Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado
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JUAN GRELA CONSIDERACIONES DEL PINTOR Y GRABADOR JUAN GRELA SOBRE LA PINTURA ABSTRACTA, SUPERREALISTA Y NATURALISTA IMITATIVA Por Julio Imbert LOS artistas del siglo pasado decían vivir en belleza. En realidad el artista, salvo honrosas excepciones, siempre vivió en belleza. Y así, vivió muy pocas veces en humanidad. No es el caso de fumar —como lo decía y lo hacía Mallarmé—, para que la nube de humo se interponga entre nosotros y la humanidad. Esto es flaqueza, debilidad de espíritu. Por el contrario, el artista, el verdadero artista, disipa el humo, derriba una pared, si se interponen para un más posible acercamiento al hombre, con un entusiasmo verdaderamente renacentista. Todo esto es propio de la corpulencia espiritual. Y el artista se ennoblece, porque por su arte logra humanarse y humanar al hombre. Hay, detrás de todo esto, un sentido real y profundamente religioso. Se entra de este modo en un arte llamado "de función social". Nosotros preferimos, para tratarlo, hablar de un pintor de nuestro medio que ha sondeado el alma popular, y le ha sentido enteramente en su forma corporal y psíquica. Juan Grela no es un bohemio adocenado y adormilado en concepciones azules, anochecidas. Se acuerda de los olvidados, él, que vive en absoluto olvido de sí mismo, aproximando los límites humanos. Y si las figuras de Grela calzan mal o no calzan, es porque la verdad, la realidad social del momento, nos muestra que los hombres de este mundo, en una sorprendente proporción numérica, calzan mal o no calzan. Para ello, el artista ha debido abandonar su propia envoltura, ha debido salir de sí mismo, íntegro, en un desprecio total de su desheredad y de su egoísmo. Grela se da en un vuelco de emoción palpitante, ya madura, robusta y lozana, sobre el hombre olvidado, en una pintura que es, ante todo, palabra: demanda, imperativo, voz gruesa y clara que exige un nuevo ordenamiento; como un traernos a nuestro rincón muelle y brillante, a nuestro medio de mal repartida luz y abundancia, la otra existencia casi desvinculada del hombre oscuro . y pobre. Del hermano, sin separación de sexos. Porque el sentimiento de la maternidad, en toda su grandeza ingénita, trae en el pincel de Grela un nivelamiento del género humano. Destaca ese hecho natural en toda su magnificencia, con una vehemencia de elevación de la mujer, de rompimiento de normas y conceptos antiguos, retrógrados, que siempre la subestimaron al hombre. La robustez de las formas, el vigoroso empuje de la línea, que los profanos podrían confundir con la exageración, no es más que un deliberado propósito de realce, y, por medio del realce, de fijeza y permanencia en los sentidos. No se "enarca", al decir del poeta, "con movimientos llenos de voluptuosidad, como vientres y senos". El vientre, el seno desnudos, más que como belleza pura de línea, descúbrelos antivoluptuosamente, con afán de destacar su verdadero destino: la reproducción de la especie. Sus desnudos no se prolongan, en su estatismo, más allá de estas funciones naturales. Pero hace pintura primeramente buena, y luego social. Nos da su mensaje personalísimo en canon social, con elocuencia de plástica-sentimiento. Comprende la verdad de Portinari cuando asevera: "La pintura, antes de ser social, debe ser buena. Los que no pueden dar su mensaje social en buena pintura, que vayan y hablen en la plaza pública". Y nos pinta sus telas para el hombre, para ser gustado y entendido por el hombre; para que éste, en fin, sea claramente identificado en aquéllas. Pero no pinta solamente para el hombre —lo que sería una función social a medias—, sino también par el sector mínimo, privilegido de la sociedad, a la que intenta herirle el sentimiento, sacudirle la sensibilidad y despertarla de su olvido. Ya en consideraciones con el artista, le preguntamos: —¿Qué opina usted, Grela, de la pintura abstracta? Nos contesta: —Quiero