Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

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MEDIO ORIENTE
AHÍ VIENEN LOS RUSOS

El tercer aniversario de la guerra de 1967 coincidió con un grito de alarma de Israel ante la poderosa presencia bélica de la URSS en Egipto, pero Moscú sólo defiende sus posiciones en el Levante, mientras corteja a los palestinos, ofreciéndoles armas. De cualquier modo, se vive una aguda crisis: Israel pelea en todos sus frentes, y en Jordania Hussein se salvó de un atentado, en pleno fragor de la lucha entre feddayin y beduinos

medio orienteLa antevíspera del viernes 5 —tercer aniversario del estallido de la Guerra de los Seis Días—, los israelíes ya habían iniciado el jubileo de la victoria por las callejuelas coloridas e intrincadas de la ciudad vieja de Jerusalén, donde densos olores de especias, frituras e incienso se mezclaban con los aromas del verano. Las miradas de los árabes de la ciudad vieja eran torvas y huidizas; pero cuando llegó el viernes, olvidaron el llamamiento a la huelga de las organizaciones palestinas, y mantuvieron abiertas la mayor parte de sus tiendas, mientras desplegaban como siempre sus mercancías.
En cambio, la franja de Gaza, abarrotada de refugiados y rencores, acató unánimemente la huelga, pese a las punzantes advertencias israelíes de que castigarían toda expresión de desobediencia civil. Si Gaza parecía muerta ese viernes 5, en la ocupada Cisjordania la huelga alcanzó sólo un éxito relativo: ocurre que allí moran muchos árabes cristianos, menos proclives que los musulmanes a desafiar la peligrosa cólera de Israel.
Mientras tanto, estallaban actos de terrorismo y se desencadenaban represalias judías contra sus vecinos enemigos. No se trataba simplemente de apagar un brote insurreccional motivado por los escozores del recuerdo de la contienda de 1967. Ya nada puede ocultar que el Medio Oriente se encuentra sumido en un estado crónico de guerra, inconfesa, aún limitada, pero de dramática evidencia, pese a los baches de calma que se interpolan y suscitan chispas de ilusorias esperanzas.
De todos modos, también es cierto que Israel, como para querer demostrar otra vez su poderío, desde comienzos de junio lucha en todos sus frentes. Pero¡ es en el límite con Siria donde el combate se ha vuelto casi constante y siempre feroz. Los voceros de Damasco se jactan de los grandes daños infligidos al enemigo; los responsables israelíes, con razón, disminuyen el alcance de los perjuicios “inflados por la imaginación siria”. Lo que no pueden negar es que las fuerzas armadas del régimen de Damasco acrecientan día a día su acometividad guerrera. Los sirios lo atribuyen al espíritu revolucionario “duro y puro” del partido Baath en el poder; cuando se les sugiere que en Irak también domina el Baath, se alzan de hombros, desdeñosamente.
En la prolífica tierra siria florece vigorosamente la rama izquierda del baathismo: no hay duda que los minaretes de Damasco abrigan el régimen más revolucionario de la región, cuya amistad con Moscú no lo vuelve hostil hacia Pekín. Para los sirios el suelo embebido de petróleo del Irak sólo ha permitido crecer a la rama derecha del baathismo, desteñida, pálida, casi antirrevolucionaria. Más que “hermanas separadas”, las dos corrientes del Baath son enemigas que ignoran la palabra “ecumenismo”. Al cisma se agregan otras causas de recelo: Siria sospecha que Irak no es insensible al canto de sirena del presidente Abdel Gamal Nasser; además, Damasco no acepta otra solución que no sea la derrota de Israel; mientras Irak, presumiblemente, se mostraría menos férreo en caso de concretarse una auténtica apertura de negociación.
A ellos se añade el espinoso problema de Jordania, en donde Irak ha estacionado tropas defensivas, mientras mantiene tolerables relaciones con Hussein y sus beduinos; Siria, pese a las tremolantes palabrerías de la confraternidad árabe, juzga que la monarquía hachemita es “pasatista y visceralmente prooccidental”, incapaz de jugarse a muerte contra el Estado judío. En verdad, el coraje del pequeño rey Hussein no suscita dudas; pero también es evidente su ansia de paz.
