Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado
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JULIA SANDOVAL LOS NOVIAZGOS PREFABRICADOS NO FAVORECEN PUBLICITARIAMENTE A LOS ARTISTAS SON las dos de la tarde de un día cualquiera, que en nuestra agenda habíamos fijado para entrevistar a Julia Sandoval y cuya postergación obedeció a un viaje relámpago de la estrella, integrando una embajada artística de una firma comercial —48 horas en Rosario; $ 10.000 en Buenos Aires—. ¿Superará esta nueva modalidad a la fotonovela como aporte económico para las figuras? Mientras tomamos asiento en cómodo pero pequeño departamento del barrio Norte, pensamos que Julia Sandoval, en este momento elemento activo en radio, alternaba hasta hace quince días esa labor con el teatro y la televisión, sin que nada hiciera suponer este repentino descanso en esas últimas manifestaciones artísticas. La breve digresión íntima nos lleva a preguntarle a qué atribuye la escasa permanencia en cartel de la obra “Caramelos surtidos”. Su contestación es rápida y tajante: —Fracaso. —¿De público?. .. —preguntamos. —De público y del otro. —¿Cómo es eso? —No siempre la ausencia de público constituye un total, absoluto fracaso artístico. En este caso, sí, le faltaba autenticidad; Marcelo Lavalle— buen director— no supo pintar el ambiente ni utilizar los elementos con que contaba. Troilo, por ejemplo, figura de atracción popular, estaba desdibujado. —¿A quién se le ocurrió introducir las variantes con respecto a la obra original? —No sé a ciencia cierta a quién deben atribuírsele; personalmente, discrepo con las mismas. Con la misma velocidad que Julia Sandoval utiliza pira prender un cigarrillo nosotros cambiamos de tema e inquirimos sobre el motivo que determinó la suspensión de su ciclo de TV, cuando se había anunciado que el mismo se prolongaría hasta fines de noviembre. —La intención de la agencia era continuar el programa; todos estábamos muy conformes y creo que el público también —nuestra cabeza se mueve en forma afirmativa—, pero el canal había reservado el espacio a otra agencia y ésta tenía ya montado su espectáculo. No hubo, pese a que en un principio se pensaba llegar a un arreglo, posibilidades de continuar. “Y la vida de los otros” pasó a mejor vida; recordamos en ese momento que el martes siguiente en esos espacios sin avisador visible apreciamos muy “complacidos” una hermosa documental de cómo se fabrican los tornillos. Pero esto no le interesa a nadie y menos a Julia Sandoval, lo pensamos pero no lo decimos y... el teléfono comienza a sonar —noble aparato— aunque muchos, cuando se descompone, opinen lo contrario; para nosotros eficaz colaborador en ese momento, nos permite pensar cómo llegar a dos preguntas un poco fuera de lo estrictamente profesional. —Era Santiago (Gómez Cou); me invitó a comer con unos señores para combinar una temporada teatral de cinco meses para el año próximo. Me parece un poco prematuro, pero hablar no cuesta nada ¿verdad? ¿Ustedes decían...? —¡Buen grabador! —comentamos reparando en uno que, sirve de apoyo al negro aparato de la campanilla. —Me lo prestaron, pero es muy difícil su manejo; al final terminé por comprarme uno portátil. Es muy necesario para estudiar, especialmente para programas de TV. La campanilla no suena y preguntar sobre el televisor o el combinado que están a los costados se nos ocurre más violento que declararle nuestra extrañeza ante su ausencia en fiestas, reuniones, premieres o cualquier otra manifestación con gente del ambiente. —No concurro, es verdad; mi núcleo de amigos no pertenece a ese ambiente. —¿Motivos? —Bueno, no me siento cómoda, hay demasiadas vanidades, egoísmos, etcétera. —¿Usted cree que los romances prefabricados favorecen publicitariamente a los actores? —Sí, puede ser, pero entiendo que es deshonesto, especialmente para con ese público que los cree. —¿Por qué aceptó, entonces, el que le adjudicaron con Carlos Estrada?... También fue prefabricado ¿verdad? —Sí, así fue, y créame, estoy realmente arrepentida. Es la primera y última vez que me presto a tal juego. ¿La razón?... bueno... fue un programa de televisión que pensábamos protagonizar y que luego no se concretó. —¿Por qué no lo desmintió? —Era darle mayor trascendencia; además, me había prestado a ese juego. Distinto es cuando se fabrican sin conocimiento de los actores. —¿No cree, Julia, que frente a ese público engañado, su posición, ante el nuevo romance de Estrada, no es cómoda? —Pienso que la lección hay que aprenderla; de los resultados soy la única culpable. .. Las cosas han tenido un desarrollo que permiten, sin esfuerzo, extraer conclusiones. Las nuestras ya estaban logradas; respecto a las de ustedes, amigos,... bueno, aunque son de ustedes, deben ser como las nuestras. ALBERTO ALMADA -pie de foto- Estoy realmente arrepentida de haberme prestado al juego del romance con Carlos Estrada; fue para hacerle publicidad a un programa de televisión que al fin no se hizo; pero fue la primera y será la última vez que haga una cosa así. Revista Platea 21.10.1960 |