Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

luther king
DICEN EN ESTADOS UNIDOS... con el calor vendrá el odio
Por SAMUEL GELBLUNG (ENVIADO ESPECIAL A LOS EE. UU.)
El asesinato de Luther King terminó con un sistema, pero abrió las compuertas de las resoluciones compulsivas, esas que pueden hacer que el problema racial estadounidense estalle en guerrillas callejeras y actos de terrorismo como no recuerde nunca ese pueblo. Nuestro enviado especial llegó a Estados Unidos 24 horas después del crimen y recogió testimonios definitivos y estremecedores. Este es su relato.


Cuando John F. Kennedy fue asesinado, en el mismo momento en que las teorías sobre el crimen eran variables — un loco, un fanático, un negro, un comunista, un responsable de una conspiración—, surgió una explicación: el criminal había sido, sin duda, un maniático que actuó aisladamente. Eso conformó a muchos. Los limpió de una culpa anónima, pero de peso. Claro que no todos la creyeron. Y aún se sigue investigando.
Con Martin Luther King Jr. ocurre algo bastante similar. La conmoción que provocó este crimen fue dé idéntica magnitud. Quizá mayor, en cuanto a impacto. Porque un presidente siempre es blanco de odios y pasiones, es receptor de los más grandes apoyos y de las más enconadas críticas. En cambio un líder de la no violencia, un teórico de la batalla contra la segregación racial, un hombre que estaba perdiendo soldados en sus filas, pues los logros no conformaban a los negros; eso es mucho más difícil de entender. Cuando el FBI movilizó sus fuerzas horas después del asesinato, todo Estados Unidos estalló en escepticismo. El Remington que terminó con la vida del Premio Nobel, no lo cargó solamente el hombre blanco, rubio y de unos 70 kilos que huyó en un Mustang blanco. Seguramente tenía muchos cómplices. No es difícil saber
quiénes son. Porque cuando en el próximo verano Estados Unidos sufra la ola de violencias más crueles del siglo, si hay quienes estén conformes con eso, si hay quienes gocen de ellas, si hay quienes digan “esto era necesario”, entonces todo quedará perfectamente aclarado: esos señores serán los culpables, y entre ellos estará el señor del Mustang blanco, y también sus cómplices.
Por ahora sólo queda esperar. Esperar que venga eso que me contaron, esperar que alguien en alguna calle de Nueva York o Washington arroje la primera piedra contra un cristal de un auto o una vidriera, y venga la policía e intente detenerlo, y varios negros traten de impedirlo, y los guardias pidan refuerzos, y eso se convierta en una verdadera batalla. Desgraciadamente, así o de otra manera, eso ocurrirá.
Exactamente 24 horas después del crimen de Memphis llegué a Atlanta, ciudad natal de Martin Luther. Su cadáver había llegado esa misma madrugada. Y toda la ciudad estaba inmóvil. Todavía el gobernador no había dictado el feriado, pero la mayoría de los comercios atendidos por negros habían cerrado sus puertas. Las cuadrillas municipales reparaban apresuradamente unas cuantas vidrieras destrozadas la noche anterior por una frustrada manifestación de protesta, que el propio padre del Pastor había exhorta do a su disolución: “Este no es el momento —dijo desde los micrófonos de la Ebenezer Church—; por ahora sólo nos queda el dolor. Tratemos de no desmentir una conducta, tratemos de respetar a nuestro hombre muerto hasta que llegue el momento de salvar su memoria. . .” Entonces la manifestación se detuvo. Pero ese respeto sólo se limitaba a Atlanta. En otras ciudades de Norteamérica los estallidos-eran continuos, la rebelión negra se había adelantado a su época normal, el verano. Pero este año había comenzado en la primavera.
