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PERIODISMO DE HOY
¿Cerrarán “La Opinión”?
Cuando el diario “La Opinión” apareció en la palestra periodística provocó un verdadero acontecimiento. Además de su peculiar tratamiento de la noticia, ordenada y desmenuzada hasta la última consecuencia, había otro factor que contribuía y sigue contribuyendo al interés general. El matutino está ubicado a la izquierda ideológica del resto de los diarios del país (identificados en distintas gradaciones con el liberalismo pero esa circunstancia no redunda en perjuicio de la objetividad de su información). Alguien conjeturó que así podría ser el diario del año 2000. EXTRA hizo dos preguntas: ¿Usted considera que “La Opinión” es el “boom” periodístico 1971?, y ¿Por qué? Hubo muchas respuestas a estas preguntas, pero no las logramos de hombres que ahora actúan en el poder. Tampoco tuvo satisfacción otro interrogante que se formula al hombre de la calle: ¿Pasará mucho tiempo antes de que “La Opinión” sea sancionada o clausurada? Jacobo Timerman, que capitanea el eficaz equipo periodístico que hace el diario, tampoco se quiso prestar al reportaje. A continuación van las opiniones que conseguimos.

ANTONIO F. SALONIA
Para mí, sí. La concepción total del diario es, para determinados sectores sociales —clase dirigente, intelectuales y profesionales, grupos universitarios politizados, artistas de avanzada, ejecutivos jóvenes, empresariado moderno, gremialistas y políticos, etc.— atrayente, lúcida y original. Detrás de “La Opinión” se advierte un grupo de periodistas de primer nivel, capaces de elaborar las noticias y expresarlas con la información, los datos complementarios y el análisis básico necesarios para la comprensión de los hechos y, por esta vía, para la interpretación del proceso —o de los procesos— político, económico, social, etc., de la actualidad. Para mí, ése es un valor de “La Opinión”.
Yo lo veo como un diario distinto, inteligente y orientador. No tiene parangones dentro del periodismo nacional, y aunque en las formas refleje fielmente a “Le Monde”, en su contenido y dinamismo expresa el talento particular, de excepción, de nuestros profesionales. Es un nuevo escalón de la prensa argentina. Tiene una densidad, por ejemplo, que yo calificaría de inusitada, propia de una revista de opinión... Yo creo que para Timerman o para cualquiera que encarase una empresa de este tipo el riesgo era muy grande; sin embargo, se arremetió contra todos los escepticismos y se tuvo éxito. La calidad del producto se corresponde con los requerimientos y las expectativas de un sector culto de la comunidad.
Además, es una voz valiente. Importa mucho que en etapas de contradicciones y frustración, de incidencia de los intereses creados para impedir el cambio de estructuras, de retórica vacua y desencantos constantes, de conductores melancólicos, sin imaginación ni audacia revolucionaria, el periodismo asuma los problemas del país sin miedo, con honesta voluntad de esclarecer y con aporte de ideas y de información veraz necesarios para que el pueblo sepa cómo decidir su propio destino. “La Opinión” sirve a ese propósito, aun cuando no se compartan todos sus artículos o se disienta con alguno de sus colaboradores. Por eso tiene cada día más lectores y cumple una lúcida función de civismo constructivo, en una dimensión ágil y siempre novedosa de la problemática cultural, social y humana de la actualidad

