Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado
Agitadores Un muchacho de Perón Ernesto Andina Lizárraga |
“Adiós mi dotor, que le vaya bien”, entonó aquella tarde de
diciembre de 1956 el centinela ubicado junto al portal de la
Escuela de Policía de Jujuy, cuando vio salir a un joven elegante,
impecable, alto y de magra contextura: ni por asomo pensó que era
el mismo sucio y desgreñado conspirador peronista a quien, horas
antes, había alcanzado el rancho al calabozo. Meses atrás, en junio de 1956, en los prolegómenos de la revolución del general Juan José Valle, el tumultuoso Ernesto Andina Lizárraga abandonó de manera similar la cárcel de Villa Urquiza, en su provincia natal, Tucumán: nacía a una acción política que lo arrebató en los últimos 10 años, que oscila entre el misticismo y la lucha violenta, entre la ubicuidad y su cotidiano oficio de martillero. ![]() 1957 encontró la forma de lanzar sobre la colmada plaza Independencia de Tucumán, un globo con la efigie de Juan Perón: mientras los curiosos miraban embobados la irrupción aerostática del ex Presidente, el “jefe vitalicio” de la Juventud Peronista local encendió todos los fuegos artificiales preparados para la velada nocturna, y el paseo se transformó en un pandemonio. El 14 y el 26 de enero últimos, el cabecilla fue encarcelado dos veces: la primera, tras una espectacular fuga y tiroteo que alarmó al centro de la ciudad (ver Nº 213) y la segunda, en un disturbio callejero (Nº 214) posterior a un homenaje religioso a Hilda Guerrero, la mártir del gremio del azúcar. El lunes pasado, las trifulcas se renovaron: a las 20 y 25 de la noche, los miembros de la JP arrojaron un fardo de pasto en la esquina céntrica de 24 de setiembre y 9 de julio; el rótulo adosado dedicaba el obsequio “al Gobernador Fernando Aliaga García y a su equipo foráneo”. Luego se escucharon algunos petardos y cargó sobre los díscolos peronistas un escuadrón de caballería policial. ¿Una nueva travesura de Andina? No era así, acaso por única vez, pues a esa hora, Andina Lizárraga desgranaba ante el corresponsal de Primera Plana, Tiburcio López Guzmán, una mazorca de sueños y reminiscencias: de hecho, no hubo elección o acontecimiento cívico del inmediato pasado provincial que no haya tenido a Andina por testigo. Lejos quedaba entonces aquella tarde de 1947 cuando, al cierre de un congreso juvenil nacionalista, Perón recibió a los delegados en la residencia de Olivos: “Nos habló como un padre a sus hijos —relata Andina—, con franqueza y claridad; nos aconsejó estudiar, por el bien de la Patria y puesto que una ley biológica nos entregaría los destinos del país en el futuro”. Un futuro que ya es presente y cuyo único intérprete —según Andina— sigue siendo Perón: es que “peronismo sin Perón no habrá nunca, y así como San Martín continúa guiando el espíritu de los argentinos, El Líder, que ha pasado ya a la eternidad, guía y guiará después de su muerte este gran movimiento nacional”. En su billetera, Andina guarda una reproducción fotográfica de una postal que el exilado le envió desde Panamá en 1956, a poco de su caída. “El original está en casa”, dijo parpadeando, mientras sus mejillas, macilentas, se coloreaban de orgullo. Es que para Andina, a los 36 años, la vida gira en torno de las directivas de Madrid: casado desde los 20 años, padre de 4 hijos, pobre de solemnidad, pasea su figura fogueada en cien escaramuzas por las redacciones de los diarios, por las ollas populares (hacia donde su camioneta verde traslada todos los días víveres regalados por los puesteros del Mercado de Abasto), por los Tribunales y los ingenios. Su jovialidad probada, su perenne entusiasmo, el desenfado con que soporta el calificativo de loco y su capacidad infinita para no dejar traslucir desesperanza, le han granjeado simpatías