“Estos fuegos de primavera son sólo un anticipo, es apenas el comienzo, es quizá la tímida reacción de algo que duele mucho, pero que aún está frenado por la anestesia. . . Lo de King es algo terrible, es una de esas desgracias que inmovilizan. . . Pero el letargo terminará; entonces sabremos la verdad. . .”. El hombre que decía estas palabras era Stokely Carmichael, líder de la extrema izquierda de los negros, exiliado en Cuba, recién casado con la creadora del “pata-pata”, la cantante Miriam Makeeba, y que gozaba de un permiso especial para asistir al sepelio de Luther King. Casi todos piensan que la coincidencia entre Carmichael y King jamás existió. Es cierto. Pero asombra pensar que todo el movimiento de la no violencia, todos los hombres de Martin Luther aceptaran dilatar 48 horas más el sepelio sólo para garantizar la presencia en Atlanta de todos los dirigentes negros exiliados, especialmente Carmichael. El más enconado opositor del premio Nobel.
“Hay algo que muy pocos saben, que muy pocos alcanzaron a advertir, pero que a nosotros nos interesaba con detalle, como prueba de toda una política de errores. . . En los últimos tiempos, cuando King salía en gira, organizaba alguna concentración, o reunía a sus voluntarios negros y blancos de la SCLC, el número era escaso. Cada día lo seguía menos gente. Pero también cada día aumentaba la agresividad de sus palabras, porque él notaba su pérdida de influencia. Ocurre que en los últimos diez años las cosas han cambiado, se han logrado muchos avances, pero las oposiciones se hicieron mucho más fuertes. Entonces, conseguir una letra es ahora mucho más difícil que antes toda una ley. . . Por eso King iba cambiando. El había notado que tenía mucho de paradoja su figura. . . Organizaba un acto de paz, un acto de solidaridad, de prédica sin fuerzas, sin violencia. Exhortaba a que todos se fueran a sus casas confiados, seguros de que todo cambiaría . . . Pero él ignoraba algo que estaba dentro de su pueblo: que ellos habían nacido para la lucha, no para la Contemplación... Entonces, cuando todo culminaba, cuando los parlantes callaban, cuando su voz enmudecía luego de lanzar palabras hermosas, humanas, claras, nunca había-menos-de cuatro o cinco muertos.. . Porque la policía no quería que salieran cantando, porque cuando hay mucha gente reunida es impasible impedir que alguien tire una piedra o que algún ladrón no trabaje, o que algún provocador busque camorra.. . Así terminaban todas las concentraciones. Porque algo había cambiado, porque ya nadie estaba conforme con las palabras solamente. . .”. Carmichael no podía hacer declaraciones. Sin embargo aceptó, en la seguridad de que todo eso que él diría no saldría publicado en los Estados Unidos. “Dentro de un mes volveré definitivamente; nadie sabrá cómo y dónde estaré, no tendré que estar protegido por el FBI, pero desde algún lugar de los Estados Unidos comenzará la batalla. . . Y esta vez será definitiva. Estamos mucho mejor preparados, con más fuerzas, con mayor sentido de la acción en conjunto, con mayor claridad de los objetivos, con mayor autenticidad y con una gran cantidad de hermanos que ahora quedaron sin líder, pero que habían advertido que ese hombre asesinado no era la solución para el problema que estaba afrontando este país. . El exiliado extremista es ingeniero, tiene 28 años y dentro de algunos meses concluirá su carrera de abogado; le faltan sólo tres materias para obtener el título. "Esta es la definitiva. . .”, concluyó, con el mismo tono con el que arenga a las multitudes, que se entusiasman hasta el delirio con sus palabras. Carmichael habla el idioma de la lucha con más propiedad de lo que lo hacía King. Eso probablemente explique algo las cosas.
