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Las Criadas
Para incomodar a la platea

En estos días subirá a escena, en un teatro porteño, una polémica obra de Jean Genet, cuyo objetivo es “producir cierto malestar en el público”. La producción de la pieza -dirigida por Sergio Renán- corre por cuenta del “clan” que lidera David Stivel

A principios de julio, tres actores argentinos cumplirán puntualmente con las indicaciones precisas de un dramaturgo francés: se vestirán de mujer para representar los tres personajes de Las Criadas, de Jean Genet, uno de los autores más significativos de la escena contemporánea. Todo ocurrirá en el teatro SHA, acarreando dos hechos apuntables: el debut de un nuevo grupo (Compañía de Buenos Aires, dirigido por Sergio Renán) y la instauración de un nuevo método de producción; porque será otro grupo (Gente de Teatro, liderado por David Stivel) el que no sólo auspicie la presentación de CBA, sino que también se encargará de la producción total del espectáculo. “Pero lo insólito es que no ganarán ni un solo centavo”, advirtió Renán (40, un hijo); el millón de pesos viejos que costará aproximadamente el montaje de Las Criadas, será devuelto por la Compañía de Buenos Aires siempre que el éxito de la pieza permita recaudar esa suma.”
Para Stivel (39, dos hijos), esta actitud “está dentro de nuestras pautas no enunciadas: nosotros nos reunimos hace cuatro años porque buscábamos nuestro desarrollo profesional y mejores oportunidades de trabajo”. De algún modo, idénticos postulados aglutinan a Héctor Alterio, Luis Brandoni y Walter Vidarte, convocados por Renán para Las Criadas: el grupo Stivel ofreció esa oportunidad a Renán porque Gente de Teatro tiene la sala de la SHA durante los años 1970-71, pero en los próximos meses enfrentará tareas que lo mantendrán alejado de la escena durante esta temporada: primero será el estreno de la película Los herederos, luego la realización de otro film; además los integrantes de GT desarrollarán un seminario de estudio para retornar recién el año próximo al teatro; sólo a través de la serie televisiva Cosa Juzgada conservarán sus contactos con el público. El equipo de CBA "quiere las mismas cosas que nosotros y por eso recibió todo nuestro apoyo”; explicó Stivel.
"Tenemos idéntica manera de encarar la carrera teatral”, asintió Renán, coincidiendo en la necesidad de crear grupos como único medio de concretar proyectos teatrales. Renán, que hasta octubre pasado sólo era conocido como actor, reveló su condición de director en el programa televisivo Las Grandes Versiones (Canal 7), en el cual adaptó con inusual calidad novelas de grandes narradores (Chejov, Flaubert, Dostoievsky); ahora S.R. acometió la creación de un grupo cuyos integrantes conocen por experiencia propia lo difícil que resulta mantener la cohesión y la continuidad de trabajo.
Luis Brandoni (30), uno de los protagonistas de Las Criadas, perteneció hasta fines de 1969 al grupo conducido por el director Roberto Durán, con quien participó del montaje de La Pucha. "Me separé de ese grupo por la inequívoca sensación de que muchos de sus miembros estaban demasiado alejados de la realidad —explica Brandoni— y por lo tanto no tenían defensas; no acometían las cosas de la manera en que deben ser acometidas, y así corrían
el riesgo de morir en la empresa.” Para Alterio (40), quien desarrolló una intensa tarea en Nuevo Teatro, Las Criadas implica su integración a un grupo de actores profesionales con perspectivas de continuidad': “Me formé en el teatro independiente —acotó Alterio— pero hay elementos en la mentalidad de aquel movimiento que perdieron vigencia; no hubo cambios acordes al momento actual, aunque nadie podrá borrar jamás la trascendencia que, en su momento, tuvo la escena independiente”. También Vidarte cuenta en su historia con dos intentos de trabajo grupal (en Montevideo hacia 1956 y en Buenos Aires en 1964) pero todos coinciden en que Las Criadas sienta bases para una labor colectiva cuya garantía de continuidad radica en un nivel de dignidad profesional (antes que en un repertorio de enunciados abstractos) que permitirá "liberarnos de los empresarios y hacer lo que uno quiere sin que lo conchaben compulsivamente”