ARTURO JAURETCHE
Recuerdo que cuando empezó el aluvión turístico hacia España, la propaganda se apoyó en la frase “España es distinta”.
Viene a cuento cuando me preguntan por el éxito de “La Opinión”. Este diario es distinto, diría yo. Se puede leer en diez minutos —para estar informado en general sobre los aspectos más importantes de la actualidad— pero se queda en la mesa de noche una revista esperando la vuelta a casa para darle dos horas de lectura sobre lo que el lector se informó mientras tomaba el café con leche. Con esto no digo ninguna novedad; sólo que presumo que “La Opinión” le va a hacer más agujeros a las revistas políticas que a los diarios, cosa en la que también juega el precio... No, a EXTRA no, porque es mensual y también es distinta o tal vez especial.
Pero no es sólo eso. “La Opinión” me ha hecho acordar de “Crítica”, no por su estilo, porque “La Opinión” parece más medido que el diario de Botana, menos barullento. El parecido consiste en otra cosa, en que tal vez lo supere: la sensación de individualidad que da al periodista que escribe, con su estilo, con toda su personalidad. y no como una pieza mecánica que lo borra como hombre. Es decir, que la dirección, en lugar de pasar al periodista por una máquina de picar carne, le da más bien una plataforma para que, desde ella —y en el tema de que se trate —proyecte su personalidad, así sea en una simple información. Así, el diario parece el producto de una colaboración espontánea en que juega la libertad del que escribe y no la presión patronal. Como he publicado algunas cosas allí, debo aclarar que esto debería ser connatural cuando se trata del artículo firmado,
pero en la práctica de nuestro periodismo no es así: el que firma da su opinión, pero ésta sólo se publica si coincide con la opinión de diario. Este nuevo periódico es también distinto en eso, y sólo me falta ver qué ocurrirá cuando el artículo que yo escriba no le guste al director y me lo publique. ¿O no? No estoy en condiciones de asegurar que esto será así, pero si de creer que es posible... Generalmente la libertad de prensa sólo es la del director, y eso siempre que no contraríe la de los avisadores o de la empresa... Además, el plomo de “La Opinión” parece quedarse en la imprenta. Está libre de esos pesados artículos, que no debieran publicarse en ningún diario, en defensa de la alegría pública... “La Opinión” es un diario alegre. No sé si me entiende, pero le voy a dar ejemplos. “Clarín” es alegre, como “La Prensa” es triste y “La Nación” es un término medio, porque se desliza frecuentemente de la solemnidad tradicional a una moderna amenidad. Como se ve, no me refiero a las opiniones de los diarios sino a las impresiones que causan al lector, y en este caso, el lector soy yo. Tal vez usted, que es mi lector, lo vea de otra manera. “La libertad es libre”, como dicen los muchachos...

DANIEL MALLO
Lo es. Y lo es porque se trata de un diario con opiniones, se esté de acuerdo con ellas o no. Pero que busca reflejar opiniones y no meras informaciones. .. Está dedicado a un lector de medio para arriba, un público especifico.
Además trabaja con una amplitud en la polémica que es muy elogiable. A mí me pasó que, estando en Europa, “La Opinión” publicó una información sobre mi película “Ni vencedores ni vencidos”, donde se involucraba, erróneamente, a Ernesto Sábato y a mí mismo.... Era una distorsión típica del oficio, del riesgo periodístico ... Sin embargo, ese diario publicó, inmediatamente, una larga carta de Sábato desmintiendo la información y, aun luego de haberlo hecho, también publicó otra carta, esta vez mía, refirmando lo de Sábato, que desmentía de nuevo la información que había originalmente publicado “La Opinión”. Para mí, eso es muy valioso. No, no conocía a Timerman con anterioridad a esto que le cuento, salvo un par de encuentros ocasionales.

