Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Capablanca
Ajedrez
Capablanca, el gran olvidado
EL 8 de marzo de 1942 falleció en Nueva York el campeón del mundo José Raúl Capablanca. El 25 del mismo mes, pero en 1946, moría en Portugal, el titular, doctor Alejandro Alekine. A éste se lo recordó en Moscú con un gran torneo. ¿Será evocado también Capablanca? El cubano, que cubrió de gloria al mundo latino, tiene menos fortuna. El mundo americano del ajedrez no lo ha honrado como es debido. Aquí no se organizó un certamen en su memoria. Tampoco existe un club conocido con su nombre.

Incomprensión
Por supuesto, nadie conocía a Capablanca mejor que sus compatriotas y amigos. Por eso se reproducen las palabras pronunciadas por Alfonso Rosello en el homenaje de 1946: “A veces, por una razón económica no podía asistir asiduamente a las competencias internacionales y permanecía alejado del tablero durante meses y en ocasiones durante años. El propio campeonato del mundo cayó en sus manos por la movilización espontánea y entusiasta de un grupo de hombres amantes del ajedrez que hizo posible que el doctor Lásker viniera a La Habana y dejara en Cuba la corona que arrebatara a Steinitz. Después de su derrota en Buenos Aires, imputable, más que a una declinación de su juego al largo paréntesis de inactividad ajedrecística en que entrara su vida, todos los esfuerzos de Capablanca resultaron baldíos para obtener la cooperación oficial que complementase la insuficiente ayuda privada, a fin de celebrar el match revancha”.
Capablanca no halló paz tampoco en el mundo del ajedrez de su patria, donde se produjo una división en la que se concitó contra él “una sorda y tenaz conjura que mucho lastimó su sensibilidad moral”. Un gobierno lavó el pecado de otro y hoy existe en Cuba el Club de Ajedrez José Raúl Capablanca Pero se necesita algo más: que el ajedrez del mundo y en especial el sudamericano, le dispensara los honores que merece su memoria.
Lo desapacible del ajedrez estrechó el círculo contra el hombre que dió inapreciable gloria a su país.

Ocurrió en San Sebastián
San Sebastián, 1911. Ossip Bernstein se opone a que sea invitado Capablanca. Frank J. Marshall lo defiende, diciendo: “Nadie que me haya ganado un match puede ser considerado jugador de segunda categoría”. Y el cubano participa en la competencia. Un azar del sorteo quiere que Bernstein sea su primer rival. Gana Capablanca, a los 23 años, y logra el primer premio de belleza. Después ocupará el primer puesto en la clasificación. Esa fué su respuesta al apresurado juicio de Bernstein.
He aquí la partida:
Este estilo fué el de Capablanca joven. Luego su talento maduraría en la arena movediza del juego posicional donde los arrebatos se miden con una máquina de calcular. Prueba del respeto que impuso es que para vencerlo, el mismo Alekhine debió avenirse a jugar exactamente como él.

Revista Qué
12.02.1957
Capablanca

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