Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Nixon
USA: Buenos negocios a pesar de Vietnam
Los legisladores norteamericanos contestatarios de la agresión a Vietnam, habían amenazado, el martes 26 de diciembre, con suprimir los subsidios de guerra si la Casa Blanca no obtenía un inmediato acuerdo de paz. En vísperas de la apertura formal del XCIII Congreso (miércoles 27) los demócratas votaron en favor de una política de cese del fuego (154 contra 75 sufragios republicanos). La cesación de hostilidades, según la moción aprobada, debe ser de inmediato y sujeta sólo a los arreglos necesarios para asegurar el retiro "honorable" de las tropas norteamericanas y la devolución de los prisioneros de guerra. El senador demócrata William Fulbright, de Arkansas, presidente del Comité de Relaciones de la cámara alta, aseguró, después de una reunión informal de esa entidad, que sus miembros estaban decididos a que "los poderes legislativos del Congreso volcaran todo su peso en favor de esa decisión", si la paz no fuese negociada antes del 20 de enero, fecha en que Richard Nixon debe asumir su segundo mandato presidencial.
En ambas cámaras se reafirmaron los criterios tendientes a controlar la política exterior y el presupuesto federal. El voto pacifista siguió a la reorganización del Partido Demócrata. El resentimiento contra la Casa Blanca surgió porque el gobierno evidenció constantemente el deseo de mantener en secreto los detalles relativos a los "esfuerzos" por finalizar la guerra. El senador por Dakota del Sur, George McGovern, ex candidato demócrata a la presidencia en los comicios de noviembre último, mocionó en el sentido de que se exigiera al presidente Nixon que concurriese a una sesión a puertas cerradas en el Senado "para hacer públicas las razones del bombardeo en Indochina, así como la autoridad constitucional que se atribuye para llevar adelante estos ataques contra la población civil de Vietnam del Norte".
Entre tanto, un grupo de jefes demócratas declaró que formarían un núcleo parlamentario cuyo objetivo será el de modificar la estructura legislativa que permite al Poder Ejecutivo apropiarse de fondos federales controlados por el Congreso. El senador Sam Erving, titular del Comité de Operaciones Gubernamentales afirmó que él, junto a 14 presidentes de otros tantos comités senatoriales, así como al líder de la mayoría de la Cámara Alta, Mike Mansfield, de Montana (reelecto por séptima vez consecutiva como jefe del bloque demócrata), y Robert Byrd, de Virginia, se unirían al citado grupo.
La diferencia con el criterio republicano es aparentemente formal. El senador Charles Percy, de Illinois, propuso un texto a sus colegas de bloque donde se expresa el "pleno respaldo a los esfuerzos de Nixon para lograr la paz en Indochina por medio de un arreglo negociado”. La moción fue aprobada por la bancada republicana. En la práctica significa, puesto que el logro de un acuerdo negociado puede demorar meses, años, la continuación de la guerra, o peor aún, el incremento de los bombardeos.
En efecto: el documento de paz que Nixon quiere firmar implica una masa de concesiones, por parte de Hanoi, que sólo podrán ser arrancadas a los norvietnamitas si continúa el genocidio, aunque ni así es seguro que Washington logre sus propósitos: Le Due Tho, jefe de la misión norvietnamita en las negociaciones de París, acaba de afirmar que su país está dispuesto a firmar la paz ahora, en base a los acuerdos verbales conseguidos hasta octubre último, o seguir la guerra. Cinco días antes de la partida de Henry Kissinger a París, el líder demócrata Mansfield había sido terminante: "No hay mayor necesidad nacional que la de terminar inmediatamente nuestra intervención en la guerra de Vietnam”. En el rubro negocios, sin embargo, a Estados Unidos no le van tan mal las cosas.