Queda el hermano grande, el Egipto de Nasser. Siria, que fue miembro de la República Árabe Unida de 1958 a 1961 y guarda un pésimo recuerdo de su alianza con la prepotencia de El Cairo, siente profundo recelo hacia el Rais Nasser, “oportunista, demagogo e incurablemente burgués", según los teóricos de Damasco. Sin duda, el pragmático Nasser, ducho en maniobras, no retrocedería ante concesiones provechosas, y desearía finiquitar el enfrentamiento con Israel que le impide mejorar sus relaciones con Occidente. El Rais sabe que su inmenso prestigio en el mundo árabe obliga a Damasco a mostrarse relativamente cordial. Pero no ignora que los jacobinos sirios aguardan, y lo vigilan. . .
Frente a este damero de resquemores y desconfianzas, mal cubiertos por la fronda de la retórica oriental, es lógico que Israel pueda luchar con éxito, más allá de que aún mantiene una notoria superioridad en eficacia y poderío militar. De allí su actual explosión guerrera con que desafía a los rusos, mientras festeja el tercer aniversario de su victoria manteniendo embates simultáneos con Siria, Jordania y Egipto. Precisamente el histórico viernes 5 la aviación martilleó la orilla egipcia durante once horas seguidas, a la vez como advertencia y alarde. Al día siguiente la agencia soviética Tass bramaba: “Los dirigentes israelíes están empujando a su país al suicidio a través de aventuras militares”. Pero ni siquiera insinuó la posibilidad de que Moscú tomara a su cargo la fortificación del sector egipcio del Canal.

LOS RUSOS: ¿TIGRES DE PAPEL?
La primer ministro Golda Meir, con sus grises crenchas de abuela y sus descuidadas ropas de eterna pionera, sabe lo que quiere y cómo lograrlo. Si el masivo aporte ruso ha devuelto al Rais —según Josette Alia del hebdomadario Le Nouvel Observateur— su famosa expresión de “afortunado jugador de poker”, la bobe que encabeza el Estado judío no oculta su maestría en jugar al ajedrez político. El martes 26 arriesgó una pieza valiosa: enfureció al partido derechista Gahal y llevó al gabinete de coalición al filo de una crisis sin precedentes, cuando recordó ante la Knesset (Parlamento) que el Estado judío ya había aceptado en 1968 la resolución del 22 de noviembre de 1967 del Consejo de Seguridad de la ONU. Con ese calculado gesto de concesión, Golda Meir brindaba a los Estados Unidos un motivo plausible —ansiosamente reclamada desde Washington— para reanudar con la Unión Soviética las conversaciones sobre el Medio Oriente, interrumpidas desde casi dos meses atrás. Así, la estadista judía terminaba de vencer la resistencia de los EE.UU. a entregarle los aviones Phantom y Skyhawk, encargados desde hacía mucho tiempo.
El martes 2 la primer ministro israelí diseñó un jaque: protestó contra la masiva presencia de asesores y pertrechos bélicos rusos en Egipto, advirtiendo que “semejante desafío al mundo libre implicaba el riesgo de encender una conflagración internacional”. La admonición de Golda Meir se desplomó sobre el alto conciliábulo de Washington y Moscú, que ese mismo día habían retomado el diálogo sobre el problema árabe-israelí, e implicó una fuerte presión sobre la Casa Blanca. Ya parece seguro que el gobierno judío obtendrá por lo menos unos 15 Phantom y unos 50 Skyhawk.
¿Necesita urgentemente Israel tan formidable refuerzo de alas de muerte?. . . Sí, desde el punto de vista psicológico: esos Phantom y Sky-hawks suplementarios permitirán ahuyentar pesadillas colectivas, y brindarán confianza total al pueblo judío, caviloso ante la actual presencia soviética en Egipto. Mucho más dudosa resulta la afirmación israelí de que esos aviones responden a una apremiante necesidad militar. En mayo, el experto Brian Moynahan, del periódico londinense The Sunday Times, demostró la aplastante superioridad judía en el dominio de los cielos, comparando el poder aéreo de Israel y de Egipto.
Según Moynahan, a favor de Israel hay unos 50 cazas Mystere y unos 65 Mirage III C, magnífico aparato de combate y ataque, que a
doce mil metros de altura tiene una velocidad de Mach 2,2 (2.800 kilómetros por hora) y cuyo radio de combate es de 640 kilómetros. Además, las escuadrillas judías ya cuentan con 32 Phantom F-4, potente cazabombardero que a elevada altura supera la velocidad Mach 2 (2.450 kilómetros), con un radio de combate inusitadamente amplio: 1.600 kilómetros.
