Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado
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| CINE La visita de la dama joven Apenas dos días pasó en Buenos Aires Alicia Barrié, la semana última, en rápida visita de fin de año a su hermana, Elsa del Campillo. Fue en casa de ésta, en Lomas de Zamora, donde Panorama pudo conversar con quien fue luminaria del cine argentino en su época de oro. Este es el informe: Los estudios Lumiton, Manuel Romero, Catita y los vaivenes de la ficción han quedado atrás, pero Alicia Barrié —Sara Ramona Alicia Masriera del Campillo— sigue siendo joven, rubia, de ojos claros, bellísima y seductora. Desde hace 23 años vive en los Estados Unidos, casada con un aviador comercial, Bob Farmer, y madre de dos hijas, la mayor de las cuales, Sandra, una cantante lírica, acaba de casarse. "Nací en Chile —entona Alicia con apenas un dejo de acento caribe— pero vine a Buenos Aires a los 8 años, con mi madre, una actriz muy conocida allá, Sara Barrié. Mi hermana Elsa se quedó con mi padre, pues el matrimonio se había separado. De mi madre aprendí las primeras nociones de arte escénico: a pararme en un escenario, a cantar, a comunicarme con el público, a dominar los secretos de la interpretación.” Hace un paréntesis para preguntarle a Elsa, con coquetería: "¿Te parece que me quedan bien estos rulos postizos atrás, en la nuca? Yo prefiero mi pelo corto, natural”. Elsa coincide con este criterio y Alicia promete despojarse del postizo, y prosigue: "En el cine, debuté en Dancing, en 1933, y tres años más tarde hice Radio Bar, con Gloria Guzmán y Olinda Bozán —¡qué ganas de verlas!—; después, La muchachada de a bordo, con Sandrini, dirigía Romero, y El pobre Pérez, Mujeres que trabajan, Yo quiero ser bataclana, qué sé yo, un montón. Lo que pasa es que yo tenía un tipo muy especial, que aquí no abundaba, y me llovían las propuestas”. “Tengo 53 años —adelanta, sin transición— y lo digo con orgullo. Me conservo bien porque me cuido mucho: diez horas diarias de sueño, por lo menos, una dieta rigurosamente balanceada y con las vitaminas necesarias, además de gimnasia rítmica y evitar cualquier posibilidad de aumentar de peso.” Y la verdad es qué nadie le daría un año más de 33. EL COUP DE FOUDRE. “Simultáneamente con el cine —memora la Barrié—, hacía revistas en el Maipo: Amadori me daba siempre los cuadros de más lucimiento visual. Aunque el film fracasó, mi mayor oportunidad fue Embrujo, de Enrique Susini, donde interpreté nada menos que a Domitila de Castro, la marquesa de Santos, la amante de Pedro I del Brasil. Era una producción lujosísima, con decorados y vestuario espléndidos, y además tuve que teñirme el pelo de negro, lo que me valió que me acusaran de imitar a Hedy Lamarr, ¡qué disparate!” Esto era en 1941, y al año siguiente Alicia seguía con el pelo negro para Una novia en apuros. Hacia 1946, mientras las revistas “especializadas” le atribuían un romance con Ray Milland, la Barrié conocía a Farmer, que sería su marido. "Fue un amor a primera vista, en febrero del 47 nos casamos. Entonces me fui a vivir a los Estados Unidos, pero en 1949 volví para hacer Miguitas en la cama, que dirigía Mario Lugones —pobrecito, se ha muerto hace poco, me dicen; ¿y qué fue de Elvira Ríos?—, con Enrique Serrano —ay, otro muertito, qué horror—, Florindo Ferrario, María Santos ... Pero me sentía muy angustiada porque extrañaba a Bob, quien todos los días me llamaba pidiéndome que volviese pronto. Un día, desesperada, largué la filmación y me tomé el primer avión a Nueva York. Las últimas tomas las hizo mi hermana, Elsita. "Siento tanto tener que irme en seguida —suspira Alicia—: querría tener más tiempo para ver a los viejos amigos, ir al Maipo, a los estrenos del Monumental, a tomar el té en la confitería Ideal. Pero debo volver a Miami, donde tengo mi show en español, por televisión. Canto en inglés y en castellano, recibo y platico con mis invitados especiales, paso modelos. Mi repertorio está formado por canciones como People, La sombra de tu sonrisa, Yesterday, Extraños en la noche, Estas botas fueron hechas para caminar. Los cubanos me adoran, y no de ahora, sino de la gran época del cine argentino: para ellos, sigo siendo la chica rubia de aquellos tiempos.” “Alicia es muy exigente con su show”, informa Elsa, y su hermana lo corrobora: “Vigilo todos los detalles, las orquestaciones, los arreglos musicales. Me encanta salir muy mona, con linda ropa: palazzos turquesas o fucsias, con telas suaves, vaporosas. Cuido los accesorios y adoro los zapatos, debo de tener como 490 pares. Me gustan las pieles, detesto las pelucas, los postizos”. Y, sin más, se arranca los rulos que le desbordan de la nuca y —si es posible— se rejuvenece aún más. "Tengo ganas de comprar copias de mis antiguos films para pasarlos allá —imagina—. Me están esperando Bob, mi show y un long-play con temas de Burt Bacharach en versión bilingüe.” No sería extraño que también tuviera un nieto en camino, pero esto no la inmuta: “¿Acaso alguien podría tomarme por una abuela?”, pregunta, con fingida inocencia, como si no conociera la respuesta. ♦ PANORAMA, DICIEMBRE 22, 1970 |
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