Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado
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FIAT: Con toda la voz que tengo La inversión de 97,5 millones de dólares programada por Fiat Concord y aprobada por el Gobierno puede ser el punto de partida para un nuevo salto del gigante italiano instalado en la Argentina., La curva que registra el rubro trepará por una empinada pendiente: en los últimos catorce años la empresa invirtió un total de 110 millones de dólares, en los próximos tres la cifra será casi duplicada. El paso puede contribuir también a caldear el clima de competencia en la industria automotriz, que ya precipitó la eliminación de varias de las fábricas establecidas hace diez años, al amparo del régimen de promoción. El Operativo Fiat 69 es complejo y abarca varios tramos; el objetivo sin embargo estaría bien definido: ser líder en la fabricación de automóviles, con una ventaja apreciable sobre su perseguidor inmediato y con un sustancial aumento sobre las actuales cifras de producción. Durante 1968 Fiat produjo 41.280 unidades, con una capacidad fabril normal de 50.000 unidades, que puede ampliarse hasta un máximo de 55.000. Cuando las inversiones comiencen a rendir sus frutos podrá llegar cómodamente a los 80.000 vehículos, es decir un aumento de casi el 60 por ciento. La estrategia desplegada por sus directivos consistió en atacar simultáneamente todos los frentes, en algunos casos, con indudable audacia. En primer término gestionaron ante las autoridades luz verde para la nueva inversión; para eso, con el consentimiento de la casa matriz de Italia, se comprometieron a reducir los costos del automóvil en relación con los valores que exhiben las plantas de Turin. Si a estas últimas se les asigna un nivel de costos igual a 100, el Fíat argentino asciende ahora hasta los 230 puntos; el acuerdo implica que en un plazo de cinco años el valor de venta en la fábrica —sin computar los gastos de comercialización— será reducido en la Argentina a un nivel de 150, es decir sólo un cincuenta por ciento superior al de sus iguales italianos. El argumento convenció a los funcionarios de la Secretaría de Industria, que en esos momentos gestionaban con la actividad privada un pacto para neutralizar aumentos de precios como consecuencia de las mejoras salariales otorgadas para 1969. El decreto 8819, que formaliza la aceptación de la propuesta de Fiat, señala que a su vez el Gobierno ofrecerá un marco adecuado de premisas generales básicas en el próximo quinquenio; un rosario de condiciones entre las que figuran: aumento del producto bruto interno, adecuada distribución de los ingresos y estabilidad monetaria; asimismo, fija premisas específicas para la industria automotriz que se refieren a la posibilidad de alcanzar volúmenes mínimos de producción, óptimos para tender a una economía de escala. En realidad, el decreto fija una política: no serán autorizadas nuevas inversiones si las empresas interesadas no recorren el camino transitado por Fíat respecto a la comparación de costos con la casa matriz. También se cierran las puertas a cualquier intento de establecer nuevas plantas, fuera del grupo ya existente. Otro punto establece que Fiat deberá mantener su actual proporción de compras a la industria subsidiaria, lo que parece indicar que en el futuro se rechazarán los proyectos de fábricas terminales, tendientes a la integración vertical del total de la producción. Sobre estas bases Fiat se lanzó a la lucha. En primer término firmó una carta de intención con Industria Automotriz Santa Fe (productora del coche DKW) para adquirir su planta fabril de Sauce Viejo. El momento resultó propicio ya que la empresa estaba casi paralizada, a tal punto que la producción, que había llegado a 6.500 unidades por año, bajó en 1968 a sólo 1.093 vehículos. La bocanada de oxígeno que esperaba de la casa matriz no llegó y la oferta de Fiat se produjo en el momento más crítico; en principio se aceptó la propuesta, aun cuando faltan pulir detalles, determinar con exactitud el activo y pasivo de la firma, los stocks de partes y el uso de la licencia para continuar eventualmente fabricando el Auto Unión hasta agotar las existencias. El trámite recién estaría concluido a fines de marzo. La planta de DKW es una pieza importante en el plan Fiat: gradualmente trasladará allí su fábrica de tractores. El nuevo emplazamiento es más conveniente —según explican los técnicos— ya que haciendo centro en Santa Fe se abarca una mayor zona rural de la Pampa Húmeda. Fundamentalmente, este desplazamiento obedece a la necesidad de conseguir un mayor espacio para dos nuevas actividades de Fiat: fabricar, en 1969, 550 chasis para camiones pesados (las primeras unidades serán entregadas en marzo) y en 1970 lanzarse a la producción de ómnibus de larga distancia. La incorporación de estas líneas permitirá aprovechar cierta capacidad ociosa; se utilizarán motores Diesel Fiat y el carrozado será efectuado por el persona] que trabaja en tareas similares en la sección de coches ferroviarios. Además, Fiat agregará a su actual línea un modelo de gran éxito en Europa, el Fiat 125, que aparecería recién a fines del primer semestre. Su motor será el del 1500 modificado, y en 1970 se lanzaría el 124, un modelo intermedio que facilitará el recambio a los actuales poseedores del 600. Con este movimiento de pinzas, el traslado de la fábrica de tractores a Santa Fe y la ampliación de las instalaciones en Córdoba para producir automóviles, camiones y ómnibus, los técnicos de la firma estiman que estarán en inmejorables condiciones para competir económicamente. Precisamente la separación de la fábrica de tractores de la de automóviles sirve para solucionar ciertos problemas técnicos que gravitan sobre los costos y que impiden calcular éstos exactamente, ya que hay equipos que trabajan simultáneamente para las dos líneas. Durante el corriente año las inversiones ascenderán a 38 millones de dólares mientras que en 1970 y 1971 serán de 37 y 22 millones, respectivamente. La mayor parte de estos fondos está destinada a la planta de Ferreyra, en Córdoba; el personal, que ahora asciende a 10.280 operarios, llegará a 14.000 en 1971. Los directivos de la industria automotriz piensan que aún son muchas las siete fábricas que hay en el país (Chrysler, Fiat, Ford, General Motors, IKA-Renault, Citroën y Peugeot). La fusión de empresas o la compra de unas por otras parece ser una ley económica que tiende a la concentración de los capitales. En el caso de Fiat de Italia, el haber intervenido en Citroën, a despecho de la. oposición de Charles De Gaulle, responde a la convicción de Giovanni Agnelli (presidente de Fiat) de que en Europa, dentro de poco, entre fusiones o quiebras de sociedades, sólo quedarán tres compañías gigantes, para repartirse el mercado. En los Estados Unidos también existen tres grandes empresas. “Si esto sucede en esos países —reflexionan los dirigentes— que cuentan con un mercado mucho más amplio, con más razón se debe producir en la Argentina.” Por lo pronto, las fábricas preparan las armas para luchar por su subsistencia. ♦ PRIMERA PLANA 4 de febrero de 1969 |
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