A favor de Egipto, figuran unos cien Mig-21; es un caza que a elevada altura alcanza una velocidad superior a Mach 2 (2.450 kilómetros por hora) y cuyo radio de combate es de 600 kilómetros. En lo que concierne a la joya de la aeronáutica militar soviética, el Mig-23, se ignora, cuántos de estos preciados aparatos operan en Egipto; lo seguro es que son piloteados exclusivamente por rusos. Se sabe que es un avión formidable, apto para el ataque tanto como para la intercepción; se cree que a elevada altura supera la velocidad Mach 3 (3.675 kilómetros por hora). Moynahan y otros expertos occidentales coinciden en una afirmación contundente: deberá pasar bastante tiempo antes de que los pilotos egipcios sean capaces de gobernar estas fantásticas máquinas, si es que los rusos se deciden a permitir que "manos extranjeras’’ tomen los comandos de los Mig-23, lo que aún parece dudoso.
Muchos observadores sostienen que la presencia de los Mig-23 en el cielo egipcio (pero a prudente distancia del canal de Suez donde operan los aviones israelíes) obedece a necesidades puramente defensivas. La única misión de los Mig-23 sería impedir los raids enemigos de penetración en el interior del país egipcio. Para Moynahan y otros expertos occidentales, el concepto israelí de segundad militar parecería descansar en un absurdo: dependería exclusivamente de la ilimitada capacidad judía de destruir cualquier objetivo —desde una base de aviones o cohetes hasta la represa de Asuán— en cualquier punto del territorio enemigo.
Curiosamente, observadores del diario conservador The Times y enviados del semanario socialista Le Nouvel Observateur concuerdan en afirmar que si llegara a producirse un enfrentamiento aéreo entre israelíes y soviéticos, los pilotos judíos, entrenados en las realidades concretas de la acción bélica, ganarían sin duda los primeros combates. Pero, a la larga, se impondría la ley de los números: La URSS puede suministrar muchos más aparatos y pilotos que el Estado judío. Las altas autoridades de Israel no desconocen tan sombrías perspectivas; saben, además, que si contaran a su favor con una intervención masiva de los EE.UU., podría producirse una conflagración capaz de arrasar todo el Medio Oriente. Los soviéticos también han calibrado estos tremendos peligros: no les importa parecer "tigres de papel’’ por su extrema prudencia; pero no llegarían jamás al punto de “aceptar un papelón’’. En tal caso, no tendrían más remedio que jugar su poder contra Israel.
Así se podría precipitar una hecatombe, aunque es muy improbable que el deterioro de la situación llegue a ese extremo. El miércoles pasado, Israel anunció que había destruido toda la capacidad ofensiva y defensiva de Egipto en la zona norte del canal. Los Mig-23 no se hicieron presentes; es casi seguro que permanecerán invisibles mientras los aviones judíos se limiten a bombardear el canal y las orillas del Mar Rojo.

HUSSEIN: ENTRE LA ESPADA Y LA PARED
Los guerrilleros palestinos no preocupan a Israel; según cálculos del comando militar judío, en tres años los feddayin han perdido la mitad de su caudal guerrero: 1.621 combatientes muertos; más de 2.500 capturados, sin contar los que fueron rescatados por sus compañeros pero quedaron inválidos. Los dirigentes judíos no prestan atención al creciente fervor nacionalista que inflama a los feddayin y a sus innúmeros partidarios. Tampoco se interesan por los ciento veinte delegados que desde comienzos de junio sesionaron en El Cairo para lograr la unidad operativa total entre las doce principales entidades de comandos. No hubo ninguna reacción en Tel Aviv ante el restallante comunicado emitido por el cónclave el viernes 5, que aseguraba: “Se han solucionado todas las diferencias tácticas e ideológicas, y formado un supremo comando militar para coordinar las operaciones contra Israel”.
En cambio, la URSS decidió hacerse presente y ofreció armamentos para los guerrilleros palestinos; es que la influencia china se hace sentir en la región a través de los pertrechos bélicos con que nutre a las organizaciones de feddayin de neta militancia marxista-leninista. Además, Pekín no cesa de apoyar los reclamos guerrilleros de una gran Palestina unificada; Moscú no puede borrar de un plumazo a Israel, cuya existencia le parece un hecho consumado sobre el cual ya no cabe polemizar. Sólo tiene armas —más numerosas y ultramodernas que las chinas— para ofrecer a los feddayin y atraerlos a su bando, ya que políticamente la posición oficial del Kremlin no concuerda con la voluntad prácticamente unánime de los guerrilleros.
Los observadores occidentales más imparciales y lúcidos, como Edouard Saab del diario Le Monde, subrayan la violencia con que cada movimiento palestino se aterra a su especial opción ideológica y a sus particulares amistades políticas en el mundo árabe; de allí la reacción del escepticismo ante las declaraciones de unidad.
