Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

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Irusta, Fugazot y Demare evocan el pasado y hablan del porvenir

La noticia relacionada con la separación de Lucio Demare del trío que durante tantos años integrara con Agustín Irusta y Roberto Fugazot, ha producido en el ambiente radiotelefónico y entre el propio público, enorme revuelo. Y es que dentro y fuera del país, el nombre de cada uno de ellos ha estado estrechamente ligado al de los otros, en un mismo aliento de admiración y simpatía. La primera impresión, la que revela el estado de ánimo popular con respecto a un acontecimiento de esta naturaleza, se ha concretado al hecho en si mismo, con abstracción de los motivos que puedan haberlo provocado: ¡Demare ya no actuará con Irusta y Fugazot! Tal la exclamación repetida millares de veces en los últimos días. Pero pasado el primer momento, el público —claro está—, quiere conocer las razones. Quiere saber también qué narán estos muchachos en adelante. Y nuestra misión es informar al público. A eso tiende esta nota, en la que cada uno de ellos, habla separadamente sobre el mismo asunto. Veamos cómo se expresan:

FUGAZOT HACE LA HISTORIA DEL TRIO
—El número nació hace catorce años —comienza diciéndonos—. Irusta y yo formamos un trío con Virgilio Gobbi, el viejo cantor criollo. Actuamos durante un año en el Hipódromo y en un circo de Belgrano. Cultivábamos el género Criollo. Más tarde Gobbi se separó por razones de edad. Y entonces quedamos Irusta y yo. En ese tiempo no había más defensa que el teatro. Y como era imposible ubicarnos en él, resolvimos trabajar separadamente. Irusta en el Buenos Aires, con Muiño, y yo en el Sarmiento, donde estrené el tango “A media luz”, y luego en el Corrientes, donde estrené "Barrio reo" y “Viejo ciego”.
Al año de esta actuación y llevados por Canaro, Irusta y yo nos fuimos a Europa. Teníamos que actuar en su orquesta, pero razones especiales lo obligaron a volver a Buenos Aires, y nosotros quedamos allí cumpliendo diversos trabajos. En la orquesta de Canaro conocimos a Demare, que actuaba como pianista. Formamos el trío y debutamos en Madrid, en el teatro Maravillas, al mismo tiempo que Gardel lo hacia en el Romea. Visitamos después todas las ciudades de España, más tarde Francia, y cruzando el Atlántico, conseguimos muchos triunfos en Centroamérica. Esta vida duró diez años. En el transcurso de ellos hicimos dos visitas a Buenos Aires. En la segunda nos quedamos hasta hoy. Y como ustedes ven, en junio de 1937, hemos disuelto un número que se paseó triunfante por medio mundo, y de él surgirá un dúo y probablemente una gran orquesta típica bajo la batuta de Lucio Demare.
—¿Qué origen atribuye usted a esta separación?
—Sencillamente, nuevos horizontes. Para Demare ya no era posible seguir en el trío. Sus cualidades lo señalan para más grandes empresas musicales. Y... nosotros también necesitamos un poco de libertad artística para así poder buscar el gusto del público dentro de nuestros medios.
—¿Lo apena la separación?
—Afectivamente, si. Cerebralmente no. Es imposible mirar con indiferencia tantas horas vividas.
—¿Qué harán de inmediato?
—Debutar en Radio Belgrano con el dúo Irusta-Fugazot, acompañados de cuatro guitarras. Después... veremos. El porvenir depende del público.

DURANTE DOCE AÑOS FUIMOS HERMANOS
—Nuestra separación —dice Agustín Irusta— se debe a un planteo de orden artístico minuciosamente estudiado, y cuya finalidad es no trabar el desenvolvimiento futuro de ninguno de los tres. Fugazot y yo tenemos un camino: el teatro y el cine. En cambio Demare, dentro de la música argentina tiene un campo ilimitado. Sus cualidades de compositor y su cultura son múltiples. Estoy seguro de que emprenderá grandes empresas musicales.
—¿Quiere decir que no hay un solo resentimiento entre ustedes? ¿Que se separan amistosamente? ¿Salvando esa amistad fraternal de siempre?
—Tanto no. Es imposible tomar una actitud tan seria como esta sin que se creen conflictos y pasiones y sin que un leve resquemor asalte nuestras almas. Durante doce años fuimos hermanos. Deshecho el trío, aquel hogar común cayó. Eso es todo. Pero... son cosas de la vida. En este momento, precisamente, trabajo en la película “Nobleza gaucha”. La trama me separa del patroncito de la estancia, con quien me he criado como con un hermano. De pronto, el destino nos tiende una celada y caemos en la necesidad de separarnos para siempre...
—Pero no olvide que eso es ficción de la literatura...
—¿Ficción? No crea. La imaginación es apenas un reflejo de la realidad.

IRUSTA Y FUGAZOT GUSTARÁN MAS QUE ANTES, DICE DEMARE
Encontramos a Lucio Demare junto a su piano, cerca de cien retratos que adornan las paredes, y cada uno de los cuales recuerda un teatro o un punto donde fué aplaudido el trío argentino. Madrid, París. Granada, La Habana, Méjico, Perú. Vamos directamente a nuestro asunto:
—¿Por qué se separa, amigo Demare, de Irusta y Fugazot?
—Porque lo hemos resuelto. Preferiría no hablar de los motivos. Considero que todo esto es una cosa nuestra. Solamente nuestra.
—¿Es una resolución reciente? ¿Es irrevocable? ¿No es posible una mediación entre ustedes?
—No —dice Demare entristeciéndose—. Lo hemos resuelto definitivamente. Varias veces tratamos de separarnos, en distintas oportunidades y con distintos motivos. Pero esta vez lo hacemos sin volvernos atrás.
—¿Cree usted que perderá algo el número?
—En absoluto. Pienso que Irusta y Fugazot gustarán ahora más que antes. Tendrán más campo de acción para el género popular. Yo, por mi modalidad personal, a veces era un inconveniente. Además, Fugazot ha sido siempre el director del trío. Y sabe hacer las cosas bien.
—¿Podemos informar al lector sobre su labor futura?
—No la conozco yo mismo. Tengo varios proyectos. Radio. Cinematógrafos. Jiras. Pero no tengo apuro por decidirme. Salgo de un número de gran categoría artística y no puedo improvisar nada. Hay mucho que hacer en música popular. El público se ha refinado en sus gustos, y esto me conforta dada mi modalidad musical. Son muchas las satisfacciones que esto me ha acarreado. Aplausos. Estímulos... Lo necesario para seguir luchando.
Nos despedimos de Lucio Demare. En su voz, en su cordialidad, en el espíritu de sus palabras, adivinamos la tristeza nacida de lo que se fué para siempre. Y en el brillo de sus ojos, vemos traslucir la fe en el futuro que nace.

Revista Radiolandia
26.06.1937

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