EL POETA DEL MAL
Renán eligió la pieza "por las zonas en que se mueve el autor, por la libertad expresiva absoluta con que Genet desnuda con absoluta crueldad ciertos sentimientos que la gente oculta”. En una exacerbación del teatro dentro del teatro, los tres actores representarán a mujeres; dos de ellos serán criadas que, a su vez, representarán el rol de la patrona. Toda la obra es una reflexión acerca de una rebeldía finalmente derrotada, porque la servidumbre está dentro de los personajes. Este motivo no aparece sólo en Las Criadas, pero "sin duda la servidumbre como sentimiento es algo que me preocupa puntualizar”, confiesa Renán. En realidad, la pieza fue escrita en 1947 y presentada en dos oportunidades en Buenos Aires, pero en los últimos años diversas reposiciones europeas demostraron su inalterable vigencia. "La obra se propone crear cierto malestar en el público”, explicó el director; todo comenzará cuando “se levante el telón, aparezcamos vestidos de mujer y la gente diga: «pero si ése es el atorrante de Beto Brandoni, ¿qué hace vestido de mujer?»”, sonrió Brandoni. "Y ahí los quiero ver a todos ustedes, cuando sientan las mismas cosas que me pasan a mí”, concluyó el actor.
Allí reside, precisamente, una de las claves perturbadoras de Las Criadas: Genet moviliza todas las zonas oscuras, ambiguas, nocturnas, descentrando a los espectadores por razones aún más inquietantes porque no responden a explicaciones demasiado claras. Los actores que jugarán papeles de mujer "no dejarán de ser hombres por eso y, al mismo tiempo, tendrán una femineidad esencial; deberán ser una especie de plenitud que abarcará la totalidad del hombre”, teorizó Renán, aclarando también de qué modo se removerán las zonas reprimidas que esconde cada uno de los que se sienten en la platea.
Todas las pasiones están expresadas en las escasas 26 carillas (una hora y media de representación) que tiene la obra y “tanto el odio, el resentimiento, la envidia o el desprecio están llevados a planos emotivos inusuales”, aseguró el director. En cuanto al estilo del montaje, Renán afirma que rechaza sistemáticamente cualquier tipo de receta psicologista o realista, pero también advirtió que “actualmente una corriente de moda tiende a menospreciar arbitraria y esquemáticamente los recursos positivos del realismo”. Así, los intentos de la puesta se dirigen a resaltar los “climas particularísimos que existen en la obra”, donde actores vestidos de mujer, en un contorno realista, integrarán todos los elementos necesarios para crear esa sucesión de realidades definitivas y ambiguas que constituyen la obra. “De tal manera, partiremos de la realidad para alcanzar la abstracción”, filosofa Vidarte.
En la puesta que Louis Jouvet efectuó en París en 1947 existía, según Renán, una clara acentuación de lo que, en ese instante, Jouvet consideraba como el clima poético de la obra; hace poco, en Madrid, el director C. García acentuó los elementos abstractos de la pieza apoyándose en una escenografía metálica y no figurativa, haciendo que los actores usaran coturnos (zuecos) para desplazarse.
La versión de la Compañía de Buenos Aires evitará este contexto irreal; también obviará toda modificación del texto (“en España le agregaron párrafos que explicitaban hasta lo obvio el sentido de las situaciones”, denunció Renán). El grupo preferirá resaltar la ambigüedad del texto de Genet. Tal vez esa misma vaguedad, imposible de atrapar a través de la lógica, es el motor que desata en cada espectador un cúmulo de sensaciones turbadoras, temibles, peligrosas, que moviliza las regiones más profundas y ocultas de la personalidad. Y para alcanzar “la esencia de los grandes sentimientos que se movilizan en el texto”, como describe Vidarte, es imprescindible “partir de una verdad emocional: es aquí donde se rescatan los elementos válidos del realismo”. Pero no de esa parte de la escuela realista “carente de dimensión artística o de grandeza, sino aquella que le otorga a los actores un fundamento sólido, psicológicamente coherente, para desarrollar sus acciones”, según entiende Renán.
Actores “que no hacen de mujeres específicamente, sino de seres humanos’’, aclara Alterio; "el hombre como protagonista múltiple”, indica Renán. “Las actrices son señores”, recuerda Vidarte, aludiendo a un cartel que Genet sugiere colocar al costado del escenario. Un desacomodamiento constante, una “cosa que no se sabe qué es y que genera inquietud”, concluye Renán. Todo eso intenta ser Las Criadas. Para el humor de Brandoni “la obra, o la hacemos bien o es un gran éxito cómico: se levanta el telón y estoy en enaguas. ¡Alguien se va a enfermar!, pensé primero. Pero después sufrí una gran desilusión: de tanto vernos en delantales y medias caladas casi terminamos por pensar que eso es lo normal”. Ahí está el quid de la pieza. Incomodar a la platea pero no con agresiones superficiales y estentóreas: hacer daño al espectador, abrirle muchos subterráneos que mejor sería no tocar, y que el talento de Jean Genet, el poeta del mal, ofrece en plenitud a través de una de sus grandes obras. Sólo resta saber si los resultados estarán a la altura del rigor de trabajo, de las expectativas, de la claridad del planteo.
Revista Siete Días Ilustrados
29/6/1970
 
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