Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado
|
Teatro al día "NUMEROS VIVOS" LA implantación de los llamados "números vivos" en los cines ha llegado al teatro. Lo cual significa que se ensanchan las posibilidades de las innumerables señoritas salidas de los conservatorios con diploma de profesoras de solfeo, danza y declamación, que así podrán ahora dar empleo a sus habilidades artísticas hasta tanto Dios sea servido de depararles esposo. Las dueñas de casa, bien lo sé, suponen que esto de los “números vivos” es uno de los factores determinantes de la pavorosa escasez de empleadas domésticas. Quizá tengan razón en parte; pero antes que la comodidad de las señoras están el arte y los ideales de quienes a su cultivo se consagran. La historia no menciona para nada a quienes le hacían la sopa de ajos o le lavaban los calcetines a Lorenzo el Magnífico, pero exalta el recuerdo de los artistas que florecieron en su época, y sus nombres cabalgan a lomo de los siglos. ¿Quién será, entonces, tan torpe que se oponga a que entren en la historia por la puerta del arte los seres dotados de irrenunciable vocación, aunque se resientan los quehaceres domésticos de unas cuantas burguesas? MONTEVIDEO CASI ESQUINA CORRIENTES El pequeño teatro que está en la calle Montevideo, a un paso de la de Corrientes, es el primero que acoge “números vivos”, y de fijo que su buen ejemplo será seguido por las demás salas porteñas. Eso está muy bien. Porque de tal modo habrá de realizarse para siempre la antigua aspiración de reunir toda? las artes que andan sueltas por ahí; hermanas separadas de sus hermanas, como amputadas, incompletas y desvalidas, ganosas de encontrar apoyo las unas en las otras para cumplir mejor su destino trascendente. ¿Que la comedia resulta mala? ¡No tiene importancia! Buena compensación tuvimos con las danzas y canciones de los “números vivos” que la precedieron. O a la inversa: ¿los “números vivos” se nos hicieron inaguantables? ¡Bah, ya nos resarciremos con la comedia! ¿Ven ustedes qué fácil es? Cuando hay favorable disposición de ánimo, todo se allana. Los “números vivos” que se dan en el teatrito de la calle Montevideo tuvieron para mí una fuerza evocadora fascinante y melancólica. ¡Oh, aquellos tiempos en que yo, tocado con gorrita marinera, asistía a los “primeros y terceros martes” de la tía Emerenciana, donde después de hablarse concienzudamente del estado del tiempo, de trapos y del último catarro se entregaban las señoras, con arcangélica inocencia, al cultivo del arte! Quien, tocaba en el piano “La plegaria de una Virgen”; quien, con fondo musical de arpa, recitaba poemas de Espronceda y de Juan de Dios Peza... Ahora las señoras van al cine, cotorrean en los “cocktail-partys” o juegan a la canasta uruguaya... ¡Qué diferencia, Señor! La noche que estuve en el teatrito de la calle Montevideo los “números vivos” ofrecieron interpretaciones de piano y canto. ¡Ah, fué algo divino! No pueden imaginarlo ustedes. Tienen que ir a verlo. Quizá nos encontremos por ahí una noche de éstas, pues yo pienso volver. ¡Vaya si volveré! Los programas anuncian que la cantante recita y baila, además. Y eso —palabra— yo no me lo pierdo. REVISTAS SATIRICAS En el Casino se presentó una compañía de revistas de sátira política con “Ay. ay, ay, escríbeme al Paraguay”. La buena intención superó en mucho a los resultados. Es evidente que la improvisación, la ausencia de destreza, el ingenio escaso y un sentido muy poco selectivo presidieron la tentativa. En este género, de rigurosa actualidad, las cosas se hacen bastante mejor en El Nacional, donde Pepe Arias asiste al resurgimiento de su empalidecida estrella. Estos días se anuncia en el teatro Cómico la presentación de otro conjunto del mismo tipo, con la producción titulada “Llegaron los gorilas”. Es interesante comprobar que la empresa del teatro Cómico mantuvo durante largos meses “Cristóbal Colón en la Facultad de Medicina”, que es, como ustedes saben, una delicada expresión del más alquitranado ingenio, capaz de satisfacer las mayores exigencias de los paladares refinados. Luego, en ese escenario, la misma actriz-empresaria dió “La casa de Bernarda Alba” de García Lorca. Después de los sucesos que obligaron a echar el cierre metálico al teatro, la misma empresa —siempre la misma— firma contrato con una compañía que va a dar piezas destinadas a satirizar al nefasto régimen depuesto, por el cual ella dió muestras inequívocas de fervorosa adhesión y simpatía. Esto es lo que se llama mantener, contra viento y marea, las convicciones políticas y los ideales artísticos dentro de LA "CLAQUE" DE LOS PROTECTORES El Estado no puede proponerse la “dignificación del cine” o el “mejoramiento del teatro” del mismo modo que, por ejemplo, construye un puerto o pavimenta un camino; ni es legítimo que penetre, armado de comisiones y proyectos, en el laberinto de los problemas del arte, porque son otros quienes tienen que despachar al Minotauro. Hablo, claro es, de un Estado democrático. No sólo el infierno está empedrado de buenas intenciones. Según parece, las instituciones profesionales y las oficinas públicas utilizan también ese pavimento. Y hay quien supone que el radicalísimo cambio político operado en este país debe reflejarse en el teatro mediante una especie de “despotismo ilustrado” asesorado por todas partes menos por una, que