Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Aníbal Troilo
anibal troiloEL tango está en crisis!... La frase resulta insólita, pero es común. Sin embargo, ahí está todavía —y ojalá por muchos años— Aníbal Troilo. Y también están sus tangos; y sigue en pie el universo temático que sobre su música concibieron Manzi y Discepolín, Cátulo y Contursi, y están García Jiménez, y Cadícamo, y Expósito ... ¿Qué pudo haber sucedido? ... Tal vez es que son más los falsos que los auténticos creadores, y que por desgracia el público suele seguir a aquéllos y no a éstos. "Cosas de la sensibilidad”, podría haber acotado algún viejo ciudadano de Corrientes y Esmeralda. De alguna manera Buenos Aires debe pagar su juventud y su constante ansiedad de ídolos. Y qué difícil resulta en ese medio ser figura popular conservándose dentro de moldes o delineamientos por todos respetados. Es decir, ser ídolo sobre la base única de valores propios e inalterables, sin el agregado de falsos arrebatos multitudinarios, sin la cursilería del vivir esperando un matrimonio o una maternidad, uniendo falsamente lo privado con la pública comunicación artística. Lo humano no reside en los accidentes fisiológicos, sino en la calidez de la conformación que hacen cuerpo y espíritu en su empeño por transmitir su contenido; en el arrebato lírico que pueden encerrar una diestra y una sonrisa entregadas de especial manera. Algo que recuerde la aureola santa y terrena de San Francisco caminante. .. ¿A cuántos sigue brindando felicidad la amplia sonrisa de Gardel?... Todo eso: arte, bondad, simpatía, ternura. .. conforman la arquitectura anímica del “gordo” Pichuco. Por los caminos de su modestia y bonhomía es posible desandar cualquier trayecto hasta su persona. Pichuco está ahí, en medio de la noche porteña, bañado de luna y tango, siendo un poco creador,, héroe y parte de su obra anegada de madreselvas y jazmines, de paredones y barrizales, de esquinas con boliches, de calles que trepan hasta el alba y se pierden en el misterio de adiós que siembra el tren. Todos los rumores de la ciudad llegan hasta el bandoneón de Pichuco para adquirir voz y canto; toda la congoja y la alegría, todo el amor y la esperanza, todo llanto, todo grito. En su fuelle se muele la queja y la soledad, la derrota y el empeño, el percal y la seda, la fuga y el abandono. Su pentagrama está lleno de citas y desencuentros, de caminatas y esperas, de luz y niebla. Cuando su bandoneón se estremece es como si la ciudad entera se desangrara en un lamento. Y a través de esa herida, la urbe narra su odisea sentimental, de mesa sin pareja, de banco sin novios, de plaza sin niños, de esquina sin esperas, de paredón sin amor... Puede ser Sur, Malena, Responso, Barrio de tango, En esta tarde gris, Discepolín, A Homero; suyos o no, los tangos adquieren en su melancólico fuelle una resonancia de crónica humana, de alegato civil, porque a través de sus notas pueden llorar su soledad la ciudad y el hombre y pueden adquirir voz las almas, llámense Carlos de la Púa o Celedonio Flores, Pascual Contursi, Discepolín u Homero. Con ellos y el bandoneón de Pichuco el tango jamás podrá hallarse en crisis, porque siendo de nuestro tiempo es historia y existirá siempre que el sufrir de alguien busque consuelo en su ilimitada dimensión emotiva.
JORGE MONTES
Revista Platea
12.05.1961

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