Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

pio 12
LA CIENCIA LUCHA POR PROLONGAR LA VIDA DEL SUMO PONTIFICE
UN DIA EN LA EXISTENCIA DEL VICARIO DE CRISTO

LOS que visitaron la pequeña aldea bávara de Konnersreuth para escuchar las predicciones de la famosa estigmatizada Teresa Neumann, en los tiempos en que ocupaba el trono pontificio Pío XI, pudieron conocer una que anticipaba el nombre del cardenal que habría de sucederle. Esta profecía sindicaba al cardenal Eugenio Pacelli como el futuro jefe espiritual de la Humanidad, rompiendo con ello una antiquísima tradición según la cual el Cónclave de Cardenales nunca elige a los camarlengos del Papa para ocupar el trono vacante. Teresa Neumann no sólo anticipaba el nombre del futuro Pontífice, sino que estipulaba la duración de su alta investidura al declarar: “Durante su pontificado, creará dos veces solamente nuevos cardenales”. Y los dos consistorios en que Pío XII creó nuevos príncipes de la Iglesia tuvieron lugar en 1946 y en enero de 1953.
La predicción de Teresa Neumann al señalar al cardenal Pacelli como el sucesor de Pío XI se cumplió con la misma exactitud que la formulada a Adolfo Hitler un día de 1935, al asegurarle que su gobierno no se prolongaría más de doce años. Y la tradición que excluía a los camarlengos quedó rota con la elección del actual Sumo Pontífice.

Congestión pulmonar
Desde la época de Gregorio XVI, que tuvo como asesor en las cuestiones financieras a un Pacelli, pasando por su abuelo, que sirvió a Pio IX, hasta llegar a su padre, Felipe Pacelli, abogado consistorial y consejero de León VIII y Pío X, todos sus familiares han estado estrechamente vinculados a la sede del gobierno de la Iglesia. Su hermano, el príncipe Pacelli, participó en la preparación del Tratado de Letrán y sirvió también al Vaticano.
Desde el 23 de enero de 1953, en que el sumo Pontífice tuvo una congestión pulmonar, que fue combatida con elevadas dosis de penicilina, la fuerte constitución del paciente comenzó a acusar síntomas inquietantes al acentuarse cada vez más la debilidad de un organismo sometido a un intenso trabajo.
Tanto su médico de cabecera, el doctor Galeazzi Lisi, como el profesar Mario Torrioli, que fué requerido para examinar al ilustre enfermo, coincidieron que el Sumo Pontífice debía observar un largo período de reposo para evitar que
su estado empeorase. Superados los ataques de hipo que siguieron a la congestión pulmonar, la salud de Pío XII ha ido declinando lentamente, hasta el extremo que la prensa de los principales países m señalado los nombres de varios cardenales como los más indicados para sucederle. Dos de ellos, Valeri y Cicognani, ex nuncios en París y Madrid, están considerados como verdaderos expertos en cuestiones políticas, y el tercero, Citavini, asesor del Santo Oficio, es un prelado de enorme cultura y de una fe profunda, al que se sindica como el
cardenal que podría aspirar, con mayores méritos, para dirigir el gobierno espiritual de la Iglesia. Recientemente se ha señalado también a los cardenales Spellman y Lercaro, arzobispos, el primero de Nueva York y el segundo de la comunista Bolonia.

La Secretaria de Estado
En un momento, poco después de la mejoría experimentada por Pío XII, se hizo cada vez más consistente la versión sobre las intenciones del ilustre paciente de convocar a un consistorio de cardenales con e! fin de designar a un secretario de Estado, ya que en la actualidad dicho cargo está vacante.
Incluso se cita a los cardenales Giuseppe —arzobispo de Génova— y Lercaro, como los más probables en las preferencias de Pio XII, que aspira a designar para los altos cargos a prelados que, por su juventud, puedan desarrollar el intenso trabajo que demanda la cada vez mayor universalidad de la Iglesia sin que su salud pueda resentirse.
Pese a los consejos e indicaciones de sus médicos, el Sumo Pontífice se ha resistido a abandonar una parte de su intensa labor. El vicario de Cristo ha manifestado en repetidas oportunidades que el único descanso es aquél que le conceda el Señor al disponer de su vida. "Para el Papa no hay reposo”, dijo terminantemente. Mientras este momento no llegue, debe velar por los hijos de su reino, espiritual y vivir y sufrir con ellos todos sus problemas.

