Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado
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DOCUMENTOS Lo que va de ayer a hoy Al cumplirse el cuarto de siglo del 17 de octubre, el interés sobre la historia del peronismo apela al testimonio vital del cine y el disco. En su índole material, ambos medios son vulnerables, por los problemas de conservación que plantean, y porque el poder de convicción que encierran invita a destruirlos con la misma pertinacia con que se produjeron y usaron. Después de la revolución de 1955 algunos empleados del Archivo Gráfico de la Nación lograron convencer a flamantes funcionarlos de que cierto material fílmico del período 1945-55 no debía ser sacrificado. Con los discos, la suerte fue distinta. Una licitación oficial puso en venta 38 toneladas de pasta, correspondiente a inmensa cantidad de discos en 78 rpm con discursos, marchitas, consignas y otros manes del peronismo. Odeón ganó la licitación y la entrega se hizo con riguroso control castrense, a fin de que el material se triturara para su uso bruto y ninguna pieza pudiera resucitar como propaganda del régimen depuesto. Prudencial cantidad de libros y publicaciones varias se salvaron, en bibliotecas y archivos, de la destrucción. Veinticinco años después, el fluir político, un creciente revisionismo y la inevitable especulación comercial, desempolvan ocultas filmotecas, libran a la circulación fotografías escondidas, reconstruyen la discografía que se supuso perdida. LAS VISTAS POLEMICAS. En el más alto nivel gubernamental ha de resolverse si el largometraje ¿Ni vencedores ni vencidos?, de Daniel Mallo, puede exhibirse en salas comerciales; nadie duda de que se verá en el extranjero. Bajo una proposición liberal de fraternidad argentina, este film bosqueja la historia nacional de 1890 a 1955. Mallo estimó que la afirmación conciliadora del general Lonardi debía convertirse en pregunta, a partir de la premisa de que siempre una mitad de los argentinos está contra la otra, y eso entorpece un derrotero común. El decenio que arranca del 45 es materia fundamental de ese montaje de imágenes, y un racconto sobre Eva su mayor cima emotiva. Para algunos, el proclamado reencuentro podría rebasar la objetividad que el film pretendió, duda sobre la que no será fácil pronunciarse para el oficialismo y sus asesores tácticos o de Inteligencia. En cambio, a otros documentos fílmicos está reservada directamente la clandestinidad. La más reciente es la anónima 'Tiempo de violencia', treinta minutos que visualizan el cordobazo y no evitan alusiones al peronismo militante de hoy. La más notoria —internacionalmente notoria— es La hora de los hornos, de Fernando Solanas, que desde el Festival de Pesaro (1968) en adelante, acaparó premios y apasionó a mucha crítica europea y latinoamericana. Se exhibe en el Uruguay convulsionado por la intermitente rebelión tupamara, pero aquí se la prohibió con el argumento de que tergiversa los tradicionales módulos históricos. En 4 horas 20 minutos de proyección, aglutina tres capítulos sobre “Neocolonialismo y violencia” (dedicado al Che Guevara), “Acto y liberación” (dedicado al proletariado peronista) y “Acto para la liberación” (dedicado al hombre nuevo de la guerra de liberación). Solanas y su guionista, Osvaldo Getino, proponen una perspectiva marxista del peronismo (sin dejar de aludir a sus errores) y lo entroncan en la izquierda nacional y continental. Según el director italiano Marco Bellocchio, “no es un film, es un fusil”. Según algunos críticos argentinos, resulta el mejor producto de un cine amenazado de extinción, tal vez redimible por el alzamiento contra sus condicionantes industriales y conceptuales. Frente a esos contundentes documentos cinematográficos del peronismo en perspectiva, con menos anécdota que preocupación analítica, todo lo demás resulta menesteroso, sin que por ello deba descartarse. NOVELERIAS E IMPOSIBILIDADES. Después del silencio (film de Lucas Demare, 1956) novelizó, sobre libro de Sixto Pondal Ríos, las represiones policiales ejercidas por el peronismo, inspirándose vagamente en los casos del estudiante Bravo, el obrero Godoy y el médico Caride, perseguidos o torturados, episodios tristísimos que en la reconstrucción resultaron dramáticamente débiles. Tres lustros después, la película dibuja un testimonio del clima inmediato a la caída del peronismo más que del propio peronismo en sus aspectos punibles. Más torpe aún fue Los torturados (Alberto Du Bois, 1956), referida también a desmanes policiales (los casos Zemborain, Blanco, Reyes y Bravo) y con personajes reales (Caride Zavala Ortiz) interpretados por actores, Tuvo efímera notoriedad por el secuestro policial que la barrió