decirle, primeramente, que no estoy de acuerdo con ese movimiento, aunque le confesaré: a los que practican sinceramente y no por snobismo esta manifestación, hay que reconocerles conocimientos de los problemas de la pintura. A nosotros, que estamos evolucionados plásticamente y conocemos los problemas, nos produce gran deleite plástico el contemplar un cuadro abstracto. Pero ya ve usted que ésta es una manera de pintar para una "élite" y no para la mayoría. Pese a que los pintores de esta corriente sostienen, y con razón, que el arte no fué siempre formas, yo les recuerdo que Rembrandt representó al hombre, y no por eso dejó de hacer pintura. Por tai motivo no estoy de acuerdo con la pintura abstracta. Sostengo que no debe elminarse al hombre de lo obra pictórica y, además, que debemos interesar al hombre común con la representación de tipos, escenas, paisajes, etc., en fin, cosas todas de nuestros días. Que debemos, en suma, reflejar nuestra época en la infinidad de hechos que diariamente se presentan a nuestros ojos. Y debemos ser, ante todo, buenos pintores para que, en el futuro, no quede solamente la anécdota de lo que hemos pintado. —Y para entrar en esta manifestación plástica, ¿puede decimos qué es lo primero que debemos estudiar? —Sí; los elementos plásticos fe que se valen los pintores abstractos. Esta tendencia considera al cuadro un objeto, al igual que el cubismo, es decir, que embellecen con líneas, colores y materias distintos o calidades, la superficie del cuadro, así como suelen usar la división áurea, y parten del ángulo recto, que es la ley de toda la pintura ser plana, incluso la pintura de tercera dimensión, como fué lo del Renacimiento. Es por eso que el espectador no debe buscar figuras, paisajes ni otro objeto en un cuadro abstracto. En la exposición francesa, por ejemplo, llamada "De Mane a nuestros días", pudimos ver tres obras abstractos de Van Velde, que como realización plástica eran muy buenas —especialmente una entonada en verde—, pero que sólo pudimos gustar, y exclusivamente, los que estudiamos y creemos entender el movimiento de la pintura abstracta, quiera decir la "élite". Pero le diré que ellas pretenden darnos emociones pictóricas y espirituales sin representación, únicamente con medios pictóricos, color línea y calidades. Pienso que se proponen una meta imposible, y estoy convencido de que sin la representación del hombre no podrán llegar a esos alturas, dado que nunca una sola cosa es el todo; así, al cielo lo sentimos como tal en su finura poética, porque está la tierra con su tosquedad germinativa. Además, si la pintura es un lenguaje y el pintor un hombre de sensibilidad, forzosamente tiene éste que sentir las intranquilidades, el amor, la alegría, las angustias e inquietudes de la época como cualquier mortal. Sostengo que es un deber reflejar estas sensaciones en nuestras obras, porque todos tenemos obligaciones con el hombre. Y tratar, asimismo, de ir dando comienzo a un arte nocional con nuestras figuras, paisajes y demás elementos; una pintura de contenido universal, eso sí, pero dando las espaldas al Plata. Creo que los pintores abstractos no deben ser neutrales entre el mundo y su obra. Con los conocimientos plásticos que poseen, inclusive su talento, podrán realizar grandes obras, ya que habrán enlazado y complementado finalmente en el cuadro lo abstracto con la representación. Esta pintura alcanzará entonces a la mayoría. No debemos, pues, pretender una nueva expresión con formas de otra época. A nueva expresión, nuevas formas. Por eso sostengo que debemos mirar a los antiguos en lo que nos puedan enseñar plásticamente, pero creo desacertado y decadente pretender, por ejemplo, seguir haciendo la sonrisa de la Gioconda. Debemos, en cambio, enfrentarnos con lo parte de la historia que nos toca, haciéndolo como podamos, pero con sinceridad. En resumen, que debemos buscar nuestro propio Renacimiento, dejando al que pasó donde está. Pintura mala con buen tema no puede ilegar lejos. La