UN EXCELENTE 1972. Todos los síntomas anuncian un próspero año económico 1973. "Las perspectivas son buenas pana los próximos doce meses si se combinan una rápida expansión y el control de la tasa de inflación", afirmó, obvio, el economista Herbert Stein, presidente del Consejo de Asesores Económicos de Richard Nixon. Por otra parte, Robert Eisner, docente de la Universidad del Noroeste y ex consejero del senador George McGovern, agregó que "las estadísticas que ofrecerá el presidente seguramente satisfarán a la clientela republicana en 1973”. En efecto, desde cualquier punto de vista el cuadro económico que refleja tales declaraciones es de gran solidez: para la mayoría de los analistas el producto nacional bruto debería elevarse en un 9 por ciento, mientras que la inflación debiera alcanzar apenas al 3,4 por ciento. Los economistas de la Casa Blanca sugirieron, en privado, que la inflación podría reducirse al 2,5 si los beneficios de 1973 crecen al mismo ritmo que los del año anterior: 4,5 por ciento. Y lo que es más, gracias a upa industria que trabaja con el 80 por ciento de su capacidad instalada, sera posible hacer realidad un porcentaje de desempleo de apenas el 4,5 por ciento, a fines de 1973.
Sin embargo, la economía de este año no dejará de tener altibajos. En la Casa ’ Blanca se señaló el hecho de que, en términos reales, el presupuesto de Defensa sería revisado a partir del 1º de julio próximo. Pero aún en las industrias donde el crecimiento pueda amenguarse, los beneficios obtenidos en 1972 fueron tan enormes que muchas estarán en condiciones de soportar un período de receso. En tres sectores claves de la economía la tendencia será, pese a las irregularidades de las curvas, razonablemente auspiciosa.
• Máquinas herramientas. El sector de máquinas herramientas es un barómetro clave acerca de los planes de gastos de capital. Esta industria fue, probablemente, la que sufrió una mayor depresión durante las recesiones de 1960/70. Sin embargo, se verificó en ella un incremento persistente durante la segunda mitad de 1972, y en noviembre último estuvo un 63 por ciento por encima del mismo mes de 1971.
• Automotores. En los últimos meses, Detroit sumó unos 25.000 puestos de trabajo a la mano de obra ya ocupada, y “este crescendo continuará, no sólo en nuestras industrias, sino también en las subsidiarias”, declaró Lynn Townsend, presidente de Chrysler. El total de ventas de vehículos alcanzó el record de 13,5 millones de unidades en 1972, y de acuerdo a la opinión de muchos expertos, en 1973 se sobrepasaría esa cifra formidable.
• Construcción. Las empresas privadas construyeron, el año último, dos millones de unidades, volumen que se considera imposible de superar. Los proyectos de Washington, consistentes en reducir a un 25 por ciento del actual el presupuesto de construcciones urbanas de 1974 no desalentaron demasiado a los empresarios, quienes esperan lograr este año una cifra apenas inferior a la del anterior.
A lo largo de 1973, no obstante, la economía sufrirá los recesos y altibajos producidos por factores externos al quehacer industrial; la mayor o menor inestabilidad dependerá de la forma en que la administración Nixon controle el conjunto del andamiaje. Por un lado hay que tener en cuenta la inestable situación monetaria internacional con los Estados Unidos enterrados en un enorme déficit comercial de balartza de pagos. Harold Passer, secretario adjunto del Ministerio de Comercio, afirmó que los déficit son aún demasiado grandes y que influirán en la economía como fuente de inseguridad. Además, existe un profundo escepticismo respecto a la habilidad de la Casa Blanca para controlar el presupuesto y lograr sus propósitos en cuanto a los gastos federales, especialmente frente a una creciente demanda de pagos en el rubro seguridad social.
La primera mitad de 1973 se caracterizará, también, por la demanda de mejoras en los convenios laborales y, haya o no controles salariales severos, se considera que la central sindical AFL-CIO declarará la guerra por la siguiente razón: el continuo aumento de los precios de los alimentos.