ROBERTO ROTH
Mi contestación es interesada, ya que de tanto en tanto escribo en “La Opinión”. El término “periodístico” abarca desgraciadamente realidades de tirada y contables... El éxito se mide entre estos parámetros. “La Opinión” ha sido privada de publicidad oficial y pesa sobre ella el interdicto de empresas importantes. Si sobrevive, será el éxito del año.
“La Opinión” llena un vacío. Dicho mejor, aplaca la sed de información de sus lectores, que los diarios tradicionales, enredados en un sistema de autocensura, no satisfacen. Ni “La Prensa” ni “La Nación”, por ejemplo, publicarían la conferencia enmarañada de Sánchez de Bustamante; ni un extracto del Informe Sueta, que resulta esencial para estar informado en materia de carnes. Su actitud como diarios independientes ya no es la del “New York Times” o el “Washington Post” que publicaron, contra viento y marea, los documentos sobre Vietnam.
La parte formativa del diario está actualizada, aunque sus lectores no compartan las conclusiones. Discrepo con Genaro Carrió en que el problema fundamental de la justicia radica en los sueldos y pienso que algunas cosas han quedado en el tintero al hablar de Córdoba. Pero Córdoba y la justicia son temas tratados como tales. No son subtítulos “Disturbios en Córdoba” y “Desórdenes en Tribunales”.
Lo esencial en “La Opinión” es la falta de empaque. La irreverencia amena de Vera Villalobos, Verbitzky y Terragno iluminan facetas nuevas de problemas viejos. Timerman, una vez más, ha dado una fórmula que, día a día, irá perfeccionando.

SERGIO VILLARRUEL
Sí. Porque llena un vacío: la interpretación de la noticia. A veces puede coincidirse o no con sus enfoques de la realidad mundial o nacional, pero lo cierto es que, para los que estamos en esta profesión, se ha transformado en algo indispensable.

ANTONIO F. CAFFIERO
Bueno, “éxito” proviene de la voz latina exire, salir, y significa fin o terminación de un negocio o actividad. A mes y medio de su aparición, no ha transcurrido todavía el tiempo necesario para emitir con prudencia un juicio en ese sentido. Como sinónimo y afín vale también por triunfo, victoria, lauro, fama. Tampoco es oportuno expedirse sobre ello por la misma causa anterior. “La Opinión” no es, por otra parte, “boom” ni “best-seller” pues su lectura no tiene carácter masivo.
Parejamente, no sería exacto afirmar que es un diario de “opinión” pues generalmente carece de editoriales y la mayor parte de las notas de redacción no emiten juicios de valor. Hay, sin embargo, excepciones. Los trabajos que opinan están representados por colaboraciones firmadas por personalidades que no pertenecen al “staff” del diario. Entiéndame bien que no quiero decir que carezca de opinión. Pienso que la tiene, pero ella no está expresada editorialmente de forma que trascienda con claridad al lector común. Por su parte, el lector avisado encuentra el juicio correspondiente por debajo de una aparente neutralidad.
Considero que el aporte importante y novedoso que realiza “La Opinión” al periodismo diario es que contiene más cantidad de “datos”. Esto se aprecia particularmente en materia de política internacional. Además, merece ser elogiada la publicación del texto completo de documentos hasta ahora invariablemente retaceados a la opinión pública, que comienzan así a trascender a todos los argentinos preocupados por el destino de nuestro país.

LUIS CESAR PERLINGER
Esta respuesta vino acompañada no sólo de una foto sino también de un documento. Es el pronunciamiento escrito de puño y letra del entrevistado. Cuando EXTRA llegó a su casa para el reportaje, Perlinger, que es un coronel en retiro efectivo, ya había marchado bajo arresto; una reclusión motivada por un artículo-respuesta de él a la conocidísima conferencia del general Sánchez de Bustamante. Notablemente, y como testimonio de una época argentina, esta controversia, cuya gravedad determinó el arresto de uno de sus protagonistas, encontró cabida, ambas partes por igual, en las páginas de “La Opinión”. De la importancia que Perlinger atribuyó a esta encuesta de EXTRA habla el hecho de que, previendo su forzada ausencia, quiso estar presente así, de puño y letra. Es, también, un estilo.
«“La Opinión”, de continuar así, elevará el prestigio periodístico de esta década.
«Los diarios clásicos nos entregan noticias. La noticia es la divulgación de un suceso.
«“La Opinión” nos proporciona información. La información es la noticia analizada y procesada. El sistema se basa en la calidad de la redacción.
«Otra característica de “La Opinión” es su valentía. Como prueba, el Gobierno le retiró ilegalmente la publicidad oficial, inclusive la ya contratada. A pesar de esto “La Opinión” continúa enfrentando a este régimen arbitrario e inescrupuloso.
«Personalmente felicito a esta voz, por argentina, por clara y por valiente.»