enseguida del estreno. Otras alusiones pudieron ser y no fueron: la prudencia aconsejó que en Fin de fiesta (Torre Nilsson, 1960) no se filmara el final —17 de octubre del 45— previsto por la novelista Beatriz Guido. De ahí que en Los jóvenes viejos (Rodolfo Kuhn, 1962) sonó a audacia que un joven nombrara a Perón para explicar frustraciones generacionales. Censura o autocensura consumaron otras operaciones, verbigracia: en el film alemán Los dictadores (Félix Podmaniczky, 1960) se cortó larga secuencia sobre Perón y, sin evitar su figura, se la remitió a un inventario general de mandones. Una deliciosa nómina sería la de los cortos y largos que nunca pudieron filmarse en virtud de implicancias peronistas muy variadas, de pro y de contra. La filmografía del peronismo abarca, claro, su propaganda, con cuota semanal de noticieros, multitud de cortos (muchos de los cuales fueron obliga dos a filmar casi todos los directores en actividad), el sepelio de Evita, mejor filmado en blanco y negro por argentinos que en tecnicolor por cuatro camarógrafos norteamericanos de la Fox (Y la Argentina detuvo su corazón, 1952 20 minutos) y la recapituladora Eva Perón Inmortal (1952, 35 minutos), atribuida a Luis César Amadori y Adolfo Rossi. En el campo argumental, no faltó el engendro decididamente político (El baldío, 1952, sobre libro de Raú Mendé) e impostaciones propagandísticas forzadas (a Suburbio, 1951, y Deshonra, 1952). A 'Pobres habrá siempre' la sorprendió la revolución del 55 y hubo que practicarle nueva compaginación para expurgarla de peronismo. A películas socialmente comprometidas (como Las aguas bajan turbias, de Hugo del Carril, y Barrio gris, de Soffici) se les exigió una leyenda previa que las enmarcaba en el pasado. LA PUA Y EL SURCO. Los muchachos peronistas, en la voz de Hugo del Carril, y Evita capitana, por Juanita Larrauri, originalmente registros de RCA Víctor, pasaron del recuerdo a la actualidad. Otras complacidas o indignadas nostalgias pueden evocar a Chola Luna en La Morocha, con los versos alterados (“Soy la descamisada argentina..."), a Fanny Navarro en inflamado recital, o las voces del líder o de la jefa espiritual en discos ocasionales o exprofesos, minuciosamente clasificados, que en aquellos tiempos se vendían a raudales en un local que la revista Mundo Peronista había instalado en Reconquista y Córdoba. Inclusive, había álbumes dedicados a temas y hechos (plan quinquenal, 17 de octubre, 1º de mayo, ancianidad, niñez, etcétera). Tras prohibiciones y temores, en 1970 las disquerías venden libremente dos longplays (Reportaje a la Argentina 1943-55 y La caída Perón) y cinco dobles (dos de Eva, tres de Juan Domingo) con las voces largamente no escuchadas o reservadas, cuanto más al tráfico clandestino. Alfredo Dupuy, el editor de esas entregas se apresta a lanzar Perón en el exilio, que ¡lustrará las posiciones del ex en su destierro de quince años. De viva voz, desde luego. Pero la marcha El regreso será la nueva euforia canora con que el peronismo espera reavivar pasados fastos, en el inminente “Día de la lealtad". Saldrá a la venta en un disco doble (en la faz contraria, el último discurso de Evita y la alocución de Perón sobre los derechos del trabajador, en 1947), cuya tirada inicial no bajaría de 10.000 unidades y podría llegar a 30.000. Según consta en el primer acetato llegado al país, está interpretada por solista y coro: la voz del solista es inidentificable; “Juan Pueblo", el único autor citado. Informantes madrileños giraban el nombre de José López Rega (secretario de Perón) como responsable poético de la pieza. Otros encontraron más atinado imaginar la intervención del veterano compositor y libretista Rodolfo Sciammarella, casualmente en la capital española desde hace varios meses y, cómo es notorio, famoso autor de tangos y anónimo hacedor de marchitas políticas en varios países, épocas y regímenes. “Sin el swing entrador de Los muchachos peronistas, la nueva marcha retoma envejecidos y baratos ritmos del 40", aventura un nuevaolero peronista, hijo de un justicialista de la primera hora. Y adelanta que en los versos no falta el lamento tanguero (“Desde que vos te fuiste, / tu pueblo Vive triste, / sin fe y sin ilusión"), la exigencia (“La patria te reclama”), la admonición (“Solamente el regreso de Perón, / hará que retomemos el camino, aquel camino de recuperación"), el optimismo (“Volveremos a tener nuevas conquistas / y otra vez volverá a brillar el sol") y el mensaje conciliador (“Volveremos sin ansias revanchistas, / para unirnos sin odio ni rencor”). A la historia clasificada se agrega, con los advenedizos sones de El regreso, una probabilidad también histórica. J. M. C. Revista Panorama 13.10.1970 |