sería la de sus juicios propios. Esta península rectora vendría a funcionar con una especie de peronismo antiperonista. Se alimentaría de una caudalosa cantidad de “proyectos” y comisiones y ordenaría, con paternal eficacia, absolutamente todo: desde el uniforme de los acomodadores hasta la condición de las obras a representar, sin olvidar, naturalmente, la proporción debida: por cada Esquilo importado, dos Laferrére y tres y medio Malfatti nacionales. Quizá resultara excelente que la gente del teatro, así sea por una vez, se ponga de acuerdo en torno a algunas verdades sencillitas, que acaso no consten en el frenético arbitrismo que siguen gobernando ciertos instrumentos de propaganda, cuyo acto más democrático consistiría en morir honrada y definitivamente. Ensayemos la formulación de algunas de esas verdades: Primera: La libertad del arte no es otra cosa, esencialmente, que la libertad de los artistas. Segunda: Sólo hay dos clases de teatro: el bueno y el malo; y si el que ha prevalecido en los últimos años es el segundo, ello se ha debido a un predominante mal gusto público, estimulado por una época “escandalosamente chabacana”, como dijo hace poco el presidente provisional. Un cierto número de empresarios se sirvió de esta suerte de depravación popular para hacer su negocio. Si se quiere saldar ese período y fomentar un teatro estéticamente decente, no hay sino dos caminos: esperar que se refleje en su ámbito una obra cultural de carácter general que ya se ha propuesto el gobierno y dejar que trabajen libremente los artistas verdaderos. En esta segunda solución el Estado opera de modo muy indirecto: no haciendo ruido, sino procurando un confortable silencio. Por otra parte, cualquier estilo de “proteccionismo” revela casi siempre una sola cosa: inferioridad artística. Tercera: Una de las consecuencias más bonitas de la libertad —de la libertad política en primer término— es la posibilidad de una crítica veraz, influyente, interesante, inclusive didáctica. A la larga es lo único eficaz como corrección, guía o estímulo. En un régimen democrático puede hacer más un ensayo inteligente publicado en un diario o una revista que cuarenta y dos comisiones funcionando febrilmente en un local antipático. Cuarta: El Estado puede, y debe, desde luego, fomentar el buen teatro y aun favorecerlo plenamente; pero no lo conseguirá mediante bulliciosas gestiones, duelos de notas, funcionarios temiblemente activos y seudo-parlamentos corporativos de profesionales. Perogrullo insistiría desolado en que la misión del escritor consiste en escribir. El apoyo oficial ha de ser inteligente, delicado, casi invisible. Nos sobran por igual los Apold y los Pericles —escala de reserva—. (Dicho sea de paso nos falta, en cambio, algún Aristófanes: véanse las “revistas”). Quinta: El mejor director de espectáculo sería aquel cuyo nombre utilizó el prudente Ulises ante el Cíclope. Brindamos estos cinco puntos con la mejor voluntad a “quien corresponda”. Sin condiciones, mas con una súplica: que no sean considerados —¡por favor!— en una nueva reunión de comisionen. Entretanto, esperaremos que el temporal de bonísimos deseos amaine. Empezaremos a advertir que el teatro es al fin libre cuando no se ocupen tanto de él. NOVEDADES Y DEMAS Después de largos meses de paciencia y trabajo —es decir, buscando una sala y ensayando— se dispone a presentarse la compañía “Comediantes Argentinos”, organizada cooperativamente y cuya dirección artística cumple el Sr. Armando Discépolo. La componen las actrices Milagros de la Vega, Nelly Meden, Dora Ferreiro, Blanca Carretero, Lucila Hidalgo, Mariela Reyes, Elcira Olivera Garcés, Aída Valdés, Llana Noda y Mabel Diclos, y los actores Carlos Perelli, Jacinto Herrera, Amadeo Novoa, Fernando Morán, Emilio Vieyra, Hugo Loiácono, Alfredo Marino y Serafín Ramírez. Colaboran los escenógrafos Vanarelli y Testa. La primera obra que brindarán —a mediados del mes próximo, en el Odeón— será “El Jardín de Cenizas”, original de Omar del Carlo (autor del libro cuya música, compuesta por Castro, fué premiada en el concurso mundial de óperas de hace dos años). • Otra temporada en preparación es la del nuevo y encantador Teatro Candilejas, con una compañía todavía no enteramente constituida, que actuará a partir de marzo. Se anuncia allí un estreno de Nalé Roxlo; “Montserrat”, de Emanuel Robles, y una obra del español Buero Vallejo. • No es lo importante comenzar con una obra nacional, sino que se cumpla la “cuota del cincuenta por ciento”, afirma ARGENTORES, en una nota que anuncia la posible discusión del problema en la próxima asamblea de la entidad: 16 de noviembre, a las 15, en la Casa del Teatro. • José María Gutiérrez será autor, director y actor en el Teatro de la Luna. Ha adaptado un relato de Güiraldes, contenido en “Don Segundo Sombra”, con el título “El herrero y el diablo”. Ambos —diablo y herrero— comparecerán en Corrientes el próximo martes. • En una “solicitada” (nombre que tienen, paradójicamente, los sueltos cuya publicación está pagada) la señora Membrives ha reclamado mayor respeto “para la trascendencia mundial de mi arte”. Lo cual demuestra que las mejores actrices son malas gramáticas. Doña Lola ignora el significado de la palabra “trascendencia”. E igualmente, por supuesto, el de la palabra “modestia”. MARIANO PERLA Revista Mundo argentino 02.11.1955 |