Prescripciones médicas
Es posible que aún conociendo la labor que cada veinticuatro horas realiza Pío XII no todos los católicos sepan la extensión de esa extraordinaria tarea. Cada día el Sumo Pontífice es despertado a las 6.30, y dedica quince minutos a rezar su primera plegaria. Hasta que sufrió la congestión pulmonar, realizara ejercicios físicos que se prolongaban durante diez minutos, seguidos de un baño frío. Este hábito lo practicaba el Sumo Pontífice desde los lejanos tiempos de su juventud, cuando era un apasionado del boxeo,, y en el seminario cumplía un severo entrenamiento para los combates que con sus compañeros de clase realizaba.
Estos ejercicios físicos fueron suprimidos por indicación de sus médicos. También dejó él mismo de afeitarse con su máquina eléctrica, labor que hacía mientras su canario Gretel saltaba sobre sus hombros. Actualmente es su ayuda de cámara, Stefanori, quien rasura cada mañana a Pío XII.
A las 7 penetra en su capilla privada, donde se recoge en oración veinte minutos antes de celebrar la misa. A las ocho toma un ligero desayuno, y en seguida comienza su labor, que consiste en leer documentos y redactar decretos, discursos y correspondencia, que él mismo escribe a máquina, y que le absorbe varias horas, de acuerdo con las audiencias que haya concedido. Estas, que debían haber disminuido por su delicado estado de salud, han aumentado ante el deseo de millares de fieles que aspiran a ver a Pío XII y a las numerosas peregrinaciones que llegan a la Ciudad Eterna para recibir su bendición.

Trabajo de madrugada
A las 13.30, el Papa toma un frugal almuerzo, dedica luego una hora al reposo y se reintegra otra vez al trabajo, que suspende a las 16 para leer la copiosa correspondencia que recibe. A las 17, Pío XII entra de nuevo en su capilla privada para rezar el rosarlo y parte del oficio. Una hora más tarde, regresa a su despacho para continuar su trabajo, que se prolonga hasta las 20.30, en que cena muy ligeramente. Al terminar, pasa a sus habitaciones privadas, donde prosigue trabajando hasta la 1.30 de la madrugada. A esa hora, la única luz en el inmenso palacio del Vaticano es aquella que alumbra el aposento donde Pío XII estudia y redacta sus discursos y documentos.
Aún cuando pueda crerse que el Sumo Pontífice descansa en el palacio de Castel Gandolfo durante la época que lo ocupa, la realidad demuestra que es precisamente cuando desarrolla una labor más intensa. En la residencia veraniega de los Papas, que creó en 1590 Urbano VII, el Pontífice que fué jefe de la grey cristiana sólo 12 días, Pío XII únicamente realiza un pequeño paseo por los jardines y una breve visita algunos días a la granja en la que trabajan numerosas familias. Fuera de estas pequeñas distracciones, el Sumo Pontífice continúa su trabajo con el mismo ritmo cada jomada.