MIGUEL GAZZERA
—No podría asegurar que “La Opinión” constituye un “boom”, un éxito, porque, aun cuando lo fuera periodísticamente, también debe serlo comercialmente, y sobre este particular carezco de referencias.
EXTRA: ¿Y desde el punto de vista periodístico?
—En ese campo “La Opinión” ha inaugurado una nueva forma informativa por la eficiente selección de las noticias, por su acertado ordenamiento en la publicación y por la manera de dar sus opiniones, que aparecen como estableciendo una actitud periodística sin compromiso con el poder político vigente. Sobre todo, los juicios políticos y los en materia económica son bastantes claros, por ejemplo los publicados en la edición del 29 de junio, donde se pone en descubierto el sofisma de los “milagros” alemán y brasileño, cuyas recetas nos ofrecieron, respectivamente, Erhard y Oliveira Campos.
EXTRA: ¿Usted se refiere a la columna que lleva la firma de Rodolfo Terragno... ?
—En efecto. Ese artículo debe haberle puesto los pelos de punta a los liberales de aquí y de otros lados. Sin embargo, esta actitud parece contradictoria si se tiene en cuenta que la libertad de prensa depende del poder económico de la empresa periodística, de sus avisadores o del poder político... Ese poder financiero no parece surgir de las personas periodísticamente responsables de “La Opinión”, y menos aún de su escasos avisadores, como para suponer que el diario puede sostenerse por allí... No voy a cometer la torpeza de preguntar quién financia a “La Opinión”. Mientras siga en la línea en que se ha iniciado, le deseo buena suerte... y que le dure la posición independiente...

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Uno de los mejores
Este que firma Enrique Vera Villalobos es uno de los mejores artículos publicados por “La Opinión” durante su corta trayectoria. Creemos oportuno reproducirlo íntegramente.

