Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Rayos cósmicos
Los rayos cósmicos, viajeros del espacio

HACE algunos años la National Geographic Society y la Bartol Reasearch Foundation organizaron una expedición al norte de Canadá para cazar un extraño visitante proveniente del espacio: el rayo cósmico.
El lugar elegido para los experimentos fué Churchill, Manitoba, en la Bahía de Hudson.
La expedición tenía como fin descubrir el origen de los misteriosos mensajeros espaciales, invisibles pero llenos de poderosa energía. Los rayos cósmicos son verdaderas partículas atómicas que continuamente caen sobre la tierra desde todas las direcciones con extraordinaria velocidad. Tan grande es su energía que penetran el cuerpo humano y hasta se adentran profundamente bajo de la capa terrestre, en las minas y más adentro. Ellos golpean nuestra superficie diez veces por segundo. Se desconoce sí su bombardeo tiene efectos buenos o malos. Pero se sabe que la energía de un solo rayo cósmico es millones de veces más poderosa que aquella de un solo átomo de uranio en la explosión de la bomba atómica.
Probablemente los rayos cósmicos han ido lloviendo sobre nuestro mundo por una interminable cantidad de eones. Pero su presencia no se descubrió sino hace 50 años y su identidad solamente se concretó después de la segunda guerra mundial. Quien por primera vez probó que los rayos cósmicos provenían de los espacios astrales fué el físico Victor F. Hess. Hess, en 1910, logró hacer llegar sus instrumentos de control, por medio de la ascensión de globos, hasta los 4.000 metros, y notó que la actividad radiactiva aumentaba intensamente en aquellas altitudes. Dedujo entonces la presencia en la atmósfera de una gran radiación con fuerte poder de penetración y que se originaba en algún lugar en los espacios interplanetarios. Esa ascensión de globos, que hizo época en su tiempo, le valió el premio Nobel para la física.
La expedición cuyos experimentos son relatados aquí eligió la ciudad de Churchill, a 800 kilómetros del círculo ártico por dos razones. Una de ellas fué porque Churchill es el lugar nórdico donde se puede llegar con equipos y aparatos aptos para las experimentaciones. La otra razón era que los campos magnéticos de la tierra hacen rotar los rayos cósmicos que viajan hacia nosotros de una manera inversamente proporcionada a la energía motriz que poseen. Este poder de rotación es menor en los polos geomagnéticos del norte y del sur que están situados en Groenlandia y en la Antártida. Los campos magnéticos de nuestro planeta sirven en cierto modo de filtros para los rayos cósmicos porque permiten el acercamiento a la tierra, en la parte donde la fuerza de rotación es mayor (el Ecuador), a pocos rayos solamente, los más fuertes, mientras los más débiles pueden penetrar en las zonas sureñas y norteñas, donde la fuerza magnética de torsión es menor. En pocas palabras, los campos magnéticos de la tierra son como una coraza más espesa en el centro y sutil en los extremos, contra la cual se disparan una serie de proyectiles de distintas velocidades. Solamente los proyectiles potentes pueden penetrar en la parte central, mientras los más débiles penetran solamente por los extremos.
Se estima que billones y billones de estas partículas llegan a la tierra cada segundo con una velocidad aproximadamente igual a la de la luz, 350.000 veces mas ligeras que un proyectil disparado por un rifle de guerra. Algunos sabios creen que los rayos pueden ser un "polvo" atómico dejado hace alrededor de tres billones de años cuando, según la teoría, el universo nació tal cual es ahora a través de la explosión de un primordial super átomo en que todas las materias estaban concentradas. Otra teoría es que los rayos son detritos de un universo que todavía está por desintegrarse, Se sabe que el ochenta por ciento de los rayos son protones que
forman el núcleo o el corazón de los átomos del hidrógeno. Otros son partículas alfa, del átomo del helio y una pequeña cantidad de núcleos de átomos de elementos más pesados, como el hierro y el carbón.
La técnica usada por la expedición de National Geographic Society no fué muy distinta á la usada por Hess en los primeros años de este siglo. Elevaron un tren de globos de material plástico Inflados con hidrógeno. Los globos llevaban consigo una barquilla que conducía un contador Geiger para detectar las radiaciones. Por medio de aurifónos seguían el chisporroteo que se producía en el contador cuando éste se encontraba con rayos cósmicos. La inflación de los globos tenía que ser cuidada mucho, siendo muy importante la actuación del gas dentro de las películas de plástico y por la velocidad de ascensión. El tren se componía de doce globos. A los 12.000 metros dos balones explotaban, y entonces los otros globos, con el gas expandido por el calor del sol, se elevaban a una velocidad de 65 metros por minuto, penetrando en la atmósfera rarefacta, donde podían llegar los rayos cósmicos de menor potencia de penetración. Luego, a los 24.000 metros otro globo explotaba y los restantes, no teniendo fuerza bastante para sostener la barquilla, emprendían la bajada. Desde abajo, los miembros de la expedición controlaban por horas y horas, a través de los aurifónos el tick-tick del contador que a las tremendas alturas, digería los rayos cósmicos. Los resultados de estas continuas y fatigosas indagaciones, llevadas a cabo en un clima inhospitalario, han sido interesantes. Los científicos han notado que cuando se registra una fuerte actividad en el sol, con explosiones y llamaradas. una mayor cantidad de ruido se captaba con los contadores. Eso quería decir que parte de los rayos provenían del sol. Pero los ulteriores experimentos demostraron que la cantidad de rayos cósmicos que caen en la periferia de nuestra atmósfera no varía de noche, con la ausencia del sol. Eso probaba dos cosas. Que posiblemente no es solamente el sol quien nos envía las potentes partículas y que también el sol no tiene campo magnético como para desviar la lluvia de rayos, puesto que de noche, cuando el sol está lejos, los contadores registraban la misma cantidad de rayos que al mediodía. El envío al espacio de un superglobo que permaneció en los 25.000 metros por 22 horas consecutivas, abarcando un día y una noche, demostró que efectivamente el rocío de rayos sobre nuestro planeta, no tiene, como los hombres, las ocho horas de trabajo obligatorio. Su llegada es incansable y continua. Una explicación teórica de esto ha sido que probablemente los rayos provenientes del sol en su caída sobre la tierra son desviados de su camino por los grandes campos magnéticos existentes en todo el sistema solar, y que, vagando un tiempo por el espacio (sé calcula 10.000 años), llegan al final hasta nosotros. Pero casi seguramente los más potentes rayos provienen del inmenso sistema estelar de la Vía Láctea.
En “la tierra de los pequeños palitos”, así llamada por la ausencia de vegetación alta y la abundancia de la vegetación musgosa, la vida también tiene sus ocurrencias humorísticas. Cuando uno de los científicos fué invitado para dar una conferencia sobre los rayos cósmicos en la sala de los Oficiales del Fuerte de la ciudad de Churchill (850 habitantes) encontró la sala repleta de damas. Su asombro fué grande. Luego le explicaron el misterio. Habían corrido la voz de que la conferencia trataba de los “rayos cosméticos”.
Revista Caras y Caretas
06/1955
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