En agosto del año pasado estuve en Norteamérica. Concluía allí una gira por varios países de América latina, luego de la reunión que había celebrado en Cuba la OLAS (Organización latinoamericana de solidaridad). En ese momento arreciaban en los Estados Unidos los actos de violencia. El verano estaba en su plenitud. Ignacio Ezcurra había viajado, también enviado por ATLÁNTIDA, para escribir sobre ese problema. Nos encontramos en el aeropuerto de Miami y conversamos durante casi todo el viaje de regreso a Buenos Aires sobre la cuestión. Carmichael había sido representante en Cuba del pueblo norteamericano y había prometido ante todos los presentes que las guerrillas en las calles norteamericanas serían un hecho. Ezcurra me dijo: "El próximo verano será mucho más sangriento. . Sus palabras tienen hoy una vigencia tremenda. Porque en ese momento nadie podía creer en la posibilidad de un asesinato de esa magnitud, y nadie podía pensar que el liderazgo de la no violencia quedaría acéfalo totalmente. Luther King no tiene sucesor. Tiene, sí, reemplazantes, pero que no guardan ningún punto en común con sus ideas.
Cuando recorría las viejas calles de la paradójica Atlanta trataba de contestarme una pregunta. Trataba de saber por qué toda esa pasividad que yo notaba estallaría. Benjamín Mayes, el pastor que ahora guiará a los feligreses de King, me dio la respuesta: "Es un pacto consigo misma que ha hecho toda Atlanta. Respetar el cadáver, no transformar el dolor en arma, no traicionar el ideal...” Pero cuando el cadáver del líder asesinado quedó en el cementerio de South View, decenas de miles de negros se preguntaban qué hacer. Cómo reaccionar. No podían quedarse de brazos cruzados ante la tragedia que los espantaba.
Las riendas de todo ese sistema están sueltas. Pero mucho más cerca de las manos de Carmichael y Rap Brown que de la policía o las autoridades del gobierno. Benjamín Mayes continuó: "Nuestra fuerza es ahora solamente teórica; tenemos un mártir, claro, pero un mártir que es más bandera para los extremistas que para nosotros. ¿Cómo decir que King no fracasó si él cayó víctima de ese fracaso? Si una bala anónima lo asesinó. Eso marcó precisamente la magnitud de un fracaso. Ahora lodo se nos escapa de las manos. Cómo decir que hay que callar, que hay que insistir con los boicots o con las protestas mudas, si el valor de todo eso quedó Cincelado con un tiro. . ."
—¿Y cuando usted dijo "Estados Unidos arderá", durante el funeral, era una traición?
—Sólo un sentimiento, una seguridad. Las fuerzas de los extremismos se hacen incontenibles con acontecimientos de este tipo. Todos están muy bien organizados. Carmichael habla de guerrillas en plena ciudad, la policía ensaya métodos más modernos y el ejército estudia tácticas para contener la violencia. . . Estamos todos entretenidos en medir estrategias, posibilidades de fuerzas, de acción y reacción, de protegerse y mantener protegida a nuestra gente, y quedan postergadas las otras inquietudes, quedan detrás de las balas, y los incendios, y los saqueos, los programas de acción concreta, las conquistas, las leyes en el parlamento y en la presidencia, listas para ponerse en práctica. Sin embargo debemos aceptar esa postergación. Ahora hay que impedir que los muertos se amontonen en las calles. Hay que impedir que las guerrillas y las bandas terroristas caminen por las calles como si fueran campos de batalla. . .
Dos días antes del crimen de Memphis el gobierno norteamericano dictó una ley por la cual los negros tienen los mismos derechos a las transacciones inmobiliarias que los blancos. Pueden comprar casas y departamentos en cualquier barrio, y todos tienen obligación de vendérselos al mismo precio que se los ofrecerían al blanco. Las empresas inmobiliarias lanzaron violentos ataques, pues eso atentaba contra el negocio de ellos. La ley, pese a todo, salió.
"¿Y quién nos garantiza que algún fanático y desesperado por la medida no haya querido tomar su venganza por el negocio que perdía?. . . Aquí los problemas ancestrales, como en cualquier parte del mundo, llevan consigo pasiones mucho más fuertes de los que el común de la gente cree. . . Ese tipo de reacciones no se puede medir desde ningún punto de vista. . .