Al Fateh es sin discusión la entidad clave en cuanto a poder bélico, número de afiliados y recursos; estrictamente nacionalista, intenta mantener lazos con todos los Estados Árabes, aunque su corazón se inclina hacia las naciones progresistas, y especialmente hacia el Egipto de Nasser. En segundo término de importancia figura el Frente Popular de Liberación de Palestina; si Al Fateh rehúye las discusiones ideológicas, el F.P.L.P. es marxista-leninista a ultranza: lo lidera el doctor Georges Habache y sus partidarios mezclan a porfía citas de Mao y del Che Guevara, mientras no vacilan en jugarse en atrevidas acciones de sabotaje y terrorismo. Desgraciadamente, el F. P.L.P. está escindido en cuatro organizaciones disidentes, si bien el único sector de importancia trascendental es el que comanda Habache.
Desde el punto de vista de la capacidad bélica y organizativa, debe colocarse en tercer término a una muy activa entidad guerrillera, Al Saika (El Rayo): Organización de la Vanguardia de la Guerra Popular de Liberación, liderada por un cuadrumvirato; está sustentada por el partido Baath sirio, cuyos lineamientos político-ideológicos comparte sin retaceos. Por supuesto, el Baath iraqués no podía carecer de entidades palestinas adictas: se trata del Frente de Liberación Árabe y de la Organización de Acción por la Liberación de Palestina, que no dejan de ser sino dos grupúsculos carentes de efectivo poder guerrillero.
Esta lista, sumamente incompleta, basta para revelar la fragmentación de la resistencia palestina. Cuando enviados de SIETE DIAS visitaron Amman en febrero último, los comandos les plantearon un ansioso interrogante que dirigen a todos los observadores foráneos: “¿Podemos compararnos con los vietcong. . .?”. Sin ahondar demasiado, la respuesta negativa resultaba obvia: los vietcong tienen una absoluta unidad de acción y pensamiento, y metas y tácticas sólidamente fijadas, frente al pulular de entidades grandes y minúsculas que configuran la heteróclita guerrilla palestina.
En la actualidad, los feddayin no pueden ser peligrosos para Israel; en cambio, están jaqueando otra vez al régimen jordano. Ocurre que El Líbano restringe ahora los operativos guerrilleros; por eso los feddayin han vuelto a concentrar su acción en el valle del Jordán, lo que eriza al rey Hussein, pues ya sabe que sufrirá tremendas represalias judías.
Así se llegó al drama del pasado lunes 8: a 32 kilómetros de Amman, en la población de Zerka, donde hay muchos refugiados palestinos, un regimiento beduino devoto de Hussein chocó con guerrilleros de Al Assifa, rama militar de Al Fateh. Hubo más de un centenar de heridos y alrededor de treinta muertos, muchos de ellos civiles palestinos, incluyendo a niños y a mujeres. Los beduinos apresaron a cuarenta guerrilleros y los llevaron a las mazmorras de Amman.
Con extraordinaria celeridad, el Frente Popular de Liberación de Palestina procedió a secuestrar a Morris Draper, funcionario de la embajada estadounidense en Jordania; bastó para que los cuarenta guerrilleros fueran liberados a cambio del diplomático, quien de inmediato fue devuelto sano y salvo a la embajada. Algunos observadores árabes comentaron con amargura: “La unidad palestina funciona mucho mejor frente a Hussein que contra los israelíes...”
Al día siguiente, martes 9, Amman se conmocionó con nuevos y sangrientos encontronazos entre los feddayin y los soldados jordanos: las cifras de muertos y de heridos eran inciertas, pero elevadas. En la refriega perdió la vida el tío de Hussein, el Sheriff Nasser Ben Jamil, comandante en jefe de las FF.AA. de Jordania; en cambio el rey —apodado brakara, es decir, “buena suerte”, por su capacidad para sobrevivir ileso a innúmeros atentados— volvió a demostrar sus hados propicios. Hussein se encontraba viajando en un auto a unos 20 kilómetros de Amman, cuando desconocidos abrieron nutrido fuego contra él: nada lograron.
De inmediato todas las organizaciones palestinas aseguraron no tener relación alguna con el atentado, que unánimemente condenaron. Al mismo tiempo dirigieron un desesperado llamamiento a los otros países árabes, para que mediaran en la crisis. Los comandos saben que si Hussein pierde el poder y lo reemplaza un régimen de tendencia izquierdista, Israel no vacilará en ocupar militarmente Jordania. Así, habría caído un "reaccionario” árabe, pero los feddayin se habrían terminado de cavar su propia fosa.
Siete Días Ilustrados
15.06.1970

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