En la última semana de diciembre el secretario del Tesoro, George Shultz, afirmó que una política liberal en todas las áreas de la economía norteamericana, sería nociva en las actuales circunstancias. Por su parte, la Casa Blanca está dispuesta a conceder moratorias especiales a las industrias cíclicas, por ejemplo el sector de máquinas-herramientas, que en el período 1968/70, tomado como base, hayan arrojado balances poco promisorios.

INFLACIÓN. Pese a los presuntos controles la intransigencia laboral que se perfila en el horizonte de los Estados Unidos y la inestabilidad monetaria internacional, es presumible que se concrete, en 1973, uno de los mayores boom de la economía norteamericana. Pero ¿qué tipo de boom? En marcada oposición al optimismo de la Casa Blanca, muchos empresarios privados prevén que, lejos de extinguirse, las curvas inflacionarias volverán a empinarse hacia fines de este año, alcanzando, quizá, una tasa del 4 por ciento. Tal hecho obligaría a Nixon a tomar una dura decisión: o bien dejar correr la inflación, o apretar los tornillos económicos, aún a riesgo de otra "semi-recesión” como la de 1970.
Más tranquilos, los colaboradores de Nixon afirman que el presidente está dispuesto a que los números le obedezcan: aunque haya que esperar hasta 1974 se siente seguro de dominar la inflación. En tal caso, y si el Congreso no lo obliga a otra cosa, podrá seguir buscando un "arreglo negociado”. Ese fue el contexto en el que se produjo el nuevo viaje de Kissinger a París. A diferencia de oportunidades anteriores, apenas sonrió en la escalerilla del avión, y no hizo declaraciones. El asesor ya está gastado. Acaso sea su último viaje oficial a Francia. Tal vez siga yendo por cuenta propia porque, dice, ama París.
Copyright Newsweek, The New York Times y Panorama, 1973

Recuadros en la crónica____________
B-52: Ahora los pilotos tienen miedo
"Las tripulaciones tienen, en la actualidad, diferentes características”, declaró un sargento de la Fuerza Aérea norteamericana destacado en Tailandia. "En el pasado, cuando regresaban se quedaban dando vueltas por ah Ahora, apenas ponen pie en tierra, surgen al ómnibus que los conduce hasta la aduana.”
Desde el año 1965, cuando comenzaron los bombardeos norteamericanos a Vietnam, los pilotos de los B-52 estaban acostumbrados a hacer lo que algunos aviadores llaman "un paseo en ómnibus” sobre el sur de Vietnam, donde se topaban con una defensa aérea sumamente débil.
La tripulación tardaba seis horas para llegar a la zona en conflicto, utilizaba el radar para divisar los blancos, presionaba un botón para arrojar las bombas dentro de un rectángulo de 3.000 por 9.000 pies y, finalmente, volaba seis horas de regreso a la poderosa base aérea de Andersen. El único enemigo peligroso era el aburrimiento.
Pero el 18 de diciembre el panorama se modificó completamente. Por primera vez en la historia de esta guerra, los comandantes de B-52 recibieron órdenes precisas de efectuar bombardeos continuos, incluyendo el área de Hanoi-Haiphong, donde les vino al encuentro lo que un vocero de la Fuerza Aérea denominó "el sistema de defensa antiaérea más eficaz de la historia”.
Hoy en día, los pilotos norteamericanos se convirtieron en los blancos más suculentos de los misiles tierra-aire. La experiencia les demostró que, actuaicente, los norvietnamitas se hallan en posesión de misiles más precisos y de mayor poder explosivo, provistos, sin lugar a dudas, por la Unión Soviética. Por otro lado, los Mig rusos parecen haber jugado, en los últimos tiempos, un papel más importante en el sistema de defensa de Hanoi.
"Es como volar en un 4 de julio (aniversario de la independencia de USA) —comenta un piloto, al describir el efecto que supone un vuelo de reconocimiento nocturno—. El cielo resplandece como para una celebración nacional.”
