Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado
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| MAGOS Fu o la magia del buen vivir David Bamberg, un inglés de ascendencia holandesa, nacido en Derby hace 67 años, sonríe y sin esfuerzo es Fu Manchú, el legendario. Coincidiendo con una fugaz, inesperada reaparición en el music-hall La Trampa del Diablo, celebró hace poco sus 60 años de magia. Pero, traviesamente, confiesa que "la verdad son 62”. Apenas tenía 5 cuando su padre, Okito —"mago inventor”, subraya—, lo hizo debutar en un espectáculo para la gente del ramo, con un número donde escamoteaba un pañuelo. Aquello tuvo algo de confabulación, al punto de que el mítico Harry Houdini, "un superdotado, más showman que mago”, se ofreció al niño como ayudante. Desde aquel inicio hasta el retiro, hace un lustro, la carrera de Fu Manchú fue un suave deslizarse "por todo el mundo menos Australia”. Estuvo en Tierra del Fuego como en París o en la URSS, en tiempos de Stalin, mucho después de haber conocido la Rusia de los zares. Ladero de su progenitor, continuó una estirpe que con él llegó al tope de 6 generaciones dedicadas a la magia. Vino por primera vez a Buenos Aires en 1926, escudado en el seudónimo de Syco. En 1929, actuando en el demolido teatro San Martín de la calle Esmeralda, se trocó en Fu Manchú. EL SENTIMIENTO DE AMISTAD. Aunque Fu —familiar diminutivo— se precia de su actualización, no descarta los recuerdos. Fue atracción de todos los teatros porteños, exceptuando el Colón y el Cervantes, e incluyendo los de barrio, otrora importantes. De medio siglo acá conoció internacionalmente a todo el mundo del espectáculo. Evoca con especial calor a Ernesto Vilches, "aquel gran español que fui a saludar cuando representaba Wu-Li-Chang, y me dio amistad para siempre”; Alicia Markova, "niñita con piernas de pajarito, que reencontré en México como eximia bailarina”, y "Orson Welles, un genio siempre ocupado, con quien filmé breves películas de magia y con quien nos escribimos una o dos veces por año”. Jubilado aquí, casado por quinta vez con una argentina, después de anteriores matrimonios con mujeres de nacionalidades varias, gusta ahora enfatizar "el sentimiento de amistad que engrandece a los de este país”. Ejerce reciprocidades al frente de un negocio que cerca del Congreso le da ganancias pero también el pretexto para dirigir una Sociedad Argentina de Magos y ser "uno más”, aunque patriarca y profesor. Se autodefine "mezcla de aficionado, artesano y profesional”. No revela el misterio de sus trucos y se ampara en Houdini, que nunca lo dejaba ingresar al escenario. En cambio, define su aporte: "Un estilo teatral que integró la magia en el sketch, la revista o la comedia musical”. Sigue creyendo en el teatro, un "summun” mayor que el cine o la televisión, no obstante haber filmado en Hollywood y en México y actuado en pantalla chica, "con la ventaja de la cámara que capta la minucia y la irritación de la premura que os devora”. Entre chanza y chanza, Fu reivindica una virtud. "Siempre fui dinámico —dice—, y cuando una insuficiencia respiratoria me hizo dudar de que pudiera seguir siéndolo frente al público, me retiré resignado y contento, ufano de no perder el sentido de la autocrítica.” Otro signo inalterable se llama humor y sigue ejerciéndolo, a veces para recalcar que su reciente vuelta fue una bravuconada en la que no reincidirá. "Mejor hacerle un truco a la vida y sobreponerse a todo”, clama con la sonrisa de quien supo ser dictador del proscenio. ♦ J. M. C. PANORAMA, DICIEMBRE 14 1971 |
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