La voluntad del cambio
¿Quién manda en la Argentina?
Escribe Enrique Vera Villalobos
El poderoso señor que manda hoy en la Argentina es don Miedo. Pálido y torvo, su mirada congela los corazones y contrae las tripas de los argentinos.
Este déspota que nos hemos echado encima todos, incluso los sucesivos generales que han creído que mandaban, no es el terror elemental que inspira una tiranía represiva sino el miedo profundo a crecer, el vértigo de la libertad, el pánico ante la responsabilidad de ser Nación.
Sólo así puede explicarse, por ejemplo, que tantos radicales sigan fijados a la inverosímil figura paterna del doctor Balbín, o que el peronismo se niegue a darse dirigentes de recambio y a elaborar una estrategia y una doctrina que trasciendan de la adhesión oral a la persona del general Perón. En uno y otro caso, negativa cerrada a aceptar el paso del tiempo y la inevitable maduración del país.
Ni siquiera el tenaz “establishment” económico tradicional, que sigue sacando todo el partido posible de una estructura moribunda pero todavía jugosa, ha conseguido producir algo más seductor que el retorno a Neanderthal propiciado por el “Economic Survey” y sus congéneres.
El empresariado propiamente nacional ha demostrado mayor iniciativa e inquietud a través de sus constantes declaraciones, congresos, entrevistas, comidas y demás medios de presión, pero no ha acreditado aún aptitud como para encabezar un proceso de cambio. Basta para demostrarlo la entusiasta adhesión de algunos órganos de la C.G.E. al execrable proyecto de ley de promoción industrial engendrado por los camelócratas del Ministerio de Industria, o su ingenua confianza en las virtudes del Consejo Económico y Social, o, sobre todo, la inexistencia de planes empresarios para hacer viable la participación popular en la propiedad efectiva de las empresas. También aquí señorea el miedo a los cambios
La Iglesia se debate entre los extremos de una jerarquía con predominio gatopardista (ni siquiera claramente preconciliar) y el creciente movimiento de los curas del Tercer Mundo. De aquélla nada puede esperarse y de los tercer-mundistas poco por ahora, dada su evidente Inmadurez y una acentuada tendencia narcisista.
Tampoco los sindicatos han conseguido estructurarse en tomo de una estrategia viable ni de una élite ideológica apta para el ejercicio del poder. Y cuando el señor Rucci identifica C.G.T. y peronismo no hace más que sumar, en ese plano, un hueco a un agujero. También aquí se teme conocer e interpretar las angustias, rencores y esperanzas de las tan zarandeadas bases, y poner en peligro la estabilidad de las burocracias gremiales.
En estas condiciones de vacío político, aquí o en Cochinchina, parece inevitable la ocupación del poder por las fuerzas armadas. única estructura dotada de medios humanos, económicos y físicos jerárquicamente organizados como para vertebrar un plan de acción coherente.
No faltan quienes creen que ello ha ocurrido ya, y que la Argentina vive por lo menos desde 1955 bajo un régimen militar, parcialmente suspendido durante las experiencias Frondizi e Illía.
En todo caso la Revolución Argentina se presentó como un operativo puramente militar. Y sin embargo no es así: las fuerzas armadas sólo han conseguido hasta ahora dar la cara (a través de los rostros no excesivamente seductores de los generales Onganía, Levingston y Lanusse), pero de hecho han delegado la conducción económica y social en sucesivos equipos “técnicos” de los une sólo puede decirse aquello de “plus ça change plus c’est la méme chose”.
Ello explica la unidad sustancial de doctrina (por encima de contradicciones superficiales) entre los sucesivos ministros de Economía revolucionarios.
¿Puede ser casual esta coherencia real, disimulada por la diversidad aparente? ¿Puede ser accidental la coincidencia de fondo entre Salimei, Krieger Vasena, Ferrer, Dagnino Pastore, Moyano Llerena, Grüneisen? ¿Será que la Argentina es víctima de una secular maldición gitana que la condena al estancamiento? ¿Es que no hay en las fuerzas armadas, en las fuerzas obreras, en las fuerzas empresarias, en las fuerzas políticas. entre los profesionales, técnicos, funcionarios, artistas, sacerdotes, amas
de casa jubilados y estudiantes, suficiente lucidez y suficiente energía como para revertir la involución argentina? ¿No somos capaces de romper los miedos argentinos: el miedo al desarrollo, el miedo a la grandeza, el miedo a la libertad, y el miedo de hablar claro? Las fuerzas armadas son sólo una parte de la respuesta, pero han asumido la función de hacer punta en el proceso. Lo han hecho mal, porque salieron a la calle bajo el signo negativo de los miedos; del miedo al pueblo, del miedo al comunismo, de miedo al peronismo, del miedo a los hippies, y entonces han ocupado las formas de poder sin Idea de lo que tenían que hacer. El resultado ha sido la entrega de la conducción económica a los agentes del “establishment” tradicional y la agravación de todos los males que se pretendía corregir, sumados a ciertos tics propios de la peor tradición militar: autoritarismo. censura cultural, estrechez mental, formalismo y, sobre todo, creencia en la eficacia operativa de las copiosas proclamas. actas, leyes, decretos, organigramas, planes, reglamentos, resoluciones, circulares v ordenanzas con que sus escribas han inundado el país.
La experiencia ha sido penosa y cara, pero si los militares se atreven a asumirla críticamente ella puede ser el punto de partida de una instancia revolucionarla, de verdadero Acuerdo Nacional que el país está esperando y que el señor don Miedo no nos deja celebrar.

Revista Extra
agosto 1971
 

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