"Y ahí estaba yo —agrega otro comandante— con los misiles por delante, por atrás y por ambos costados.”
A lo largo de los 12 días en que fueron reiniciados los bombardeos bajo orden expresa de Nixon, Washington hizo pública la pérdida de 15 B-52, primeras bajas sufridas en combate. Sin embargo, Hanoi dice que hubo 33 bombarderos norteamericanos caídos.
La reacción de los pilotos ante tal cambio de situación es unánime: miedo a la muerte. Sin embargo, las apreciaciones varían. Algunos consideran que los bombardeos deberían haber empezado mucho antes. "No estaríamos metidos en esto —fue uno de los comentarios— si hubiéramos hecho antes lo que estamos haciendo ahora.”
Otros tienen dudas sobre si el esfuerzo vale los riesgos y las pérdidas. El argumento que aducen consiste en que siete años de combates no han logrado que los norvietnamitas se retiren. Tampoco creen que ello suceda. Hay también quienes están amargados porque creyeron en las declaraciones de Nixon cuando el presidente prometió la paz; ahora, por primera vez, son blanco de la artillería antiaérea norvietnamita. Por otro lado se preguntan acerca de los objetivos de la Casa Blanca.
Dos oficiales tuvieron el siguiente diálogo con un corresponsal del New York Times: "Si usted llega a saber algo mediante sus canales de información, comuníquemelo; la lista de preguntas es muy larga”. "¿Cuáles?” “Por ejemplo, ¿por qué estamos bombardeando a Vietnam del Norte?”

PEQUEÑOS OLVIDOS. Otros oficiales, sin embargo, adoptaron una actitud fríamente profesional. Un vocero tailandés hizo el siguiente comentario: "Les han ordenado hacer un trabajo y tienen que hacerlo”.
Si alguien se ha cuestionado la moralidad de los bombardeos, es una cuestión de difícil determinación. Es necesario, sin embargo, reconocer que algunos comandantes se han rehusado a efectuar misiones. Un oficial de la fuerza aérea negó que hubiera habido deserciones, pero varios isleños declararon tener amigos entre los tripulantes, quienes habrían encontrado la manera de zafarse de los riesgosos vuelos sobre Vietnam. El alto comando norteamericano prefiere enviarlos de vuelta a Estados Unidos antes que dar a publicidad tales hechos. Además existen informes de que miembros de las tripulaciones aéreas han ocasionado desperfectos en las complicadas maquinarias electrónicas de los bombarderos a fin de poder cancelar las misiones; otros "se olvidaron” de armar correctamente las bombas. La fuerza aérea, por supuesto, niega rotundamente la veracidad de tales declaraciones, afirmando que los B-52 han demostrado una eficacia evaluada en un 96 por ciento.
Quizá los mejores lugares para enterarse de lo que piensan los comandantes, sean los bares del casino de oficiales. En uno de los salones, un grupo de jóvenes tenientes y capitanes se explaya sobre el miedo y la muerte. "¿Sabés acaso cuáles son las posiciones más peligrosas?”, preguntó un rubicundo piloto. "Son las número uno, dos y tres”, ironizó, refiriéndose a tres aviones en vuelo. "Sí —replicó su compañero de tripulación—, uno se siente más seguro en una carretera de los Estados Unidos.” "Estás loco —le replicaron—: fíjate en los porcentajes de muertes en ruta.” Ninguno de los oficiales de la base Andersen, o de Saigón, o de Washington, ha dado a conocer las razones de las pérdidas de B-52 que repentinamente ha comenzado a sufrir el Pentágono. Las poderosas fortalezas dejaron de ser intocables.

