado el sentido peyorativo, el descamisado pasó a ser un emblema. El Partido Socialista se adjudicó un papel en la lid política. Fué la esencia de la “contra”. Acumulaba títulos para la hora de la recuperación. La paz reinaba en la Casa del Pueblo. Pero bajo esa paz latían los fermentos de la disidencia. El estallido no fué repentino. Se dió con incidentes premonitorios. Dardo Cúneo y Acción Socialista ![]() Los socialistas sostienen que la única disidencia auténtica dentro del partido está representada por el grupo Acción Socialista, que ha orientado en sus comienzos una de las figuras más representativas del socialismo argentino: el joven escritor Dardo Cúneo. Cúneo fué expulsado del partido por no haber aceptado pasivamente el tirón de orejas que quiso darle en el seno del Comité Ejecutivo partidario el doctor Nicolás Repetto, por haberse entrevistado con el ministro Borlenghi en ocasión de recuperar su libertad y gestionar la de otros compañeros socialistas. En realidad, su libertad se debió a que su hijo estaba gravemente enfermo. El Ministerio del Interior decretó primero su libertad condicional por tres días, y luego con carácter definitivo. Hubo un incidente desagradable entre Dardo Cúneo y el doctor Repetto ante la máxima autoridad partidaria, y se intercambiaron violentas cartas. Repetto publicó la suya en su periódico Nuevas Bases, pero se negó a dar cabida en el mismo a la respuesta de Cúneo. Este creó un periódico, Acción Socialista, y allí dió a conocer la suya. Ei Comité Ejecutivo, solidarizándose con el doctor Repetto, comenzó a gestionar la salida “pacífica” de Dardo Cúneo. Este aceptó retirarse, pero no de la manera pacífica con que esperaban mantener la fiesta en paz. Lo hizo mediante la presentación de un documento en que puntualizaba agriamente sus disidencias políticas y personales. La renuncia fué considerada agraviante, y un voto general, que Cúneo impugnó, lo separó del Partido, sin darle oportunidad de defenderse. El doctor Palacios protestó indignado, calificando las razones argumentadas por el Comité Ejecutivo de “argumento deleznable” y señalando que se incurría en la violación de la Carta Orgánica partidaria y del universal derecho de defensa. Todo fue inútil. La expulsión se llevó a cabo. La vieja guardia pronosticó que estaría muy pronto al lado del doctor Dickmann, integrando el Movimiento. Se equivocaron. La indagación nos conduce ante el personaje, en el local de Acción Socialista de la calle Humberto I. Pocas palabras bastan para precipitarnos en una amable conversación. Es un hombre joven, de rostro bondadoso y mirada inteligente. Con voz suave, pero firme, desarrolla en pocas palabras una historia. El socialismo argentino Llega al momento presente, y nos dice: —Una prescripción elemental de moral y agudeza política previene que combatir un régimen valiéndose de los elementos de un pasado comprometido equivale a mutilarse con respecto al porvenir, pues ese régimen no ha de ser combatido solamente en lo que expone de sí como efecto, sino también, y muy especialmente, en lo que esconde como causa que lo hizo posible. En ese pasado comprometido están las causas del régimen presente. Por eso una política que se formule en planos primarios, anecdóticos o abstractos consumirá las energías empeñadas, sin aproximar a la verdad ni a la victoria. —¿Significa —le interrumpimos— que no les interesa un retorno al viejo tronco del partido, aun en el caso que de él provenga una invitación? —Naturalmente que no —continúa Cúneo—. Por fortuna, ya nos hemos independizado de los viejos prejuicios partidarios. Mucha gente joven acude a nuestra organización, gente que ni conoce ni le interesan los pleitos anacrónicos. En una palabra, ya estamos más acá de la barba de Darwin y de la herencia positivista que deshumanizó al partido. —¿Les interesa encontrar un lugar en el mosaico político argentino? —No. —La respuesta es rotunda—. Nuestra organización, “Acción Socialista”, es sólo una agrupación de estudios argentinos. —¿Algo así como la Sociedad Fabiana? —recordamos. —Exactamente. Los que a fines del siglo pasado formaron la Sociedad Fabiana en Inglaterra, los Webb, los Shaw, los Wells, los que gracias a sus estudios y la penetración intelectual de los problemas prepararon el campo de los Attlee y los Bevan. Rápidamente recapitulamos. Fabio: general romano que se caracterizaba por no presentar batalla frontal. Se concretaba a desgastar y fatigar al adversario. Hemos comprendido. La conversación se acerca a problemas más espinosos. —¿Y qué opina usted sobre el reconocimiento de la personería política a las dos fracciones en que se ha dividido el partido? Digo dos, puesto que ustedes rehúsan ser una fracción —Y así es. De todos modos, les diré mi opinión: se trata de una querella entre quienes actúan dentro del radio de influencia del peronismo y quienes actúan dentro del radio de influencia de la oligarquía. Por lo tanto, unos y otros constituyen una desfiguración muy evidente del Socialismo. Pero ella se comprende porque tanto los properonistas como los prooligarcas están inspirados por dos ancianos dirigentes que hace rato debieron haberse retirado a cuarteles de invierno. Aún más: ambos dirigentes pertenecieron a un mismo grupo, en verdad a una misma familia, que dirigió durante largos años al Partido