Mientras tanto, en el cuartel central de Washington, más de 1.500 expertos estudian sin descanso todo el sistema de represión que se pondrá en práctica a partir del verano. En su mayoría, las fuerzas afectadas a este operativo trabajarán con armas nuevas, especialmente diseñadas. Con sistemas de comunicaciones y alarmas que actuarán instantáneamente y con un despliegue en forma de doble V que cubrirá prácticamente los centros vitales de las ciudades grandes. El más importante de los agregados represivos es una cápsula de arsénico, que inmoviliza totalmente al rival. Tiene consecuencias nocivas, pues daña la salud, provoca úlceras a corto plazo y actúa con gravedad sobre los centros vitales del ser humano. Hubo grandes críticas en el Congreso por la inclusión de estas bombas, pero el FBI triunfó y las incorporó a sus depósitos. Las usarán sólo en casos extremos. Cuando el acto de violencia sea muy grave y esté radicado en un centro vital de comunicación o tránsito de personas, que haga peligrosa la intervención masiva con gases lacrimógenos y armas de fuego. También ensayan los ejercicios del cuerpo a cuerpo, con tomas nuevas, para actuar de frente, para cubrirse del ataque de los compañeros del detenido, para movilizar con mayor agilidad los carros policiales que conducirán a los revoltosos. Pero no hay que creer que la otra parte está pasiva. Ellos también tienen sus planes. Y su mejor plan es no tener ninguno.
Actuar improvisadamente es una vieja fórmula militar, que toma vigencia cuando el campo de batalla es la calle céntrica de una ciudad importante, recorrida por millares de personas que seguramente no conocen los planes de los guardias y que se aterrorizarán cuando vean ante sus ojos la violencia y la represión desatadas al unísono. Allí tendrá valor la improvisación, el grito, la oportunidad, la ventana escondida y el francotirador; el hombre que dentro de un comercio haga estallar la molotov o dentro de un cine comience a lanzar petardos. Esto será el próximo verano. Con una agravante. Los Estados Unidos vivirán en esos momentos la mayor intensidad de su campaña electoral. Nunca había ocurrido nada similar. Nunca ese país había tenido un panorama electoral tan confuso. Nunca se desconocían, como ahora ocurre, a los candidatos con mayor popularidad. A seis meses apenas de esas elecciones todo es un misterio. Yo tuve oportunidad de estar en la procesión hacia el cementerio South View, de la cual participaron la mayoría de los posibles candidatos, excepto Johnson. Bob Kennedy recibió los aplausos más insistentes por parte de las mujeres. Humphrey pasó desapercibido; Mac Carthy, entre los jóvenes y los más destacados representantes del ambiente artístico que habían llegado hasta Atlanta; Nixon, entre la gente madura, la que aún estima que no hubo mejor administración que la de Eisenhower, quien precedió a John Kennedy. Esos son apenas tímidos indicios. Sólo después de las elecciones primarias de junio se tendrá certeza de las candidaturas. Mientras tanto, este crimen de Memphis conmociona aún más todo ese clima.
Todos los candidatos deberán hacer sus concentraciones en medio de la violencia, que arreciará en esos momentos. No podrán desconocer el problema que para ese entonces distraerá las miradas y la atención de todo el mundo. La censura no es el camino más expedito, pues se echarán encima una grave oposición. El aplauso de la represión tampoco es la senda segura. El silencio producirá espanto entre el común de la gente que quiere tranquilidad y trabajo. Todo contribuye a la complicación. También la guerra de Vietnam. Los extremistas negros quieren el final de las acciones a cualquier precio. Y ésa puede ser la gran carta triunfal de Lyndon Johnson. Es probable que la juegue, pero todavía no. Quizá dentro de algunos meses. Cuando su imagen levante puntaje y recupere la simpatía popular dañada por el horrible atentado.
Todo eso estaba latente aun antes del crimen. No son planteos nuevos. Pero luego del asesinato se han complicado las circunstancias. El cadáver de Luther King es un peso ciclópeo para los doscientos millones de habitantes de los Estados Unidos. Cambia todos los esquemas, agrava las tensiones y modifica los sistemas.