LAS TÁCTICAS. Las tripulaciones son entrenadas, básicamente, para manejar armamentos nucleares y cada aparato es considerado un sistema ofensivo en sí mismo. La táctica fundamental consiste en el envío de un avión, o una escuadrilla de tres, contra un blanco específico. Este método fue el más utilizado en los ataques a las posiciones comunistas en Vietnam del Sur. Cuando el 18 de diciembre último se reiniciaron los bombardeos al Norte, los B-52 siguieron esa táctica: cada 30 ó 40 minutos, tercetos de aviones despegaban de la base Andersen para lanzar sus bombas sobre Hanoi y Haiphong, y regresar a destino en misiones que en la jerga militar norteamericana se denominan round-the-clock. De tal modo, durante las 24 horas del día, hay no menos de 72 fortalezas sobrevolando Vietnam del Norte.
El flujo de bombarderos obligó a Hanoi a concentrar sus defensas antiaéreas sobre cada escuadrilla, lo que explica la envergadura de las pérdidas sufridas por la aviación norteamericana. La fuerza aérea parece haber violado un principio básico de la teoría del ataque: jamás lanzar ofensivas parciales. Después de una tregua de 36 horas (Navidad), el alto mando yanqui modificó en parte la táctica. El primer escuadrón que despegó el martes 26 —77 bombarderos— parecía una formación típica de la Segunda Guerra. 76 regresaron. El miércoles por la mañana entraron en acción 24 B-52; por la noche salieron 21; los del jueves fueron 27. Entre tanto, se habían realizado vuelos de tres y seis bombarderos, pero a intervalos mucho mayores que antes. Se supone que efectuaron misiones en Vietnam del Sur, donde habrían encontrado, de parte del Vietcong, menor resistencia; con todo, tal presunción no pudo ser confirmada.
La concentración de B-52 parece haber forzado a las defensas norvietnamitas a dispersarse. Al menos fue notorio el descenso del número de bajas. De acuerdo a cómputos oficiales, diez bombarderos fueron destruidos antes de Navidad, mientras que, desde el martes en adelante, sólo se registraron cinco aviones perdidos. A juicio de un piloto veterano, otra de las razones de las caídos de B-52 se vincula con la tecnología. Se trata de aparatos concebidos hace 20 años, carentes de equipos adecuados para enfrentar a los modernos misiles Sam y cazas Mig. Un informe secreto del Pentágono advierte acerca de la eficacia de los nuevos Sam provistos por la URSS a Vietnam del Norte. Los Mig, por su parte, parecen ser más certeros que antes.
Es necesario tener en cuenta, además, el factor cansancio, más que evidente en las reacciones de los tripulantes. Cada dotación de cinco oficiales y un apuntador, realiza tres misiones semanales de 17 horas de duración: primero recibe las instrucciones, luego vuela doce horas sobre Vietnam, posteriormente se efectúan dos escalas de reaprovisionamiento y, finalmente, informa sobre los resultados del operativo.

UN ENVASE DE BOMBAS. "Al cabo de cuatro horas sobreviene el agotamiento; después ya no importa cuántas horas sean —comentó un piloto, quien agregó—: Usted tendría que ver lo que nos espera después de cada misión, nos obligan a llenar infinidad de planillas. No entiendo qué hacen con todos esos papeles”. Algunos de los comandantes declaran que los B-52 —también llamados Buff, por Big (grande), Ugly (feo), Fat (gordo) y Fellow (fulano)— son sumamente incómodos. La cabina, atestada de instrumentos, es apenas más grande que la de un automóvil chico. Los lugares del ingeniero electrónico y el apuntador, así como los del navegante y el bombardero, ubicados en el empenaje, están igualmente atiborrados de controles; sólo se puede estar parado. El noventa por ciento del avión es un envase de bombas capaz de trasportar —en el modelo Cap-G— cerca de 15 toneladas de explosivos. En la variante Cap-D es posible llevar 30 toneladas.