Las tradiciones pontificias
Su completa soledad, ya que en Castel Gandolfo no recibe sino muy contadas visitas, sólo es turbada por el canto de los pájaros, únicos que asisten al almuerzo de Pío XII y que se permiten explorar la mesa para picar las migas que quedan. Una tradición que observa rigurosamente el Sumo Pontífice es aquella que impide ser servido mientras almuerza. Su frugal menú, que después de su grave dolencia se compone casi exclusivamente de purés de sémola, de papas y fruta, se encuentra servido al penetrar Pío XII en sus aposentos privados, en los que sólo tienen acceso dos personas: su confesor, el padre Bea, y su ayuda de cámara, Stefanori.
Durante su grave crisis de enero de 1953, en que estaba impedido de decir misa, ésta era oficiada por el padre Leiber, que acompaña al Sumo Pontífice desde la época en que desempeñaba la nunciatura en Alemania y con el que sólo habla en alemán.
Pío XII, que domina con una rara perfección, además de su idioma nativo, el latín, francés, inglés, alemán, castellano y portugués, ha dedicado algunos minutos diarios en los últimos tiempos al estudio del japonés.
El volumen décimosexto de sus alocuciones, que acaba de ser dado a publicidad, revela que el Sumo Pontífice, pese a la debilidad que acusa su organismo y a la constante preocupación de sus médicos, ha trabajado con una intensidad febril. El cotejo de ese volumen demuestra que, en los meses de abril a octubre de 1953, Pío XII pronunció un discurso y un radiomensaje en cada jornada. Esos discursos son escritos personalmente, negándose a aceptar cualquier ayuda en las consultas que realiza en su pequeña biblioteca.
En la época que reside en Castel Gandolfo, el Sumo Pontífice escribe personalmente sus cartas a los vicarios de las misiones que sirven en las más apartadas regiones del mundo. Antes que su estado revelase la dolencia que va minando lentamente su organismo, Pío XII solía dar cortos paseos en su Cadillac, cuyo asiento posterior es un pequeño trono, que le fué regalado por los católicos norteamericanos. Pero actualmente, como si sintiera premura de completar la máxima labor, el Sumo Pontífice ha renunciado a todo lo que signifique la pérdida de algún tiempo en su atención de sus millones de súbditos espirituales.

Desconcertante resistencia
Mientras la ciencia continúa su lucha para prolongar la vida del Vicario de Cristo, utilizando los más modernos remedios que llegan en avión de Alemania y Estados Unidos, Pío XII espera serenamente el momento en que el Señor le conceda el único descanso que podrá tener. Sus médicos aún confían en el organismo del ilustre enfermo. El profesor Galeazzi-Lisi declaró, hace poco, que Pío XII era un hombre de desconcertante resistencia a la enfermedad, opinión compartida por el profesor Tarrioli, que no encontró una explicación satisfactoria para lo que consideró como un caso extraordinario.
La tradición exige que, al ocupar un prelado él trono pontificio, sea colocado en la cripta de la Catedral de San Pedro el triple ataúd de madera, plomo y madera que guardará sus restos. Al lado del de Benedicto XV, está otro con una simple leyenda: ‘‘Corpvs Pius Papae XII ". Sólo las monedas de oro, plata y cobre, una por cada año, que serán colocadas en el ataúd a los pies del Sumo Pontífice, dirán al mundo si la profecía de la estigmatizada de Konnersreuth se cumplió con la misma exactitud que las otras, y si la existencia de Eugenio Pacelli como Sumo Pontífice tuvo la duración que anticipó al señalarlo como el sucesor de Pío XI.
Juan Bautista BRUN

-*pie de fotos*-
-Esta fotografía del Papa fué tomada el 27 de noviembre pasado, durante una ceremonia celebrada en la basílica de San Pedro. Su Santidad, que acababa de regresar de Castel Gandolfo, aparece en este documento fatigado y con señales de que la enfermedad que le aqueja sigue progresando.
-El intenso trabajo que mina la escasa salud del Papa consiste principalmente en las alocuciones, las audiencias y la contestación a su voluminosa correspondencia. Pío XII realiza personalmente toda esta labor sirviéndose de una máquina de escribir portátil.
-Pío XII siente una especial predilección por las aves, que suelen ser sus únicos comensales al bajar a comer las migajas de su mesa. Aquí se le ve recibiendo dos palomas como regalo de Año Nuevo de 1953 de la Tercera Orden Franciscana.
Revista Esto Es
14.12.1954

ir al índice de Mágicas Ruinas

Ir Arriba