Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

panadería en bariloche
EVOCACIONES
El pan que llegó primero
ernesto schumacherRevolvió algunas viejas fotografías que parecían arrancadas del Far West. Luego emprendió una caminata por el pueblo, bastón en mano —una discreta elegancia, más que un auxilio para sus 87 años—, y volvió a renovar ese hábito casi cotidiano que le hace comprobar que aquel rancherío incipiente que conoció en 1907 ha crecido. Es que en San Carlos de Bariloche —ahora un emporio del turismo— Ernesto Schumacher constituye una especie de personaje-reliquia capaz de evocar la infancia del lugar que eligió para quedarse para siempre; allí se le reverencia como el primer panadero del lugar; acaba de cumplir 63 años junto “al lago que me amarró para siempre” y es uno de los cuatro sobrevivientes en la zona que pueden compilar el anecdotario de la primera década del siglo. “Entonces esto era apenas un aserradero”, y entre los dos únicos hoteles sumaban 10 catres por todo alojamiento.
“Eran el hotel Perito Moreno con 6 camas y el Cosmopolita con 4”, memoró la semana pasada ante Panorama. “Fue lo primero que conocí cuando llegué con un grupo de suizos (nació en Wintethur) que vinimos a poblar Brazo Machete. Yo había vivido dos años en Paraná, Entre Ríos, y la aventura de venir a un lugar así me entusiasmó. Llegamos en tren hasta lo que es hoy General Roca en el valle de Río Negro. Traíamos 3 esqueletos de carros que armamos al borde de la línea férrea. Los llevamos hasta el río y allí (sin puentes ni balsa) debimos desarmarlos nuevamente y pasarlos en bote. Ocupamos 29 días en llegar hasta aquí —algo que hoy toma apenas 10 horas en automóvil—, y luego de un buen descanso seguimos para Brazo Machete donde pusimos ganado.”

EL MANA COTIDIANO. Recuerda que aquello duró poco. Después de todo, su oficio de panadero podía servir en cualquier lado, y fue el aserradero de la compañía Chile-Argentina, asentado donde hoy resplandece el Centro Cívico, que lo conchabó hasta el año 1912. En el 13 se casó en Valdivia, Chile, con Irma Pongratz, una bella austríaca que le dio tres hijos y que perdió el mes pasado. En 1914 instaló la primera panadería, un Ideal que hoy perdura en la esquina de las calles Mitre y Emilio Frey. “En el año que me instalé (había estallado la Primera Guerra Mundial) pasó un grupo grande de alemanes provenientes del sur de Chile que viajaban hacia Buenos Aires. Se iban a embarcar para Europa y enrolarse en las filas. Compraron dos botes de base chata y bajaron por los rápidos del río Limay. Uno zozobró.”
Curiosamente —según sus precisiones—, fue un inglés de apellido Nichols, que administraba la estancia Traful, quien posibilitó a los alemanes seguir viaje. “Consiguió telegrafiar a Neuquén y de allí el gobernador Elordi mandó los dos primeros automóviles que hicieron la travesía.”
Cuando se le piden nombres de los personajes que conoció se le ilumina el rostro, entrecruza las manos y levanta la mirada como para rescatar cada imagen. Luego modula con su voz sonora cada nombre: Carlos Whiderhold, Primo Capraro, Francisco P. Moreno, Bailey Willis, Agustín P. Justo, Teodoro Roosevelt y Exequiel Ramos Mejía, entre muchos. “Whiderhold fue el primer poblador de Bariloche; tenía un bolichito aquí en la actual calle Quaglia; Capraro, el verdadero pionero y que levantó al pueblo. Cuando vino Justo era ministro de Guerra y nos invitó a tomar un vermouth. A Roosevelt le estreché la mano. Bailey Willis comandó la Comisión de Estudios Hidrológicos del Norte de la Patagonia, un relevamiento que impulsó Ramos Mexía, un gran ministro de Obras Públicas. Los estudios se hicieron en los años 13 y 14. Era un grupo de expertos norteamericanos que incluía al ingeniero Emilio Frey, el único argentino. Este asesor que había sido el principal asistente del Perito Moreno en la colocación de los hitos limítrofes se casó con mi hermana Rosa. Yo había traído a mi familia en el año 10”, se explayó, evocativo.

A BALAZO LIMPIO. De la comisión Willis, Schumacher recuerda con simpatía al ingeniero Pempertong, una especie de cowboy de puntería insuperable. “Lanzaba una botella al aire y luego de acertarle un tiro no dejaba caer el pedazo mayor: lo destrozaba de otro balazo.” Esas exhibiciones —también vio las de Martin Shefield, un legendario buscador de oro de armas llevar— como todos los hábitos de los primeros tiempos, le permiten recomponer un cálido retrato de la aldea. “Al primer asado que asistí un solo animal bastó para alimentar a todo el pueblo”, contabiliza.
Siente nostalgia —claro— por aquella época de tertulias prolongadas y modestos festejos. “En el carnaval del año 1925 Primo Capraro se disfrazó de Martín Fierro y festejó durante todo el corso a una atractiva paisana. Se llevó gran chasco porque la supuesta criolla resultó ser Andrés Festa, más tarde dueño del hotel Italia”, rescató. Los recuerdos de su propia trayectoria —en cambio— los desgrana discretamente, con humildad: es el único fundador de la escuela alemana que sobrevive, primer claustro surgido en 1908. El 30 de abril de 1915 fundó el Tiro Federal de la localidad y entre los años 1927-28 asesoró a Primo Capraro en la comisión de fomento. A principios de la década del 30 integró el cuerpo de vocales del municipio, tareas todas que no mellaron su actividad privada. Trabajó hasta hace apenas 4 años y todavía espera su jubilación. Ama a esta tierra: “No quiero ir a otra parte”.♦
F. N. J. (nota: probablemente, por sus iniciales, trátase de Francisco N. Juárez, prosecretario de la revista)
PANORAMA, NOVIEMBRE 24. 1970

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