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El nuevo amo de la CIA
Recién empezaron a correr rumores acerca del importante cambio hace cosa de un mes. La decisión que tomaría Nixon se convirtió en uno de los mayores secretos de la historia de la Agencia Central de Inteligencia (CIA). En efecto, el presidente anunció oficialmente, recién a fines de diciembre, que tenía la intención de reemplazar al veterano jefe de la CIA, Richard Helms por James R. Schlesinger, recientemente incorporado al campo de los servicios de inteligencia. Hasta el momento, Schlesinger se había desempeñado en la Comisión de Energía Atómica, con el cargo de presidente. En cuanto a Helms, de 59 años de edad, este cambio significa el inicio tardío de una nueva carrera: desde ahora será embajador de Estados Unidos en Irán. Para la "agencia", se trata del final de una era, el pase de un viejo equipo de profesionales a un nuevo sistema que promete mayor eficacia.
Schlesinger, de 43 años, quizá no haya interpretado nunca un mensaje cifrado de algún enemigo, ni haya sido lanzado jamás en paracaídas detrás de ningún frente. No carece por ello de las cualidades que el presidente exige a sus agentes de inteligencia. Se trata de "un cacique ojo de águila”, un perfeccionista que obtuvo tres diplomas en Harvard, y que dirigió los análisis de prospectiva de la Rand Corporation, se ocupó de asuntos militares y de política internacional y participó en la confección de varios presupuestos de servicios de inteligencia.
Desde su nuevo cargo de jefe del Departamento Central de Inteligencia, Schlesinger no sólo controlará las esquivas operaciones de la CIA, sino todo el complejo de inteligencia civil y militar de los Estados Unidos, andamiaje que requiere un presupuesto de 6 mil millones de dólares. La nueva estructura fue propuesta por él mismo, en un informe especial al presidente Nixon. El golpe fue típicamente nixoniano: buscar mayor eficacia en lugar de lo que el jefe de la Casa Blanca denominaba "análisis conflictivos presentados al Ejecutivo". Queda por verse si semejante concentración de poderes en una sola mano no perjudicará los operativos nacionales de inteligencia, al limitar el número de puntos
de vista respecto a la política exterior. De todos modos, Schlesinger cuenta con todo el aval del presidente, respaldo que lo convierte en uno de los hombres fuertes de Washington.

DEVOCIÓN. A Helms se le había otorgado el mismo poder el año último. Pero éste, uno de los fundadores de la CIA en 1947, permaneció fiel a los métodos tradicionales de espionaje y le fue imposible adaptarse a los recortes presupuestarios. Su sentido de las prioridades, además de la pertenencia al Partido Demócrata, donde contaba con sólidas apoyaturas, convirtió a su relevo en una opción inevitable. La Casa Blanca, sin embargo, no dejó entrever el costado político del cambio: pretextó que Helms alcanzaba casi la edad límite para permanecer en servicio. Las palabras fueron de agradecimiento "por v los devotos y eficaces servicios prestados". Más aún, el presidente le rogó que desempeñase el cargo de ministro plenipotenciario en Irán.

EL BUEN SHA. El hecho de trasformar a un espía en diplomático es una cuestión muy delicada, especialmente porque Helms fue jefe del departamento conocido como "División Negocios Sucios", en 1953, en plena guerra fría. El ex director de la CIA desempeñó un papel clave en la destitución del ex primer ministro iranio Mohamed Mossadegh, golpe petrolero por antonomasia. Veinte años después, el asunto fue arreglado personalmente con el Sha de Irán, quien afirmó que su país estaría encantado de tenerlo por huésped. Algunos veteranos diplomáticos afirmaron que la Unión Soviética había comprendido que el hecho de tener a Helms tan cerca de sus fronteras no constituía un avance real del espionaje norteamericano. Por otro lado, Helms no teme represalias james-bondescas: secuestros o asesinato. "No tengo la menor intención de esconderme por el resto de mis días —comentó a sus amigos— por el mero hecho de haber sido jefe de la CIA.’’ ♦
PANORAMA, ENERO 11, 1973
Vietnam
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