de propios y extraños. “De la reunión de Olivos, en 1947 —recuerda el guerrillero—, volví a Tucumán para fundar la Agrupación de Estudiantes Secundarios Juan D. Perón” Otros puestos menores en el partido: secretario perenne de los interventores, redactor de Doctrina Peronista (un órgano de difusión política), el partigiano recuerda hoy los tiempos en que el diario “La Gaceta” no cerraba su edición “hasta que yo llevaba mis últimos partes”, pergeñados “fuera de mi horario de trabajo en la Caja Popular de Ahorros, una ocupación que obtuve por concurso”. “Más tarde estudié, sin concluir ninguna, las carreras de Derecho y Cien- ley biológica nos entregaría los destinos del país en el futuro”. Un futuro que ya es presente y cuyo único intérprete —según Andina— sigue siendo Perón: es que “peronismo sin Perón no habrá nunca, y así como San Martín continúa guiando el espíritu de los argentinos, El Líder, que ha pasado ya a la eternidad, guía y guiará después de su muerte este gran movimiento nacional”. En su billetera, Andina guarda una reproducción fotográfica de una postal que el exilado le envió desde Panamá en 1956, a poco de su caída. “El original está en casa”, dijo parpadeando, mientras sus mejillas, macilentas, se coloreaban de orgullo. Es que para Andina, a los 36 años, la vida gira en torno de las directivas de Madrid: casado desde los 20 años, padre de 4 hijos, pobre de solemnidad, pasea su figura fogueada en cien escaramuzas por las redacciones de los diarios, por las ollas populares (hacia donde su camioneta verde traslada todos los días Víveres regalados por los puesteros del Mercado de Abasto), por los Tribunales y los ingenios. Su jovialidad probada, su perenne entusiasmo, el desenfado con que soporta el calificativo de loco y su capacidad infinita para no dejar traslucir desesperanza, le han granjeado simpatías de propios y extraños. “De la reunión de Olivos, en 1947 —recuerda el guerrillero—, volví a Tucumán para fundar la Agrupación de Estudiantes Secundarios Juan D. Perón.” Otros puestos menores en el partido: secretario perenne de los interventores, redactor de Doctrina Peronista (un órgano de difusión política), el partigiano recuerda hoy los tiempos en que el diario “La Gaceta” no cerraba su edición “hasta que yo llevaba mis últimos partes”, pergeñados “fuera de mi horario de trabajo en la Caja Popular de Ahorros, una ocupación que obtuve por concurso”. “Más tarde estudié, sin concluir ninguna, las carreras de Derecho y Ciencias Económicas. El golpe de 1955 me anonadó —confiesa—, pero al día siguiente ya estaba en la calle para reclamar el retorno.” Desde entonces, no hubo días gloriosos para Andina; hasta 1962 cuando el partido Laborista arrasó en las elecciones y él resultó electo Diputado provincial; pero los comicios fueron anulados. Ahora, tras sus prisiones, vive el presente: organizar la Juventud Peronista (“sin ficheros, porque mi gente se interesa por los hechos reales”) y el acuerdo con entidades similares de otros sectores. “En todos los núcleos hay quienes piensan como nosotros”, opinó Andina: “Perón ya dio instrucciones precisas y tenemos las puertas abiertas para ellos”. Y si para los batalladores hay recompensas excepcionales, ninguna mejor que la recibida por Andina el 22 de enero: en una carta, la Puerta de Hierro lo invitó a sumarse al congreso juvenil partidario que deliberará (ver Nº 216) a fines de semana, en Montevideo. “El triunfo está cercano —lee y relee Andina, ante el corresponsal, los párrafos de Perón— y toca ahora a la Juventud, por transvasamiento generacional, tomar las riendas de nuestro movimiento.” ♦ Nº 217-21 de febrero de 1967 PRIMERA PLANA acerca de Lizárraga, ver https://www.primerafuente.com.ar/noticias/73004/murio-hugo-andina-lizarraga-historico-militante-peronista-luchas-gremiales |