historia hace su evolución y, al pasar el tema, no queda ninguna de las dos cosas. Es preciso, pues, bueno pintura y buen tema para lograr uno obra eterna. Delocroix pintó "La matanza de Quío", cuyo tema naso, pero que será eterno por ser buena pintura. —¿Y la pintura naturalista imitativa? —No debemos los plásticos defenderla ni darla al público, porque carece de valor plástico y no tiene profundidad espiritual. Bien dijo Ricardo Wagner que el "arte empieza donde termina la naturaleza". Además, diré que genios de la pintura, como Leonardo, Ingres, Picasso y muchos otros no se habrían dedicado ni un momento a la pintura si el único objeto del pintor fuese reproducir la naturaleza. Estos sabían que tenemos que crear formas y después poner el arte al servicio del hombre. En cierta oportunidad conversé con la gran artista de lo fotografía Armemarie Heinrich, y le manifesté que la foto "es un arte naturalista". Ella me contestó: "No; en mis manos, la maquina es un medio para expresarme, porque realismo es una cosa, y naturalismo imitativo, otra". Entonces, si ni los fotógrafos pretenden ser imitativos, ¿para qué se esfuerzan muchos pintores en copiar las cosas como son? —Nos interesaría saber qué es lo que piensa usted, Grela, del superrealismo? —No hay duda de que debemos reconocer que ésta es una expresión plástica que tiene su razón en los avances que ha hecho la ciencia en el terreno de lo subconsciente, con la teoría de Freud. No obstante, pese a todas las justificaciones que nos quieren dar los superrealistas, le diré que éstas son épocas que, en vez de pintar sueños, debemos pintar realidades. Además, toda obra verdaderamente buena tiene sugestión. Da el artista ese misterio, sin proponérselo. Pasando o otro asunto, inquirimos: —¿Cuáles son, para usted, los inconvenientes que surgen en la realización de su obra? —El mayor inconveniente es el de todos los plásticos: el factor tiempo. El artista insume las mejores horas del día en tareas ajenas a lo que debería ser su actividad esencial. Creo que si se decoraran los edificios públicos, como ser, municipalidades, escuelas y otros lugares donde concurre mucha gente, a la vez que se solucionaría en parte aquel inconveniente que se traduce en factor tiempo, se acostumbraría al público a ver pintura, lo que redundaría en cultivo de su sensibilidad. Asimismo debería dársele más importancia y realce al grabado —esa gran expresión técnica de todos los tiempos— en libros y folletos. Todo esto sería labor positiva que realizaríamos los plásticos en bien de la cultura de nuestro país, sin perder un tiempo precioso en cosas ajenas al arte. En otros siglos existieron buenos artistas que pudieron manifestarse así. Las decoraciones de la Galería Pacífico, en Buenos Aires, por ejemplo, dicen lo que pueden hacer muchos de nuestros artistas cuando se les ofrece una oportunidad para demostrarlo. Rosario, diciembre de 1954. *.pie de fotos.* -Juan Grela hace pintura primeramente buena, y luego social Nos da su mensaje en canon social con elocuencia de plástica-sentimiento. Ha sido considerado por la crítica especializada como uno de los artistas más auténticamente personales del país. -Grela en su prensa de grabados. "No estoy de acuerdo con el movimiento de la pintura abstracta —nos ha dícho—. Confieso —agregó— que a los que la practican sinceramente y no por snobismo, hay que reconocerles conocimiento de los problemas de la pintura. Pero se trata, entonces, de pintar para una "élite" y no para la mayoría". -El artista rosarino prefiere, simplemente, ser un buen pintor. Una de las obras de Grela: temperamento y conciencia de artista; una observación sincera y un tanto ruda de la vida, tan lelos de las tendencias abstractas como de un naturalismo sin profundidad. -Artista, y también buen artesano, como los grandes pintores del pasado: escrupuloso de su arte y de su oficio. Aquí vemos a este excelente representante de la plástica argentina en compañía de su mujer. Revista Esto Es 14.12.1954 |