Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

maxifalda
MODA
Maxi: Ingenua frivolidad


Polleras hasta el suelo, chaquetones entallados, vestidos acampanados hasta media pierna, boinas y echarpes sorprendieron a la opinión mundial. Lanzado en las últimas colecciones para otoño-invierno, el “new look”, con fuertes reminiscencias de los años treinta, parece ser el elegido para remozar la vapuleada silueta femenina.
La poderosa industria del vestido — que año tras año dicta tendencias, aconseja retrocesos, insinúa contraórdenes— ha promulgado un retorno a la sensual ingenuidad, a la prejuiciosa manera de vestir de las mujeres del tiempo de Joan Crawford y la Divina Greta. Calculando prósperas ganancias, los comerciantes textiles auguraron éxito total y larga vida para el nuevo estilo, afirmando que sólo contaría con fervorosos adeptos. Es que la profusión de maxifaldas, los echarpes y turbantes hasta el piso, los abrigos con campanas y godets, harán necesaria la compra interminable de kilómetros de los géneros que fabrican. Mujeres de todo el mundo han comenzado a inquietarse, tratando de conciliar sus deseos de estar “á la page” con sus presupuestos no siempre exuberantes.
Cuando moría Bonnie Parker —el 23 de mayo de 1934— en una carretera texana, de ciento sesenta y siete balazos (acompañada de su inseparable compañero Clyde Barrow), ni se imaginaba su futura fama frívola. Una generación después el cine recupera la historia de ambos gangsters y nace un estilo en el vestir. La imagen de Bonnie inunda tapas de revistas y afiches, y las mannequins de todo el mundo se inspiran en sus gestos, su modo de caminar, su apariencia entre aniñada y sensual. El “gangster look" enloquece a los modistas renovadores. Actrices (Brigitte Bardot, Virna Lisi) y cantantes famosos (Johnny Halliday - Silvie Vartan) no dudan en adoptar el “new look” en sus apariciones en cine y televisión.
El pelo rizado, las cejas claras y despejadas —en algunos casos casi invisibles—, blusas transparentes, sweaters ajustados y largos, con cinturones, las polleras arrastrando por los pavimentos, o bien a media pierna, chaquetones con hombreras, conquistan posiciones en el mundo entero, decretándose hits en París, Londres y Nueva York.
Decididos a retener el cetro de la moda, que osadamente lucía Inglaterra en anteriores temporadas, los diseñadores franceses se apresuran a lanzar sus colecciones de temporada otoño-invierno aprovechando la tendencia gangster. Además, es bien sabido que la década que va de 1925 a 1935 marcó uno de los períodos más felices —y florecientes— de la moda parisiense. En la actualidad, cuando la clientela no tiene el valor económico ni el sentido de antes, sólo interesan algunos nombres, no aristocráticos sino frívolos y populares. Es que, irreversiblemente, la alta costura francesa ha sufrido un serio golpe en un proceso de búsqueda y cambio, nacido en Inglaterra. La profusión de boutiques, el lanzamiento de modelos firmados en gran cantidad, la producción en escala casi industrial, han permitido el acceso masivo a ropa de calidad, privilegio que antes estaba dedicado exclusivamente a la alta burguesía.