“Si ahora se intentara una marcha de no violencia y paz hacia el Capitolio, como la que organizó Luther King hace dos años, cuando casi 70.000 personas hicieron cerca de 150 kilómetros a pie, le aseguro que no habría ni la décima parte —dijo Rap Brown, otro de los dirigentes de la extrema izquierda negra y gran amigo de Carmichael—, porque las condiciones han variado, porque la confusión los ha ganado y porque eso ya no tendría mucho sentido. Luego del asesinato, aunque parezca mentira, todo queda más claro, más libre; ¿quiénes son los que no quieren la paz? ¿Nosotros?, bueno, nosotros por sistema, pero, ¿por qué?, porque los blancos no descansan, porque asesinan al unido dique de contención, que aunque equivocado mantenía consigo a gran parte de la opinión. . . En los últimos días hubo quienes nos acusaron de haber provocado ese crimen, de haber atentado contra la vida de Martin Luther por el solo hecho de que necesitábamos el gran motivo, de que teníamos que forzar a cualquier precio una resolución trágica y violenta de este proceso, de que la violencia y el terrorismo necesitaban un gran motivo, una bandera. . . Ese no es nuestro sistema. Todo lo que hasta ahora ha ocurrido no fue por muertes o crímenes sino por sistema, porque ése es nuestro método de lucha, porque ésa es nuestra bandera. . . No la traición entre hermanos, no el crimen gratuito y traicionero, ni la muerte de un hombre al que amábamos. Estoy seguro que quienes eso dicen son los que inconscientemente armaron al asesino, son los que le pusieron un fusil en las manos y son los que tomaron puntería. . . Allí están los asesinos. Tenemos plena conciencia de nuestro planteo de necesidades como para requerir un crimen espantoso para instigar a la lucha. Cada barrio negro es un cuartel, cada barrio negro y cada casa de un luchador será un arsenal que comenzará a funcionar apenas la represión gane las calles. . . Obraremos a manera de represalia. . . Dejaremos que la policía y el ejército salgan primero; recién entonces actuaremos, recién entonces tomaremos las calles, tomaremos los edificios públicos, nos haremos dueños de las ciudades. Pero no porque especulemos con un crimen del cual se nos acusa, sino porque así, sólo así, vengaremos a ese hermoso hombre del cual me separaban infinitas cosas, pero que a pesar de todo era mi hermano, uno de mis más maravillosos hermanos. . .”
Mi asombro, mi inquietud, mi preocupación y mi angustia no hubieran existido si esas palabras, con el sabor de lo apocalíptico, hubieran sido aisladas. Si esas palabras se hubieran dicho por reacción ante la ira o la impotencia de ese crimen que les pesaba y les dolía a los negros y a los blancos. En cambio eso era nada más que la expresión de un estado de ánimo, de un estado de cosas, de una situación que, suspendida por un hilo endeble y corto, caerá sin remedio apenas los calores comiencen a inundar con sus vaharadas los ghetos negros de los Estados Unidos.
Eso será el desenlace. Será el momento en que las promesas tomen la entonación de las balas y las muertes, serán las sinfonías de las bombas estallando metro a metro, tratando de apagar una hoguera de pasiones humanas qué nacen en la piel, en el terrible y ancestral problema de la piel.
Después del eclipse de ese apocalipsis de fuego, que seguramente, pese a todas nuestras esperanzas sobrevendrá, saldrá nuevamente el sol. Volverá la calma, volverá el frío, volverá el recuerdo del hombre negro de la paz y volverá la rabia por ese crimen. Y también vendrán los lamentos, las quejas y el dolor por lo que habrá quedado en el camino.
Que las quejas, el dolor, los lamentos, sean los últimos, los definitivos. Que ellos sepulten para siempre el odio. Por la paz, y por el mundo. ♦
Revista Atlántida
05/1968
luther king

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