Socialista como un bien de su propiedad, decretando escisiones, separaciones y expulsiones para mantenerse en la posesión de ese bien. En la larga lista de alejados figuran José Ingenieros, Alberto Gerchunoff, Manuel Ugarte, Palacios, en el año 1916: Alberto Palcos, Roberto Giusti y muchísimos más del valor político e intelectual de ellos. También fueron reiteradamente disueltos o separados en masa los movimientos de las juventudes socialistas, restándosele al partido la fuerza de lucha y de renuevo que ellas significaran. —¿Es decir, que, en su opinión, los términos de la antinomia no son Repetto y Dickmann? —acotamos. —Naturalmente; el doctor Repetto y el doctor Dickman son sólo una cara de la moneda. El problema es: Vieja dirección partidaria contra el movimiento socialista. El doctor Dickman es un producto clásico de la Casa del Pueblo y un “expulsionista” calificado. En realidad —continúa con voz pausada—, nuestra posición frente a la crisis del socialismo no es sino consecuencia de nuestra posición ante la situación política nacional. Nos sabemos igualmente distantes del pasado como del presente. Por eso —señala con firmeza— no somos, ni quisiéramos serlo en forma alguna, una fracción del pleito del Partido Socialista. Eso no nos interesa. No insistimos; ya están fijados los límites, y lanzamos rápidamente “la pregunta”: —¿Cómo ve usted, como intelectual y como político, la actual situación nacional? Un breve silencio, y la respuesta no tarda en llegar: —Creo que la República necesita una variante de futuro que afronte la solución de los grandes problemas nacionales —la tierra, el ordenamiento industrial, la población— con criterios modernos de inspiración socialista, adecuados a las distintas etapas del desarrollo de nuestra economía. Esta será la gran revolución argentina. ¿Quién motorizará esta revolución, que distará tanto de parecerse a un golpe de Estado? Aliento la certidumbre de que los próximos años inmediatos configurarán un movimiento nuevo del pueblo argentino, acaso el Partido del Pueblo Argentino, que, superando las limitaciones típicas de un partido, represente a los sectores sociales más conscientes y dinámicos, dispuestos a realizar la gran labor de asegurar la vida de cada argentino: su vivienda, su trabajo, su libertad, su cultura, destruyendo los viejos privilegios, y sin reemplazarlos con privilegios nuevos. Necesariamente, esta revolución en profundidad será parte de una revolución continental que resuelva los problemas del atraso económico de América Latina y la resguarde de una guerra a la que se precipitan los imperialismos. —Su posición es bastante parecida a la del doctor Frondizi en la Unión Cívica Radical, ¿no es así? —Efectivamente, es parecida. Sólo que nosotros vamos tal vez más lejos. —¿Y a qué puesto aspira Acción Socialista en ese gran movimiento? —Como es lógico, Acción Socialista aspira a promoverlo y a constituirse dentro de él en la activa avanzada socialista, es decir, en expresión del más completo método de transformación social y de la clase trabajadora, cuya participación dará validez a ese método. Quizá hubo un gesto, captado por la aguda mirada de Dardo Cúneo, puesto que de inmediato agregó: —No es tarea de un día. Por eso la hemos elegido. Con esa respuesta dimos por terminada la entrevista. Nos fuimos reflexionando en lo que habíamos escuchado. Pensábamos en el viejo partido y en estos jóvenes llenos de ímpetu. Fácil es conjeturar que la dirección efectiva de partido quedará en manos de Repetto y Ghioldi. Aquél considera a éste su discípulo dilecto, y éste tiene por aquél la devoción que se debe a un maestro. Antes de los últimos sucesos la dirección del partido se movía sobre la base de una troika integrada por los dos dirigentes nombrados y J. A. Solari. La libertad de éste y su entrevista con el ministro Borlenghi lo han puesto en el Index. Su lugar lo ocupa Ramón Muñiz, a quien le tocó la secretaría general del partido en un momento de terrible tensión. Algunos se preguntan si la impericia del comando no ha tenido parte de culpa en la precipitación de los acontecimientos. El doctor Repetto tiene en la actualidad 84 años. Su prestigio es indiscutido dentro de las filas partidarias, y fuera de ellas se lo considera un político probo y combativo. Se recuerdan sus grandes batallas legislativas y la severidad con que ha dirigido en todo momento la vida del partido. Si aflojara la tensión, ¿mantendría el comando en sus manos, o lo cedería a manos más jóvenes? El doctor Palacios, dirigente político de alcance continental, nunca ha tenido parte en el comando partidario. ¿Plantearía públicamente las disidencias que no oculta en el círculo de sus amistades, si el partido reencontrara su cauce normal? Muchos silencios, no sólo el del doctor Palacios, quizá fueran quebrados si renaciera la calma en el partido. Demasiados hombres no están conformes con la actual dirección, pero callan por solidaridad. Ahora falta investigar la otra cara de la moneda. Si en el Partido Socialista se decretara la amnistía general, o al menos una amnistía amplia, ¿volverían los que se alejaron agitando distintas banderas? Una respuesta categórica tenemos. Acción Socialista no volverá. ¿Y los otros? Hay demasiada niebla. Esperemos vientos propicios. Francisco ODDONE Revista Esto Es 02.03.1954 |