LA MUJER ESTIRADA. ¿Se trata del fin de la alta costura? ¿O es solamente la afirmación de un nuevo concepto más comercial, menos exclusivista, más accesible? En tal sentido fue el famoso Pierre Cardin quien por primera vez sintió la necesidad de un cambio profundo, respetando al mismo tiempo el acto de la creación. Su salida es la producción masiva y la venta de un repetido arquetipo que abarate costos.
“Si vender es el verdadero éxito — aclaró el modista—, debemos crear para acercarnos al público. La vida ha cambiado y la alta costura debe convencerse de este hecho.”
La casa de alta costura Nina Ricci rescata también la silueta de los años 30. Gérard Pipart, su director artístico, ha trabajado en sedosas telas al bies, jerseys, géneros laminados y detalles de plumas de gallo, para recuperar el andar suave y la sensual ingenuidad de la mujer de 1930. La colección de Marc Bohan, a cargo de la célebre casa Christian Dior, resolvió el largo de las faldas presentando las dos tendencias: por un lado, vestidos y tapados hasta el suelo, pero sin olvidar faldas a doce centímetros sobre las rodillas. Vestidos derechos en jersey con pespuntes, altos cuellos y cinturones, tapados con mangas dolman cuyos ruedos llegan a treinta y cinco centímetros del suelo. Faldas evasée con aberturas que permiten ver la pierna envuelta en botas adherentes, hacen recordar un poco al “new look” que llevó a la fama a Dior hace poco más de veinte años.
Yves Saint-Laurent también ha alargado las faldas para conseguir la silueta fina y estilizada que él mismo ha dado en llamar la “femme crayon”, es decir una mujer estirada, casi sin formas, como un lápiz. Damas longilíneas y algo maliciosas son las preferidas por Louis Féraud, quien para ellas crea un estilo magnético, de larguísimas faldas “flou”. “La maxifalda es demodée, ¡lógica e impracticable. No es posible que las jóvenes de hoy se vistan como sus madres y abuelas.” La voz de André Courréges se torna implacable cuando de largo de polleras se trata. Resuelto a esquivar tan ardua cuestión, se dedicó a dar mayor importancia a los “collants” (altas medias enterizas), desdeñando el uso —y abuso— de maxis y pantalones.
Otro entusiasta promotor de las boutiques es Ted Lapidus. Habla de la alta costura agonizante y destaca las virtudes del “couturier ingeniero”, que nació de las necesidades del progreso técnico y la vida dinámica de hoy. Como consecuencia, apoya resueltamente la moda “unisex”.

LO VERNACULO. Decididos y coherentes, los diseñadores franceses han lanzado las primeras piedras. Mientras tanto, sus colegas argentinos, agobiados por la responsabilidad, sólo atinan a apoyar el nuevo largo de las faldas y, en ciertos casos, el uso de materiales similares (jersey, tejidos, satén).
Cecilia Roberts (24, argentina, creadora de la boutique Equinox) no se ha quedado dormida: en su futura colección ya aparecen abrigos y vestidos hasta el piso. Su nuevo reducto, una vetusta casona de avenida Forest al 1500, se va poblando de perchas con las nuevas prendas. “Mi estilo es una mezcla sofisticada de Francia e Inglaterra. Si bien me gusta el supermaxi, trabajaré con una tendencia algo más tranquila, largos hasta mitad de pantorrillas —más práctico para las chicas que trabajan—, para usar sobre minis o sobre pantalones derechos.” Y agrega: ‘‘No teman las bajitas, es una moda que estiliza y alarga la figura”.
En otro barrio de la ciudad, la tucumana Mary Tapia, conocida por su moda folklórica —utilización de ponchos, lanas de vicuña y cabra, sombreros coyas, vestiditos en lana de telar— acopia modelos de maxis inspiradas en su reciente viaje por Europa. ‘‘Considero que han sido los hippies londinenses los creadores de la falda por los suelos. Es que ellos compran ropa en mercados viejos y lucen sacones del año treinta, capotes militares de la Segunda Guerra Mundial, chaquetas gigantescas. En rigor a la verdad, no se trata ya de lo más práctico, sino de lo más lindo. Trabajaré abrigos de vizcacha muy largos, y hasta media pierna para las más tímidas”. Previsora, la incansable Sonia Gurfein —propietaria de la boutique ‘‘Aujourd'hui”— acapara telas y pergeña nuevos modelos partiendo del largo maxi. ‘‘A nivel formal es favorable, pues alarga la proporción de la figura. El problema es que la anterior mini había conseguido masificarse debido al bajo costo. Todas sabemos que con poco dinero se podían fabricar muchas prendas. Ahora la cosa se torna algo más difícil. No obstante, proporciona una sofisticación y misterio necesarios a partir de la tarde e imprescindibles para la noche. El barracón bordado en colores vivos y otros géneros pesados son los ideales para los largos vigentes”.
Gioa Fiorentino (diseñadora de modas, pintora. Presentará un espectáculo de modas en mayo, en el Instituto Di Tella) se muestra más ecléctica: ‘‘La moda maxi es una moda más. La mujer individualmente deberá asimilarla a su estilo. Yo pienso usar de todo, mezclar maxi con mini para aprovechar todas las posibilidades. Trabajaré con tejidos de lana y pieles rescatadas de negocios viejos”.
La minifalda, prenda creada por la inglesa Mary Quant bajo los designios de un imperio en franca evolución parece súbitamente entrar en decadencia. Queda en pie un interrogante. ¿La mujer 1970 acatará estar vestida a imagen y semejanza de sus abuelas?
PANORAMA, MARZO 10, 1970
 







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